Introducción

El día estaba nublado, como era costumbre en el condado de Hertfordshire. En Longbourn toda la casa estaba entusiasmada, ya que era la primera vez que el matrimonio Darcy hacía una visita tras su boda, hacía ya nueve meses. El señor Darcy, a pesar de tener dificultades para aguantar el parloteo incesante de la señora Bennet, sabía lo mucho que significaba para su esposa el ver a su padre, así que, una vez pasado el verano, y con ello, el calor sofocante, había decidido que era el momento de acercarse a visitar a su familia política, y de paso, tener una excusa para visitar a los Bingley.

Elisabeth estaba sentada junto a la ventana, leyendo uno de los últimos libros que su marido le había regalado. El señor Darcy conversaba amenamente con el señor Bennet, junto a la chimenea. Mary practicaba al piano, mientras Kitty danzaba alrededor, al compás de la música. Todo estaba en calma cuando entró la señora Bennet con un papel en su mano.

-¡Mi pobre niña! ¡Cuánto tiene que pasar!- Dijo dando vueltas por la sala, sin importarle quien estuviera delante- ¡Qué injusta es la vida!

-¿Qué ocurre, mamá?- Preguntó Lizzy, dejando a un lado su libro.

-Acabo de recibir una carta de Lydia. Ella y el pobre Wickham han tenido que salir de Londres por un malentendido entre un oficial y su marido- Se sentó y tomó aire- Pobrecita mía.

-Mamá, eso no es tan malo. Con que busquen otro lugar al que ir, como hicieron la última vez…

-¡Para ti es muy fácil decirlo, Lizzy!- Se levantó de nuevo y encaró a su hija- ¡Tú no tienes problemas! ¡Lo tienes todo! ¡Y eres tan egoísta que no eres capaz de enviarle a tu hermana la ayuda que necesita!

-¡Lydia y Wickham han recibido más ayuda de la que podían haber esperado!- Le discutió furiosa- ¡Y todos los meses le mando a Lydia dinero! ¡No te atrevas a acusarme de algo así!

-¡Tu marido tiene medios para promocionar a Wickham dentro del ejército! ¡No lo hacéis porque sois unos egoístas!

Se produjo un silencio incómodo en la sala. Elizabeth miraba a su madre con furia, apretando los puños. Tras unos segundos, desvió la mirada hacia su padre, esperando que él le dijera algo, pero éste solo la miró encogiéndose de hombros, como disculpándose por su comportamiento. Mary y Kitty habían desaparecido de la sala, mientras Darcy permanecía inmóvil en su asiento.

-Señora Bennet- Darcy se puso en pie- Lamento que piense eso de nosotros, pero tengo mis razones para no colaborar más en sus despilfarros y caprichos- Se giró y le dio la espalda- Y si verdaderamente tiene esa opinión de mi esposa y de mí, quizás deberíamos marcharnos.

-Señor Darcy, disculpe las palabras de la señora Bennet- Esta vez sí intervino el señor Bennet, viendo que si se marchaban, podía pasar mucho tiempo hasta que volviera a ver a Elizabeth- Si me lo permite, tendré unas palabras con ella en privado- Se puso en pie, cogió el brazo de su esposa, y se marchó a su despacho, dejando al matrimonio Darcy solo en la sala, con la tensión de la discusión flotando en el ambiente.

-Lamento que hayas presenciado esto- Se disculpó Elizabeth, cerrando la puerta para que pudieran hablar a solas- Mi madre no sabe medir sus palabras. De verdad, lo lamento.

-Tu madre tendría que hacer más que medir sus palabras.

-¿Qué quieres decir con eso?- Elizabeth se tensó por el tono de voz que había empleado.

-¡Es insultante que no solo admire a Wickham, cuando nunca ha hecho nada en su vida que lo valga, sino que también me insulte, llamándome egoísta, y exigiendo que lo promocione en el ejército! ¡Y es insultante que tu padre no haga nada por callarla cuando es conocedor de todo lo que sucedió! ¡No me extraña que tu hermana actuara como lo hizo, teniendo en cuenta la influencia familiar que tenía!

Darcy se arrepintió de haber dicho eso nada más salieron las palabras de su boca. El ver como el rostro de Elizabeth se ensombrecía, y las lágrimas empezaban a caer por sus mejillas hizo que se sintiese la peor persona del mundo.

Quiso acercarse a ella y acariciarla, esperando poder disculparse antes de que empezaran una discusión seria, pero al alargar la mano para tocar su mejilla, ella se apartó de él.

-No puedo creer que hayas dicho eso- Sintió como su corazón la oprimía- Quizá debería haberlo pensado antes de contraer matrimonio conmigo- Darcy notó el distanciamiento que comenzaba a instalarse entre ellos.

-Elizabeth, espera- Intentó cogerla de la mano, pero ella se giró hacia él, le abofeteó el rostro y salió de la estancia apresuradamente.

Darcy, no sabiendo muy bien qué hacer, subió al piso superior a pensar un poco. Mientras, Elizabeth decidió salir a caminar. Necesitaba despejarse un poco, pensar con calma todo lo sucedido.

Normalmente hubiera caminado hacia Netherfield, en busca del apoyo de su querida hermana Jane, pero hacía unos meses que habían recibido la noticia de que los Bingley esperaban a su primer hijo, y lo último que Elizabeth quería, era llevarle a su hermana los problemas que se ocasionaban en Longbourn por culpa de su madre. Así que, en lugar de caminar hacia allí, decidió coger el camino contrario, sabiendo que si su esposo la buscaba, tardaría mucho más encontrarla.

Comenzó su paseo, disfrutando de la frescura y verdor de aquel paraje que tanto le gustaba. Longbourn siempre había sido su hogar, y adoraba pasar tiempo caminando por aquellos caminos que tenía tan bien memorizados desde hacía tanto tiempo.

Tras media hora de paseo, Elizabeth paró bruscamente. A lo lejos se divisaba un carruaje en mitad del camino. Parecía el carruaje de los Possy, una de las familias vecinas, y amigas de la suya desde hacía mucho tiempo. Le pareció extraño encontrar la calesa parada en mitad del camino, y decidió acercarse, por si necesitaban alguna cosa.

Al ir acercándose al carruaje, sintió un escalofrío. Parecía desvalijado, no se escuchaba un solo ruido, y tampoco había señal del cochero. Solo se escuchaba el sonido del caballo que tiraba del carro, pateando el camino a la espera de recibir una orden.

-Señor Possy, ¿está ahí?- Preguntó cuándo ya estaba cerca de la puerta del carruaje- ¿Señora Possy?- No hubo respuesta. Con algo de miedo, se fue a la puerta, abriéndola rápidamente, haciendo que ella soltara todo el aire que había estado aguantando en los pulmones de golpe- ¡Oh, Dios mío!- Los cuerpos de los señores Possy estaban tendidos en el interior del carruaje y había mucha sangre alrededor- Señor Possy, ¿puede oírme?- Elizabeth se adentró en el carruaje y movió levemente al señor Possy, haciendo que este hiciera un pequeño quejido- Está vivo- Sonrió ante el descubrimiento- No se preocupe, señor Possy, iré en busca de ayuda.

Saltó del carruaje, dispuesta a correr en busca de auxilio, cuando vio a cuatro hombres ante ella, mirándola con sonrisas despiadadas. Elizabeth quiso salir corriendo, pero los cuatro hombres la rodearon de inmediato, impidiéndole la fuga.

-Mirad que tenemos aquí- Habló el que tenía de frente- Una joven damisela. ¿Qué hace por aquí una hermosa chica como usted totalmente sola?

-Por favor, déjenme marchar, solo estaba paseando.

-Ha elegido un mal momento para pasear por aquí- El hombre cogió con brusquedad el rostro de Elizabeth y la intentó besar, pero ella, incapaz de permitir algo así, mordió el labio de su agresor con fuerza, haciendo que este chillara de dolor y se apartara de ella- ¡Maldita furcia!

Uno de los hombres la golpeó con fuerza, haciéndola caer. Entre dos de ellos empezaron a propinarle golpes fuertes y dolorosos, mientras el otro auxiliaba a su compañero por el mordisco que había recibido.

Hubo un momento en el que los dos hombres se quedaron completamente quietos. Elizabeth, aprovechó ese momento para levantar la mirada. Al hacerlo, pudo observar como los dos hombres se miraban entre si, sonrientes, para luego desviar la mirada hacia ella. Sus ojos eran lascivos, mostraban claramente lo que sus instintos más bajos les pedían que hicieran.

-Voy a demostrarte lo que es un hombre, preciosa- Dijo uno de ellos.

-¡De eso nada! ¡Se lo demostraré yo!- Dio un pequeño empujón el otro.

A escasos centímetros de ella, los dos hombres discutían por quien debía ser primero. Elizabeth movió las manos alrededor suyo, buscando algo con lo que poder defenderse, teniendo la suerte de encontrar una piedra de tamaño considerable.

-¡He dicho que yo primero!- Dijo el más alto.

Rápidamente se colocó sobre ella, mientras el otro se arrodillaba a su lado, ansioso por ver lo que iba a suceder. Elizabeth, haciendo acopio de todo su valor, levantó con fuerza la rodilla derecha, dándole un fuerte golpe al hombre que tenía encima donde más le iba a doler, y casi al mismo tiempo, golpeó al otro con la piedra en la cabeza.

Los dos hombres cayeron al suelo. El primero, el que había recibido el rodillazo, se retorcía de dolor, mientras que el otro, permanecía inmóvil a un lado. Rápidamente, Elizabeth se puso en pie y comenzó a correr, esperando tener las fuerzas suficientes para salir de ahí.

Escuchó como los otros dos hombres le gritaban y salían corriendo tras ella, pero no paró. Siguió corriendo todo lo deprisa que podía, hasta que no pudo más. Sus piernas le fallaron, cayó al suelo, y lo último que pudo escuchar antes de que todo se hiciera negro fue la voz de su esposo, llamándola desesperado.

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Tras la discusión con Elizabeth, Darcy había subido a la habitación que les habían preparado para ellos, la que anteriormente había pertenecido a Lizzy. Algo nervioso, se sentó en la cama con lentitud, colocó los codos sobre las rodillas y, con las manos cruzadas, pensó seriamente que era lo que había ocurrido.

Desde antes de emprender el viaje hacia Longbourn, él había sabido que iba a tener que soportar esas situaciones. La señora Bennet no sabía nada de su intromisión en la boda de su hija pequeña, y mucho menos los motivos por los que había actuado de aquella forma. Para ella, la fuga de Lydia y Wickham había sido un arrebato de amor.

Suspiró decepcionado consigo mismo, sabiendo que Elizabeth no tenía culpa de nada de lo ocurrido. La había insultado y humillado, y lo peor había sido que no había ido tras ella, movido por su estúpido orgullo.

Unos golpes en la puerta lo sacaron de su estado de meditación. Antes de que diera permiso para entrar, por la puerta apareció el señor Bennet, con el rostro bastante serio y entristecido.

-¿Tiene un momento, señor Darcy?

-Claro, señor, ¿qué puedo hacer por usted?- Respondió, levantándose y encaminándose a los dos sillones que había junto a la chimenea de la habitación, señalándole el otro para que se sentara con él.

-¿Hacer por mí? Oh, no, señor Darcy, usted ya ha hecho por esta familia mucho más de lo que merece.

-Entonces, ¿a qué se debe su visita?

-Ante todo, quería disculparme por el comportamiento inapropiado de mi esposa- Bajó la mirada, avergonzado- Lleva tantos años diciendo lo que quiere, que no sabe frenarse. Y yo llevo tantos años permitiéndolo, que ya no tengo autoridad para callarla- Darcy sintió cierta lástima por él- He intentado hacerle ver lo erróneo de su comportamiento, no creo que se disculpe, pero creo que, al menos, se morderá la lengua la próxima vez.

-Se lo agradezco, de corazón, señor Bennet. Sé lo importante que es para Elizabeth la relación con ustedes, y lo último que querría sería un distanciamiento, sobre todo si el causante es Wickham, aunque sea indirectamente.

-De igual modo, yo sé la relación tan especial que mi hija y usted tienen, y por eso debo pedirle algo- Levantó la mirada por fin y lo miró a los ojos- No deje que nada de lo que pueda ocurrir en Longbourn los distancie, no pague con ella los arrebatos de mi esposa o mi forma de actuar, ella no se merece eso.

-Tiene toda la razón, ella no lo merece- Le dedicó una pequeña sonrisa, apenas imperceptible- Y lamento mi falta de cortesía, le aseguro que no pretendía alterarme en esta visita, pero la sola mención de Wickham me saca de mis casillas.

-Lo comprendo- El señor Bennet se levantó y le dedicó una pequeña reverencia- No voy a quitarle más tiempo. Señor Darcy, gracias por escucharme.

-Gracias a usted por su sinceridad.

El señor Bennet salió de la habitación, y Darcy, tras las palabras de su suegro, supo que tenía que ir en busca de Elizabeth y pedirle perdón por todo lo que había dicho. Así que rápidamente cogió la chaqueta para montar, salió de la casa, cogió su caballo y se encaminó a Netherfield, convencido de que Elizabeth había ido a ver a Jane.

Nada más llegar a Netherfield, su amigo Charles Bingley salió a su encuentro, sonriente como siempre, seguido por Jane, que caminaba algo más lenta que él debido a su estado.

-Señor Darcy, que alegría tenerlo por aquí- Lo saludó Jane, sonriente- ¿No ha traído a Lizzy con usted?

-¿Es qué no está aquí?

-No, hoy no hemos tenido ninguna visita- Le aseguró Charles.

-Pensé que se habría dirigido hacia aquí- Se puso nervioso.

-¿Señor Darcy, ha ocurrido algo?- Preguntó Jane, algo alarmada.

-Un pequeño mal entendido, nada que no podamos arreglar hablando- Le aseguró él, queriendo tranquilizarla antes de partir- Iré a buscarla, puede que cogiera el camino contrario.

-Es posible, nadie conoce mejor los caminos que ella- Le aseguró Jane- Por favor, dígale que nos haga una visita, tengo muchas ganas de verla.

-Por supuesto.

Se despidió de ellos, volvió a subir a su caballo, y emprendió el camino contrario, esperando poder encontrarla antes de que llegara la noche. Recorrió de nuevo todo el camino que separaba Netherfield de Longbourn y continuó más allá.

No iba demasiado deprisa, fijándose en los caminos, esperando encontrarla en alguno de ellos. De pronto, paró el caballo, había escuchado como alguien gritaba no muy lejos de ahí. En lo alto de la colina que había a su derecha, apareció la figura de una mujer. Ella corría con dificultad, trastabillaba con sus propios pies, pero no paraba. Parecía huir de alguien.

Bajó del caballo, dispuesto a ayudar a la mujer en lo que pudiera. Mientras ataba las riendas del caballo al árbol más cercano, escuchó los gritos de unos hombres no muy lejos de donde se encontraban. Volvió a mirar a la mujer y se puso pálido. Aquella mujer que corría no era otra que su querida Elizabeth.

Sin pensarlo dos veces, echó a correr hacia ella, llamándola, pero ella no parecía escucharle, simplemente corría. Cuando se encontraba ya a pocos metros de ella, vio como las piernas le fallaban y caía al suelo, sin poder evitarlo. Por fin llegó a su lado, y al ver su cuerpo lleno de golpes y heridas, sintió como su corazón se saltaba un latido.

Volvió a escuchar las voces de los hombres que la perseguían. Una parte de él quería quedarse y hacerles frente. Quería vengar el honor de Elizabeth, pero sabía que no podría enfrentarse a ellos encontrándose ella en aquellas condiciones, debía llevarla a un lugar seguro, y pedir ayuda.

Rápidamente, cargó con ella, llevándola en volandas hasta el caballo. Con sumo cuidado la subió a la montura, colocándose tras ella, asegurándose de que no pudiera caer. Esperó hasta que vio a dos hombres descender la colina, se fijó en sus vestimentas y en sus rostros. Aunque estaban lejos, pudo quedarse con los rasgos generales. Y sin más, emprendió el camino hacia Longbourn, esperando que el estado de Lizzy fuera mejor de lo que parecía por su aspecto.

Hola a todos,

espero que os guste esta historia, es la primera que escribo basada en Orgullo y Prejuicio, y sinceramente, espero que disfrutéis de leerla tanto como yo estoy disfrutando de escribirla.

Creo que es diferente a lo que se acostumbra a leer, pero intento mantener más o menos, el mundo de Austen, aunque es realmente difícil.

Debo agradecerle su ayuda a imaginandohistorias, que durante los meses que llevo escribiéndola, me ha ayudado a corregir errores y a seguir cuando me veo atascada.

Aunque aun no está terminada, llevo ya escritos 12 capítulos, así que voy a intentar subir uno por semana, salvo casos de fuerza mayor, y normalmente será viernes, sábado o domingo.

Espero vuestros comentarios diciéndome que os parece.

Un saludo

Nos leemos pronto