"Dromeda, si insistes en preocuparte, por qué no pasamos la noche con mi hermana?"
La mujer de cabello castaño, claramente ansiosa caminó por la sala de estar y se detuvo frente a su esposo. El aire de diciembre era denso y frío, lleno de tensión y miedo. La pequeña pero acogedora habitación era iluminada apenas por una lámpara. Faltaban dos semanas para Navidad, aún no se encontraba ninguna decoración alrededor de la casa de los Tonks, la cual estaba localizada a unas 20 o más millas de Surrey. Muchas cosas ocupaban los pensamientos de Ted y Andromeda Tonks, como para dedicarse a preparar la Navidad en casa, esto simplemente estaba fuera de su panorama.
"Realmente no debemos poner en peligro a Karen, más siendo ella una Muggle, lo cual es peor, y ella no se merece eso".
Ted cruzó sus brazos. "Realmente no debes preocuparte, Bellatrix no es rival para los Aurores, por lo menos con la mayoría de ellos" dijo. Su voz sonó un poco tensa, pero suave y tranquila al mismo tiempo. Sin embargo, esto no ayudó mucho.
"Tu conoces a mis hermanas, eso no las detendrá" murmuró Andromeda Tonks antes de continuar paseando por la habitación. "Ellas quieren vengarse. Ella, Narcisa y el ordinario de su prometido, Lucius…"
"¿Por qué esa mujer te envía una carta AHORA después de todo este tiempo, reclamando que la Familia Black necesita una "limpieza"? dijo Ted, tomando un trago de su botella de cerveza de mantequilla. "Han pasado ya diez años desde que tu nombre fue quemado en aquel tapiz".
"Debe haber una clase de locura en mis hermanas" suspiró Andromeda. Ella miró hacia la ventana, el oscuro cielo era iluminado por la luna llena. "Quizá los Weasley puedan recibirnos por unas noches mientras el peligro pase".
"Dromeda, no creo que quieran añadir más caos en su hogar, con 4 niños y dos de ellos son unos bebés", contestó Ted.
"Bueno, entonces qué sugieres que hagamos Ted?" Andromeda se volvió hacia su esposo, con una mirada de preocupación.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Andromeda mientras recordaba un pedazo del pergamino que había traido la lechuza de Narcissa, Dante, hace 3 días. Había sido escrita por Bellatrix. Andromeda recordaba cada palabra, aun cuando prefería olvidar por completo el odio que había en cada una de ellas.
"Andromeda, Traidora de tu Sangre.
Ha llegado el momento. Lamentaras extremadamente haber abandonado a tu familia y casarte con un muggle, un sangre sucia. Y no pienses que esto es solo una amenaza. No eres mi hermana y no tengo miedo de hacer lo que debo en el nombre de la honorable familia Black.
Bellatrix L.
P.D.: He visto a tu mutante y monstruosa hija muy bien, si estas..."
"Pero, Dromeda, ya pusimos todos los hechizos protectores encima de la casa, y dobles en el cuarto de Nymphadora" , dijo Ted, " Realmente pienso que no debemos preocuparnos tanto. Bellatrix siempre ha estado un poco loca como una cabra. ¿Por qué esta carta es diferente a las otras?"
Andromeda miró hacia el piso superior en dirección hacia la puerta rosada, la cual estaba garabateada con dibujos de una mujer con cabello marrón sosteniendo a su hija con cabello rosa, ambas sentadas sobre escobas jugando el Quidditch. La puerta se veía confusa, como entre neblinas, ya que estaba bloqueada por los hechizos protectores y solamente el que lo había hecho podía entrar a través de estos.
Andromeda dio un suspiro de alivio. "Tal vez debemos descansar" dijo ella. Ted se levantó y rodeó con sus fuertes brazos a su esposa. Ella apoyó su cabeza en sus hombros.
"Si algo sucede, tomamos a Nymphadora y aparecemos en La Madriguera en cuestión de segundos" insistió en el tema Ted. Andromeda asintió ligeramente aliviada.
"Es cerca de medianoche" dijo Ted "y tengo que trabajar temprano mañana…"
De repente, una fuerte explosión a lo lejos interrumpió a Ted. La casa tembló un poco, como si hubiera sido un pequeño sismo. Esto sonó sospechoso y muy parecido a la ruptura de un escudo protector realizada por varios magos y brujas que hubieran aparecido dentro de los límites del hechizo. El sonido explotó en los oídos de Andromeda y rápidamente se apartó de Ted. Ella se abrió paso para ver por la ventana la causa de esa explosión. Para su absoluto horror, vio una docena de encapuchados apuntando a la casa con sus varitas.
"AGACHATE!!" gritó Ted, jaló del brazo de su esposa alejándola de la ventana y tirándose al piso mientras una bola de fuego del tamaño de un melón golpeó el techo provocando que este se incendiara. Andromeda gritó.
Otro grito, algo más débil venía de arriba. Andromeda dio un grito ahogado. "Nymphadora, allá voy"
"Dromeda! Date prisa!" gritó Ted con pánico. Más fuego y explosiones golpeaban la casa.
"Ted, aparece en La Madriguera, y diles que contacten a Los Aurores y envialos aquí tan rápido como puedas! No hay tiempo! Anda!" ordenó Andromeda. Ted negó con su cabeza.
"No sin ti ni sin Dora…"
"No hay tiempo! Solo hazlo!" gritó Andromeda, entrando en pánico. Ted no tenía otra elección, asintió y desapareció. Andromeda subió las escaleras. Sacudió su varita frente al escudo de la puerta rosa y entró a la habitación.
Estaba caliente. Las llamas se extendían rápidamente. Una niña estaba sentada en su cama, mantenía entre sus brazos un gatito atigrado color naranja. Su cabello, largo y enroscado, estaba horrorosamente verde, el color que siempre usaba cuando tenía miedo. Ella no estaba llorando, pero claramente estaba alterada.
"Mami" llamó cuando la vio entrar a su cuarto.
"Toma mi mano, Nymphadora, vamos a La Madriguera, donde estaremos seguras. Deja ese gato…"
"Jinx … no!" dijo Nymphadora, aterrorizada. Su abrazo se hizo más fuerte sobre el animal. Andromeda refunfuñó con miedo e impaciencia.
"El gato no puede venir! Compraremos uno nuevo! Eres tu o Jinx!" dijo Andromeda, con su mano todavía extendida. Nymphadora lo miró desconsoladamente y se despidió de él besándole la cabeza.
Pero antes de que Nymphadora pudiera bajarse de la cama para llegar hasta su madre, una bola de fuego fue arrojada hacia la habitación golpeando la ventana cerca de donde se encontraba parada Andromeda. Perdió el conocimiento cuando la ventana se rompió por la explosión.
"Mami! Papi! Mami! AYUDA!" Pero el fuego rodeaba su cama. La única oportunidad que tenía era saltar por la ventana. El salto no sería muy alto, pero la pequeña estaba preocupada por los hombres malos que estaban atacando su casa.
"Mami!" gritó Nymphadora. Ella podía ver el cuerpo de su madre moviéndose detrás de la pared de llamas, y después de un crack, el cuerpo desapareció.
Nymphadora tomó un aliento profundo y saltó por la ventana, aterrizando en un gran montón de nieve. Temblando dentro de su camisón de dormir, Nymphadora rápidamente anduvo sobre sus pasos. Sentía quemaduras leves en su rostro al igual que en sus brazos. Su camisón estaba quemado en el dobladillo.
De repente, cuatro personas grandes y encapuchadas con las varitas en alto, salieron de entre las llamas. La miraron y parecían listos para matarla.
Gritando, Nymphadora se inclinó sobre sus pies (que estaban descalzos y fríos) y continuó gritando. Ella solo tenía seis años y no podía controlar sus poderes mágicos, pero afortunadamente para ella, su último y escalofriante grito provocó algún tipo de fuerza que golpeó a los cuatro encapuchados y los lanzó hacia atrás, dándole tiempo suficiente para que Nymphadora pudiera huir.
No teniendo un lugar seguro a dónde ir se internó en el bosque, corriendo a toda velocidad, tanto como le permitían sus fuerzas, cambiando de dirección cada pocos minutos, en caso de que los encapuchados planearan seguir sus huellas en la nieve.
La luna llena iluminaba sus pasos mientras buscaba desesperadamente algún sitio donde refugiarse. Sus padres estaban seguros en algún lugar, y ella esperaba que supieran donde se encontraría ella cuando regresaran a buscarla. Sus pies se entumecían cada vez más por la nieve. En cualquier momento ya no podría ser capaz de seguir corriendo. ¿Y luego qué? ¿Cuanto tiempo podría aguantar?
Se detuvo para tomar aliento y unas lágrimas corrieron por su pequeño rostro, luego miró a su alrededor, a lo lejos podía ver su casa envuelta en llamas. Entonces escuchó la cruel voz de una mujer.
"Sal de donde estés!!" dijo la voz. Nymphadora quería correr, pero sus pies estaban congelados en la nieve, al menos en ese momento.
De pronto, Nymphadora escuchó un suave rugido. No, no era un rugido, era un gruñido. Volvió su rostro y vio a un gran y enfurecido lobo mirándola vorazmente. No, no era un lobo. Era un hombrelobo y Nymphadora sabía lo que esto significaba. Su madre le había mostrado fotos en caso de que se encontrara con alguno. Recordó a su madre mencionar a Fenrir Greyback. Este debía ser él. No sabía de otro hombrelobo que entrara a estos bosques.
"Señor Greyback? " Nymphadora preguntó con cautela. El lobo solo ladró. Una baba colgaba de sus gruesos labios.
Nymphadora dio un chillido y le dio la espalda. Inmediatamente comenzó a correr. Ella pudo escuchar al hombrelobo cuando comenzó a correr tras ella, tomando más velocidad.
Esto no era bueno en absoluto. Andromeda le había contado que si ella llegaba a ser mordida por un hombrelobo, se convertiría en uno de ellos, y probablemente sería el fin de su vida tal y como la conocía. Sería una tragedia en la familia. Significaría no poder asistir al Colegio de Hogwarts o tener un trabajo. Todo esto pasaba por la cabeza de Nymphadora mientras sus delicados y congelados pies incrementaban la velocidad de su huida.
Sin embargo, el hombrelobo le ganaba más en velocidad. Ella volvió su cara para mirarlo. De pronto el lobo saltó sobre ella. Gritando, Nymphadora se detuvo y lo esquivó agachándose. El hombrelobo calculó mal su salto y pasó por encima de ella, cayendo como a tres metros de la pequeña.
Ahora no había hacia donde huir, regresar a la casa era imposible ya que los hombres encapuchados estaban ahí esperando para matarla. Era ir hacia ellos o dejarse morder por Fenrir Greyback y convertirse en un monstruo como él.
"Por favor… por favor" suplicó llorando la niña. Se inclinó haciéndose un rollo mientras el lobo la acechaba, satisfecho por tener comida.
Una brillante luz y un fuerte crack asustó al lobo. Nymphadora no levantó la mirada.
"Alejate de ella, sarnoso mutante!! Alejate!!" era una fuerte y áspera voz, que Nymphadora nunca antes había escuchado.
Un poco de ruido sonando como chispas saliendo de la varita, el aullido canino y el sonido de patas escapando fue lo que siguió, y Nymphadora le pareció seguro mirar un poco.
Pero lo que vio… o más bien, A QUIEN vio, alguien muy alto, no le agradó mucho. Era un hombre tosco con un gran bastón, y un ojo de un azul electrico que giraba locamente observando a su alrededor, para luego mirar en forma ceñuda a la niña. El hombre parecía un Gigante. Y tampoco se veía que fuera muy amable.
"Nymphadora" refunfuñó. Ella volvio a gritar y saltó sobre sus pies, lista para huir. Pero esta vez, el hombre la sujetó antes de que ella empezara a correr.
"Tranquila, No soy un Mortifago! Tu padre me ha enviado para recogerte" dijo el hombre de los ojos locos, forcejeando para no soltarla. El la sostenía por la cintura, y no le importó cuán duro la niña le estaba pateando, Nymphadora no podía escapar. "Te estoy salvando! Deja de patearme!"
Nymphadora hizo lo que le dijo "Quien es usted?" preguntó con reserva.
"Alastor Moody" fue la respuesta "Ahora sujétate bien. Iremos a La Madriguera donde tu madre y tu padre esperan por ti"
Nymphadora miró hacia el bosque mientras empezaba a girar hacia un lugar lejano. Justo antes de desaparecer pudo vislumbrar un par de feroces, hambrientos y rabiosos ojos mirándola fijamente, parecían que le hablaban y le decían que esta batalla había terminado, pero la guerra estaba lejos de ser ganada.
