Obligatorio
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Cuando Roku le dijo a Aang que debía cumplir con sus deberes de avatar y que por lo tanto tenía que restablecer el equilibrio trayendo del olvido a la casi extinta nación Aérea, él había estado parcialmente de acuerdo.
Claro que como un nómada aire, velaba por un futuro donde la gente de diferentes naciones no trataran de matarse entre sí. Él estaba tan apegado a sus creencias que no podía concebir que la violencia fuera el camino correcto a seguir, aunque muchos se empeñaron en hacerle tropezar.
Por otro lado, él también apreciaba su vida, su cuerpo, su salud mental y emocional.
Por su puesto, Sokka había tirado un silbido largo y exasperante para después dedicarle una sonrisa que era todo menos inocente. Él casi deseaba -una vez más- no haber sido encontrado nunca y que su existencia se mantuviera en secreto del mundo si eso significaba estar vivo.
— ¿Repoblar los templos del Aire? — había preguntado Katara en su rol de madre. La chica, de ahora casi diecinueve años había estado preocupada por su monje amigo cuando este había vuelto de su viaje luciendo tan miserable como antes de enfrentar a Ozai, se planteó fugazmente si había sido buena idea dejarlo solo con su hermano.
— Espera, tiempo fuera — alegó Zuko entrometiendose en la conversación por primera vez — ¿Roku te dijo que tienes que traer de nuevo a toda una cultura? ¿Qué hay de los ecolitos? Ellos todavía siguen siendo nómadas
Sukki asintió energéticamente volviendo su mirada a el joven avatar, que hasta ahora, había estado tumbado en el suelo con la mirada perdida.
— Ellos no pueden hacer aire control — replicó el chico sin separar la mirada gris del cielo
— ¿Y?
— Roku dijo que estaba en mi traer a la vida a los nómadas aire pero que también tenían que hacer alusión a su elemento.
— Entonces...
— Él dijo que ya estaba en en edad de procrear.
— Un momento — Katara dijo con leves síntomas de horror adornando su rostro — ¿Casarte a los dieciséis?
— Los monjes no nos casamos
Suspiros de alivio inundaron el aire por parte de sus amigos -excepto Sokka- mientras comenzaban a sonreír pensando en soluciones alternativas que pudiesen ser de ayuda.
— El tío Iroh está comenzando hacer trámites para que pueda escoger a las que serán mis próximas concubinas del fuego…
Después de eso, todo se volvió silencioso.
— ¡¿Mi tío que?!
— ¡¿Concubinas?!
Sokka río de nuevo con las cejas levantadas y una sonrisa más amplia dibujada en sus labios.
— ¡Hombre! Esto se esta poniendo bueno
Un látigo de agua y un puñetazo en el abdomen fueron suficientes para que el guerrero sureño cayera al suelo jadeando y gimiendo del dolor causado por su hermana y novia.
— Debe haber un error…¡Los espíritus no pueden estar pidiéndote que repobles toda una raza tú solo!
— Más bien, ya lo hicieron — argumentó Sokka aun el suelo, Zuko resistió el impulso de mandarle una bola de fuego. Que su prometida lo matara por herir a su cuñado no estaba en sus planes.
— Él tiene razón
— ¿La tiene? — pregunto Katara y Zuko al mismo tiempo, Sokka intento por todo los medios no indignarse.
— Escuchen, independientemente de la razones por las cuales la gente Aérea está escaseando — dijo mirando de soslayo al príncipe heredero él cual también entrecerró los ojos — Aang tiene una tarea y esa es traer al mundo nuevos maestros aire. Ustedes ya han visto y hemos recorrido las cuatro naciones sin encontrar a una sola persona que pueda doblar el aire, los ecolitos aunque tienen sus orígenes en ellos no pueden ejercer su control debido a que su sangre está mezclada. No son maestros aire como Aang.
Termino mirando a cada uno en la sala.
— Aang — mencionó Katara con la voz quebrada y los ojos aguados.
Mientras Sokka y Zuko comenzaban otra pelea que se reducía a gritos e insultos, la maestra agua y la guerrero kyoshi consolaron a un perdido Aang en el suelo, entre susurros y palabras amables, el avatar fue trasladado hasta unos de los mullidos sillones forrados en terciopelo rojo.
No fue hasta que Mai, interrumpió la pelea dirigiéndose a Zuko avisando sobre el rey de la tierra, quién esperaba en el despacho del señor del fuego Iroh.
— ¿Están discutiendo de nuevo por las rutas comerciales? Pensé que eso era trabajo del embajador.
— Me temo que esto no tiene nada que ver con eso, el Rey Kuei y el señor del Fuego Iroh están esperando para tratar asuntos con el Avatar.
— ¿Ahora mismo? — pregunto dudoso obsequiando una larga mirada al avatar, Zuko podría encontrar el parecido a un muñeco de trapo con su cuerpo todo lánguido y sin expresión viva en su rostro — no creo que se sienta en óptimas condiciones.
— Insisto con esto Zuko, tu tío está esperando.
El pelinegro suspiro resignado enviando una última mirada al monje.
— ¿Esta bien si podemos acompañarlo?
La mujer se encogió de hombros restándole importancia.
— Bien…¡Aang! — gritó dándose cuenta de que no hacía falta tal acción y ganándose en consecuencia una mirada molesta de parte de las dos chicas.
— Mi tío quiere vernos en su despacho — agregó dócilmente después. El joven apenas y proceso las palabras dichas, con cuidado se desenvolvió del abrazo que le estaban dando ambas mujeres para seguir a Zuko.
— Tengo una rara sensación sobre esto — mencionó aun lado de Mai
— No eres el único.
Cuando llegaron a la habitación la pelinegra tocó dos veces antes de entrar con toda la pandilla pisándole los talones, una vez que todos estuvieron dentro, Mai se retiro con una reverencia y cerro las pesadas puertas tras su partida.
— ¡Ah! Sobrino, que bueno es verte — saludo Iroh manteniendo su apacible sonrisa.
— Espero no estar interrumpiendo algo — mencionó el príncipe inclinándose antes las dos figuras frente a él.
— Para nada príncipe Zuko, esto es algo sin importancia ¿O no? — contestó enviando una suspicaz mirada hacia el Rey en su asiento teniendo en respuesta otra disimulada sonrisa. A Zuko le dio un mal presentimiento.
— Me alegra estar en presencia de los héroes que trajeron paz al mundo — mencionó el hombre inclinándose ante la pandilla.
— No es necesario, su majestad
— Me gustaría que aceptaran mis agradecimientos, Lady Katara, es gracias ustedes que ahora Ba Sing Se y la nación del fuego pueden ir más allá de sus fronteras — hizo una pausa volviendo su mirada a el monje — Gracias al avatar, ahora nuestras diferencias están resueltas. Espero a que estés de acuerdo conmigo Aang
— Mi deber es para con el mundo, su majestad — dijo escuetamente el monje.
Katara se puso nerviosa y Sukki comenzó mover las manos ansiosa mientras que Sokka terminaba por masticar un pedazo de pastel que había obtenido de la mesa.
— ¿Cual es ese asunto del que quieres tratar tío? — cuestiono comenzando a dudar de si debía o no quedarse más tiempo ahí adentro. Algo en su interior comenzaba a elaborar malos presagios.
Iroh cambio su sonrisa por un gesto más serio.
— Avatar Aang, acércate por favor.
Poco a poco, Aang se fue acercando hasta estar de pie al frente de ambas figuras de autoridad.
— Sabemos por la situación que éstas pasando — empezó Iroh poniendo una mano sobre el hombro del joven — levantar toda una nación es sin duda una tarea muy difícil de lograr por no decir que imposible.
Zuko frunció las cejas, algo estaba mal.
— Y pensamos — agregó el Rey — que es nuestra obligación ayudarte a tener todo preparado para cuando llegue la ocasión, desde las tierras que tu gente va trabajar hasta las personas que ayudaran a completar dicha tarea.
Katara se acercó a Zuko cuando vio su expresión.
— ¿Qué te pasa? — codeo la maestra agua.
— Algo trama — su voz fue tan baja que Katara apenas y escucho, dirigiendole una mirada al hombre, Katara decidió preguntar.
— ¿De qué hablas? ¿Crees que sea por la concubinas?
— No lo se
— Me siento honrado al recibir ayuda de ustedes, sus majestades — Zuko distinguió el tono indiferente en el que Aang había contestado y de nuevo sintió un repiqueteo en su pecho.
— ¡Me alegra escuchar esas palabras Aang! — felicito el rey.
—En ese caso…¡puedes entrar ya Mai!
Las puertas se abrieron una vez más permitiéndole la entrada a Mai y a su acompañante. Era una mujer enfundada en un precioso vestido en tonos jades y amarillos pálidos, su cintura ceñida mostraba unas pronunciadas curvas que hicieron a Sokka tallarse los ojos más de una vez, sus cabellos corriendo libre en una cascada de pelo negro bien arreglado y adornado por una diadema sencilla con tres flores pequeñas en el centro. Su rostro estaba escondido detrás del velo impidiéndole a los miembros ahí reconocerla.
— Ella es una de las mujeres seleccionadas del reino tierra para ayudarte en tu tarea, Avatar. Espero que aceptes esto como parte de mi agradecimiento por traer equilibrio de nuevo al mundo — hizo una última reverencia antes de volver su mirada hacia la joven dama.
Aang apenas y miró a la mujer para después dirigirle un gesto incrédulo al hombre mayor. Iroh le sonrió cálidamente, demasiado cálido para gusto del heredero.
Su corazón comenzó a bombear sangre mucho más rápido teniendo un presentimiento no muy bueno rondando su cabeza, el hecho de ver a Mai, con el rostro contorsionado en espanto no ayudó mucho, Katara a su lado frunció los labios examinando a la joven concubina. Algo en ella gritaba ser familiar.
— Bien — dijo Iroh juntando sus manos — ¿Por qué no te presentas querida?
Pasaron solo unos segundos antes de que las pálidas manos femeninas fueran al inicio del velo, llevándolo por encima de su cabeza revelando a sí un rostro delgado y ovalado, de pálida piel y cejas oscuras, nariz respingona y unos labios tenuemente rosados, sin embargo, aquello no fue lo que llamó la atención de todos. Era algo que estaba por encima de la belleza surrealista
Ella era ciega.
— Mi nombre es Toph Bei Fong, estoy aquí para servir al avatar.
Después de eso, el sonido de la carne compactar contra la dura piedra hizo eco dentro de la habitación.
Aang se había desmayado.
(...)
Yo no se de donde saque inspiración para hacer esto, pero no me arrepiento de nada. Espero que le guste.
—Zeth
