Pequeños momentos

Disclamer: Ni Hetalia ni Latín Hetalia me pertenecen.

Arthur piensa que Catalina es una salvaje. Catalina piensa que Arthur es un estirado amargado.

Así es cada vez que se ven en una junta, conferencia mundial, evento deportivo o social incluso cuando cada uno está a solas con sus pensamientos. Se odian pero, irónicamente, los ojos de uno y otra se buscan entre la multitud y siempre están pendientes el uno del otro.

La mayor parte de las veces Catalina y Arthur se engarzan en fuertes discusiones sobre la supremacía del café colombiano respecto al té inglés, reviviendo alguna vieja rencilla o, en algunas ocasiones, intercambiando insultos.

Pero también hay momentos pequeños, casi minúsculos instantes que en apariencia son invisibles donde Colombia e Inglaterra parecen amigarse el uno con el otro. Esas excepciones a la regla donde el europeo baila una pieza corta con la sudamericana o ambos se reúnen para tener una amable y entretenida charla entre scones, arepas, Earl Grey y café colombiano.

Donde Arthur le abre la puerta y acompaña a pasear a la cafetalera y esta, por su lado, se deja mimar y deleita al británico con la gastronomía propia de sus tierras, su sentido del humor y sus bailes y música robándole una que otra sonrisa o estruendosa carcajada ocasional al antiguo imperio marítimo.

Esos momentos pequeños pero invaluables donde tanto las Rosas de Tudor como las orquídeas Catleya Triana comparten un sitio especial en la mesa del comedor a la hora de las comidas o tanto los movimientos elegantes del vals se mezclan con los alegres y espontáneos pasos de las cumbias convirtiéndose en una corografía única en los salones de baile provocando sonrisas implícitas y disimuladas cuando las miradas de ambos se cruzan.

Esos momentos cuando tanto como Kirkland como López recuerdan que su relación, por más difícil que sea, carece de reglas y protocolos, que pueden dejar el rencor de lado a favor de las risas, la alegría y la buena compañía.

A favor de esos invaluables momentos de tregua.

Fin.