Me llamo Ingrid Malfoy. Ustedes seguramente dirán que yo no existo porque nunca se ha hablado de mi y que mi hermano es hijo único, les diré que es cierto, figurativa mente, ya que por once años de mi vida siempre fui eclipsada por la majestuosa figura de mi hermano el experto en todo tipo de cosas y debo decir que ya que nunca nos llevamos de maravilla el jamás hablo de mi y no había razón por la cual contarle al mundo de mi existencia.
Las únicas personas con las que tuve alguna relación fueron los mortifagos que en un tiempo se volvieron mi familia. Yo viví la guerra pasada justo en el ojo del huracán, cuando yo tenia tan solo cuatro años Lord Voldemort volvió, y a partir de entonces mi vida cambio. Siendo tan solo una pequeña niña vi como mis padres dejaban todo atrás y se convertían en los seguidores de El Señor Tenebroso como me obligaron a llamarlo desde que el se mudó a nuestra casa.
Por algunos meses mi casa se convirtió en un gran cuartel de guerra en el cual todos iban y venían, hablando de dos objetivos: controlar el mundo mágico, y destruir a Harry Potter. Nunca se me fue permitido abandonar la casa. Si salía de mi cuarto era fuertemente castigada por mis padres y sobre todo por la tía Bella que estaba realmente enloquecida con todo esto de la guerra.
Yo no entendía precisamente lo que estaba pasando hasta que cierto día en el que mi padre no volvió a casa me atreví a salir a la cocina ya que habían olvidado llevarme de comer y yo ciertamente me moría de hambre, al llegar a la escalera escuche a mi madre y a la tía Bella discutiendo a gritos en el salón principal, curiosa me acerque a la puerta y descubrí que había varios amigos de papá sentados a la mesa viéndolas discutir, pero lo que más me llamo la atención fue el hombre sentado a la cabecera, tenia el rostro blanco como la cera y unos ojos tan rojos que daban miedo tan solo mirarlos, abracé mi oso de peluche dispuesta a retirarme cuando esa mirada atemorizante me descubrió y me ordenó que entrara.
En cuanto el habló, tía Bella y mi madre callaron como si les hubieran dado una bofetada. Temblando acaté la orden y entré al salón, ahí vi a mi hermano sentado en un rincón del suelo con los ojos llenos de pánico. Me aterré, en mis cinco cortos años de vida nunca había visto a mi orgulloso hermano demostrando a si su miedo Aún así seguí avanzando hasta llegar a donde aquel hombre extraño me miraba con sorpresa. El depositó su mano de largos dedos sobre mi mejilla y yo me estremecí por la frialdad de su tacto. Mi madre inmediatamente pidió disculpas y dijo que me castigaría por mi atrevimiento pero el simplemente la hizo callar.
A partir de ese momento el me convirtió en una de sus mas allegadas acompañantes, decía que yo tenia un gran talento y que era mejor que Draco algo que nunca nadie me había dicho. Todo continuó igual por mucho tiempo, el siempre ordenaba que yo estuviera con él, vi muchas muertes y me enteré de cada plan que seria llevado a cabo por los mortifagos.
El trece de Diciembre de 1997, el día de mi cumpleaños, mi padre volvió a casa. Me enteré que había sido llevado a la prisión y que hasta ahora habían logrado liberarlo. Ese fue mi regalo de cumpleaños de parte de mi amo. Ese mismo día en la noche mi padre intentó golpearme por haberle robado el lugar a Draco junto al Señor Tenebroso o eso había dicho él. Pero justo cuando su mano estaba a punto de estrellarse contra mi mejilla algo en mí se encendió y al abrir los ojos la mano de mi padre estaba quieta a milímetros de mi mano, y él luchaba por liberarla sin mucha convicción.
Magia había dicho Voldemort, y a partir de ese momento cualquier rato libre que tenía lo aprovechaba para enseñarme todo tipo de cosas, todo lo que se actualmente lo aprendí de él. A mis siete años yo ya sabía hacer a la perfección algunas maldiciones en mi tía Bellatrix que por orden de mi amo era mi objeto de práctica. Además cuando algún mortifago fallaba yo era la responsable de hacerlo pagar. El me convirtió en una maquina de destrucción.
Pero tres meses después de mi cumpleaños numero ocho, él cayó. Harry Potter acabó con él y con todo lo que yo conocía. A partir de ese momento odie al Niño que sobrevivió. Nunca imagine lo que sucedería años después.
Fueron seis años de paz, si se le puede llamar así al completo desprecio de mis padres y el continuó rechazó de mi hermano. Lo único que me salvaba de sus abusos era que sabia defenderme gracias a lo aprendido en el pasado por lo que pocas veces se atrevían a golpearme y cuando lo hacían no me quedaba callada. A los once años ingrese a la escuela como toda niña normal, y por obvias razones terminé en Slytherin. Fui una buena estudiante, desde el primer día los profesores se sorprendieron de mis habilidades para controlar la magia obscura y McGonagall, la actual directora, habló conmigo acerca lo que podía y no hacer con ella en el colegio.
Pero en mi tercer año fue cuando mi extraña vida volvió a cambiar. El magnífico auror y salvador del mundo mágico, Potter aceptó dar por exclusivamente un año la materia de Defensa Contra las Artes Oscuras. No podía creerlo, el hombre que arruinó mi vida arruinando mi materia favorita. Por obvias razones no me quedé en paz. Desde el primer momento ambos desarrollamos un odio mutuo y el se vio acosado por mis bromas que iban desde pintarle el cabello con los colores de mi casa mientras dormía, hasta darle a beber algunas de las pociones que te ponían realmente enfermo por algunos días, enseñada por mi amo.
Cuando al fin se cansó de mis bromas comenzó a querer llevar una relación más civilizada, por lo que me llamó a su despacho, donde tuvimos una de las conversaciones que aunque ya pasaron más de seis años no he olvidado.
―Pasa ―indicó cuando con pereza toque la puerta.
Obedecí y sin mirar mucho me dirigí hacia el escritorio de madera donde frente al cual ya me había sentado muchas veces en mis múltiples castigos. Me recargué en el asiento de mi silla y miré el techo con aires de aburrimiento.
― ¿Seguirás haciéndome la vida imposible? ―preguntó con ese tono divertido que tanto me fastidiaba.
Levanté la vista y me enderecé en el asiento para mirarlo fijamente. El rostro de un hombre de aproximadamente treinta años me devolvió una mirada con aquellos ojos verdes brillantes que tanto me fastidiaban.
―Probablemente ―respondí después de analizar la situación.
―Y, al menos puedo saber ¿porque?
Negué con la cabeza lentamente.
―Mmm vamos no es tan difícil solo dime el motivo por el cual me odias tanto.
Analicé sus palabras, sería sencillo decirle que lo odiaba por haber acabado con uno de mis mejores maestros y a la vez uno de mis mejores amigos, pero si lo hacía probablemente dirían que fue culpa de Lucius y el volvería a la cárcel lo que pondría de mal humor a mi madre y mi hermano, que la pagarían conmigo.
Volví a negar con la cabeza.
―De acuerdo si no me quieres decir, adivinaré. ¿Es por lo sucedido con tu hermano en el pasado?
―No ―exclamé irritada, jamás intentaría vengarme por Draco, nunca lo quise lo suficiente como para hacerlo.
― ¿Por tus padres?
―No.
Frunció el ceño aparentemente confundido y llevó su mano hacia su cabello el cual revolvió antes de mirarme de nuevo y preguntar:
― ¿Algún amigo tal vez?
Dude un segundo pero decidí decir parte de la verdad, asentí secamente.
―De acuerdo, ¿algún compañero?
―No.
―Mmm, ¿sucedió hace poco?
―No.
―Vaya, entonces creo que será difícil que lo recuerde ―exclamó sonriendo antes de agregar―. Eres una chica resentida entonces ¿eh?
Lo mire con rabia y el quitó su sonrisa en el acto.
―Lo recuerda perfectamente ―susurré arrastrando las palabras.
―Entonces dime ¿Hace cuanto tiempo fue?
―Seis años ―confesé lentamente.
El pareció meditarlo un momento y poco después una sombra de comprensión iluminó sus ojos, su semblante se ensombreció pero casi al instante volvió a sonreír.
―Tres de Mayo de 1998 ¿No es así?
Asentí.
― ¿Algún mortifago?
―No.
―Vaya, así que, el mismísimo Voldemort ¿eh?
Asentí de nuevo.
―Bueno no quiero desilusionarte pero el nunca tuvo amigos. Si es que te consideras una.
La furia hacia aquel personaje que había estado creciendo en mí a lo largo de los seis años de mi vida me impulsó a ponerme en pie y sin poder mas estallé.
― ¡Usted no sabe nada! ―le grite ―. Usted nunca lo conoció, usted y todos los estúpidos maestros de este colegio creen que mis talentos se deben a sus estúpidas asignaturas, bien no saben lo equivocados que están, el me enseñó, el fue mi salvación, mi maestro, mi amo. No sabe nada de mi vida ni de la de el así que no venga ahora a decirme nada acerca de el porque… ¡No sabe nada!
Dicho esto me dirigí hacia la puerta pero el fue mas rápido y justo cuando mi mano tomó el pomo de la puerta...
―Detente ―murmuró lentamente ―. Lo siento, tienes razón yo no se nada acerca de tu pasado, pero se los horrores cometidos por él y tu familia y eso es lo único que importa al elegir de que lado quieres estar.
Agaché la cabeza sin soltar el pomo y susurré demasiado bajo.
―Son muchos años de odio, no puede pretender que de un día a otro lo perdone.
―No lo pretendo, yo sabré ganarme tu perdón ―me dijo en un tono mas alegre y añadió-. Es más, ven tengo algo para ti.
Se puso en pie y fue hasta una puerta en la parte trasera del despacho, me di la vuelta, avancé lentamente hasta la silla donde estaba sentada y me quedé de pie agarrando el respaldo de la silla. Momentos después el volvió sosteniendo un pedazo de pergamino en sus manos. Se sentó de nuevo en su silla y extendió el pergamino sobre la mesa, después ante mi mirada de confusión sacó su varita y dio dos golpes sobre el papel susurrando algo que me sonó así como Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas y al instante comenzaron a aparecer letras por todo el papel y en ellas alcancé a leer:
Los
señores Lunatico,
Colagusano, Canuto y Cornamenta
proveedores
de artículos para magos traviesos
están orgullosos de
presentar:
El
mapa del Merodeador
Potter infló el pecho con orgullo y abrió el pergamino que pude percibir era un exquisito mapa de todo el castillo, y en el miles de puntitos con diminutos letreros con leyendas como Argus Filch o Neville Longbottom
―Que rayos ―murmuré acercándome más al mapa para ver bien. Localice el despacho de Defensa Contra las Artes Oscuras y descubrí en el dos puntitos, uno decía Harry Potter y el otro Ingrid Malfoy.
―Es un mapa de todo el castillo con las ubicaciones exactas de cada uno de los habitantes ―dijo aun con ese tono de ensueño.
―Increíble, ¿usted lo hizo? ―pregunté admirada.
El bufó y comenzó a reír ante mis palabras.
―Ya quisiera yo poder controlar magia como esta, no, no, como dice la inscripción lo elaboraron estos personajes ―contestó señalando las palabras que habían aparecido primero.
―¿Quiénes son? ―pregunté sin poder contener mi curiosidad.
―Eso querida, es algo que lo tendrás que descubrir tú ―afirmó con una sonrisa de oreja a oreja.
Puse mala cara y el me sonrió mas ampliamente.
―Vamos no me mires así, piensa que es una tarea más, y tienes hasta el próximo martes para descubrirlo, exactamente una semana, si para entonces no lo has descubierto me devuelves al mapa, si lo lograste te lo puedes quedar ―añadió sonriendo.
― ¿De verdad? ―inquirí incrédula.
―Claro.
―De acuerdo, lo lograre, ya verá.
―No lo dudo ―murmuró cuando tomé el mapa, lo guarde y me fui hacia la puerta sonriéndole por primera vez.
Ese día sin duda alguna fue uno de los que más cambiaron mi destino, provocaron ciertos cambios en mi vida que ahora enlistare para ustedes. Mis padres me odiaron aun más si es que eso era posible. Perdone completamente a Potter al descubrir que uno de los creadores del mapa era su padre. Desarrollé una afición tal a estos personajes que investigué todas y cada una de las partes de su vida, claro con mucha ayuda de mi profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Y comencé la mayor aventura de mi vida.
Y dejando atrás mi presente (No tienen idea de lo irónico que suena esto), les contaré acerca de mi aventura. Dos años después de que descubrí el mapa, yo ya había descubierto todo lo que podía acerca de los (así llamados por ellos mismos) Merodeadores y lo único que me quedaba era admirar a aquellos personajes cuyo destino había sido la muerte.
El primero de septiembre del 2005, acababa de empezar mi quinto año en Hogwarts, salía del banquete de inició de cursos con mis compañeras de casa cuando un chico de Ravenclaw de séptimo curso me detuvo entregándome un pergamino que indicaba que la directora me llamaba a su oficina para comunicarme que había una manera con la cual yo pudiera estudiar todas las materias que había presentado en mi solicitud, dijo que debido a mis calificaciones y de mi buen desempeño en las clases, me había sido permitido tener un giratiempos.
Mi alegría no pudo ser mayor, estaba tan emocionada ya que por un lado mí yo responsable decía que podría estudiar todo lo que quería y por otro lado podía llevar a cabo al fin mi gran sueño: conocer a los merodeadores.
¿Que creen ustedes que hice? Vamos era una fanática de esos personajes y tenía en mis manos el arma perfecta para poder volver en el tiempo y cumplir mi sueño. Pues para los ilusos que aún creen que me porte bien y obedecí a McGonagall (siendo una Slytherin, debería agregar) les diré que están muy equivocados y que en lo único que obedecí a mi directora fue en las instrucciones para utilizar el aparato. Haciendo las cuentas mentalmente deduje que para retroceder nada más y nada menos que treinta años, hacían falta al menos cinco mil vueltas. Fruncí el seño y me puse a pensar en que debía de existir una manera mas sencilla de viajar tanto tiempo atrás que no fuera la de hacer que mis dedos trabajaran toda la noche dándole vueltas a la manecilla del giratiempos.
Después de más de tres horas sin ninguna idea mire el aparato y, hastiada, lo arroje lejos. Reboto en la pared y quedo oculto debajo de una de las camas. Mire detenidamente el lugar donde había caído, al final no aguante la curiosidad
-¡Quiero retroceder 30 años! ―y para mi sorpresa el giratiempos en mi mano comenzó a temblar y la pequeña pantalla a brillar intensamente, todo dio vueltas a mí alrededor y en segundo me encontré flotando sobre mi cama en medio de un remolino de colores.
Al principio estaba realmente asustada pero después de los primeros quince minutos incluso me aburrí, después de media hora me puse en pie y descubrí que podía permanecer en pie sin caerme, a la hora de seguir en el remolino flote de cabeza riendo como una loca y cuando menos lo esperaba.
¡Pum! Caí de cabeza sobre la cama, mire a mi alrededor y no note nada diferente. Vaya, tanto aburrimiento para nada, me puse en pie y me desespérese, decidí dejar para después mi obsesión y bajar a comer algo a las cocinas ya que el banquete había terminado hace horas, mire hacia las camas y me sorprendí al no ver a mis compañeras dormidas ya que era bastante tarde, salí en puntillas hacia la sala común que descubrí vacía, no le preste atención a ese hecho y salí a buscar las cocinas.
Pero al pasar por el gran comedor una voz conocida llamó mi atención.
—A los nuevos les digo: Bienvenidos, y a los que no son nuevos les digo: Bienvenidos otra vez —Exclamó la voz de un hombre con tono empalagado.
Me asomé discretamente por las puertas abiertas del comedor y lo que vi me sorprendió en suma cantidad. Las mesas de las casas estaban a rebosar de estudiantes con caras de felicidad y grandes platos vacíos frente a cada uno, los fantasmas volaban sobre las mesas escuchando el discurso de un hombre sentado a la mesa de los profesores. El difunto Albus Dumbledore les sonreía a todos con los brazos extendidos hacia los estudiantes como si pretendiera abrazarlos a todos. Mire hacia la mesa de Slytherin buscando algún rostro familiar, nada, todos desconocidos. Mis ojos azules siguieron vagando por todo el salón tratando de encontrar algo que me indicara donde estaba y mi respuesta apareció en la mesa de Gryffindor, donde cuatro jóvenes bastante apuestos reían por lo bajo mientras Dumbledore decía "No se metan en problemas", los merodeadores al fin.
