El odiaba el chocolate.

No era muy partidario de lo dulce, es más con los años le había cogido una manía extraña, no le gustaba el azúcar era demasiado empalagosa y a veces hasta le producía arcadas.

Sus labios se entreabrieron y sus dedos atraparon el cigarro que descansaba entre ellos y expulsó el humo de forma medida y pausada entre ellos con un lánguido suspiro.

Escuchó un portazo y se giró levemente, Matty, aquel perro adquirido con anterioridad y del cual admitía podía llegar a ponerse muy celoso de él, una voz rasposa y molesta llegó hasta sus oídos, llamándole como si de un perro se tratara y como tal el cigarro cayó al suelo de aquella terraza, lo pisó y se llevó las manos a los bolsillos entró en la casa esbozando una torpe sonrisa a modo de saludo.

El rubio gruñó malhumorado como siempre y el pelirrojo se encogió de hombros sin borrar dicha sonrisa acercándose a él lentamente el otro comenzó a hablar, a quejarse, pero fue cortado por los labios del mayor y a pesar de refunfuñar acepta y corresponde aquel beso.

Sus labios eran dulces, asquerosamente dulces

Los propios eran amargos con ese toque a tabaco que le caracterizaba.

El rubio le empujó levemente mirándole funestamente a escasa distancia, el pelirrojo ladeó la cabeza con un gesto inocente

-Has fumado…- le recriminó autoritario

-Tú has comido chocolate…-s e quejó el pelirrojo en el mismo tono con un mohín infantiloide que hizo que el rubio bufara más molesto aun agarrándole del pelo y atrayéndole hacia si en otro beso mucho más fogoso que el anterior

Si, odiaba todos los dulces pero su mayor obsesión era quizás lo más dulce que había probdo nunca.

Y le gustaba.

Le gustaba demasiado

Él odiaba lo dulce pero sin duda Mello era una escepcion.