Hola, hola, Luna de Acero reportándose, son las 4 de la mañana en mi país, no wey! Lo volví a hacer... en fin, les traigo el nuevo fic (esta toda emocionada, se va a correr una vuelta a la cuadra gritando, ok, no). Bueno, aquí lo tienen, quiero saber qué les parece si les gusta la temática y todo eso, igual como ya me conocen (y sino ya lo verán), seguiré con este proyecto hasta el final, así de cabeza dura soy. Siempre empiezo lento, pero prometo mucho de tooodooo. Ya lo verán. Gracias por el apoyo a los que se permitan leerme y espero sus críticas constructivas o no, todo suma. Besitos de colores.

Disclaimer: Ya saben, ¿ah, no saben? Bueno los personajes no son míos, son de Isayama Hajime, eso.

Advertencia: Lime, escenas tenebrosas, sino te gusta el terror cierra esta página porque justamente de eso se trata. Fari, ya están advertidos.

Capítulo 1: El destino de un condenado

Suspiró cansado mientras movía la pierna intermitentemente, se fijó en la hora, ya faltaban tres minutos. Tiró la colilla del cigarro y sacó el puñal en cruz. Caminó a paso firme hasta el cruce de caminos. Era la última vez que hacía eso por el pueblo, la verdad estaba cansado de que siempre lo llamaran para que sacara la basura y luego volvían a ignorarlo. Ni que tampoco esperara las llaves de la ciudad, pero al menos que no lo otearan como si fuera un condenado, definitivamente se iría a la mierda de ese lugar, en cualquier momento.

Sacó la sal santificada de su cinturón lleno de herramientas y armas, e hizo un círculo en el suelo, justo al medio del cruce, clavó el puñal en el piso con orientación al norte y esperó, tenía a mano las bombas de agua bendecida y el relicario de plata en su cuello de donde pendía el pentagrama sagrado.

-: Vamos desgraciada, aparece de una vez, me estás haciendo encabronar, maldita.

Entonces de pronto todo el viento se detuvo. Levi se quedó parado firme dentro del círculo, tenía puestos sus guantes de cuero negro (que jamás se sacaba frente a nadie), su gabán bordó, también de cuero, los típicos pantalones negros de vestir, la camisa blanca, botas cortas negras y su cinturón con "herramientas del más allá" y de la tierra.

Se empezaron a sentir las cadenas arrastrándose a lo lejos. El pelinegro cerró los ojos y empezó a invocar la sangre sagrada del hijo divino. Empezó a sentir los cascos resonando y un grito desgarrador de mujer que llegaba hasta el tuétano de los huesos. Los consabidos resoplidos, la saliva goteando de las comisuras de los labios, espesa y asquerosa, el olor a azufre envolviendo el ambiente. Todo estaba en penumbras, sólo apenas el débil reflejo de la luna sobre las piedras inertes y el resplandor de la mulánima que se acercaba, agonizante, herida… y endemoniada…

No era la primera vez que se enfrentaba a este tipo de aparición. La mulánima era un alma en pena, devenida en demonio, fruto de la pasión descarriada de un sacerdote y una mujer que había quedado embarazada, la cual fue maldecida por abortar el fruto de ese amor inmoral. La mujer era poseída por fuerzas demoníacas que lograban su transformación sólo las noches de luna menguante, después de las 3 de la mañana, conocida también como la hora de las brujas. La misma adquiría forma de mula, pero conservando su cabeza de mujer. De su boca, orejas y ojos salían ardientes llamaradas, capaces de consumir la carne en segundos. Penaba por los alrededores, llevando un freno en la boca, como los caballos, de metal puro del cual pendían gruesas cadenas que al ser arrastradas eran pisadas en el trayecto, haciendo que se sangraran las comisuras de su boca, desgarrándola de a poco. Penaba por los alrededores, envuelta en furia y delirante dolor, nadie que se la cruzara sobrevivía para contarlo. De inmediato perseguía al que tenía el desafortunado encuentro, y una vez que lograba alcanzarlo lo mataba a dentelladas, desgarrando su carne con sus filosos dientes y aplastándolo con sus cascos pesados, haciendo crujir sus huesos debajo de ella. Sus estertorosos gritos se podían escuchar a kilómetros de distancia. La gente se santiguaba, apagaba las velas y luces de sus hogares y agarraban sus biblias y rosarios en la oscuridad, rogando que el almamula (otro de sus nombres) no los hallara en su búsqueda de venganza.

Sólo había una manera de acabar con su martirio, pero para ello era necesario un hombre de coraje indomable, de fe inquebrantable y que no fuera capaz de sentir miedo frente a su presencia. Algo casi imposible para los pueblerinos, excepto para el "Demonio L", como lo habían apodado. Hijo de una bruja que purgó sus pecados en una hoguera, hacía ya más de veinte años.

Finalmente la vió en lo alto de la colina, Levi empezó a transpirar, no porque se estuviera arrepintiendo, sino por las poderosas fuerzas que empezaban a emanar de su aura, un fino vapor blanco brotaba de su cuerpo, mientras sus músculos se tensaban. Sus ojos azules fijos en la espantosa figura.

La mulánima gritó una y otra vez con bravura, Levi levantó apenas la comisura de su labio y frunció el ceño, porque le estaba rompiendo los tímpanos.

-: ¡Deja de hacer tanto show, idiota! – le gritó desde su posición - ¡Yo no necesito de tus trucos!

La aparición batió sus cascos con rabia y finalmente se le fue a la carrera. Ahora era el momento, lo más difícil era tomar las cadenas, eso podía llevarle fácilmente más de una hora, la primera vez que lo hizo sin el cuidado adecuado, se llevó una grave quemadura que le duró semanas, llena de ampollas, ya que las cadenas a pesar de verse normales tenían la temperatura de las que están al rojo vivo. Pero ahora, quince años de experiencias paranormales más tarde, ya conocía muy bien las reglas del juego.

La condenada no podía atravesar el círculo, mientras Levi estuviera adentro estaba a salvo, bastaba que pusiera un dedo afuera y toda la protección se acababa, otra de las cosas que tuvo que aprender con severa violencia.

La almamula llegó hasta el hombre, se paró en dos patas y lanzó una fuerte llamarada del hocico-boca que tenía, Levi se cubrió con su gabán, aun así podía sentir el fuego llegarle bastante cerca, sin el escudo de protección sin dudas ya estaría ardiendo. Se agachó con rapidez y trató de tomar las cadenas, pero a tiempo sacó el brazo cuando una feroz dentellada le cayó desde arriba, los dientes de la aparición crujieron ante el feroz cierre que hicieron y nuevamente volvió a gritar ensordecedoramente, Levi cayó de rodillas, y se maldijo por olvidarse los tapones para las orejas, como fuera, ya no había tiempo. Ésta era por lejos una de las más fuertes y feroces que recordaba haber enfrentado. La siguió con la mirada mientras el animal caminaba alrededor, crujiendo su cuello y girándolo más de 180 grados en un ángulo imposible para cualquier criatura viva, exceptuando los búhos.

Era hora de ponerse a la altura, juntó sus palmas y volvió a invocar a la sangre sagrada, mucho más vapor se levantó de su cuerpo y la bestia se alejó un poco chillando enfurecida.

-: ¡Vamos desgraciada, ven a mí! ¡Hija de puta cobarde! ¡Vamos, acércate!

La aparición no era estúpida, sabía que no le convenía cercarse al hombre en esos momentos, por lo que dio media vuelta y decidió huir.

-: ¡Hija de la gran mierda! – Se quejó Levi, tomó el crucifijo de plata y enganchó la cadena de la que colgaba en su mano derecha, no tenía opción, si la dejaba escapar no la atraparía después, por lo que tuvo que salir del círculo. Apenas abandonó su posición, la sal sagrada se volvió oscura como el carbón, entonces la mulánima sonriendo como demente se volvió hacia él nuevamente.

Lanzó una larga llamarada y Levi corrió por el costado escapando de su alcance, pero estaba preparado para este tipo de situaciones, había entrenado arduamente desde que había nacido. Recordó las palabras de su madre cuando apenas tenía 7 años recién cumplidos: "Jamás temas Levi, el temor es para los cobardes, si hemos de morir que sea con el temple de los héroes". Esa frase se le había hecho carne, y una de sus promesas era que jamás defraudaría a su difunta madre.

Se escabulló por un costado con increíble rapidez y logró rozar las cadenas, la almamula se giró y se paró en dos patas para empezar a tirarle coces y tratar de pisarlo con sus cascos, mientras sendas llamaradas seguían saliendo de sus orejas y boca. En sus pupilas podía verse el reflejo del infierno mismo. Levi sacó uno de los pequeños y frágiles frascos redondos llenos de agua bendita y se la tiró con atinada puntería al rostro, el ente gruñó y se revolcó en la tierra mientras aullaba enloquecida. Levi sabía que no tendría otra oportunidad, saltó sobre ella tomando las cadenas de ambos lados y tiró con toda su fuerza, el ánima gritó desesperada, y el hombre volvió a sacudir con furia las cadenas ardientes que finalmente se desprendieron mutilando a la bestia y arrancándole la quijada.

De inmediato arrojó las cadenas que se hicieron cenizas de inmediato, mientras el animal se retorcía agonizante, las flamas dejaron de salir y poco a poco empezó a recobrar su forma original. Levi resoplaba agitado, se sacó los guantes rápidamente porque se estaban derritiendo por el calor recibido. Estaba todo sudado, y con algunos golpes en el cuerpo, debía decir que la había sacado bastante barata.

Se acercó al cuerpo convaleciente y aunque normalmente pocas cosas le afectaban, sintió una punzada en el pecho cuando vió de quien se trataba, era una muchacha joven, Petra O´hara, una preciosa muchachita de dorados cabellos cortos y rostro angelical. La joven lo miró con tristeza, mientras su cuerpo se movía en sendos espasmos, la lengua goteando sangre con la mandíbula destruida por debajo. Levi se arrodilló y le apoyó la cruz en la frente.

-: Arrepiéntete de tus pecados, mujer, y deja que tu alma encuentre el reposo eterno.

La mujer asintió cerrando fuertemente sus ojos, mientras sendas lágrimas se desprendían, para luego llevar los ojos hacia atrás y dejar de respirar del todo.

El hombre buscó algunas ramas gruesas de los alrededores, las apostó alrededor y debajo del cuerpo, lo roció con agua bendita, hizo las jaculatorias adecuadas, cortó un grueso mechón de la misma, y procedió a incinerarlo. Se quedó un rato viendo las rojas y ardientes llamas devorar el menudo cuerpo, hasta que el olor de la carne quemada le lamió las fosas nasales, entonces se dio media vuelta, sacó el puñal que había quedado enterrado en el derruido círculo y se marchó.

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El duro puño se incrustó en la quijada del sacerdote, le quebró dos dientes y lo arrojó varios metros atrás.

-: ¡Basta, Levi! ¡Esta es la casa de Dios! ¡Contrólate! – decía el padre Erwin mientras intentaba detenerlo antes de que asesinara a su compañero.

-: ¡La casa de Dios mis bolas! – Gritó desaforado, mientras el padre Auruo se arrastraba con la boca sangrante tratando de huir - ¡Ese hijo de puta embarazó a Petra! ¡La vi morir presa de su maldición, porque este cobarde idiota no pudo tener su falo quieto dentro de su bragueta! ¡Así que no me vengas con tus sermones de mierda, Erwin! ¡HIJO DE PUTA! – Le gritaba al cura que temblaba en el suelo y se hacía una bolita - ¡HIJO DE PUTA, MALDITO HIJO DE PUTA! – Luego hizo unos pases con sus manos – Sufrirás en carne viva todo lo que esa mujer tuvo que padecer, eso te lo juro.

-: ¡BASTA, LEVI! – Erwin lo agarró de los antebrazos y se le enfrentó – ¡No maldecirás en la casa del señor! No me obligues, Levi, entiendo tu enojo, pero no puedo permitirlo.

-: Expúlsalo – le habló el más bajo entre dientes – Expúlsalo de la congregación, Erwin, te doy tres días, o sacaré lo peor de mí, sabes a lo que me refiero, y hasta que no vea su alma consumirse en los avernos no me detendré.

Se giró encabronado y abandonó la iglesia dando un fuerte portazo.

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Isabel estaba vendándole los brazos, después de cocerle una pequeña pero profunda herida en la quijada.

-: Te estás volviendo viejo, hermanito, mira nada más como te dejó esa cosa.

-: ¿Debo tomar en serio lo que dice una mocosa que ni siquiera sabe hacer un conjuro para desaparecer un libro?

-: Es jodidamente difícil, bro, incluso con la ayuda de Farlan.

-: Cuida esa boca, o la próxima vez te daré una bofetada – amenazó el hombre.

-: No puedes culparla de repetir lo que viene escuchando desde niña. Al contrario, deberías sentirte orgulloso lo mucho que se parece a ti, día a día.

-: Cállate, Farlan.

-: En serio, mírate nada más, esa camisa está inservible, es una lástima, era de las buenas ¿Por qué no usas las camisas viejas cuando vas a los enfrentamientos? Esa te la había regalado para tu cumpleaños, salió bastante cara, ¿sabes? Siempre te vistes de gala, a poco te vas a poner de novio con un espectro.

-: Jodida cháchara, cierra la boca y tráeme algo de comer, y tú mocosa ve a limpiar el granero, ayer te escabulliste de tus obligaciones, esta tarde lo revisaré. Ahora necesito comer e ir a dormir.

-: ¡Oooh, broooo! – se quejó la pequeña pelirroja arrojando un puchero.

-: Anda, hazle caso a Levi, está cansado – le pidió el rubio con dulzura. La jovencita se puso de pie y se fue sin muchos ánimos.

-: Nuestra pequeña está creciendo, ¿eh? – Dijo el rubio mientras servía un gran tazón de jugoso guiso y le acercaba el plato a la mesa con una hogaza de pan.

-: Ella está creciendo y nosotros nos hacemos más viejos.

-: Levi – dijo Farlan sentándose con él – Sabes, estuve pensando, ¿no sería genial si pudiéramos irnos de este mugroso lugar? Es decir, llevamos mucho ahorrado, podríamos vender esta casa, sería fácil radicarnos en una ciudad. Isabel recibiría educación apropiada y al fin podríamos conseguir algo de paz… Levi… ¿ya lo olvidaste?

-: No, pero esto es lo único que sé hacer, Far. Si vamos a la ciudad, ¿de qué podría trabajar?

-: No creas que los problemas sobrenaturales son solo de los pueblos. Tengo contactos, podríamos poner un bar, o una casa de comidas.

-: ¿Comidas, en serio? – le dijo el ojiazul mirándolo incrédulo.

-: Bueno, ya sé que quemas hasta la sopa, pero podrías encargarte de atender las mesas y llevar los pedidos… Vamos, Levi, piénsalo. No quiero resignarme a qué nos enterrarán en las colinas amarillas – Farlan hacía referencia al viejo cementerio del pueblo, ubicado a varios kilómetros de allí.

-: Sólo un poco más…

-: Hace más de siete años que te escucho decir lo mismo… Oye… - dijo acercándose y poniendo su mano pulcra sobre la de él, llena de cicatrices – Es hora de dejarla ir…

-: Lo entiendo… Sólo… dame un poco más de tiempo… ¿está bien?

-: Tú sentido del tiempo y el mío son diferentes, pero como sea, estaremos a tu lado.

-: Gracias, Far – Levi se llevó una gran cucharada a la boca y se quejó - ¡Tch!

-: ¿Cuántas veces más te vas a quemar hasta aprender? Sopla la comida, gruñoncito.

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-: Veinte monedas – dijo el Alcalde Pixis arrojando la bolsa aterciopelada sobre la mesa.

-: ¿Veinte? – le dijo Levi mirándolo con bronca.

-: Vamos, hombre, que es más de lo que tenemos permitido, sabes que nuestros ingresos son limitados, además con los nuevos impuestos-

-: No, no, no, no otra vez el discurso de los impuestos – dijo Levi cruzándose de brazos y rodando los ojos.

-: Lo siento, sabes que siempre he sido generoso muchacho, pero lo cierto es que el gobernador nos tiene de las pelotas esta vez. Las cosechas salieron muy malas, hay una oruga que se está comiendo el maíz, y esa peste obscura que achicharra las plantas, es un año en extremo complicado – Pixis se secó el sudor con un pañuelo, mientras manoteaba el cajón de su escritorio para agarras la petaca (pequeña botella de metal) llena de café coñac y echarse un buen trago – No es fácil estar en mis zapatos, sabes que es así… Oye, ya que estás aquí, ¿porque no te das una vuelta por las plantaciones y miras un poco? Es realmente algo extraño, considerando que ya hemos traído del buen abono dos veces y se han fumigado los vegetales adecuadamente… ya sabes… para mí es otra cosa…

-: Lo haré, por veinte monedas y treinta para arreglarlo si es una maldición.

Pixis largó un largo silbido mientras volvía a echarse un trago seguido de una secada de frente.

-: Vamos, Levi, sabes que te quiero como un hijo…

-: No, no, no, ahora se viene el discurso de "te quiero como un hijo", no vengas a regatear viejo cabrón, verás miles de monedas si me encargo de esto. ¿Lo hago o no?

-: Codicioso, hijo de puta – le dijo el alcalde mirándolo muy serio.

-: Ahora sí hablamos el mismo idioma.

-: Vete a la mierda, Levi, tendrás tus cincuenta monedas, ahora ve a encargarte de eso.

-: Con gusto, papi – se mofó el más bajo tomando la bolsa de monedas de la mesa y retirándose.

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-: ¿Y bien? – Preguntó Farlan, acercándole su té favorito - ¿Ya sabes qué es?

-: Sí, una jodida maldición roja. Y está muy avanzada. Voy a tener que pedirle el doble al Alcalde, voy a necesitar ayuda de-

-: ¡No, no, Levi! – dijo el rubio alarmado.

-: Pues no queda otra alternativa, será eso o las cosechas se arruinarán por completo. El pueblo padecerá de hambre.

Farlan caminó inquieto, revolviéndose el cabello nervioso.

-: Esto no es bueno, no es nada bueno.

-: Dios, Farlan, siempre eres tan trágico, ya fui y volví cuatro veces, una vez más no me matará.

-: Déjame que te acompañe, por favor, la última vez volviste muy grave.

-: No, de ninguna manera, yo me encargaré.

-: ¡Levi! – Farlan lo agarró con fuerza del brazo y lo miró dolido – Por favor…

-: ¡Tch!

-: Iré a preparar lo necesario – el rubio tomó la queja como un sí.

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Convencer a la linda Isabel que se quedara en la casa fue bastante difícil, pero no podían arriesgarse. Tenían que ir a buscar a la hechicera Barbada, que vivía en los pantanos azules, muy profundo en el bosque. La mujer, o lo que quedaba de ella mejor dicho, era de lo peor y más maligno que existía. Tenía un vasto conocimiento en embrujos y encantamientos, gracias a pactos poderosos con demonios de los más temibles. Se alimentaba de carne humana, y no cualquiera, debía ser de doncellas y núbiles jóvenes vírgenes, incluso aceptaba niños, y si el pedido era muy complicado debía ser un infante, preferentemente recién nacido. Pero todos sabían que los que trababan negocios con ella quedaban malditos sin distinción.

Llegar hasta la asquerosa cueva apestosa donde moraba llevaba al menos dos días de viaje.

Farlan era el discípulo más avanzado y poderoso que Levi había tenido. Muchos se habían acercado pidiéndole unirse a su lucha, luego de rigurosas pruebas tomaba a los que le parecía que tenían las condiciones adecuadas, pero luego de quince años de luchas, había ya seis muertos en su haber. Levi trataba de prepararlos adecuadamente, ponía todo su empeño y les exigía al máximo, pero lo cierto es que todos terminaban fallando. Farlan llevaba ya más de tres años a su lado, y aunque Levi hubiera evitado al máximo involucrar sus sentimientos, había sido imposible. Quería al rubio, lo quería demasiado, tanto como para hacerse cargo muchas veces de cosas que serían mucho más fáciles con otro al lado, pero no quería exponerlo a ningún peligro. De sólo pensar en llegar a la casa y no encontrarse más con sus celestes ojos se le encogía el pecho. Eso no estaba bien, nuevamente recordó las palabras que le dijera su madre una primavera que Levi jugaba con un gatito negro que había recogido de la calle.

"No ames, Levi, no quieras. Los lazos del corazón son cadenas que nos condenan a ser débiles – El niño la había mirado sin entender, la mujer tomó al gato por el cuello y lo levantó en el aire, el animalito se retorcía y maullaba molesto. El pequeño la miró con angustia y ella le entregó el animal en sus manos - ¿Lo ves? ¿Lo sentiste? El apego, el dolor de la pronta ausencia, eso te vuelve uno más del montón. Y nosotros no podemos permitirnos ninguna debilidad. Este mundo condena a los frágiles, se los devora y los excreta como basura. Si quieres ser alguien, si quieres dejar tu huella, no permitas que te vuelvan débil, no te ates a nadie, ni siquiera a mí… sé siempre fuerte, hijo mío…"

Acamparon en un claro del bosque, hacía frío allí, improvisaron una fogata, mientras Farlan ponía un cacharro con agua a calentarse junto a unas hierbas aromáticas. Luego sacó el fiambre, el queso y el pan y se dispuso a preparar unos sándwiches.

-: Mañana será plenilunio – dijo el rubio mirando arriba de sus cabezas, el reflejo de la luna llenaba sus pupilas claras.

-: Lo sé, por eso quise que viniéramos en este momento, sus poderes disminuyen con la luz.

Levi se puso de pie y clavó cuatro estacas en los cuatro puntos cardinales, la madera estaba llena de símbolos y pergaminos poderosos. Estaban en los límites del territorio de la hechicera y había que ser cauteloso. Luego volvió y se sentó junto a Farlan.

-: Far, ¿alguna vez?... – el pelinegro hizo una pausa, pero debía asegurarse - ¿Alguna vez tuviste novia? ¿O amante?

El muchacho se ruborizó un poco y cortó un pedazo del queso para llevárselo a los labios. Levi se quiso dar una palmada en la frente, lo único que le faltaba, llevarle a la vieja endemoniada un pedazo de jugoso filete para que se paseara ante sus narices. La verdad no quería volver a ir solo, el último encuentro por poco no lo cuenta, necesitaba a alguien cubriéndole las espaldas, al menos con algunos pergaminos y oraciones. Pero la solución tampoco era algo que le agradara del todo, suspiró hondo.

-: Nunca estuviste con nadie… - Levi lo dijo más como una afirmación que una pregunta.

-: ¿Acaso era una de las condiciones para ser tu seguidor? – preguntó Farlan sonriendo triste.

-: Bueno, tienes 26, en esas condiciones serías más útil en un monasterio – acotó Levi y ambos empezaron a reír – El monje Farlan, no suena mal.

-: No quiero ser un monje, lo sabes.

-: ¿Pero nunca? Es decir… ¿jamás?

-: No, Levi – dijo el otro hastiado – No he conocido esos placeres… aún… ¿a qué viene ese plateo tan de repente?

-: Curiosidad…

-: Tú sí que debes tener experiencia… - luego de decirlo el rubio volvió a ruborizarse.

-: No soy virgen, si a eso te refieres.

-: ¿Nunca te has enamorado, Levi? – ya que le pelinegro le había dado pie, Farlan quería saber. Pero el ojiazul no le respondió.

-: ¿Tu sí? – repreguntó Levi y lo miró con naturalidad, Farlan se quedó unos segundos mirando su rostro y se giró para servirse algo de licor, el pelinegro notó un suave sonrojo en sus pómulos. ¡Por Zeus y todos los dioses paganos! Realmente no podía ser de esa manera, ¿o sí? - ¿Quién es? – continuó el interrogatorio mientras aceptaba el vaso con la fuerte bebida – ¿O quién era?

-: N-no… no te lo puedo decir…

-: ¡Rayos! ¿No me digas que es Isabel? Pero si es una mocosa aún.

-: ¿Qué? ¡Por supuesto que no! – Se defendió el de ojos claros algo ofendido – Isabel es hermosa, pero es como una hermana para mí, no la veo de una manera diferente, ¿tú sí?

-: Para nada, intento verla como una hermana, pero a veces se parece más a una mascota.

Ambos se carcajearon ante lo declarado y bebieron a gusto. De la cena solo quedaban migajas. Levi estiró el futón delgado que transportaban y se tiró de espaldas, hacía algo de frío, pero cerca del fuego era soportable. Farlan se recostó a su lado, siempre habían compartido de esa manera cuando salían juntos de exploración o a cumplir misiones.

-: Levi… ¿tú no confías en mí, verdad?

-: ¿Por qué dices eso?

-: Bueno, parece que siempre prefieres ir solo a cumplir los pedidos, a pesar de que me esfuerzo mucho, sabes que he mejorado notablemente en el último tiempo, pero…

-: No me malinterpretes… yo sólo… quiero protegerte…

El corazón del rubio dio un vuelco al escuchar esas palabras. Pocas veces tenía la oportunidad de tener charlas profundas con Levi, y esta era una de esas raras ocasiones. Desde que Isabel vivía con ellos eran cada vez más escasas, quería mucho a la niña, que ya hacía dos años estaba con ellos, pero a veces extrañaba estar a solas con su mentor.

-: Yo… yo también quiero protegerte… - dijo el rubio completamente ruborizado, Levi se giró y apoyó su cabeza en una mano para mirarlo fijamente – No me gusta que te lastimen… eso… me duele…

-: La persona que te gusta… - le dijo el pelinegro con cautela - ¿soy yo?

El rubio se quedó mudo, ni siquiera podía girarse para enfrentar los afilados ojos de su maestro. Apretó un poco la mandíbula y guardó silencio. Levi se movió rápidamente y lo atrapó entre sus manos colocándose arriba de él y sosteniéndose con sus brazos.

-: Farlan… - lo llamó con grave voz, el joven lo miró con algo de temor, sus ojos brillaban como si dos estrellas se hubieran desprendido del firmamento para anidar en sus cuencas.

-: Sí… - le dijo apenas, como si estuviera a punto de desmayarse.

Levi era un hombre de acciones más que de palabras. Se acercó despacio a su rostro y lo besó con suavidad. Una lágrima se desprendió de los párpados ahora cerrados de su discípulo. Farlan, sintió que el pecho se le abría como un capullo que florecía con frescura.

El ojiazul lo quería, lo quería demasiado, y por eso debía protegerlo, como se lo había declarado. Así que debería tomar lo que estuviera a su alcance para asegurarse por completo.

Empujó su cálida lengua y Farlan entreabrió sus labios. Debía manejarse con cuidado, después de todo estaba con alguien que nunca había hecho eso con nadie. Aún así le gustó el sabor de su boca, era suave y dulce, como su forma de hablar, como su forma de mirarlo, era como beber el té de la mañana, cálido y liviano. Escabulló su mano blanca y fría sobre el pecho del rubio, quien se estremeció ante el toque, su respiración se aceleró y sintió sus manos aferrándose a su espalda. "Despacio, despacio", recitó en su mente, no quería asustarlo, quería hacerlo de la manera más confortable posible.

Se dedicó a su cuello y su clavícula, mientras lentamente le sacaba la ropa, Farlan torpemente intentaba hacer lo mismo con él, era agradable, era como ver la maduración de una fruta, el nacimiento de una abeja que abre sus pequeñas alas para poder volar. Farlan era… suave, delicado, sus gemidos casi imperceptibles, su piel agradable al toque, reaccionaba con increíble facilidad.

-: Levi… - suspiró pesadamente – Yo… tantas veces… ¡Ah! – una exclamación se liberó inocentemente cuando el pelinegro lamió sus rosados pezones con dedicación – Siempre… quise… esto… - Buscó su boca de nuevo, los primerizos eran así, los besos los encendían, y a Levi le gustaba, lo estaba disfrutando, realmente poco se acordaba de la última vez que había sentido el calor de un ser humano, una abrazo, una caricia. Pero la pasión también apremiaba.

Una vez que estuvieron desnudos y sudorosos, bajo los reflejos del fuego que crepitaba tranquilo, Levi se posicionó entre las piernas de Farlan, que estaba ruborizado y excitado. Le pareció una criatura divina, mágica. Lo besó de nuevo lentamente, dándole a beber de su boca, saboreando su candorosa esencia para finalmente hundirse en él.

El rubio quería llorar, de la emoción, un poco por el dolor, por los nervios, por saber que finalmente sus sentimientos escondidos por tantos años eran correspondidos adecuadamente. Nunca se lo había confesado, pero él miraba a Levi desde hacía mucho, le dolían sus silencios, que la gente lo apartara, que lo trataran menos que a un perro. Seguramente Levi no sabía, pero muchas veces sacaba pan de su casa y se lo dejaba en el granero donde dormía, agua, un dulce, durante muchos años, sólo quería darle un poco de alivio, quería ver una sonrisa en sus delgados labios. Después de perder a sus padres lo buscó, le rogó, le imploró y se sometió a las pruebas más arduas para demostrarle su lealtad. Ahora mismo, le estaba entregando su virginidad, porque para él era todo su mundo. Si su vida era necesaria se la entregaría sin dudar.

Lo abrazó con fuerza, quería sentir su cercanía, porque a pesar de haber convivido tres años, nunca se había atrevido a cruzar los límites o a invadir su espacio personal, siempre lo había respetado, ya casi que se resignaba a aceptar que nunca sería nada más para él que su alumno.

-: Aaah, Levi… aaah… me siento… aaahh, raro… aaah… - Nunca había experimentado esas sensaciones antes, como si su estómago se llenara de agua caliente, su falo estaba erecto y palpitante, Levi lo acarició con delicadeza y se arqueó hermosamente como las cuerdas de un arpa al producir su bello sonido.

-: Sí, Farlan… déjalo… ah, déjalo salir… aaah, vamos…

El muchacho se retorció deliciosamente cuando su caliente esencia se liberó por completo, quedó tiritando un poco, mientras Levi también alcanzaba el clímax. El cuerpo de Farlan era sedoso y complaciente, y le había dado un inmenso placer. Se besaron un poco más y el joven lo miró a través de sus cristales color del cielo en la mañana, con sus iris húmedas y nubladas por el reciente gozo.

-: Te amo, Levi…

El pelinegro lo abrazó y le susurró en el oído.

-: Te protegeré, Farlan, te lo prometo…

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Se dieron una ducha refrescante en un río cercano, levantaron sus cosas y continuaron el camino.

-: ¿Estás bien? – le consultó Levi, ahora su trato era diferente, se había suavizado por completo, sus ojos azules lo buscaban, y el rubio sintió que su corazón aleteaba con alegría.

-: Sí, estoy bien, continuemos.

Ahora sabía que estaban más unidos que nunca, y se sintió en verdad feliz, sabía que Levi le permitiría estar a su lado en los momentos más difíciles, le había probado su fidelidad, con todo su cuerpo, con toda su alma.

Cerca de la tarde, ya habían atravesado la mayor parte del pantano. El olor pútrido los descomponía, el calor de los rayos solares hacía que las algas estancadas levantaran un vahó que los hacía toser cada tanto, pero no cejarían en su intento. Por fin, cuando el sol besaba las montañas en su caída, estuvieron frente a la enorme y tétrica cueva.

-: Bien, hemos llegado – anunció Levi – Es hora de prepararse…

By Luna de Acero… hechicera de las palabras…

Próximo capítulo:

-: Mi nombre no es mocoso, es Eren Jaeger.

-: ¿Cuál es la diferencia?

-: Eres una mala persona, Levi Ackerman – dijo el joven ignorando su pregunta, y el pelinegro lo miró molesto – Tú, estás marcado… para la eternidad…