Notas |¡Hola a todos! de antemano una disculpa por si hay algun error en el fanfic. Estaba corrigiendo cuando se apagó mi computadora súbitamente y tuve pereza de revisar nuevamente. ¡Perdón! espero que no haya nada grave. También perdón por subir un nuevo fanfic aun cuando tengo tantos inconclusos, pero este fic es distinto, solo cuenta con 3 capítulos previamente escritos que publicaré cada domingo. Así que espero que les guste.
Este fanfic está dedicado a Lia por su cumpleaños, me alegro mucho que te haya gustado y que me apoyaras con la idea, sabes que todo está a tu gusto, excepto el canvas, pero como lo pediste empezamos desde el 1 y no en el 0. Gracias por tu amistad, por tus consejos, por todo. Amigas como tu muy pocas, te mando un abrazo enorme, que disfrutes de tu regalo -que ya viste completo-.
[Gangsters paradise]
Parte 1
Estaba estacionado, avenida amplía, grisácea, rodeada por una cancha de basquetbol medio vacía, con paredes pintadas de grafftis, a la derecha callejones angostos llenos de botes de basura cubiertos con bolsas pestilentes. A lo lejos grandes postes de luz con focos rayados y algunos rotos se iluminaban en el cielo como grandes luciérnagas resaltando el agua estancada de la ligera llovizna que había azotado Nueva York hacía pocas horas. Los mosquitos se arremolinaban en busca del calor y Levi podía observarlos desde la ventana de su Renault Sport negro.
No tenía ni un poco de miedo, o frío, estaba tranquilo como siempre. Una de sus grandes capacidades era el permanecer calmo ante las situaciones más estresantes y está sin duda podía entrar en uno de sus tops, después de todo estaba no solo desafiando las ordenes de sus superiores sino también poniendo en peligro su pellejo directamente, todo porque realmente no podía sacarse de la mente la idea de que había encontrado el hilo negro para llegar a ese sujeto, su objeto de investigación desde hacía meses, traficante de armas y drogas, un pequeño grupillo que había ampliado sus puertas cada vez más y su influencia en el Bronx había crecido afectando a toda la población general de la ciudad.
Alguien tenía que ingresar al mando de la operación para detenerlos y su sector parecía tener cero intenciones en ponerse a trabajar sobre las piezas centrales y obvias del caso, pero para su suerte había conseguido hacerse de un informante y esa era la principal razón por la que se encontraba ahora mismo aquí.
El acuerdo era simple, tenía que estacionar su auto a unas calles de la estación de metro más cercana al Rio Bronx, es decir Hunts Point Av, y luego aguardar en el interior hasta que el reloj indicara las ocho menos cuarto, salir con el portafolio lleno de la información que Levi iba a entregarle como intercambio por su supuesta nueva oferta informativa, un portafolio repleto de expedientes criminales y grupos delictivos que eran enemigos del hombre con quien estaba haciendo negocios, se infiltraría entre la cancha y luego por uno de los callejones del edificio con ladrillos rojos, esperaría hasta verlo y recibir su muy valiosa información de vuelta.
Tenía una pistola en la pierna, solo por seguridad, en caso de ser necesaria, y ahora mismo estaba ocultándose de su propia oficina y haciendo negocios con mafiosos de clase baja para llegar a un pez gordo.
Apagó su cigarrillo en el cenicero del auto y miró el reloj rolex en su muñeca, era justo la hora para salir. Abrió la portezuela, tomó el portafolio negro y se acomodó la gabardina marrón.
Desencajaba abismalmente con la oscuridad de las calles, con los grafftis y la música que a lo lejos perforaba sus oídos de forma ensordecedora, incluso sus zapatos lustrados y sus pantalones negros parecían contrastar con el camino del pavimento, como si alguien que nació y se crio en Manhattan simplemente no estuviera hecho para cruzar el rio y permanecer demasiado tiempo en las callejuelas del barrio sin ensuciarse.
El espacio entre la reja que separaba la cancha y la pared del edificio era bastante minúsculo, tanto que dos personas no podrían encontrarse una frente a otra sin tener que girarse para que uno de los dos consiguiera pasar, por eso y por la hora Levi agradecía que no se encontrara nadie en el exterior, ni jugando, o mínimamente preocupado por su molestia, ya que en realidad los tipos como él siempre despertaban sospechas cuando se alejaban unos segundos de sus supuestos entornos naturales.
Estaba tan concentrado en aproximarse al edificio de ladrillos rojos, pasar por el minúsculo pasillo entre los basureros ye encontrarse con su informante, que se sintió honestamente sorprendido cuando el sonido del gatillo gruño en su oreja, como un televisor encendiéndose, pero más veloz, casi como encender el bombillo de la luz y esperar a que explote porque hay un corto y en el exterior está lloviendo. Y sus pasos habían sido muy silenciosos…
Como un gato.
―Levanta las manos encima de tu cabeza y gírate lentamente, si haces algo inesperado te sacaré la mierda.
A él, un agente de policía de rango especial, aquella voz de muchachito dándole ordenes, con cierto acento latino y afroamericano que no podría identificar ni aunque le observara detenidamente, a él ese chico lo estaban asaltando con una pistola barata, quien sabe dónde comprada.
Pero la tenía en la nuca.
No había tantas maneras de evitar el asalto y ya estaba dándose una bofetada mental por confiarse demasiado en estas tierras. No tenía miedo, pero lo admitía mientras giraba suavemente; principalmente era su error.
Con el portafolio aun en la mano y la pistola lejos de su alcance, lo encaró sin atisbo de culpa o terror en su semblante, en realidad aunque lo hubiera visto con una bazuca contra su cabeza no le habría inspirado miedo. Porque era un niño en realidad, un adolescente guapo, de ojos verde esmeralda y piel morena, el cabello rebelde y revoltoso encima de toda su cabecita pequeña.
Y tenía uno de esos repulsivos aretes en la nariz… y otro… en el ombligo.
Una sudadera roja que apenas cubría la parte superior de su cuerpo y le quedaba bastante amplia en los brazos, pero dejaba ver un delgado y seductor abdomen bastante fuera de lo común, que hizo a Levi fruncir el ceño un par de veces antes de notar sus vaqueros desenfadados caer por sus caderas y romperse en los muslos.
―Mis ojos están arriba ― le recordó con un tono amigable, pero sin apartar el arma ― Dame todo lo que traigas encima y no voy a lastimarte.
―No podrías lastimarme ni aunque lo intentar…― la pistola se internó en su boca, evitando que soltara una sola palabra más, revelando el ceño fruncido del chiquillo y una sonrisa sórdida.
―No hables guapo.
Dicha su última amenaza y con una destreza insoportable arrinconó al pelinegro contra la reja y en movimientos expertos de agente secreto ruso desprendió al pelinegro de su reloj de oro rolex, que admiró con una sonrisa codiciosa, la pistola de su pierna y por si fuera poco, el portafolio que colgaba de su mano con fiereza. No tuvo problema en apartarlo de sus manos.
―Son de la marca que me gusta ― murmuró sorprendido tomando la cajetilla de cigarros del interior de su gabardina.
―Devuélveme el portafolio ― pidió Levi cuando el ladrón terminó de despojarlo de cada una de sus cosas de valor ― no hay nada interesante en el interior.
―Eso lo decido yo ― le aseguró con el ceño fruncido y una sonrisa lastimera ― sé de marcas, este es de cuero puro y las hebillas son de oro ¿Quién eres? ¿La reina de Inglaterra?
―Evidentemente no.
―Que lastima ― hizo un mohín apartándose un paso ― aun así me lo llevo. Haz lo que digo y sigue derechito por donde ibas, que de mí no vuelves a saber…
―Te digo que me des el portafolio ― insistió el pelinegro gruñéndole a su asaltante.
El chico le sonrió como si fuera estúpido.
― ¿No me crees capaz de disparar verdad? ― Se rio suavemente y pestañeo tres veces
Levi tragó saliva, descaradamente su corazón se había saltado un latido de emoción cuando el lindo gesto del chico se había enfocado nuevamente en su estoico rostro. Mostrándole con diligencia sus dientes blancos, sus cadenitas de oro centellear en la oscuridad y el cañón de su pistola.
―Odio tener que alejar a los chicos guapos así ― admitió mordiéndose el labio ― pero si no te marchas de verdad voy a herirte, y no quisiera arruinar tu linda cara.
― ¿Qué tengo que hacer para que me devuelvas el portaf…?
― ¡Que te vayas! ― insistió arqueando sus cejas y abriendo los ojos como si fueran unos platos amplios, con la pistola en el aire y el dedo en el gatillo.
Levi lo medito, lanzarse contra él y quitarle el portafolio no parecía tener un buen resultado, lo último que necesitaba era una bala en sus pecho, por otra parte una minúscula voz en su interior le murmuro ¿De verdad quieres que este chico cargue con un cadáver en su conciencia? Bueno, al parecer le había despojado de sus cosas sin un ápice de culpa, eso los convertía en personas abismalmente distintas, pero aun con eso sus ojos no dejaban de desviarse una y otra vez hacía el precioso vientre plano que mostraba sin decencia o tapujo alguno, sin miedo al frio y con toda la intención de ser el ladronzuelo más sensual, vestido de rojo, que se había postrado frente suyo.
Resignado ante sus palabras y su evidente perdida del material más importancia con la que había cargado por la noche se decidió en seguir las órdenes, darle la espalda y caminar un par de largas zancadas por el estrecho pasillo. Sin embargo, su espíritu aún no había sido completamente pisoteado y antes de que sus manos pudieran deslizarse con habilidad hasta su tobillo, tomar la pistola que guardaba ahí para casos de extrema emergencia y girarse para encararlo, había desaparecido de la misma forma en la que había llegado.
Sin un solo sonido. Ni un atisbo de su presencia. Nada.
Levi se recargó nuevamente contra la reja, provocando que esta se sacudiera ligeramente. Miró al cielo, a la luna a las estrellas y suspiró con fastidio y desconsuelo.
― ¿Por qué me has hecho esto Dios?
El sonido ensordecedor de su despertador le deshizo los tímpanos, por más días que pasaban no alcanzaba a acostumbrarse a aquella desgraciada alarma. Por supuesto el solo se había desacostumbrado, acostándose tarde y dejando la escuela, porque ya tenía meses que se había resignado a dejar de asistir, ahora estaba dentro de otros asuntos mucho más importantes que asistir a la impartición de clases de la secundaria local. De cualquier forma graduarse no haría la diferencia con su futuro.
Se quitó la saliva de la comisura de la boca y apartó las cobijas de su cama con desgana mientras la alarma aun irrumpía el silencio de su desordenado cuartucho. Las cortinas estaban tan sucias, llenas de polvo, humo de cigarro y un pesado color gris que impedían por completo ver si era de día o de noche en el exterior. A pesar de que su cuarto era el único que conectada directamente con la calle.
Por fin apagó la alarma bostezando y estirando su desnudo cuerpo.
La cama y los muebles era lo único que permanecía en lo que alguna vez fue el departamento que compartía con su madre y su padre, pero ahora era la residencia de un niño solitario. Los cuartos estaban cerrados y el baño no servía desde hacía tanto tiempo que Eren había aprendido a bañarse en el lavabo de la cocina y a hacer del baño en la casa de alguien más. A cocinar eventualmente y a usar el comedor y la sala como su propia alcoba.
Se rascó la cabeza y perezoso como gato miró su ropa regada en el sillón reclinable en la esquina del cuarto, encima de la desperdigada ropa relucía el portafolio negro que había sacado por suerte la noche anterior, cuando volvía de una fiesta, y además el reloj de oro, la pistola… entre otras cosas sin importancia. Nuevamente emocionado se deslizo hacía su botín y comenzó a sentado en el piso.
El reloj, bueno, era caro, que decía caro ¡carísimo! Seguro valía la renta de su departamento por un año entero, con todos los gastos pagados. Pero la sensualidad varonil que desprendía le llamaba aún más, era un reloj precioso, tan precioso como el dueño…
Se mordió el labio.
Tuvo suerte de toparse de frente con ese pelinegro tan extraño en una noche de viernes. Porque ahora mismo estaba probándose su reloj en la mano derecha y aunque le quedaba bastante grande resaltaba como un diamante, le encantaba, aun así lo colocó en su tobillo derecho y notó que se ajustaba mucho mejor a su delgada pierna y le daba un aspecto estilizado a su pie.
―Nada mal ― murmuró levantando su propia pierna encima del sillón ― creo que le diré a Reiner que me quedo con este.
Después de decidirlo guardó el reloj encima de su cajón y tomó la pistola, probablemente Reiner preferiría tener estas antes que guardar el reloj, y el portafolio también se veía bastante sospechoso. Con el ceño fruncido, recordó la insistencia del hombre por recuperarlo, en realidad nadie se le había resistido tanto como ese sujeto, a pesar de que no llevaba mucho tiempo realizando ese tipo de trabajos, el sujeto se había comportado de una forma especial, no podía quitarse de la mente la imagen decidida y sus cejas ligeras fruncidas.
Tomó el pesado maletín y admiro la cubierta, tal como lo sospechó, era de cuero negro con revestiduras de oro. En silencio se rio por la estupidez del hombre al adentrarse en uno de los más profundos lados del Bronx utilizando cosas de valor tan alto, ¿Acaso pensaba que esto era un jardín de infantes? Incluso el en su profunda inocencia infantil había comprendido, más temprano que tarde, en qué clase de entorno se desarrollaba su vida y de cualquier forma había conseguido adaptarse. Pero aquello no le quitaba el extraño presentimiento que tenía de todo eso.
Con cuidado deslizó sus uñas hasta los seguros y jaló ambos al mismo tiempo hasta que cedieron, y en el interior resplandecieron un montón de papeles, fotografías, una grabadora y varios rollos de fotos. Eren pestañeó varias veces antes de que se le regaran por las piernas, admiró los rollos contra la luz, a sabiendas de que serían inútiles después y también la grabadora, tenía un casette dentro, pero por más que pulso el botón este nunca arrancó. Después lo probaría en su grabadora.
Las fotos reveladas tenían una tinta intensa mucho más profunda de lo que el alguna vez imaginó que se verían las fotos de estudio, algunas tenían calles de su barrio, algunos lugares marcados con tinta roja con anotaciones en clave y descripciones pequeñas en la parte de atrás. Eran lugares peligrosos, lugares donde los mafiosos de su barrio se reunían, una tras otra las fotos revelaban información confidencial de las bandas.
Ese hombre… tenía un negocio entre manos.
Tomó el primer paquete de papeles y dudó en leerlos, pues eran bastantes y de letra pequeñísima, pero con toda la pereza aparente aun así comenzó a leer.
''Me dirijo a usted, mi informante, con saludos cordiales. Tal como lo acordamos, adjunto en este maletín toda la información que se ha recolectado durante dos años sobre los carteles y clanes distribuidores de droga y armas en la zona ya mencionada en otras cartas, es de suprema importancia que sepa guardar las apariencias, pues aunque esta información es revelada ante usted con la intención de favorecerle en limar las asperezas y destruir a otros clanes, el objetivo principal de mi acuerdo con usted sigue siendo el de antes, obtener información de los líderes del clan Titán.
Espero con expectativa que la información que me entregue sea la adecuada, y de este modo podamos continuar con nuestros negocios.
Quedo a su respuesta, Levi Ackerman. ''
Eren se cubrió la boca, sin duda lo que tenía entre sus manos era una mina de oro, o mejor dicho una bomba ¡Una verdadera granada! Tomó el siguiente papel y se dio cuenta que efectivamente, según se mencionaba en la nota ese portafolio estaba repleto de información clasificada que iba a ser entregada a un supuesto informante para recibir a cambio… información sobre Reiner y sus secuaces. Eren lo apartó como si le quemara y súbitamente sintió que el estómago se le revolvía.
―Levi Ackerman ― murmuró mordiéndose la uña del dedo, balanceándose un poco sobre sus piernas ― ¡La cartera!
Levantó la mano y rebusco entre las pertenencias de las que había despojado al sujeto hasta dar con un escueto rectángulo de piel bastante más desgastado que el portafolio, pero tan pronto la tuvo entre sus dedos no se detuvo a analizarla, de inmediato se propuso revisar la identificación del sujeto.
―Policía… este tipo es de la caña ― murmuró inseguro revisando sus tarjetas de crédito y el poco efectivo que cargaba, pero lo más importante, una identificación y una tarjeta con su número telefónico.
Claro, si hubiera sabido que el tipo era poli jamás se hubiera metido a asaltarle, ahora entre manos tenía un portafolio de lo más peligroso para caer en manos de cualquiera, incluso en las suyas corría un inminente riego porque para su desgracia tenía meses que Reiner y el habían cerrado ese asqueroso trato. Por supuesto que todo era culpa de su ex novio, pero ahora estaba amarrado a cumplirle a aquel mafioso…
Le brindaba dinero y armas, también protección, además se habían besado un par de veces, pero a cambio Eren tenía que entregarle más de la mitad de sus ganancias a Reiner, todo lo que sacaba de los asaltos terminaba en sus manos. Así que definitivamente este portafolio tarde o temprano también lo haría.
Y con ello, los papeles….
Y entonces Reiner se enteraría que el policía estaba tras suyo.
Y el policía pues…
―Pero, me gustó bastante ― murmuró aterrado tomándose las mejillas ― además, el sujeto no está haciendo nada malo, yo no debería de apoyar a Reiner, él es el malo aquí, incluso cuando yo trabajo para él, estoy segura que de apoyar al poli seguro me irá mucho mejor… ¡Pero si lo asalté con mis manos! Me va a meter a la cárcel.
Entre vacilaciones Eren comenzaba a deslizarse por su habitación con verdaderos dilemas, estaba seguro de que si entregaba ese portafolio la vida del tal Levi Ackerman acabaría en un segundo, por otra parte el y el pelinegro no se conocían, de hecho en realidad no se debían anda, pero tampoco quería que muriera… si el mismo lo entregaba a Reiner, sería como si él mismo lo hubiera matado, no quería manchar sus manos de sangre de alguien que estaba haciendo el bien. Tal vez muchos pensarían que el pobrecillo no tenía derecho a pensar de esa forma cuando una noche antes muy quitado de la pena había arrancado al sujeto de sus pertenencias sin culpa alguna, pero en realidad Eren estaba dispuesto a entregarse a la policía con las manos en alto si algún día se lo encontraban haciendo cosas indebidas… porque estaba muy consciente de que lo que hacía era ilegal.
No negaba a sí mismo la realidad.
― ¡Además era tan guapo!... Reiner es demasiado feo para que me lo siga comiendo ― murmuró convencido ― ese se lo puedo tirar a los perros, pero al poli…
Sinceramente. Le había gustado, gustado como a los niños de la escuela cuando comienzan a notar que su mejor amiga de infancia es en realidad bastante guapa, con la intensidad de un adolescente que acaba de conocer a alguien que no tuvo miedo de tener el cañón en la boca, que usaba relojería de oro incluso en el Bronx, y que no dejaba de mirarle. Se estremecía al recordar sus miradas llenas de expectativa y lujuria, habían sido segundos, pero segundos intensos…
Él tenía buena cara, podía pararse frente a alguien y ponerle la pistola enfrente sin demostrar lo que de verdad pensaba y aunque el pelinegro tenía cara de estreñido Eren lo había leído a la perfección.
― ¡Nos hemos gustado, eso es obvio! ― admitió juntando las manos.
El chirrido del teléfono le despertó de sus ensoñaciones, a lo lejos, cerca de la puerta una mesilla de madera con muchos papeles regados y el teléfono rojo encima con vibración incesante, comenzó a desquiciarle, sobre todo porque ya estaba muy seguro de que clase de voz iba a encontrarse del otro lado. Se serenó, respirando y tomó el teléfono, jugando con el cable enredado.
―Hey ― escuchó lejanamente al rubio
― ¿Qué hay? ― continuó al saludo, pero la risa sórdida de Reiner le hizo poner de puntas.
―Escuché que tuviste un atraco anoche, bien hecho gatito ― le felicitó con honesto orgullo el líder de titanes ― ¿Hubo buena ganancia?
Suspiró.
―No mucho ― admitió ― pero tengo algo que puede gustarte, aunque…
― ¿Qué?
―Sin duda se ve mejor en mi ― rio tontamente
―Bien, estoy seguro de que puedo prestártelo. ¿Cuándo me lo das? ― preguntó sin rodeos, buscando el punto de todo eso.
―Hoy, más tarde ― suspiró sin dejar de ver su reloj Rolex ― ¿Puedo quedarme con algo?
El silencio abismal en el que se sumió su receptor no hizo a Eren más que maldecir, quizá había hablado de más y ahora estaba revelando sus intenciones, dando a entender que había algo ahí que le gustaba y quería, y no podía dejar ningún cabo suelto si quería mantener a Reiner lejos del portafolio.
―¿Y qué es eso que tanto quieres? ― preguntó con seriedad
―La cartera…
―¡Anda, ya, Eren! ¿La cartera? ― se rio ― ¿Por qué has querido quedártela?
―Es que es muy chula ― murmuró encogiéndose de hombros ― lo demás te lo doy ¿Si? Nos vemos más tarde.
―Donde siempre.
Colgó al teléfono y se cubrió la boca, estaba impresionado de sus propias mentiras ¿de verdad estaba haciendo eso? ¿Estaba mintiéndole a Reiner para salvar el pellejo de un policía que ni siquiera conocía? Ahora ya todo estaba dicho si en este momento entraba el rubio y descubría todo aquello seguro iba a terminar muerto y en el rio…
―Lo hice ― jadeó anonadado ― he engañado a Reiner, le he… le he mentido a mi líder…
Corrió con ansiedad hasta la cartera y con sus dedos temblorosos extrajo la tarjeta con el número del policía. Lo admiró por interminables segundos hasta que se convenció de llamarle por fin. Luego con el pie empujó el portafolio y los papales debajo de su cama, solo como un escondite provisional y se deslizó por entre sus cajones buscando la ropa más adecuada para lo que tenía planeado a continuación.
Luego de que reunió todo lo adecuado caminó nuevamente al teléfono y rascándose el codo comenzó a girar el círculo para marcar cada uno de los números del poli. Uno por uno, tardíamente, hasta que la línea cobró sentido y se pegó el teléfono a la oreja, con aparente calma, pero bastante nervioso en el interior.
―Levi Ackerman habla.
―Hola poli. ― Rio juguetonamente pegándose a la puerta y dejándose caer ― encontré tu número en la tarjeta que me dejaste, que considerado de tu parte…
―¿Quién habla?
―¡Ah! Te olvidaste de mí, con lo bien que la pasamos anoche… ― se burló, al otro lado de la línea escuchó un jadeo ― ¿Ya recuerdas? Bueno, habrá tiempo para eso después. Ahora escucha bien lo que voy a decirte y haz lo que te digo, se niño bueno.
―¿Qué quieres? ― preguntó furioso apartándose del ajetreo que se escuchaba más atrás.
―Necesito que vengas a recoger tu mierda, no puedo quedármela y tú la necesitas más que yo, así que ven cerca de las diez de la noche, sobre el norte de la Avenida tres, calle 424 del este del Bronx, estaciona tu auto en la esquina y camina hasta el número 128. Es un edificio rojo oscuro con unas escaleras en el pórtico, toca el timbre y te abriré, procura no verte como un policía ¿Quieres? ¡A las diez en punto!
Colgó el teléfono, tan rápido como pudo, rogándole a Dios que el tal Levi Ackerman le hiciera todo el caso del mundo a sus indicaciones y que por lo que más quisiera el mismo dios, no fuera a pasar nada, necesitaba deshacerse de ese portafolio y también necesitaba hacer algo con esa obsesión por los ojos penetrantes del policía.
Le encantaba.
Terminó de vestirse y salió, dispuesto a encontrarse con Reiner y entregarle el Rolex y la pistola.
Mott Haven era, sin duda, uno de los barrios más peligrosos de todo el Bronx, probablemente solo superado por Hunts Point, además de que extrañamente se encontraban bastante juntos el uno del otro. Y si Levi quería agregar más sal a su herida, aquella dirección que el chico le había dado estaba solo a veinte minutos en tren del lugar donde la noche anterior se había quedó de ver con su informante y había sido asaltado, por el mismo chico.
Decidió que en esta ocasión no sería tan confiado y bobo, no puede haber buenas intenciones en las personas que asaltan en medio de la noche a un supuesto hombre inocente, además de que ese tipo de gente no muestra misericordia. Pero aun así se limitó a seguir las ordenes que el castaño le había dejado por teléfono, estacionó el auto cerca de la estación y siguió el resto del camino a pie, con el atuendo más informal que había encontrado dentro de su armario, el día de hoy no se sentía tan desacorde al paisaje, pero los ruidos de música y patrullas a lo lejos lo mantenían en un constante estado de alerta.
El edificio era como todos los edificios, pero con el toque marginal de pobreza que Levi ya esperaba encontrar al verlo. Alto, de tres pisos, con un pórtico enrejado de hierro negro y una puerta de madera blanca bastante desgastada, en la ventana no se podía percibir ni siquiera la luz del interior, eran blancas y pesadas. Además, como si la imagen no le desagradara lo suficiente, la pintura sobre las paredes y las bolsas de basura recubrían el lugar como si hubiera estado abandonado desde hacía años.
Guardaba la pistola en el bolsillo derecho de su saco negro, se aseguró de que siguiera ahí y tocó la puerta.
Apenas retiraba su mano de la madera cuando una mano se introdujo entre el orificio de la puerta y ele exterior y tomó al pelinegro por la camisa desde su pecho, ayudándolo a ingresar al interior con toda la violencia posible. Ya en el interior un largo y oscuro pasillo lleno de humedad se interpuso entre sus ojos y la suave presencia del chico, que le miraba con ceño fruncido era más intensa debido a la proximidad.
―Te dije que no lucieras como un policía ― regañó en siseos
―No luzco como uno ― repuso tomando la pistola de su bolsillo y pegándola suavemente contra el abdomen del castaño ― Dame mis cosas.
Si Levi tenía la capacidad de no demostrar sus emociones este chico rebasaba esas expectativas de forma peculiar: pues no se sorprendió cuando sintió el cañón contra su ombligo, pero sí hizo un gesto de profundo desapego y luego, osadamente, tomó la pistola por enfrente y la subió, recorriendo la suave piel de su pecho hasta su frente.
Sonrió cuando el cañón presionó su cabeza.
―Aquí es más rápido ― sugirió encogiéndose de hombros ― ahh, pero a quien engañas, tu no me dispararías, eres un buen chico.
―Soy distinto a ti ― puntualizó el mayor, frunciendo sus delgadas cejas.
―Yo tampoco te hice daño ― levantó sus palmas ― ahora, si ya terminaste de amenazarme, vamos por tu cosa esa.
Y tan rápido como tomó la pistola la apartó de su cabeza, sin miedo alguno por un disparo, incluso uno descuidado o por accidente. Levi supuso en un abrir y cerrar de ojos la vida que una persona como él había llevado, tanto al grado de ver armas y pistolas de forma constante sin tener ni un ápice de duda, como si tuviera hielo en lugar de sangre.
Se movió por el pasillo hasta la primera puerta, la que estaba a la derecha y era la que daba lugar a las primeras cortinas que Levi vio en el exterior, más allá unas escaleras de concreto se levantaban, seguramente te guiaban hacia los departamentos de arriba, pero parecían demasiado solas. La puerta de su cuarto era de metal y tenía la marca de un número interior que se había caído hacía mucho, pero seguía mostrando el uno.
De par en par Levi pudo vislumbrar que no solo necesitaba ver su reacción ante las armas para saber el estilo de vida del joven, dio el primer paso y ya quería volver por donde había entrado. No había palabras para describir lo mal que estaba todo aquello; ropa tirada por todas partes, y lo que se suponía era una sala o un comedor estaba invadido por una cama y lo que parecían ser viejísimo muebles de habitación, un olor permanente a ceniza de cigarrillo, a lo lejos una cocina minúscula e inservible, junto con un clausurado baño y un reclinable lleno de papeles que él conocía.
Sin más Levi miró al chico.
Pero nuevamente su cerebro lo detuvo de hacer algo, o decir algo, demasiado estúpido. O mejor dicho su cerebro se detuvo por completo, el lugar era un chiquero pero ese joven no se veía nada sucio, incluso su ropa tenía un toque chic y moderno que Levi no podía asimilar dadas las circunstancias del resto de las cosas… tenía encima un pantalón de pants que le caía por las caderas y un leotardo de una tela diáfana que dejaba ver el piercing en su ombligo y gran cantidad de piel a los costados de sus caderas, el pantalón estaba demasiado abajo. Y encima de sus hombros una polera ligera que le cubría hasta las costillas. Montón de pulseras y cadenillas de oro.
Tenía un cierto atractivo desairado que hizo a Levi pasmarse ante la seductiva imagen.
―Ah, estaba recogiendo un poco ― se excusó con las manos en los bolsillos, pateando restos de comida chatarra debajo de la cama
―¿Enserio? ― arqueó una ceja y admitió que el lugar no tenía ni el mínimo ápice de ser recientemente limpiado ― este lugar es un nido.
―¿Por qué eres tan hijo de puta? ― gruñó inclinándose en la cama y sacando bonches de papeles previamente arrojados ― estoy tomándome ciertas molestias contigo, un gracias es lo único que pido.
―¿Ciertas molestias? ― Levi, sin que el chico se lo pidiera, se inclinó y comenzó a reunir parte de los papeles regados en el piso y en el reclinable. Notando que, evidentemente, se trataba del contenido de su preciado maletín.
―¿Sabes lo que puede hacerte alguien si la persona equivocada encuentra esto? ― preguntó colocando las hojas frente a sus ojos y dejándolas en sus brazos ― con tu nombre completo, tus pertenencias, deja tu maldita cuenta de banco si quieres. Los hombres muertos no necesitan verdes.
Levi recibió la cantidad desorganizada de papeles en sus brazos y se detuvo a verlo nuevamente. Probablemente, había algo de razón en sus palabras pero ese hecho pasaba a ser bastante irrelevante cuando Levi prestaba atención. Anteriormente dedujo que el chico le tendía una emboscada, pero no iba a desaprovechar la oportunidad para recuperar sus cosas, sin embargo ahora se daba cuenta que en realidad… estaba. Según el, salvándole el pellejo. Lo cual solo significaba una cosa.
―¿Sabes que creo? ― preguntó Levi fingiendo serenidad.
El ojiverde no respondió y tomó el cigarrillo que había dejado, consumiéndose en el cenicero.
―Creo que estás directamente involucrado con algunas personas que me desagradan ― comentó mirando sus hojas y guardándolas meticulosamente dentro del portafolio ― Dime, si dices que me estás salvando el pellejo entonces… no significa eso que tu directamente eres el enlace entre ellos y yo.
―No soy tu informante ― murmuró seriamente.
―No me refiero a eso.
Un silencio sepulcral se cernió entre ambos de forma potente, Levi analizaba claramente los movimientos del chico, quien por primera vez se veía lo suficientemente serio como para sospechar que sus palabras habían calado hondo en su interior, haciéndolo dudar de lo que venía a continuación. Pero aquella fase solo le duro unos segundos y se dejó caer con una sonrisa en la desordenada cama.
―Solo agradécemelo y olvídalo ― pidió cínicamente.
―Te lo agradezco ― mintió cerrando el portafolio ― pero sigo siendo un 'policía', según tú.
―No te metas en cosas que no puedes controlar ― le amenazó el chico, sin necesidad de moderar su tono ― diablos, sí que fui tonto… no debo dejarme llevar por apariencias físicas, ojalá Reiner te hubiera arrancado la cabeza.
Cerró los ojos y la boca de golpe.
―¿Reiner? ― pestañeó Levi simultáneamente
―¡Ah! ― grito dejándose caer, frustrado, pero de inmediato se levantó sobre sus codos y sonrió de lado ― déjame decirte una cosa, soy joven ¿sí? debería estar graduándome de la preparatoria o algo así, en cambio tengo una pistolita, vivo en fiestas y sonrió amablemente para la gente como tu ¿Acaso crees que todo eso es gratis? Te lo pondré sencillo, los burgueses como tú no podrían entender la vida de acá. Tengo un convenio con la persona que buscas atrapar, así es… con su líder: Reiner. Nos conocimos hace mucho y técnicamente trabajo para él, le doy la mitad de todo lo que saco en los jales. Por eso no puedo devolverte nada más que ese portafolio…
―¿Y por qué…?
―¿Por qué no le entregué tu cabeza en bandeja de plata? ― se rio tontamente ― bueno verás, se nota que estás intentando detener a ese grupo de vándalos, pero te diré algo… es un agujero más profundo del que crees, ahora, no sé quién sea tu informante pero claramente es un líder menor y estúpido, si le hubieras dado esa información él no te habría dicho gran cosa de Reiner. Yo sé más.
―¿Acaso estás diciendo que vas a trabajar para mí?
Soltó una carcajada.
―Claro que no, yo si tengo materia gris ― aunque a ojos de Levi no lo parecía ― Estoy evitándote un problema, solo me sentí benévolo y quise guardarme este jaleo, así que te devuelvo tus cosas ¿Si? No voy a decirle a Reiner sobre ti y tú no debes intentar detenerlo, eso sería un problema para mí. Pues espero que no se entere de lo que estoy haciendo por ti…
Dicho de esa forma las intenciones se veían tan limpias y puras que a Levi le costaba un poco ver el mensaje subliminal en todo aquello. Ese renacuajo estaba sentado sobre la cama y le miraba con unos amplios ojos del color de un pantano con caimanes en el interior, una sonrisa de querubín y la ropa más vulgar y atractiva que él hubiera podido ver en alguien más. Asó que finalmente tenía que deducir que en realidad, si le había salvado por plena buena voluntad…
―Mira, sé que no sabes quién soy, pero soy un policía bastante importante ― comentó un poco cansado ― no soy cualquier pelmazo intentando atrapar a gente malvada, así que aprecio que te preocuparas por mí pero no voy a detener mis investigaciones. Si quieres zafarte del problema, me parece bien, haré como que nunca te vi. Pero soy el agente policial Levi Ackerman, no un cualquiera. Ten eso en cuenta.
―Y yo soy Eren ― respondió extendiéndole la mano ― no somos tan diferentes, señor.
Levi se sorprendió, no había forma de que aquello último fuera enserio, pero la forma en la que no se dejaba pisotear. Levi miró la mano extendida, la sonrisa del chico y jadeó.
―Eren, ¿Te dejas besar?
N/A: ¿Qué les parece? ¿Les ha gustado? antes que nada saben que me hace muy feliz conocer su opinión, sientanse libres de dejar sus comentarios en los reviews, críticas constructivas, insultos y todo. Olvidé mencionar que este fic se desarrolla en el año de 1999, por si notan el estilo un poco antiguo, bueno es por esta razón, y También está situado en el Bronx de Nueva York, una de las zonas más conflictivas y peligrosas del estado. A medida que avance el fic notarán más detalles importantes, por ahora me reservo las dudas y saben que pueden consultarme lo que quieran.
¡Les mando un abrazo fuerte a todos! Nos leemos el prox. domingo.
