Era una noche muy fría en los días de diciembre; los copos de nieve caían en la cabeza de una chica rubia que miraba tranquilamente a su declarado amor de la vida quien por su parte jugaba a lanzarse bolas de nieve con su mejor amigo de pelo esponjado.
-Oye viejo, ¿por qué Helga nos ve tan raro?
-No lo sé y no quisiera averiguarlo-masculló el rubio intentando no darle importancia.
Del otro lado de la escena la rubia se quejaba sin parar.
-Oh, Phoebe… Me siento tan miserable, yo aquí como desesperada viendo a ese estúpido cabeza de balón andar por allí terriblemente enamorada mientras que el idiota cree que quiero masacrarlo.
- Helga, tú te lo has buscado. Llevas casi 12 años molestándolo y diciéndole hasta de lo que se va a morir ¿no crees es normal que él piense que lo quieres masacrar?
-Bueno, en eso tienes un poco de razón pero tengo una reputación que cuidar…
-No entiendo realmente por qué no le dejas ver tu verdadero ser, Helga…- no hacía mucho Helga le había revelado toda la verdad a su mejor amiga y esta parecía no entenderla del todo todavía. La rubia no apartaba la mirada de muchacho y suspiraba.
-¡Por favor, hermana! Tuve demasiada suerte con lo de Industrias Futuro y no quiero que eso vuelva a pasar JAMÁS.
-Si tú lo dices- suspiró la oriental.
En el mismo momento Gerald, el atractivo novio de Phoebe se acercó a éstas insatisfecho.
-Phoebe, ¿Qué sucede? Me has dejado sólo ¿por qué ya no me has contestado las llamadas?
-Lo siento, Gerald… Es que he estado ocupada últimamente y no he tenido tiempo de nada- era verdad.
-Okay, te disculpo con la única condición de que me aceptes un Yahoo ahora mismo ¿Te parece?- la emocionada joven se entusiasmó al instante pero no duró mucho recordando a su amiga detrás de ella.
Se giró implorando con la mirada permiso ya que había prometido estar con Helga todo el día, a lo que ella asintió respondiendo con la mirada "no me tienes que pedir permiso, ¡diviértete!". En esos momentos iba llegando Arnold quien cruzó miradas desentendidas con su compañero.
-¿Qué dices?- insistió.
-¡Por supuesto!- los dos tortolos se alejaron dejando a Helga y a Arnold incómodamente solos.
-Entonces…- Helga había tomado una joven figura de una elegante manera. Se ponía ropa holgada y gorras que cubrían su listón. Sus coletas colgaban a los lados y con un saco rosa se abrazaba a sí misma.
-Entonces…- el chico estaba ligeramente mas alto que ella ahora. Hacía ejercicio de una constante manera y eso le ayudó a mantenerse delgado. La camisa roja lo acompañaba relativamente diario pero se inclinaba mucho por suéteres negros que le adelgazaba aún mas, sin quererlo.
-Pues qué bien que estén juntos ¿no lo crees?
-Supongo que sí, ella se debe divertir y aprender que yo no soy su dueña ni nada por el estilo- los dos empezaron a reír y luego hubo un silencio largo y ligero. Sus ojos se cruzaron por un segundo, él la miraba curioso.
-¿Qué me ves?
-No, lo siento, es que... no sé, se me hizo raro verte tan tranquila… Sin gritar ni golpearme, ya sabes.
-Yo me puedo controlar Arnoldo, si no te quiero golpear no quiero y punto, aunque si lo deseas...- hizo ademan de subir su puño.
-No, no, así está bien, solo se me hizo extraño, eso es todo.
-Mmh... Entones dices que crees que no puedo controlarme, eh.
-Quizá…
-Oye, yo puedo controlarme a mí misma haciendo lo que se me pegue la regalada gana ¿Entiendes?
-Lo que tú digas…- dijo Arnold levemente sarcástico, arrepintiéndose tan solo un segundo después.
-¿Ah, sí? Yo te puedo apostar lo que quieras a que puedo durar un día entero sin molestarte.
-Que sea una semana.
- ¡3 días!
-¡Una semana!
-Perfecto, una semana siendo estúpida y gentil contigo, pan comido.
-Con todos.
-Okay, okay… Con todos ¿Y qué si gano?
-Bueno, yo... seré tu esclavo todo un día- en ese entonces Arnold ya era más de actuar que de pensar.
-Por un mes.
-Un semana.
-Tres días.
-Una semana- repitió la rubia, con furia.- ¿O qué eres gallina?
-Está bien… ¿Y qué si gano yo?
-Ni en tus sueños, cabeza de balón, pero para que estés seguro yo también seré tu esclava por una semana y seré "amable" y esas boberías.
-¡Hecho!
-¡Hecho!
-Perderás, camarón con pelos ¡ya lo veras!
-Haré que te tragues tus palabras, Pataki. Iniciamos mañana.
-¡Bien!
-¡Bien!
-¡Adiós!
-¡Adiós!
Los dos se fueron a sus respectivas casas esperando nunca haber hacho lo que hicieron, tratando de retractarse pero era muy tarde. De una extraña manera sus corazones se habían acelerado al cortar la distancia establecida por la ceguera de la apuesta pero lo dejaron pasar por alto.
El rubio se encontraba a él mismo buscándola con la mirada en numerosas ocasiones. Desde hace años que su rubia compañera se le figuraba a un enorme enigma y sentía como deber especial y propio el descifrarla.
Llegó el día siguiente y los dos chicos se levantaron de mala gana, Helga se vistió diferente hoy: unos jean oscuros, una blusa rosa y un suéter negro. Se tomó un chongo dejando dos mechones que salían de su frente decorado con su listón rosa.
Arnold vestía unos pantalones de mezclilla con una camisa de cuello de tortuga y un saco que lo hace ver ciertamente atractivo. Ambos llegaron a la parada del autobús y se miraron fijamente, se dieron la mano como en señal de trato y en cuanto llegó el autobús Helga suspiró dándose ánimo a sí misma.
-¿Qué acaso estás loca? ¿No ves que Arnold te ha guardado rencor todos estos años?-susurraba Phoebe en la parte de atrás del bus.
-Sí, lo sé... Pero bueno, lo hecho, hecho está- intentaba argumentar la acusada subiendo los hombros.
-¿Y haz podido sobrevivir hasta ahorita?
-Pues mírame Phoebe, aquí estoy. Sé que puedo hacerlo.
-Lo que tú digas Helga, lo que tú digas.
Mientras tanto en la parte de enfrente del mismo transporte el tema de conversación era el mismo.
-Viejo, necesitas ir al loquero...
-No sé por qué dices eso Gerald, sólo es una apuesta.
-Sí, una apuesta con HELGA G. PATAKI ¿sabes lo que es eso?
-¿Una apuesta cualquiera?
-NO, una sentencia de muerte, un suicidio- exageró-. Piénsalo: si ganas ella te odiara más y acabando la semana de castigo ella acabará con tu vida.
-¿Y si pierdo?
-Si pierdes prepárate para la peor semana de tu vida.
-Rayos, Gerald… No lo vi de esa manera... Creo que me dejé llevar...
-Te compadezco…
Iban entrando a la clase de literatura cuando a alguien, Harold, se le ocurrió tirar la primera bomba:
-Miren todos, Helga hoy parece niña.
Todos se empezaron a carcajear y Arnold veía a Helga con cara satisfacción. La rubia recordó lo que Lila le enseñó en su momento y sonrió contenta.
-Oh, querido Harold,- comenzó con una gran sonrisa en rostro- tal vez no lo habías notado pero soy una autentica niña; te pido por favor que no me digas de nuevo un comentario parecido que ciertamente me disgusto, gracias.
Helga tomo su lugar, se sentó derecha y espero a que llegara el profesor con una sonrisa despampanante mientras por dentro echaba chispas. Y no era exageración. Todos comenzaron a cuchichear, inclusive a reír.
-Clase hoy vamos a leer los poemas que deje de tarea- anunció el profesor quien, por cierto, odiaba a Helga desde la vez que se le enfrentó, le saco la lengua indignada y nunca más volvió a dar un poema a la clase. Le dirigió una severa mirada a la chica en cuestión y sonrió de lado- Pataki- todos creían que Helga odiaba la literatura e hicieron una unisonada con la expresión "uy".
La rubia titubeó pero ese era su campo, no había cosa en la que fuera más buena, así que carraspeó y se paró frente a la clase, con hoja en mano y nerviosa tras la divertida mirada de Arnold.
-Aguarda, Helga- interrumpió el profesor- recuerda que lo poemas no deben de aburrir, eh.
La clase entera rio y ella embozó una sonrisa agría.
Oh, amor mío
dulce resplandecer cristalino.
No puedo hacer más que pensar en ti
en tu amabilidad, en tu bondad titánica
en la fidelidad de tus labios
y de tus palabras.
Querida desdicha, amante de mi ser
cuestión de adoración continua.
Dime tú, merecedor de constelaciones…
¿Qué más quieres de mí?
Todos se quedaron pasmados al ver a Helga recitando poesía, no faltó para que sus quijadas cayeran al suelo y viendo que lo hacía con tal naturalidad nata, como si la vida se le fuera en ello, contuvieron el aliento. Phoebe sonreía fascinada, Gerald y Arnold compartían miradas desesperadas por explicación alguna, sin una sola palabra en los labios.
"Pero qué demonios... ¿Cómo es que Helga esta tan inspirada y fresca? ¿Es que en verdad así es ella? ¿O porque los poemas tan cursis?"
Al terminar hizo media reverencia y se sentó con una sonrisa satisfecha. Todos guardaron un enorme y frío silencio. Fue hasta que su amiga empezó a aplaudir que todos comenzaron a gritar y chiflar diciendo cosas como "¿De donde lo sacaste?" o "¿en quién te inspiraste?" y con más frecuencia: "¿A quién se lo robaste?".
-Muy bien, Helga- dijo el profesor con los ojos llorosos- te pondré una A+ ¡Fantástico! Bueno, gracias a su compañera Helga haremos lo siguiente: les daré más tiempo para que puedan terminar su poema y esta hora la tendrán libre.
Todos gritaron emocionados corriendo a la puerta, ansiosos por ese descanso excepto Helga a quién la llamó el profesor.
-Tienes un potencial impresionante, lamento lo ocurrido, en verdad… Quiero inclusive proponerte inscribirte a un concurso que se está llevando a cabo éste mes en la feria de arte de Hillwood.
-Sería un honor, profesor.
-Bien, me ocuparé de todo. Ahora sal y que yo tengo unas cuantas llamadas que hacer.
Todos sus compañeros la estaban esperando afuera:
-¡Helga!
-Phoebe…
-Estoy orgullosa, fue asombroso, realmente me impresiona tu potencial, ahora solo trata de controlarte para que los insulsos comentarios de estos individuos no te vayan a arruinar el día.
-No te preocupes, estoy bien- rió. Esperaba que nadie mas supiera el significado de esa palabra mas que ella.
-¡Helga, Gosh, ven acá muñeca!- exclamó la chica más popular de la secundaria.
-¿Que pasó, Rhonda?- la rubia sonreía mientras por dentro rugía enfadada.
-Mira, te queríamos pedir un favor inmenso. Se acerca Navidad y queríamos saber si nos hacías… No sé unos poemas para nuestros novios… ya sabes, las fiestas y todo eso, bueno, algo un poco nuevo para ti, quizá…
Eso normalmente hubiera enfurecido a Helga y Rhonda lo notó unos segundos después pero Helga respondió carismática:
-¡Claro! ¿Y para quienes son, queridas?- le costó sacar esa palabra de su garganta pero lo logró a tiempo para que el rubio la escuchara.
-"¿Queridas?"- cuando Arnold escuchó esa palabra salir de la boca de la rubia no pudo hacer otra cosa que ponerse histérico -¡Helga va en serio!.
-¡Que tal Arnoldo…! Arnold, se me fue, lo siento.
-Bien frito pero haré que tú sola te estampes contra la pared por haber hacho esta apuesta.
-Si tú lo dices, lindo- mientras le decía esto le acarició la mejilla, se dio media vuelta y se fue con Phoebe. La tambaleante figura de la rubia le llenó las pupilas y le agitó la respiración. Se sintió confundido, su corazón se aceleró y sintió sus mejillas ganar color. Era la primera vez que sentía algo así; nunca lo había sentido con nadie. Nunca. Pero se puso histérico intentando olvidarse de ello.
-Viejo ¿Qué fue eso? Casi no escuché pero vi como Helga te acarició... ¿estás bien?
-Sí, no sé por qué lo hizo- masculló intentando cubrir su sonrojo- tal vez lo hizo para fastidiar, ya sabes, la apuesta.
-Oh, claro, se me olvidaba por completo- dijo mas tranquilo, golpeándose la frente.
Del otro lado:
-¡Phoebe! ¿Viste, viste, viste?
-Sí. Helga, en verdad que te pasas- murmuró su amiga aguantando la risa.
-Bueno, solo era para intimidarlo un poco, la apuesta y eso…
- Claro, como no- lo dijo con un poco de sarcasmo y viéndola con ojos inquisitorios.
-Ay, bueno, ya.
-En fin, vamos a historia…
- ¡WUACALA!
-Shhh, baja la voz, si Arnold te escucha…
-Valí gorro, lo sé- entre risas siguieron su camino. Helga estaba que se volvía loca pero sabía que esa semana se divertiría a lo bruto con Arnold y amaba desquiciadamente la idea.
Las clases terminaron bien, con uno que otro coqueteo de parte de Helga a Arnold y severas confusiones y alteraciones por parte de este, pero bien.
-Lo logré, cabezzzz… Arnold todo el día sin disgustos, cariño, voy ganando.
-No tan rápido, Helga ¿Qué crees que...?
-Ya se me hizo tarde, adiós - lo agarró de la muñeca y lo atrajo a ella. Le dio un rápido beso en la mejilla y se echó a andar tan rápido como pudo. Él, por su parte, se quedó completamente paralizado por la actuación de Helga ese día hasta que llegó Gerald a despertarlo de su trance.
-Hermano, es para fastidiarte o la "nueva" Helga te está coqueteando, eso es seguro.
-Es tu imaginación, Gerald.
-Lo que tú digas, Arnie.
-¡Phoebe! Es lo más genial ¡es el mejor día de toda mi vida!
-Con razones puedes dar esas titánicas afirmaciones Helga pero… No lo sé ¿no crees que al final de la semana Arnold…?
-Oh, por favor Phoebs. El cabeza de balón no me preocupa en lo absoluto. Tan fácil como evadirlo con un golpe y ya.
-Helga…
-Vale, déjame disfrutarlo hermana. Ya veré como zafarme luego.
La rubia llegó a su casa súper feliz besando a sus padres y gritando de felicidad, dando piruetas y respirando con profundidad.
-Bob, soy tan feliz… ¡eres el mejor padre del mundo!
-Sí, sí, gracias Olga... oye, niña…- decía el hombre distraído viendo el correo.
-OKAY, creo que me precipité- murmuró Helga para sí misma.
-Olga va a venir a casa- Bob miró por primera vez en toda la plática a la chica, emocionado.
-¿Empezando desde…?
-Hoy mismo, de hecho, estamos por ir por ella pero Miriam no baja, ¡MIRIAM!- exclamó desde las escaleras.
-Sí querido, ya voy…- contestó la mujer con su floja y característica voz-. Adiós linda, regresaremos más o menos a las 7:00, pide comida china o algo- le dio un beso en la frente y salió tras el señor Pataki.
Mientras tanto:
-No, Gerald. No me cuadra, tenemos que ver a Helga. Es capaz de romper la apuesta mientras no estoy viéndola.
-Relájate Arnold, no vamos a ir a espiarla a su casa o algo así ¿verdad?
Minutos después:
-Arnold, hermano, no puedo creer que estemos espiando a Helga G. Pataki en su propia casa, ya es suficiente verla todos los días en la escuela y tú todavía…-reclamaba Gerald sobre el árbol que daba a la recamara de la susodicha.
-Shh…
-Es que…
-SHHH, estoy intentando escuchar algo.
-Oh, Arnold- recitaba Helga sobre su cama mientras escribía-, cariño mío… Besar tu mejilla ha sido placer insólito que los dioses me han brindado. Si mis labios pudieran dirigirse a los tuyos una vez más... Daría todo, todo por ese beso, mi amor...
-No, no entiendo nada.
-Yo escucho que dice amor y besos.
-Gerald, eso es ridículo, ¿Helga enamorada?- los dos se vieron y comenzaron a carcajearse dando lugar a que Helga les viera sin que ellos siquiera lo notaran.
-¡ESTÚPIDO, ESPIANDOME!- mascullía para sí misma, avergonzada-. Quieres guerra, te daré guerra-. Esperó a que dejaran de reír y sonrió con malicia-. Bueno, creo que esta ropa está muuuuuuy sucia, MEJOR ME LA QUITO...
-¿Qué? Gerald ¿escuchaste?
-¿Qué cosa?- decía apenas recuperando el aliento.
-Helga, se va a… AY, DIOS- Helga se sacó el suéter y Gerald miraba incrédulo a su amigo sin percatarlo- dijo que se iba a quitar la...- tragó saliva- la ropa...
-Arnold, estas alucinando. Dime: ¿qué tipo de chica se desviste con la ventana abierta y gritándoselo al mundo entero? por favor, viejo…
-Si no me crees velo con tus propios ojos…
-Lalalalala la la lalala, qué calor ¡mejor dejo la ventana abierta!- decía quedando en una blusa blanca de tirantes, entallada.
La chica de uni-ceja no era una chica normal. Tenía genes Pataki, era obvio. Su padre y ella tenían un parecido que la caracterizaba en demasía pero su madre le dio sus buenos genes como caderas marcadas y cintura de bailarina, dotes que se ocultaban detrás de pantalones para chico y playeras holgadas. No faltaba mucho para sus dulces dieciséis, estaba claro que ya no era una niña.
-Gerald no somos pervertidos- decía el rubio retirando la mirada, azorado- no podemos ver.
-Arnold… Claro que no somos pervertidos, eso muy bien lo sabemos, pero Helga no está nada mal…
-¡GERALD!
-Bueno, está bien, nos voltearemos- la chica tomó esto como oportunidad de oro y corrió escaleras abajo sin ponerse nada mas encima.
-¿Arnold, Gerald? ¿Qué hacen allá arriba?- la rubia escondió la escalera que habían usado para subir mientras ellos conversaban y los miraba simulando desconcierto.
-¿QUÉ? Helga… pero tú estabas… y la escalera… ¡pero no!
-¡No les entiendo muñecos, pero ahora veo qué puedo hacer!
-Helga ¿tú tiraste la escalera?
-¿Cuál escalera? ¿De qué hablan?... Oigan no estaban espiándome ¿O sí?
-NO, LINDA, CLARO QUE NO- "¿LINDA?" Gerald y Helga se miraron perplejos mientras que Arnold se reía por dentro a carcajadas.
-B-b-bueno esperemos que llegue el Bob y me preste una escalera para bajarlos de allí ¿sí? En fin, díganme ¿Qué hacen enfrente de mi ventana?
-Este… nada-contesto Gerald – trepábamos árboles, ¿verdad Arnold?
-Sí, nosotros solo íbamos a disfrutar el paisaje que se ve desde aquí, además me han dicho de buenas fuentes que escalar arboles es un magnifico ejercicio…
-Bueno, si querían ver un muro del tamaño de la muralla china me hubieran dicho y yo dejaba que lo vieran desde el baño pero les advierto que Bob llega a las 7:00 y son las 3:00 ¿quieren algo de comer?- repuso intentando ignorar el ultimo comentario del rubio que, sin mentir, le robo una efímera sonrisa.
-Gerald, no creo que Helga cocine… eso si es raro, esto de la apuesta si se lo está tomando muy en serio ¿no lo crees?- murmuró el rubio.
-Quizá… pero velo de esta forma: una "linda" chica, dándonos de comer, preocupada por nosotros y cuidándonos, ¿qué? ¿Te vas a retractar?
-No lo sé Gerald ¿y si le pone algo a la comida?
-Que paranoico… Y no puede ¿Lo olvidas? si lo hace será tu esclava y ella es demasiado orgullosa para hacer ese tipo de cosas.
-Bien, SÍ POR FAVOR.
-Perfecto, no tardo… ¡SIII!- Helga entró a la casa dando saltos de alegría y diciendo en su mente "Arnold comerá en mi casa, ahhh"- ¡Phoebe! – la rubia marcó a un número telefónico preguntando por su amiga.
-¿Bueno?
-¿Phoebe?
-Sí, ¿quién habla?
-Soy yo, Helga mira necesito que te vengas a mi casa pero de volada.
-Helga, yo estoy…
-No me importa, te necesito conmigo AHORA.
-Yendo.
-Gracias, eres la mejor- dicho esto Helga colgó y Phoebe se quedó pasmada; Helga nunca le había dado las gracias ni le había alagado por algo tan simple, después de 10 min. Aproximadamente llegó la susodicha.
-¿Qué pasa, Helga?
-Mira, ven- ella la llevo a su patio donde se encontraban los otros dos conversando.
-¿De dónde salieron ustedes?
-Bueno, ya ves Phoebe… cuando tienes un par de "amigos" ¡PERVERTIDOS!
-¿Qué?
-Es broma, ayúdame a hacerles de comer…
-Es broma ¿verdad Helga? No es por nada y sabes que soy tu amiga pero… Tú no sabes cocinar.
-Para eso te llame, cariño, necesito que me ayudes ¿entiendes?
-Pero Helga, yo tampoco se cocinar…
-¿Qué?
-Sí, verás… desde que le cocine a mis padres unas albóndigas que destruyeron casi toda la cocina he estado cocinando nefasto… Mejor pedimos comida a domicilio. Podemos decir que tú lo hiciste.
-Bueno, bueno, está bien…
-¿Y a dónde quieres que llame?
-No lo sé al más rápido.
-Mmh… ¿qué te parece "El taco barato"?
-Con que sea rápido, no soporto esperar. ¿Les gusta la comida mexicana?- preguntó a los muchachos quienes alzaron los hombros dudosos.
-OK…
-Sí… Bueno, 4 ordenes, ajá, sí…- en lo que Helga daba la dirección Phoebe platicaba con Gerald desde el piso de Helga.
Diez minutos después llegó una moto que llevaba la comida. Gerald y Arnold se alzaron para ver un poco pero Helga se percató y saludó al repartidor (quien vestía informal) como si conociera al muchacho de años. Lo saludó con beso en la mejilla y platicó un poco con él, le pagó un poco discreto y le dio otro beso a lo que Arnold y Gerald se quedaron boquiabiertos.
-Viejo, ¿Helga tiene novio?
-No lo sé y no lo quiero averiguar…- Arnold sentía algo en el estómago, no sabía que era "¿celos? no, no lo creo".
