~Viena 1783~
Saint seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada
Capítulo 1
Fastuosa, enorme, avasalladora y por sobre todo hedonista, de esa forma podía definirse la capital austriaca, con las artes como su flor más preciada. Radamanthys Wyvern, ya llevaba muchos años conociendo aquella capital, inclusive desde sus años más mozos, parte de su formación se dio en ese lugar, destacando en la composición de piezas para violín y piano. Se sentía orgulloso de sus logros a sus cortos 23 años, pues a pesar de la edad había logrado convertirse en maestro de capilla en la corte de los Habsburgo. La casa real le había dado seguridad económica y renombre y en esos momentos, también fungía como profesor de música de la pequeña Pandora Heisntein Habsburgo, tercera heredera al trono con tan solo 10 años de edad. Dirigía, componía y enseñaba, era más de lo que podía desear, luego de venir de una familia modesta de Londres, donde solo podía aspirar a seguir los mismos pasos de sus padres de confeccionar zapatos, pero sus sueños siempre estuvieron un poco más allá, hacia las letras, la música y los misterios que estos evocan con tan solo un pequeño cambio de ritmo. El como una historia diferente podía contarse con la misma tonada y como las mentes se unían para entender la música como lo que era, el lenguaje universal, aquel que el alma podía expresar. Radamanthys no era expresivo en gestos ni palabras, pero si en música y movimientos de dedos. Hades Heinstein Habsburgo, hermano mayor de Pandora por más de veinte años, y cabeza de la familia pudo reconocer ese universo propio de un artista en Radamanthys, quien, al escucharlo cantar una simple tonada de taberna, mientras limpiaba zapatos por algunos peniques a las afueras de la biblioteca nacional londinense, quedó encandilado por la voz suave y cálida. Un pequeño de tan solo seis años, cantando en un camino polvoroso que era derrapado por carruajes indiferentes, mientras este estaba cubierto de tierra en su rostro y cabello y sus manos embetunadas de aceite para pasar por el cuero curtido. Pero esa era pasado, tenía un futuro totalmente diferente.
Una misiva llegó aquella noche a su habitación en el castillo Heisntein donde solía residir cinco días a la semana, donde era el tiempo que enseñaba a la pequeña Pandora. El sello de la corte era claro, pedían su colaboración para un evento dirigido al propio rey. El mensaje era del puño y letra del mismo Hades quien pedía su presencia con celeridad, presumiendo del talento de su protegido y profesor de su hermana pequeña. La cama enorme que solía guardar su cuerpo durante las heladas noche, funcionó como apoyó mientras leía la misiva a la luz de las velas y el olor a cera quemada, tenue y casi espectral. Radamanthys frunció el ceño al encontrar un conocido nombre entre los invitados a presentarse en honor al rey.
Kanon Seadragon
Un compositor ajeno, de manera poco propias para pertenecer a una corte real, de mirada salvaje y espíritu indomable, así lo definían los poetas de la época, así como también el más grande compositor en un siglo. Radamanthys escupió de forma despectiva hacia la pared en un acto poco propio de él, pero el griego solía sacarlo de sus cabales y que lo consideraran el genio más grande en un siglo también hería su orgullo. La rivalidad entre ambos era más que obvia y su carrera había nacido cinco años antes, cuando apenas solo era un chiquillo llegando a Viena con sueños y muchos miedos. Radamanthys apoyó su mano sobre el respaldo de la cama, y se paró usando los donceles que hacían el arco de madera que era parte de la cama y que sostenía gruesos cortinajes de color rojizo que fungían como paredes cuidadores de la intimidad del usuario de la cama. Así era la habitación de gusto sobrio, pero fastuoso, así como el resto del castillo Heinstein adornado con frescos de pinturas en el techo, suelos de mármol negro, pilares de marfil, columnas dóricas y corintias que reflejaban un pasado helénico, perdido en la historia de las casas reales europeas.
Radamanthys decidió dejar de lado los pensamientos que tenía por Kanon, la invitación al palacio no le sorprendía, hacia menos de dos años había compuesto una obra completa encargada por la emperatriz de Austria, estrenada en Milán, y esta misma, en palabras de Hades, deseaba rememorar aquella sensación de ensoñación que había provocado en el espíritu de la emperatriz.
L'Europa riconosciuta
Quizás uno de sus trabajos más importantes, una ópera de tres actos contando drama, romance y violencia, sin embargo, esta era larga y utilizaba más de un instrumento, a petición de la emperatriz debería adaptarla a piano y violín como acompañamiento.
Un reverendo dolor de cabeza, sin contar al inútil griego que le seguiría la cola al cumpleaños del rey.
.
.
El mismo Emperador Muzio Clementi lo nombró el mejor intérprete de teclado de toda Viena. Kanon sonrió con arrogancia al recordar aquel momento. Su obra "El rapto en el serrallo" si bien tenía un rasgo algo oscuro, pero cómico engatusó de tal forma al emperador logrando financiarlo. Eso fue el comienzo en Viena para él, quien a pesar de tener ya avanzados 25 años de edad era reconocido como genio del siglo, su música se había expandido por el resto de Europa del norte occidental y nórdica, pero uno de sus pasos más importantes siempre fue aventurarse hacia Viena, Paris y Milán, los principales centros de arte del mundo.
Y esa invitación, era el puesto obvio que ocupaba en la corte real. Con la misiva personal de su majestad Kanon rio como maniaco de saberse en el límite de su talento floreciendo como flor de loto en las más grandes adversidades. Pues sus primeros pasos en Viena no fueron muy bien recibidos, su primer intento de trabajo para Kanon fue con la familia Heisntein, tercera en puesto para la corona Austriaca, sin embargo, fue despreciado y aventado como si fuera un vil instrumento quebrado, siendo remplazado por un tal Radamanthys Wyvern, protegido del hombre que era la cabeza de la familia Heisntein en esos momentos. Hades Heisntein, quien con su mirada helada e inexpresiva le renegó el cargo a pesar de su obvio y superior talento. Radamanthys a su opinión era bueno, pero él era mejor, fue criado para eso, para demostrar maestría y excelencia. Su padre músico y maestro de profesión en Grecia le enseño el rigor de la práctica, y la dureza del mundo cuando su gemelo Saga murió a los siete años cuando cruzaban Delos buscando llegar a la capital de Italia, la fiebre lo hizo sucumbir y destrozó el alma del gemelo menor, pero su padre enterró a Saga en ese apartado lugar y lo obligó a continuar el viaje hasta llegar a la misma Roma, donde se establecieron por muchos años. En esa época portaba el nombre de Kanon Gemini, pero la brutalidad de su padre y sus métodos de enseñanza hicieron que lo abandonara cuando este sucumbió a la gripe cambiando su nombre a Seadragon cuando un rico empresario marítimo, también de origen heleno de nombre Julián Solo comenzó a patrocinarlo, llevándolo por toda Europa, pero con los años se cansó de esa vida y fue perdiendo su arte, la falta de inspiración fue lo que llevó a Viena, pero esta hedonista ciudad le dio un portazo en la cara, hasta que el mismo emperador fue su entrada a la corte, luego de la humillación vivida por los Heinstein.
Kanon sentado en la biblioteca de su propia residencia entregada por el emperador a las afueras de la ciudad se tomó el trago de brandy con celeridad, esa sería una velada interesante, y cobraría deudas pendientes. Era alguien manipulador y egocéntrico lo sabía, pero los Heisntein habían jugado con su ego, usando como única barrera a Wyvern, se encargaría de destronar al maestro de capilla de la casa de Habsburgo
.
.
Y una mierda, es lo que ambos compositores pensaron cuando fueron citados al palacio de Viena, el ego en las nubes de ambos fue avasallado cuando su majestad Muzio Clementi, pidió expresamente la colaboración de ambos en algo nuevo y único, sus gustos variaban, al igual que sus intereses, eso Radamanthys lo sabía, él pertenecía a Viena desde hacía años, pero Kanon lamentablemente, llevaba poco tiempo y conocía poco la faceta errática de su protector."
"¡Tráiganme algo único y maravilloso!"
Después de eso Muzio Clementi, con su corona en alto, su túnica azulada y la capa de color purpureo sacó a ambos músicos el salón adornado de marfil y blanco. Si querían mantener sus pedestales deberían colaborar, a pesar del odio mutuo y rivalidad inherente.
.
.
Definitivamente Kanon y Radamanthys no se conocían y no se soportaban, luego de la charla obligada y de la amenaza disfrazada en expectación del emperador por la obra de los dos compositores, ambos se colocaron a trabajar a marchas forzadas. Tenían tres meses para componer, considerar arreglos, una historia en la música y sincronizarse, algo que parecía simplemente imposible en esos momentos. Pues ni siquiera podían colocarse de acuerdo de donde comenzarían a trabajar.
Ambos a pesar de sus elegantes traje de encaje, de colores negros y café se colocaron a pelear a palma abierta en medio de la plaza de la ciudad como dos simples campesinos, luego de que Kanon llamara Radamanthys simple imitador y el inglés le diera un puñetazo a plena nariz, llamando farsante y narcisista al heleno, llenos de tierra, sangre y morados ambos acabaron encerrados en la policía, sacados por una amnistía de la misma reina, quien a escondida los visitó con una mirada reprobatorio en el rostro. La esposa de su majestad los consideraba a ambos los más grandes compositores de su época y viéndolos como simples campesinos de mala muerte le hacía decepcionarse de ellos. Contaban con el favor de la emperatriz, pero aquel numerito les dio a entender que les gustara o no deberían trabajar juntos, su majestad no les daría más oportunidades. La reina fue concisa en eso.
.
.
De mala gana ambos comenzaron a turnarse, Radamanthys no podía dejar sus obligaciones como Maestro de capilla de la casa Habsburgo y profesor de Pandora, y Kanon, bueno tenía sus conciertos en el palacio y sus tiempos de composición, la situación no era la más sencilla para ambos. Por lo que dos días el trabajo era el castillo Heinstein y los otros dos en la residencia de Kanon, así fue durante una semana sin colocarse de acuerdo que harían, ambos insistían en modificar sus propias obras, sin embargo, después de más de algún golpe y variados insultos recordaban las palabras del rey, algo nuevo y maravilloso y volvían al mismo punto. Eso era una mierda para ambos. Simplemente la química parecía no fluir de ambos. Tensión, odio, miradas iracundas, casi como si fueran dos tormentas colisionando. No podían estar juntos sin causar caos. Al menos fue lo que describió la pequeña Pandora entre risas hacia su hermano mayor, cuando observaba a su sereno maestro vociferar como vendedor de pescados en el puerto.
Y fue así como su trabajo comenzó, como tormenta enfurecida.
.
.
No podían llegar a un acuerdo, la música de ambos era muy diferente, la de Radamanthys era pulcra y severa, y la de Kanon oscura y avasalladora. Dos semanas solo para escoger la escala correcta que usarían en la tonada, sería piano, más sencillo y ambos podrían tocar, con un simple acompañamiento de violín, era todo lo que necesitaban, sin embargo, el contexto de la historia no estaba clara, algo faltaba entre ambos, y eso los dos lo sabían. Kanon miraba a Radamanthys de reojo, quien trataba de concentrarse en la escritura de la historia, los gestos juveniles de Radamanthys apenas se veían plasmados. Su poblada ceja se fruncía mientras mordía la pluma en un gesto poco pulcro, ese "defecto" hizo reír quedamente a Kanon, quien poco a poco comenzaba a conocer más al rubio, y no le parecía ya tanto el amargado roba trabajos, sino más bien serio Cejamanthys como lo había apodado. Por otro lado, Radamanthys tuvo que admitir que Kanon si era talentoso en sobre manera, pero también narcisista, pero que provenía de un miedo y un pasado algo turbulento del griego, ambos tenían sus heridas, y a pesar de que habían compartido escuetas palabras, el contacto más profundo con la creación de ambos hizo que se entendieran bajo las notas del pentagrama. Pues fue esa chispa y esa tensión que le dio a ambos la llave que necesitaban para empezar a crear, eso y la aparición de un niño bien conocido por Radamanthys, Valentine Harpía, bien conocido por ser un novato, pero prodigioso escritor y guionista que tenía la bendición de Radamanthys para ayudarlos a crear la obra que ambos estaban componiendo, pues le gustara o no ambos, estaban sin ideas fijas para crear una obra y Valentine llegaba con ideas frescas e innovadoras. Kanon aceptó de mala la intromisión del guionista.
El primer mes fue un caos para los tres artistas. Kanon no aceptaba del todo las ideas de Valentine y Radamanthys peleaba por eso, pues a él le parecía la historia perfecta, sin embargo, ni Kanon ni Radamanthys dimensionaban lo que estaba pasando detrás de esa lucha de poder. Kanon veía usurpado su lugar como rival, siendo opacado por el de cabellos rosas, siendo apenas un niño de quince años. Radamanthys era su rival, desde aquel hecho en la casa Heinstein, y así venía siendo desde hacía años, y ahora su obsesión se fijaba en un simple niño. Eso lo frustraba y le molestaba como el competidor que era buscaba fastidiar a Radamanthys, llamando su atención y molestando hasta no mas haber. A palabras del inglés, Kanon era otro niño. Sin embargo, el hecho que detonó en un serio conflicto, fue la escena de declaración de Valentine hacia Radamanthys, eso incendió la cólera de Kanon sin saber que mierda estaba pasando, pero en ese mismo instante, ingresó al cuarto de música de la familia Heisntein donde ese día les tocaba trabajar y se asió a Radamanthys, besándolo con violencia, frente a un compungido y avergonzado Valentine, Radamanthys boqueó y simplemente se dejó llevar. Estaba sorprendido, pero aquel toque suave, feroz y cálido de los labios ajenos lo imbuyeron en una vorágine que no pudo evitar seguir, es como si la tensión se hubiera transformado en ese incisivo beso, transformando un hechizo frustrante que los mantenía a ambos a raya, en dos simples espíritus llevándose como almas salvajes quemándose con la pasión. Porque si, pasión, simple y llano fuego era lo que había entre ambos, esas peleas, la tensión, la mirada en los gestos del otros cada día mientras componían, a pesar de la falta de palabras. Era lo que los movía, la música y el arte de ambos los impulsaba de aquella manera brusca. Radamanthys no supo en que momento Valentine dejó el salón, pero solo se supo con las manos sobre el cuerpo trabajado y terso de Kanon, embutido en aquel exquisito traje oscuro de mallas, pue si bien a Radamanthys no le gustaba usar la ropa de estilo victoriano y prefería trajes sencillos, en Kanon era el placer mismo, y no lo admitiría, pero amaba ver el trasero del heleno en esa mayas blancas y resaltadores. Y Kanon bueno, llevaba provocando a Radamanthys más tiempo del que pasaba componiendo. Si no hubiera sido por la propia interrupción de la pequeña Pandora, hubieran acabo retozando sobre el suelo como dos simples animales. El primero en apartarse fue Kanon, con la mirada sorprendida, y las mejillas rojas, sucumbió a sus impulsos más bajos, arremetiendo contra el inglés, quien para su sorpresa respondió aquel sádico y salvaje beso de manera violenta, pero deliciosamente única.
Kanon y Radamanthys sintieron su corazón latir con fuerza, mientras el cosquilleó en la boca del estómago se hizo insoportable, reacciones simultáneas de una situación inusual. Radamanthys se sacudió el polvo y el cabello como si nada, ignorando que todavía sentía el calor de los labios ajenos sobre él, y las dos manos del heleno sobre su pecho; mientras Kanon, recordaba con ansias el halito fresco y la saliva caliente, junto con la textura rugosa de los labios ajenos, el deseo por volver a probarlos lo envolvió, pero con la mirada ámbar sobre él, y la pequeña niña viéndolos, cualquier ambiente de tensión sexual se vio frustrada. Enojo y desencanto finalmente imbuyó el ambiente, y la falta en la presencia de Valentine, impidió que aquel día siguieran con su labor de componer.
.
.
Kanon esa noche no pudo sacarse de la cabeza lo que pudo pasar con Radamanthys si no hubieran sido interrumpidos, su cuerpo exigía a marchas forzadas desfogarse, pero con su rival y quien lograba descolocarlo a cada momento no era la decisión más sabia para aquello. No cuando no podía gobernarse así mismo, y cuando sus mismos impulsos exigían mayor contacto y control con ese cuerpo inglés hecho para el erotismo. Kanon no era alguien quien renegara del sexo, con ningún género en particular, gustaba de curiosear y entretenerse, y el sexo entregaba tales sensaciones de placer y explosión que lograban que su propia creatividad fluyera con tal facilidad que para él era un aliciente, pero… Radamanthys era su maldita turbación, y eso le denigraba. Salió de castillo Heinstein con rumbo a la taberna más cercana, cubriéndose con una capucha para no ser reconocido, pues ¿Qué dirían si el magnífico Kanon, anduviera en malos pasos de burdel en burdel? Sería el escandalo más inmediato, no, Kanon quería guardar su anonimato.
Aunque Kanon esa noche hubiera esperado enredarse con una prostituta, su suerte fue otra, como muchas doncellas y mujeres de la corte, estás escapaban de sus casas a altas horas de la noche solo para divertirse y conseguir algo de placer fácil y rápido. Kanon no estuvo seguro si a la mujer rubia que terminó cogiéndose en un rincón de una mala taberna, cercano a uno de los muchos puentes de Viena, era una condesa o una simple doncella, solo recordaba el color de cabello de la muchacha y lo mucho que se parecía a la cabellera rebelde de Radamanthys. Estaba jodido por el inglés y lo sabía. Una ironía siendo que no se conocían de nada y su única conexión era la música y una maldita orden del emperador.
.
.
Debían seguir trabajando en la composición para el cumpleaños del emperador, pero para fastidio de Kanon, Radamanthys no se presentó aquel día a su residencia, y Valentine en un acto un poco suicida se presentó a seguir trabajando. Cuando fue Harpía quien tocó la puerta, Kanon hizo una mueca de desagrado, para el pelos rosa era más que obvio que el prodigio no lo soportaba, pero el señor Radamanthys como solía llamar Valentine al maestro de capilla, le pidió expresa ayuda, y que a pesar de que su intento de confesión salió mal, esperaba no traicionar la confianza del inglés.
—No era necesario que vinieras, Radamanthys no ha llegado y dudo que llegué ese maldito cobarde —dijo Kanon de mala gana, mientras trataba de ajustarse el traje. Eran las diez de la mañana y Kanon seguía con la cruda de las muchas cervezas y el haberse cogido a aquella mujer de manera tan incómoda. El heleno se asqueó de sí mismo.
Valentine inspeccionó el aspecto del griego y se dio cuenta de las marcas rojizas en el cuello ajeno, su corazón se quebró pensando en la sesión que había dejado atrás cuando Radamanthys y Kanon se besaron con tal fiereza.
"Seguro retozaron como bestias", pensó Valentine, pero Kanon no se detuvo a darle respuesta ante la obvia inspección. Un brillo malicioso nació en los ojos de Kanon, en busca de venganza contra Harpía.
—¿Qué tanto miras niño, que no sabes que tu maestro coge muy bien? Quizás por eso querías declarártele, pero entiende, él no ve nada en ti, eres solo un niño —Kanon fue hiriente, asegurándose de que una escena como la del castillo Heinstein no se volviera a repetir, aunque fuera a base de mentiras.
El trabajo fue hecho por separado aquel día, Valentine comenzó a escribir la historia a partir de su corazón roto, sin notar que estaba tomando como modelo su decepción, y la presencia de Kanon y Radamanthys. Poco a poco la obra iba tomando forma, y Kanon no pudo evitar sucumbir a su propia melancolía, componiendo triste y desolado.
.
.
Al día siguiente Radamanthys apareció en la residencia del griego sin dar mayor explicación, a pesar de a vociferación de este, sin embargo, no logró sacar ni una respuesta del estoico inglés, finalmente Kanon se cansó de la perorata e instó a Radamanthys a comenzar a trabajar. Valentine por su parte saludó cabizbajo a Radamanthys, todo el ambiente hubiera sido relativamente normal, si no fuera por los gestos de Kanon para tratar de atraer la atención de Radamanthys cuando este se centraba en la historia que Valentine estaba escribiendo. Competencia y atención, era lo que sucedía entre Kanon y Valentine, y sin notarlo el chipriota seguía componiendo una historia de dos seres que se veían así mismo, pero no se entendían, la tensión crecía, pero no eran capaz de cortar el hechizo que los enredaba, y ¿Quién era él? El mago triste y destrozado, quien miraba a uno de los amigos con anhelo, pero a pesar de eso solo quería lo mejor para ese ser que amaba. De esa forma la magia y las personalidades de los dos músicos tomaron el protagonismo en la obra, dando vida a cuatro personajes que eran amigos, pero que no eran más que la representación de cada parte de los dos compositores.
"La groota di Trofonia", como había decidido llamarle a la obra, comenzaba a tomar vida.
Un mes más pasó, entre tensión, descuidos, roces, llamadas de atención entre Radamanthys y Kanon, simulando rivalidad, sin reconocer que al comenzar a entenderse y conocerse estaban apreciándose el uno al otro. Sin embargo, el incidente del beso pareció quedar en el olvido. O eso simulaban.
.
.
Radamanthys no estaba seguro cuando Kanon dejó de lado sus malas bromas y su propio egocentrismo para comenzar a abrirse, llegando a contarle su propia historia y como había llegado a Viena, quizás fue aquel día que en medio del trabajo le había llegado una notificación de la muerte de su padre desde hacía dos semanas, Radamanthys se congeló cuando terminó de leer la carta, finalmente con la garganta cerrada destrozó el papel y volvió el silencio al piano para hacerse con los acordes correctos, durante dos horas sus dedos fueron torpes y nada parecidos al prodigio que Kanon se había acostumbrado a escuchar día con día.
Kanon terminó por parar las manos de Radamanthys sobre el piano, que azotaba las teclas con furia, mientras sus irises brillaban con dolor contenido. Antes de que Radamanthys se sosegara, el griego necesitó darle un tirón de cabello para que le prestara atención y le confesara qué demonios había pasado. De mala gana el inglés confesó lo que había sucedido. Aquel día Kanon calló por el resto del día luego de la confesión de Radamanthys y su parte más humana comenzó a hacerse más presente con los días.
De extraña forma comenzaron a embonar todo ante la atenta mirada de Valentine, que se había vuelto el tercio en la relación entre los dos músicos.
.
.
Kanon alzó su mano sobre su pene, masturbándose con fuerza, mientras se echaba para atrás desnudo sobre su cama. Los gemidos quedos se escuchaban por toda la habitación. El dedo pulgar de la mano derecha, acarició la punta del prepucio enrojecido, Kanon hecho la cabeza hacia atrás cuando con su mano izquierda envolvió su miembro y estimulo vigorosamente todo el tronco de su pene. Kanon gemía masturbándose en medio de la noche, compungido y sudoroso. Sus sueños le habían jugado una mala pasada, recordando la escena del beso con Radamanthys, pero cambiando los hechos, pasando del salvaje beso, hacia un torrente de caricias, desnudándose por obra de las manos de Radamanthys, quien lo tomaba de forma brusca sobre el piano, mientras ambos excitados y erectos se unían en una danza primitiva de apareamiento. Kanon despertó justó antes de llegar al clímax, quedando frustrado y deseoso. Pero también avergonzado. Radamanthys al principio era su obsesión, y ahora… era la imagen constante en su subconsciente, deseándolo y anhelando. Pero lo sabía, estaba solo en esa ilusión.
El heleno no pudo dormir aquel día, y Radamanthys pudo notarlo, en el silencio y el andar lento de Kanon. Los ojos del heleno apenas podían seguir las notas de la partitura que estaban componiendo, y todo tornó en algo peor cuando Radamanthys vio a Kanon dormido sobre las teclas con apenas dos líneas de avance en el pentagrama. Estaban trabajando en el acto final de la presentación. Radamanthys despachó a Valentine de la residencia de Kanon. El inglés sin mellar en sus acciones, cogió al heleno, que en esos momentos era un peso muerto, con la ropa desarreglada, la camisa semi abierta, su chaquetón negro en el suelo, el cabello echo greñas, con la forma de las teclas marcadas en su rostro. Radamanthys quiso reír por la escena, colocando una extraña mueca como resultado. Tomó a Kanon a dos brazos, justo como si se tratase de una doncella delicada. El rubio conocía solo la planta baja del caserón antiguo donde el heleno habitaba, al salir de la sala donde solían ensayar y alejarse de los límites de la cocina que era el área más cercana y la única parte que Kanon les permitía pisar, hizo que muchas preguntas vinieran a su cabeza, las escaleras estaban escondidas hacia el final de un pasillo que doblaba en L, el frío del piso superior logró calar en los huesos del rubio. Radamanthys recorrió a tientas la escalera larga y de roble, Llegó al segundo piso, donde al menos cuatro habitaciones lo esperaban. Kanon era más pesado de lo que aparentaba y el rubio a regañadientes recorrió dos habitaciones antes de encontrar aparentemente la cual era la del griego. Kanon comenzó a removerse entre los brazos de Radamanthys. El inglés suspiró y se aventuró a dejar a Kanon sobre el lecho mullido de vivos colores dorados que era la cama del griego. Comenzaba a dolerle la cabeza, Kanon solía ser un incordio en su día, pero uno del que se había acostumbrado, y comenzaba a tomarle cariño, fue por eso que no pudo dejarlo tirado allí, y además de eso… estaba lo que se negaba a afirmar. Lo mucho que Kanon lograba alborotar su mente y su cuerpo. Atrevido y hedonista como era, lograba cautivarlo, no solo era su talento, sino toda su forma de ser, y si, Kanon estaba volviéndolo loco. Radamanthys renegó de esos pensamientos y se alejó del gran cuerpo cálido que parecía contrastar con la helada habitación. Radamanthys tragó con fuerza, dispuesto a desplazarse fuera de la habitación, pero ver a Kanon encogerse sobre sí mismo por el frío, le hicieron enternecerse, con un suspiró adelantó unos pasos, cogió las cobijas y arropó a Kanon, quien acurrucándose entre las cobijas extendió sus extremidades al sentir el calor sobre su ser, el rubio negó con una sonrisa cálida, Kanon no dejaba de ser un ser humano que sucumbía ante las adversidades, igual que todos ellos. La respiración pausada de Kanon y el movimiento tenue le indicó que el griego estaría bien, con paso firme se volteó dispuesto a marcharse, al llegar a la puerta el simple susurró de una voz adormilada y gorgojeos inconexos llamaron su atención, eso su nombre susurrado con anhelo, entre tenues suspiros en sueño. Radamanthys lo supo, ambos estaban atrapados en una vorágine sin escapatoria, había mucho que revisar al interior de sus corazones, la pregunta correcta, era si en verdad querían hacerlo. Radamanthys no volteó, abrió la puerta, bajó hasta el salón del piano y tocó hasta al anochecer tonadas arreboladas y caóticas, justo como su alma en esos momentos.
El sol se ocultó en el horizonte, llevándose la calma de un rubio histérico, y un griego en el mundo de los sueños, en brazos de Morfeo.
