NOTA: Los personajes no me pertenecen es un universo paralelo tomando la psicología de los personajes de la obra de Naoko Takeuchi.

NOTA 2: Los pensamientos de los personajes son representados en letra cursiva.


CELOS DE SANGRE


CAPÍTULO 1 Los tres hermanos.


Hoy, era el primer día de la nueva vida para los hermanos Kouba*. Sus padres habían fallecido apenas cuatro meses atrás en un accidente aéreo, y Darién el mayor de los tres había decidido que se llevaría consigo a sus dos hermanos menores a Tokio mientras él terminaba la especialidad.

El distrito número 10 pintaba bien para empezar, no era el barrio más elegante, pero la clase media que lo habitaba parecía a simple vista bastante decente; siendo así que Darién lo contempló como un buen ambiente para que sus hermanos comenzaran de nuevo, sin los aires de grandeza y la vida de ricos, que consideraba perjudiciales para su desarrollo, sobre todo para el más pequeño.

Los Kouba eran una familia adinerada, perteneciente a uno de los linajes más representativos de la región de Kantō. La señora Neherenia, una ex estrella del cine había contraído nupcias 30 años atrás con el prominente investigador y científico, el Profesor Soichi Kouba; procreando durante su consolidado matrimonio a tres hijos varones.

Los tres hermanos habían heredado sin duda, la belleza y el porte de su madre, siendo dotados con hermosos cabellos azabache y profundos ojos azulados. Aunque físicamente eran muy parecidos, la personalidad de cada uno, era en definitiva el factor que los diferenciaba.

Darién, el mayor de lo Kouba era el más semejante a su padre, un ratón de biblioteca que parecía no conocer más afecto que el que tenía por sus libros. Desde niño había tomado el rol de bienhechor debido a las prolongadas ausencias de sus padres. Entre las giras y rodajes de su madre y los constantes encierros en el laboratorio del Profesor Kouba. Darién había tenido que proferir afecto, cuidados y consejos a sus consanguíneos desde muy joven.

En ocasiones parecía que el peso de tal responsabilidad lo había convertido en un hombre amargado y frío. Para nadie era ajeno su buen aspecto y galanura, sin embargo, el pelinegro era un hombre solitario, y alejado de las ilusiones del amor propias de su edad. Para sus casi 26 años no había tenido una novia formal. Únicamente, había intentado salir con Rei Hino, una chica que conoció durante la universidad sin mucho éxito.

Y ahora, con sus padres muertos y dos jóvenes casi recién salidos de la adolescencia que guiar, el destino de Darién parecía estar confinado a velar por el bienestar de los demás, más que por el propio.

El segundo de los Kouba, era el más excéntrico de los tres, amaba el ambiente artístico más que cualquier cosa en su vida, la música era su pasión. Desde niño gustaba de acompañar a su madre a los sets de filmación, y fue ahí en donde descubrió lo que le entusiasmaba y le llenaba el espíritu.

Seiya tenía 21 años recién cumplidos, y cursaba los primeros semestres de la Ingeniería en audio. Su rebeldía desde muy niño le había valido unos buenos enfrentamientos con su padre y su autoritarismo. El primer rasgo de su bien marcada personalidad fue su cabello, símbolo de su libertad, al que decidió llevar largo, en primera instancia para diferenciarse de sus hermanos. La coleta de Seiya Kouba fue motivo de infinidad de discusiones durante la cena, su madre era quien lo apoyaba al cien por cierto, y estuvo orgullosa de su hijo por quien era, más que por su aspecto.

Parecía que todavía podían escucharse los gritos del Profesor cuando Seiya con tan sólo 16 años decidió horadarse las orejas para complementar su look de rockstar en potencia. El chico daba la pinta de ser la oveja negra de la familia, sin embargo, detrás de toda la parafernalia revolucionaria, vivía el más noble y considerado de los tres hermanos. Tanto así que la muerte de sus padres le había afectado de sobremanera, por las noches llegaba incluso a culparse por su relación distante con su padre, y por lo besos que no le proveyó a su amada madre.

Cuando Darién le comentó que se mudarían a Tokio, una esperanza creció en su corazón, siendo esta la capital de Japón, él bien podría iniciar su carrera musical a la par de su preparación académica, porque, aunque su sueño era ser un cantante reconocido entendía a la perfección la importancia del estudio, en el que por cierto cuando se lo proponía era incluso mucho más brillante que otros miembros de su familia.

A diferencia de su hermano mayor, el segundo Kouba era un casanova involuntario, siempre rodeado de hermosas mujeres que se derretían con una sola de sus sonrisas, y luchaban constantemente por conseguir su amor. Él por su parte, se dedicaba a apreciar sus intenciones sin ir más allá. Creía firmemente en el amor a primera vista, tal vez producto de las innumerables historias que le contaba su madre, Seiya estaba a la espera de su princesa, y hasta que una chica no le robara el aliento con la primera mirada, él no iba a ceder ante nadie, así fuera la mujer más bella del planeta.

Y, por último, pero no menos importante estaba el más pequeño de los hermanos, nacido durante un viaje a la India, sus padres habían decidido nombrarlo en honor a la piedra preciosa que crecía en incontables yacimientos sobre esa zona del sur de Asia. Zafiro, parecía encerrar en su nombre el misterio. De mirada enigmática, casi hipnotizadora tenía 19 años.

Físicamente era más parecido a Darién, y eso le pesaba, pues las comparativas entre ambos comenzaron desde su infancia. Sabía que nunca sería tan inteligente como su hermano mayor, ni tan extrovertido y talentoso como Seiya. Enfermizo por naturaleza, el menor de los Kouba parecía no tener nada que ver con sus mayores, sin embargo, el encanto de Zafiro residía en su habilidad para percibir los que los demás no podían.

"Zafiro, el niño que conversa con las almas de las personas" solía ser la presentación cariñosa que su madre hacía sobre él. Al igual que Seiya, la relación con su padre era distante, sin embargo, aquel trágico día en que sus progenitores perecieron; Zafiro lo presintió. Había estado inquieto durante toda la tarde, y antes de que Darién regresara a casa a darle la terrible noticia, él ya lo sabía.

En muchas ocasiones, habían intentado que Zafiro mejorara sus relaciones interpersonales sin mucho éxito, él vivía en su burbuja, en un mundo en el que sólo era Zafiro, y no Zafiro Kouba el hermanito de Darién y Seiya, ni Zafiro el asmático.

Deseaba más que nada viajar por el mundo, como su ídolo el bloguero de turismo extremo; Diamante, con quien sentía afinidad ocasionada probablemente, por la similitud de sus nombres.

Sus padres fueron en extremo protectores debido a su condición, siempre lo habían dejado en casa durante los viajes, al cuidado de niñeras y enfermeras; por lo que el chico no conocía más que algunos lugares, acumulando en su ser unas ansías de volar por cuenta propia como pocas se había visto.

Pasaba horas enteras frente al computador enajenándose con las fotografías que el bloguero subía a sus redes sociales, soñando con algún día poder conocer cada uno de esos rincones llenos de historia, misticismo y aventura.

Su llegada a Tokio fue un tanto más traumática que la de su hermano siguiente, pues la idea de Darién de hacerlos crecer sin tantos lujos le preocupaba, no porque fuera un chico malcriado, sino porque Zafiro jamás había asistido a una escuela normal. Su instrucción en casa lo había ensimismado aún más y el tener que escoger una carrera universitaria y tener compañeros y compañeras de verdad, lo abrumaba.

Perpetuamente había sido muy torpe con las chicas, sentía que le faltaba el aire al estar frente a una muchacha bonita e irremediablemente tenía que recurrir a su inhalador causando la extrañeza y el rechazo de la mayoría que preferían perseguir a sus, bien agraciados y nada enfermos hermanos.

CELOS DE SANGRE

Así fue como los Kouba llegaron a su nueva vida, cargando cada uno su maleta y sus preocupaciones ante el futuro incierto que los esperaba.

La casona de la calle 3 del distrito 10, sería su hogar.

—Seiya, se suponía que el camión de la mudanza tenía que estar aquí antes que nosotros.

Darién estaba parado en el umbral de la puerta, iba vestido con unos pants deportivos en color blanco y una sudadera sin mangas a juego. Sus brazos descubiertos daban una idea de su gusto por el ejercicio, era sumamente raro verlo en esa indumentaria, por lo general no salía de sus pantalones de vestir y sus sweaters de cuello largo combinados con sacos estilo ejecutivo. Pero ese día, el trabajo físico que suponía un cambio de casa lo habían hecho guardar su sobriedad por un rato.

Se notaba molesto por la inconsistencia de los planes, estaba acostumbrado a que todo siguiera un orden, y el llegar y no encontrar las cosas lo estaba exasperando, sumado a la poca importancia que en ese momento su hermano le daba a su desagrado.

—Seiya, te dije que el camión debería estar aquí. ¡Seiya!

—Cálmate, ya no debe tardar —le dijo mientras se colocaba sus audífonos y lo hacía a un lado para entrar a explorar su nueva casa.

—¡Wow, hermano! ¿No pudiste conseguir algo más moderno? —su tono era sarcástico en extremo.

—Seiya, sabes perfecto que mi intención es que aprendan lo que cuesta ganarse la vida, mis padres ya no están con nosotros y es hora de que crezcan.

Los ojos del pelinegro de coleta se cristalizaron en ese momento.

—Lo sé Darién, no tienes que recordarme cada cinco minutos que somos huérfanos —no quería discutir más con él por lo que decidió subir las escaleras para escoger su recámara.

Desde arriba le gritó a su hermano.

—¡Darién, ¿puedo escoger la que quiera?!

—Sí —contestó el otro—. Sólo procura dejarle a Zafiro una habitación sin tantas corrientes de aire. No quiero que se enferme cuando cambie el ambiente del hotel a acá.

El chico entornó los ojos, si algo le molestaba eran los excesivos cuidados hacia su hermano, él era de la idea que lo subestimaban y que de dejarlo un poco más libre su actitud mejoraría considerablemente al igual que su salud.

—Veamos, ¡¿qué tenemos por aquí?! —caminó por el pasillo asomando la cabeza por cada una de las recámaras. —¡Ésta, ésta es la que quiero!

Era un espacio amplio con balcón, se imaginó a sí mismo componiendo canciones a la luz de la luna, o simplemente disfrutando del fresco de la noche. Se acercó hasta la puerta corrediza para poder apreciar mejor la vista de su nueva habitación.

—Bueno, no es el mejor panorama del mundo, pero puede funcionar —a su alrededor sólo había más casas, siendo la de enfrente la que llamó su atención.

Sonrió al ver que frente a su balcón había uno casi idéntico, y por el ornamento infantil de las cortinas sopesó que se trataba de la habitación de una pequeña niña.

—Espero que la dueña de tan simpática decoración no me despierte por las noches con sus sollozos.

—Seiya, ¿ya escogiste?

Darién ya estaba detrás de él esperando su decisión, pues el camión al fin había llegado.

—Eh, sí, sí. Quiero esta, si no te molesta.

—No, está bien, pero anda, ayúdame a bajar todo. Quiero que esté todo listo y limpio antes de mañana, o no podré traer a Zafiro con nosotros.

—Darién, no crees que deberías cambiar el método de nuestros padres con respecto a él.

—¿A qué te refieres? —el joven sabía perfecto por dónde iban las palabras de su hermano, pero prefería hacerse el desentendido.

—Sabes perfecto a qué me refiero. Dale un voto de confianza, él puede más de lo que nos imaginamos.

—No se trata de darle un voto de confianza Seiya, se trata de su salud, y no me sorprende que vengas con estas tonterías, cuando a ti no te importa nada más que tu musiquita y tus novias.

El muchacho no daba crédito a las palabras que escuchaba.

—Veo que es inútil intentar razonar contigo, y te equivocas, soy más que mi "musiquita" como la llamas y por lo que respecta a las "novias" deberías conseguirte una porque estás insoportable.

Salió dándole un rozón al hombro en franca molestia.

—Dios, dame paciencia para guiarlos.

Darién se estaba tomando su papel demasiado enserio y Seiya no iba a permitirlo.

CELOS DE SANGRE

Era ya de noche cuando los dos hermanos terminaron de colocar el último cuadro y guardar todo en su lugar, la casa ahora sí lucía acogedora, y cada habitación tenía el toque especial de quien la habitaba.

El cuarto de Darién se encontraba al fondo del pasillo, de aspecto sobrio y pulcro, no contenía más allá de una cama King size, vestida con un manta de franela en color gris y sábanas blancas de algodón. Un escritorio al lado con su lap top, algunas libretas de notas y una lamparilla de trabajo, más un librero en donde el muchacho atesoraba los libros de física cuántica que su padre le había heredado. Pronto terminaría su especialidad en Partículas Elementales y Cosmología, y tendría que ponerse al frente del corporativo que con tanto esfuerzo fundó su padre. La presión no era sencilla, pero Darién tenía un temple de acero, que sólo flaqueaba a ratos cuando se enfrentaba a su hermano menor, el siempre obstinado y rebelde, Seiya.

Como lo había indicado, el cuarto de Zafiro era acogedor y contiguo al de Darién en caso de una emergencia. El chico no había podido decorarlo, pero Seiya había intentado dejarlo lo más parecido al anterior, dejándole una pequeña sorpresa a su llegada. En cierta ocasión había descubierto la pasión que sentía su hermano por el turismo de aventura, por lo que le pareció una buena idea colgar fotografías de los lugares más recónditos del planeta. Cascadas, desiertos y estepas ornamentaban la habitación de Zafiro.

—Ojalá que esto no se quede en un adorno —masculló el pelinegro al colgar la última fotografía—. Ya verás hermano, yo te llevaré a todos estos lugares, aunque me cueste el apellido.

Era hora de dormir, pero Seiya aún no terminaba de arreglar su propia recámara. A diferencia de la sobriedad de las otras dos, la de él irradiaba jovialidad. Los tonos rojos de su ropa de cama y la colección de guitarras que tenía en un estante pegado a la pared parecían envolver a quien entrara en una onda relajada.

No había olvidado el balcón, ahí pondría su sillón favorito junto a una mesita para poder recargarse y escribir sus composiciones.

Salió al fresco dispuesto a estrenar el que sería su rincón favorito, Llevaba tan sólo el pantalón holgado del pijama, era verano y el calor estaba un tanto insoportable. Además, a esa hora, quién podría verlo. Fue entonces cuando advirtió luces en la casa vecina.

—¡Qué raro! Es muy tarde para que una niñita esté despierta —aguzó más los sentidos y pudo apreciar que una melodía salía de aquella habitación.

Justice sonaba de fondo, intrigando de sobre manera al pelinegro que ya estaba recargado sobre la barandilla intentando escuchar mejor.

Unas sombras se traslucían entre los cortinajes con estampado de conejos.

—Ahí hay una… ¿fiesta? —no había terminado su oración cuando una rubia apareció frente a sus ojos, abriendo abruptamente la puerta corrediza de su balcón.

La chica se quedó pasmada ante la visión que tenía frente a ella, atinando a señalar con torpeza al galán que parecía ser el nuevo vecino.

—Mina, ¿qué haces aquí?... ¡¿Mina?! ¿Qué tienes?

La muchacha estaba paralizada, aún con la boca semi abierta señalando a la nada.

—Serena, ¡ahí, en ese balcón! Acabo de ver a un Dios griego o algo por el estilo.

—Mina, yo no veo nada, creo que esta noche ya no habrá más vino para ti. ¡Entra ya! que Ami iba a contarnos su cita de la otra noche.

La rubia tuvo que tallarse los ojos, para luego seguir desilusionada a su amiga.

—Tienes razón, seguro he bebido más de la cuenta, te juro que pensé que había visto a un hombre guapísimo.

—¡Bah!, esa casa lleva dos años deshabitada, y créeme un hombre guapísimo jamás llegaría a vivir en ella.

Cerraron tras de sí la puerta aminorando el sonido de la música.

—¡Uff, se han ido! —Seiya sonrió aliviado, estaba en cuclillas escondido detrás del sillón. No alcanzó a ver a la segunda chica pues le bastó con la mirada desorbitada de la primera hacia sus pectorales para esconderse ruborizado.

—¡Con que tenemos vecinas! Era linda esa rubia, pero… —volteó al cielo como esperando ver el rostro de su madre—. Mamá, ojalá no me hubieras contado tantas historias de amor, ahora siento que jamás voy a encontrar a la chica de mis sueños.

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NOTA DE AUTOR: Kouba* es un apellido inventado por mí, que surge de la combinación de Kou y Chiba, y se pronuncia "koba".

Uff, hasta aquí el primer capítulo de mi nuevo Fic, es el primer AU que hago por lo que se aceptan quejas y sugerencias, siempre en buena onda para mejorar. No he decidido cuántos capítulos serán, creo que cuando la historia avance ya podré decirles.

Espero ansiosa sus impresiones, y ojalá que no me odien por emparentar a tan variados personajes, pero siempre tuve la inquietud por su parecido físico. Y hasta hoy puede terminar el primer capítulo.

Les mando muchos besos y abrazos. No dejen de leerme en El Resplandor de las estrellas que ya está a nada de su final. :)