Mi nombre es Damon Salvatore

Capitulo 1 "Paris"

Caminaba por las vacías calles de París. Parecía una noche cualquiera, pero la verdad es que dudo que lo fuera. La luna estaba llena y podía escuchar a la distancia algún que otro bar aún abierto. Mujeres, hombres borrachos, la buena vida. París siempre me había parecido un lugar hermoso para vivir, pero ahora más que eso… lo sentía.

Mi nombre es Damon Salvatore.

Me convertí en un vampiro debido a una persona que creía que amaba, hasta que descubrí que solo se aprovechaba de mí. Huí de mis problemas, así de fácil y fui hacia aquél lugar con el que siempre había soñado. Francia. Debo admitirlo, me gustaba su ambiente melancólico y pasear por noches como aquellas.

Una mujer de ropas apretadas paseó frente a mi y di vuelta para observarla claramente. Estaba vestida con botas altas y seguramente iba hacia alguna fiesta. Los ojos se me hincharon, ya estaba acostumbrado al sentimiento, mientras sentía su olor, su sabroso perfume cubierto de…

-¿Caminas hacia el puerto?

Ella había dicho algo. Me di media vuelta para contener el deseo y simplemente la miré con dulzura, así como cualquier otro caballero lo hubiera hecho.

-Claro que sí, creo que esta es la única calle que lleva hasta ahí.

- Podemos entonces tomar un recorrido, juntos

Exacto. Sabía que de alguna u otra manera tenía un magnetismo innato. No quería presumir, pero aquella chica me había invitado a un "paseo". Eso no le sucedía a los hombres todos los días. Menos a hombres peligrosos como yo.

Sentí aún más cerca su perfume al tocar su brazo por casualidad. Era como si el contacto con el bombeo de su sangre fuera tan delicioso, que me causaba escalofríos. Ella tenía razón, esto iba a ser más difícil de lo que yo pensaba.

Tenía el cabello rubio, ondulado sobre sus hombros. Una piel le cubría la espalda mientras esperaba a que yo iniciara el tema de conversación. No, lamentablemente, yo no era de ese tipo.

-Y eh… ¿Por qué vas hacia el puerto?- Se la notaba nerviosa, eso hacía de todo esto un poco más interesante.

-Digamos que, soy una persona solitaria. Me gustan los lugares sombríos-Sonreí, ella también lo hizo.

-Me asusta un poco ir sola a estas horas de la madrugada, espero que no te haya-tosió- molestado que te pidiera acompañarme.

-Al contrario señorita, es un gusto ser su fiel consorte.

Rió con ganas mientras caminaba haciendo resonar sus zapatos de taco alto.

Me detuve de improviso y ella me siguió.

-Disculpe, se me ha olvidado, ¿Cuál es su nombre?- Me acerqué a su cabello ondulado un poco más, casi al punto de estar susurrándole al oído. Ella se sonrojó por debajo de sus costosas pieles.

-Soy Francesca. ¿Y usted es?

El bombeo era demasiado rápido, lo tenía tan cerca y sin embargo me encantaba hacer de todo esto una actuación. Me odiaba a mi mismo, me odiaba por ser capaz de detenerme sin piedad, para causar dolor. ¿Había siempre sido así? No lo creía. Era un vampiro. Una criatura despiadada. O tal vez…

La tomé de la barbilla con suavidad y luego puse mi mano alrededor de su cintura. Sentí que ella respingaba su rostro, intentando entender lo que sucedía, pero no me ordenó que me detuviera.

Exacto, no lo hizo.

Ella se me acercaba, la esquivé con gentileza y luego recorrí con mi dedo índice el contorno de sus ojos. No era hermosa, pero sí tenía un cuello que me obligaba… que me llamaba. Tan blanco y reluciente, costoso de alguna manera. Con sangre.

Los ojos nuevamente parecían arder, ella lo notó y con sorpresa miró hacia el frente.

La tomé nuevamente de la cintura y esta vez la pegué a mi cuerpo con rapidez, tanta que ella misma pareció reír.

-Tenía usted razón, no es muy seguro estar sola a estas horas

Y hundí mis colmillos con fuerza.


El bar estaba vacío, eran las siete de la mañana y yo aún parecía un hombre nuevo. Era como si dentro de mi cada gota de sangre recorriera, haciendo de este día algo mejor.

-¿Algo para beber?- Preguntó el hombre detrás del mostrador. Limpiaba una copa de vino. Sus ojos reflejaban su disgusto al verme aquí. Claro, los clientes ya se iban, por lo que era momento de descansar. Algo que yo no me podía dar el lujo de hacer.

-Un trago de ron no estaría mal- Repuse al momento que me apoyaba en la mesa.

Fue en eso, cuando las puertas del lugar se abrieron con rapidez. Una rapidez inesperada, que solamente había visto en algunas partes… Una mujer.

-Damon Salvatore

Iban tras ella dos hombres grandes, de ojos dorados y piel oscura. ¿De donde habían salido? ¿Por qué parecían buscarme?

Su voz de líder me pareció no calzar con su cuerpo, el de una chica de ojos color cielo y cabello negro liso. Era débil, al menos lo percibí como un primer efecto de su entrada, sin embargo su voz era convincente. Una cosa estaba clara, me habían llamado por mi nombre.

-Lo siento, no se encuentra- Respondí mientras tomaba el vaso que el hombre más atrás me había servido. La mesa se encontraba rodeada de estos tres desconocidos, que me analizaban con curiosidad.

-Me habían hablado de tu sentido del humor, Salvatore. Y creo que deberías saber que no estoy para chistes ya.- Ahora el aire de esta chica se había vuelto intrigante, tenía poder y de una u otra forma él era capaz de sentirlo. Ella se sentó frente a él, los otros dos hombres aún la "protegían" desde la distancia y ella no se inmutaba. Debía estar acostumbrada. Su blusa revoloteó con una ráfaga de viento que entró desde la ventana. Me miró con fuerza.

-Bueno, me encontraste. Bam.

-Precisamente, algunos ya me habían informado de un nuevo vampiro en la zona.

Asi que eso es lo que ella era.

-No tenía idea de que tus haditas mágicas- observé a los dos hombres grandes que aún parecían serios, totalmente entregados a sus obligaciones- me anduvieran siguiendo.

-No juegues conmigo, Damon.

-Me gustaría saber con quien tengo el gusto.

-Nicole. Nicole West.

No podía hacer.

Había escuchado de esta muchacha, de tan solo diecisiete años que era heredera del gran clan de vampiros West. Una locura pensar que siguieran vagando por las calles de París sin problemas, luego de que hace un siglo los mataran a todos. Al menos a la mayoría.

Ella pareció percibir mis pensamientos y se acercó aún más para hablarme, con sus labios curvilineos pronunciando cada palabra correctamente.

-Ven con nosotros

-Ajá. ¿Me has dado una razón para confiar en ti?

Ella se inclinó, apoyándose en el asiento con delicadeza y los dos grandes hombres, que supuse eran vampiros, intercambiaron miradas. Lo sea que estaba sucediendo, no era bueno.

-Poseo algo mucho mejor que confianza- Sonrió, absolutamente segura de si misma. Algo de mi aún pensaba que todo esto era una burda trampa, y de alguna manera, estos eran enemigos.

Esta vez yo me acerqué, enarcando las cejas. Sin embargo, ella no tomó mi acción y simplemente se paró, ordenó con las manos a los grandes de ojos dorados que la siguieran y se fue por donde mismo había entrado hace unos minutos, gloriosa y decidida.

Fue como si la soledad volviera y solo tenía una pregunta en mi cabeza. ¿Cómo ella conocía mi nombre? ¿Qué es lo que quería? ¿Cómo continuaba la heredera del clan West de vampiros aún viva?

París, hace cien años, había sido un infierno. Dos hombres, Claude y James West se habían dedicado a convertir a la mitad del pueblo en vampiros para así tener un ejército completo con quienes atacar a sus enemigos del norte. Se desató un caos, cuando ambos se dieron cuenta de que no podían controlarlos y finalmente James, que aún era humano, decidió informar a los gobernadores acerca del tema. Se hizo una limpieza en París, donde todos los vampiros fueron quemados en una gran hoguera durante el año 1912. Estaba absolutamente seguro que ambos hermanos habían muerto, uno debido a un "accidente" y otro quemado al igual que los demás. A no ser que..

Si esa chica me conocía, debía tener razones no muy buenas. Algo quería de mí. Si ella planeaba renacer el ejército de sus "familiares", entonces era mejor prepararse a aceptar que negarse. No era un mito que la mitad de los vampiros de esa zona siempre caían rendidos a los pies de los West. Siempre supuse que fue la magia de alguna bruja la que los ayudó…

No iba a dejarlos huir sin darme explicaciones, me levanté de mi asiento y salí con rapidez de aquél bar.

¿Quiénes eran todos ellos? Es lo que ahora iba a averiguar.