CAPíTULO 1: URGENCIAS

No sabía si podía recibir visitas. Pero daba igual. Decidí olvidarle por completo. Al fin y al cabo, le había dado multitud de oportunidades para que aclarara sus sentimientos hacia mí. Ahora mi vida era diferente. Tenía un buen puesto en urgencias y un hombre a mi lado que me mimaba y me quería tal cual era.

[…]

Noviembre. Habían pasado seis meses de la boda y aquélla mañana, justo antes de comenzar mi turno, mi jefa, la doctora Cuddy me llamó a su oficina.

- Tengo preparado el nuevo plan de emergencias que me han remitido las autoridades. – anunció muy solemne.

- Lo sé. Me lo dijiste la semana pasada. – le recordé algo sorprendida.

- Regresa el lunes – no hizo falta que lo nombrara para saber a quién se estaba refiriendo.

- ¿Quieres que le hagamos una fiesta de bienvenida? – pregunté algo descolocada.

- Quiero que el hospital no vuelva a ser un circo con payaso – admitió - . Necesito un domador que ponga orden en la leonera.

- Tienes a Foreman – señalé convencida.

- Sabes que no funciona. Es igual que él.

- Es un buen médico.

- Lo sé. Pero ha estado al frente durante este tiempo y el número de quejas sobre diagnosis no ha descendido.

- Tendrás que darme otros incentivos para que lo reconsidere, Dra. Cuddy.

- Te ofrezco el puesto de Jefa de Servicio de Diagnosis. – soltó casi sin respirar.

- ¿A perpetuidad y sin condiciones? – indagué intentando poner cara de póquer.

- A perpetuidad y sin condiciones – repitió con una sonrisa.

- Lisa, ¿Tú no estabas con House? – cotilleé sin venir a cuento porque no entendía el proceder de Cuddy.

- Eso dijo alguien… Pero no hay que hacer caso de las buenas lenguas. – replicó ingeniosa.

- Tengo que consultarlo en casa. Te daré la contestación antes de que sea demasiado tarde.

[…]

Estaba haciendo la cena porque había salido antes de trabajar gracias a que se había suspendido una cirugía cuando estaba prácticamente enfundándome en el ropaje del quirófano. Encendí el horno y andaba afanándome en preparar una ensalada cuando oí las llaves. Sin querer, miré el reloj. Más de las once.

- Hola Rob, siento llegar a estas horas. Dos motoristas con las piernas rotas en el último momento – dijo excusándose.

- Siempre pasa algo en el último momento. Y siempre tienes que ser tú la que des el callo. – protesté.

- Me hace tan poca gracia como a ti. Pero estoy demasiado cansada como para quejarme.

- Ve a darte una ducha mientras pongo la mesa – sugerí sin más.

- ¿Qué tal ha ido la cirugía? – preguntó, pero me dio la sensación de que fue más por rutina que por interés.

- No la hicimos. Por eso he llegado temprano…- expliqué.

- ¿Te gustaría que nuestros horarios fueran compatibles? – preguntó cuando ya estaba en ropa interior camino del baño.

- Claro. ¿A quién no le gustaría ver más a una mujer como tú? – respondí embobado, adulándola en demasía, de un modo que no iba conmigo.

- Bien…Tus deseos son órdenes para mí. – replicó tirándome su sostén a la cabeza.

Oí el ruido del agua al caer y me pregunté si aquella noche estaría de humor para prolongar nuestra luna de miel, teniendo cuidado de que la lasaña no se me quemara.