¡Hola otra vez! Aquí está el inicio de mi nuevo fic, la secuela de Un Héroe en Slytherin y de Larga Vida. Espero que lo disfruten y gracia por acompañarme otra vez :)


"Tener un amigo no es cosa de la que pueda ufanarse todo el mundo"


Casas Separadas.

Cressida estaba de lo más emocionada cuando se dirigieron por fin al andén nueve y tres cuartos. Scorpius y Dora no dejaron de quejarse todo el camino con sus padres porque ellos también querían ir, pero todo lo que Cressida podía pensar era que ¡por fin! estaba yendo a Hogwarts.

El andén estaba lleno de gente, estudiantes que ya iban subiendo al tren, en medio de risas y reencuentros con amigos. Les quedaban menos de cinco minutos para salir, y ella debería estar diciendo ya sus despedidas a su familia. Cressida nunca antes había estado tanto tiempo lejos de casa, y aunque no quisiera reconocerlo, eso también la asustaba un poco.

- Veamos… todo listo… - dijo su madre, examinándola y poniendo en su lugar el cuello de la camisa celeste que llevaba puesta – sí, perfecto.

- Creo que allí están – dijo su padre, mirando a unos metros delante. Cressida siguió su mirada y vio también a James y a su familia acompañándolo.

Era un alivio que al menos James también estuviera comenzando el colegio ese año, porque así no estaría sola el primer día. James y Cressida se conocían seguramente desde que eran bebés, porque sus familias eran amigas, y habían sido amigos por mucho tiempo. Bueno, era cierto que peleaban un poco, y la mayor parte del tiempo era porque James tenía una tonta necesidad de probar que podía hacerlo todo mejor que ella. ¿Qué ella también jugaba ese juego? Bien, tal vez lo hiciera algunas veces… pero todos podrían testificar, por supuesto, que Cressida acababa teniendo la razón el noventa por ciento de las veces. A veces, James se esforzaba por ser idiota. Pero seguían siendo amigos, así que era mejor ir con él que estar completamente por su cuenta.

- ¡Hola! – saludó James, cuando ellos llegaron junto a los Potter.

- ¡Hola!

Parecía como se hubiera caído de la cama, porque su pelo castaño estaba irremediablemente desordenado, incluso más de lo usual.

- ¿Nos vamos ya? – preguntó el chico, que al parecer ya había acabado de despedirse de su familia.

Lily, que estaba tomada de la mano de Albus y de su padre, lloraba porque ella también quería ir. Cressida arqueó una ceja. Ni una sola vez Scorp ni Dora se habían quejado por no poder ir a Hogwarts todavía.

- Cuidate, princesa – le dijo su padre, abrazándola. Ya casi era hora.

Su madre la abrazó luego, y le dio un beso en la frente.

- Escríbenos para saber cómo te está yendo, ¿de acuerdo? - Cressida asintió. - No olvides que te amo. Cuídate mucho.

La niña se despidió con la mano de sus hermanos y subió al tren, justo antes de que este comenzara a moverse. Siguieron agitando las manos, despidiéndose de sus familias, hasta que el tren comenzó a tomar velocidad y se alejaron de la estación.

- Ven, vamos a buscar un compartimiento – dijo James, arrastrando su baúl – Mis primos deben estar por algún lado.

Cressida conocía a los primos de James, por las fiestas de cumpleaños, pero no estaba segura de conocerlos a todos, porque eran demasiados. Ella no tenía más primos cercanos aparte de Teddy (tenía unos primos muggles a los que raras veces veía), pero Teddy ahora tenía novia, y desde que tenía novia ya no pasaba demasiado tiempo con ellos.

La puerta de un compartimiento se abrió y una chica también rubia, que debía ser un par de años mayor que ellos, salió de él. Cuando vio a James, agitó la mano en señal de saludo.

- ¡Hola James! Nos estábamos preguntando dónde estarías – dijo la chica, y luego miró a Cressida – Tú debes ser la chica Malfoy, ¿verdad? ¿Cómo te llamas?

- Cressida.

- Hola, Cressida, yo soy Dominique. Vengan, estamos todos aquí.

"Todos" eran los primos Weasley, por supuesto, pero se trataba sólo de Dominique, otro muchacho de encrespado pelo negro, Fred, y sus hermanos, que también estaban empezando Hogwarts ese año. Roxanne Weasley era una chica de largo pelo de rojo cobrizo, y al igual que su hermano, de piel morena. Cressida pensaba que, en conjunto, su apariencia era agradable, pero ni ella ni Fred – y ciertamente tampoco ella misma – tenían el resplandor de Dominique o de su hermano menor, Louis, que parecían simplemente demasiado perfectos.

- Y bien, ¿en qué casa crees tú que vayas a quedar, Louis? – preguntó James, mientras jugaba una partida de ajedrez mágico con su primo.

El chico rubio sonrió.

- Ni idea. Victoiré dice que acabaré en Ravenclaw, Dom dice que estaré en Gryffindor…

- Gryffindor es lo mejor – dijo Dominique, chocando palmas con Fred.

- … y como yo lo veo, no tengo ninguna preferencia en particular.

- Yo quiero estar en Gryffindor, por supuesto – dijo Roxanne. – Nuestros padres estuvieron en Gryffindor, y nuestros abuelos, y todos nuestros tíos.

- Casi todos – le corrigió James.

- James por supuesto quiere ir a la casa de las serpientes – dijo Fred en un tono de burla - ¿A qué te desheredan si no sigues la tradición familiar?

- Cállate, Fred.

Al parecer a James sí le importaba, porque se había distraído en el juego. Cressida se fijó en que el chico estaba a punto de mover una pieza en una posición que le haría perder a la Reina – un error que nunca cometería en una de sus habituales partidas -, y le codeó, señalando con los ojos el tablero.

- La ayuda no se vale, James – dijo Louis, sonriendo. - ¿Qué no puedes hacerlo solo?

- Puedo ganarte sin ninguna ayuda, gracias – dijo James, echándole una mirada molesta a Cressida, así que ella se apartó un poco más, y decidió sacar su libro de Biología, para releer un rato antes de llegar a Hogsmeade, no sin antes murmurar algo sobre los idiotas malagradecidos.

A la abuela Cissy no le gustaba tanto que ella se pasara el día leyendo esos libros muggles, ¿pero qué iba a hacer si ya había leído todo el material que se suponía que iban a estudiar en Hogwarts ese año? Tenía que entretenerse con algo, y su padre había estado muy orgulloso de ella, cuando le trajo esos libros – dijo que había resultado incluso más inteligente que su madre, y que era Hogwarts no tendría una estudiante más brillante que ella.

- Y tú, Cressida, ¿en qué casa te gustaría quedar?

No era algo en lo que ella hubiera pensado mucho antes, nunca le había parecido algo importante. Sabía que su madre fue de Gryffindor, pero que su padre igual que todos los Malfoy antes que él fueron Slytherins. Se suponía que ambas eran las mejores de las cuatro casas, pero cualquiera estaría bien para Cressida. Ella se encogió de hombros.

- Me da lo mismo – dijo.

- Eso es, dame esas cinco – dijo Louis Weasley, levantando su mano, y ambos chocaron palmas.

Unas horas después, luego de interminables partidas de ajedrez y más dulces y comida de lo que ninguno de los seis pudiera comer, el tren se detuvo en su parada final. Dominique y Fred se despidieron de ellos, dejando a los cuatro chicos de primero solos. Mientras todos los chicos de años superiores comenzaron a alejarse de la estación, rumbo a unos carruajes que les esperaban, un enorme hombretón de larga barba y bastante desaliñado se acercó a ellos.

- ¡Los de primer año por aquí! – dijo gritando y agitando los brazos para atraer la atención de los chicos -¡Todos los de primer año conmigo!

Cressida supo enseguida que debía tratarse de Hagrid, el guardabosques. Sus padres habían hablado de él, y por lo que dijeron era un hombre muy simpático, aunque su padre le advirtió que no se le ocurriera nunca tomar una clase de Cuidado de las Criaturas Mágicas – su madre le dijo que no hiciera mucho caso de las palabras de su padre, que a veces era un poquito sobreprotector – lo que, por supuesto, sólo le daba más curiosidad.

Luego de caminar un rato detrás del guardabosques, llegaron a orillas de un lago. Empezaba a oscurecer, y la vista del castillo del otro lado era espectacular. De hecho, Cressida nunca había visto nada tan hermoso. La vista de la cual disfrutaban en ese momento era suficiente para compensar el hecho de tener que subir en botes y cruzar el lago negro, ante el riesgo de que el calamar gigante volcara el bote o algo peor.

Cressida suspiró de alivio cuando, al llegar a las puertas del castillo, éstas se abrieron y dejaron ver a un hombre alto y de cabello oscuro, vestido en una túnica azul oscuro: el profesor Longbottom, que era amigo de sus padres. Una cara conocida, al menos.

- Los de primer año, profesor Longbottom – dijo Hagrid.

- Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.

El profesor Longbottom les dio paso a un enorme vestíbulo, y les condujo hacia una pequeña habitación vacía – Cressida podía oir, del otro lado, las voces y el barullo del resto de los estudiantes, así que el Gran Comedor debía estar cerca -, donde les dijo que esperaran hasta que volviera por ellos.

- Todavía no sé por qué deben tomarse tanto tiempo para preparar la ceremonia. – se quejó James – después de todo es sólo un sombrero, ¿o no?

- ¿Un sombrero? – preguntó una chica detrás de ellos.

Era algo más bajita que Cressida, era muy pálida, y llevaba el pelo negro hasta los hombros.

- ¿Por qué un sombrero?

- Así es como se seleccionan a los estudiantes en Hogwarts – explicó Cressida, deduciendo que la chica debía ser hija de muggles – llaman una lista, nos sentaremos en una silla y ponen un sombrero sobre nuestras cabezas, y el sombrero dice en qué casa quedamos.

La chica abrió los ojos del tamaño de unos platos, sorprendida.

- ¿Y sólo eso? ¿Así, nada más?

- Pues claro – dijo James, rodando los ojos - ¿Qué esperabas? No te van a pedir que hagas magia, cuando apenas tienes tu varita…

- Soy Cressida, y éste es James – dijo ella, haciendo las presentaciones por ambos - ¿Cómo te llamas?

- Clara. – dijo la chica, sonriendo tímidamente – Clara Dursley.

- ¡Hola! – saludó otro chico, pecoso y de pelo castaño, haciendo a un lado a Clara cuando apenas iban a iniciar una conversación con ella – tú debes ser James Potter, ¿verdad? Te vi con tu padre en la estación…

James bufó, y él y Cressida intercambiaron una mirada de entendimiento. Ella rodó los ojos y contuvo una risa. Ya sabían, cuando sus padres le hablaron del tema hace unas semanas, que esto sucedería.

- Sí, soy James Potter, ¿y tú eres?

- Alexander McLaggen. – El chico extendió la mano, y James se la estrechó por cortesía – Mucho gusto.

Cressida frunció el ceño. McLaggen. Había un hombre con ese apellido en el trabajo de su madre. Ella siempre se quejaba de lo latoso que era.

- Ella es Cressida – dijo James, señalándola, porque hasta el momento McLaggen pasaba completamente de ella. Lo cual a ella no le importaba, para nada. Pero mostraba que no tenía una pizca de educación, y su abuela Cissy y su madre reprobarían completamente ese comportamiento.

- Ah, hola.

- Hola.- dijo ella secamente.

Por suerte, el profesor Longbottom volvió por fin, para conducirlos al Gran Comedor. El barullo se calmó por un momento, porque el sombrero comenzó a cantar una larga canción sobre la historia de las casas, algo que a Cressida le parecía francamente aburrido. Cuando la canción acabó por fin, el profesor desenrrolló un largo pergamino, y comenzó a llamar nombres uno por uno…

Ella aguardó. Alkins, Marion fue seleccionada para Hufflepuff; Abraham, Annette, también. Adair, Frederik fue el primero en ser seleccionado para Ravenclaw; y Bloodworth, Lance, fue la primera nueva Slytherin. La mesa de verde y plata estalló en vitores.

- ¡Dursley, Clara!

- ¡GRYFFINDOR!

- ¡Finnigan, Dinora!

- ¡GRYFFINDOR!

Mientras los nombres iban pasando y los estudiantes se sentaban en las mesas de sus respectivas casas, el grupito de alumnos de primer año amontonados se reducía más y más. Luego de que Lynton, Helena fuera seleccionada para Ravenclaw, llegó el momento en que le tocaba a ella.

- ¡Malfoy, Cressida!

Cressida estaba muy tranquila cuando se puso el sombrero. Pero el muy tonto no se decidía. ¿A dónde mandarla? Había valor, sin duda. También un gran sentido del honor y la lealtad. Toda esa inteligencia, la sed por el conocimiento… haría una buena Ravenclaw. Por otro lado, era muy ambiciosa, ¿o no? Siempre quería ser la primera en todo. Podría ser una gran líder en Slytherin… pero las ansias de aprender por el bien del conocimiento también eran muy fuertes. ¿Qué hacer con ella?

Cuando más de dos minutos pasaron, Cressida comenzó a enfadarse. ¿Por qué no cambiaban ese viejo cachivache si no servía para lo que tenía que hacer?

- Sólo ponme en una casa, ¿de acuerdo? – Los estudiantes comenzaban a murmurar – No puedo estar aquí toda la vida.

El Sombrero Seleccionador siguió debatiéndose por un largo rato, Cressida comenzó a contar los segundos en su cabeza, y luego de lo que parecieron casi seis minutos – una verdadera eternidad – el sombrero tomó por fin una decisión.

- ¡SLYTHERIN!

Aliviada, ella se sacó el sombrero y fue a la mesa de las serpientes, donde los demás estudiantes aplaudían a modo de bienvenida.

- Hola – dijo una chica también de primer año, que estaba sentada a su lado – soy Lucretia, Lucretia Knightley.

- Soy Cressida – resondió ella, dándole una sonrisa.

- ¡Te has tardado un montón allá adelante! – Cressida miró sus manos, avergonzada – Oí de eso, claro, pero todavía… Wow… se supone que hay un Hatstall cada cincuenta años, o algo así.

Cressida sonrió de nuevo.

- Algo así, supongo.

Por fin llamaron a James. Apenas el sombrero tocó su cabeza, gritó: "GRYFFINDOR!" Mientras caminaba hacia la mesa de los leones, miró una sola vez en dirección a Cressida. No parecía muy contento, y Cressida sintió un malestar en el estómago.

Roxanne Weasley fue a parar a Gryffindor, igual que su hermano, pero Louis Weasley fue otra sorpresa, cuando fue seleccionado para Slytherin y fue a sentarse en la misma mesa que Cressida, a sólo unos lugares de distancia. Pero en ese momento, el hecho de que no todos fueran desconocidos no constituía un gran consuelo para ella, y estuvo distraída el resto de la hora, mientras cenaban.

Cuando por fin iba a abandonar el Gran Comedor, siguiendo a sus prefectos, ella se retrasó un poco para alcanzar a James, que se dirigía ahora al otro extremo del castillo.

- ¿Qué quieres? – preguntó él.

- ¿Estás bien? – preguntó Cressida. – Pareces algo… - "enfadado" iba a decir, pero le pareció que no era prudente usar esa palabra.

- Estoy bien – dijo James, pero su tono de voz era inusualmente frío – Y ahora me tengo que ir con mis compañeros. Y vete ya, ¿acaso le quieres quitar puntos a tu casa la primera noche?

El chico dio media vuelta y se fue, y Cressida no necesitó más para comprender que, de todas las veces que James se había enfadado con ella, esta era la peor. Y ella ni siquiera podía ser culpable de nada. Ella había acabado en Slytherin – como en el fondo, creían que iba a pasar –, a pesar de que no le importara tanto; pero James, que sí quería estar en la misma casa de sus padres, no había tardado un segundo en ser seleccionado para la casa rival.

Bien, tampoco era culpa suya que él quisiera portarse como un tonto ahora. Cuando ella también salió corriendo para alcanzar a los compañeros de su casa, no pudo evitar pensar en que, aunque siempre habían sido competitivos, en realidad era la primera vez que ella y James estaban en equipos diferentes.