BRAVE - by Phoenix-Talon

-Capítulo 01-

N/A: Este fic no me pertenece, me limito a traducir una maravilla escrita por Phoenix-Talon, así que el mérito es suyo :3 yo me limito a traducir/adaptar de la forma más fiel posible. Si entendeis inglés, os recomiendo que leais su versión original y su continuación, Fearless, ambas disponibles en FF

Esta es mi primera traducción :P espero hacerlo bien. Como buena traductora, tendré que cambiar algo algunas cosillas para que quede bien en nuestro idioma, pero prometo hacer cuanto esté en mi mano para mantenerme todo lo fiel posible a la versión original

Let's say a big THANK YOU to Phoenix-Talon, the girl who wrote this story and gave me permission to translate it n.n


Baelfire tenía siete años cuando se dio cuenta, por primera vez, de que era pobre.

Tampoco es que pensara que provenía de una familia rica. Siempre había sido consciente de que había otras familias con ropas más bonitas y más juguetes. Pero aun así darse cuenta de que su familia se encontraba en el umbral más bajo de la pobreza no había sido un descubrimiento agradable.

Aquella noche, la cena fue exigua. Unas cortezas de pan y un tristemente pequeño bol de gachas fue lo que apenas llenó el estómago de Baelfire. Pero se lo comió todo y miró a su padre con sorpresa.

- ¿Por qué no comes, papá? - preguntó

Su padre evitó la pregunta con un "he comido antes, hijo". Pero Baelfire supo que era mentira. Había sido un largo dia. Su padre había hilado e hilado todo el tiempo, salvo durante la pausa de mediodía, cuando habían tomado un té ligero. Al principio, Baelfire no alcanzó a entender por qué su padre no comía. Pero esa noche, dando vueltas a su cama, se dio cuenta de la verdad. No había suficiente comida para los dos.

Baelfire sentía que aquel día había crecido. Siempre había sido un poco más maduro, un poco más mundano que sus amigos, pero ahora estaba más decidido a serlo que nunca. Dejó de quejarse de los interminables días de trabajo, de la falta de dinero para juguetes y ropa, de su padre estando siempre demasiado cansado para jugar. Estaba decidido a aligerar la carga de su padre.

/-/

La mañana de su undécimo cumpleaños, Baelfire se levantó temprano. Era un claro día de Septiembre y el chico esbozó una sonrisa, complacido por el brillante sol. Se puso una túnica y unos calzones limpios y caminó siguiendo el sonido de la rueca de su padre.

Rumpelstitskin levantó la mirada de su trabajo.

- Buenos días, Bae - le saludó, con voz cansada - Feliz cumpleaños, hijo

- Gracias, papa - respondió Bae, sentándose junto a él. Tomó un puñado de lana de los pies de su padre y empezó a limpiarla.

- No, no, hijo - le paró Rumpelstitskin, quitándole suavemente la lana de las manos - Hoy no. Vete, sal a jugar.

- Pero papa - protestó Baelfire - No necesito jugar. Quiero ayudarte.

- Oh, Bae… - Rumpelstitskin esbozó una sonrisa triste - No tengo dinero para regalos o dulces o para darte cualquier otra cosa por tu cumpleaños. Y lo lamento profundamente. Pero puedo permitir que pases el dia jugando con tus amigos. Un día no significa gran cosa.

Baelfire quería protestar, pero Rumpelstitskin parecía tan desilusionado y culpable… Si había algo que no soportaba era la visión de su padre odiándose a sí mismo. De modo que cogió su capa, abrazó a su padre y salió de su pequeña cabaña, parpadeando ante la luz solar.

/-/

Rumpelstitskin y su hijo vivían a las afueras de la aldea, cerca del bosque. Su casa era pequeña, apenas tres habitaciones, con un tejado raído y remendado que goteaba durante la época de lluvia. Al norte de la cabaña había campos de ovejas y molinos salpicando el terreno.

No se podía decir que su vida fuera perfecta (la mirada cansada de su padre y su pobreza constante lo impedía) pero él era feliz. Sabía que su padre le quería con locura y él le correspondía con todo su afecto. Y Baelfire era un hijo leal. Su único deseo no era para sí mismo; era que su padre sanara de los demonios que lo consumían.

- ¡Baelfire! - el aludido se volvió y vio a su amigo Crispin corriendo hacia él.

- ¡Hola! - saludó alegremente. Crispin siempre había sido un buen amigo. Tenía un corazón noble que hacía juego con sus alegres ojos azules y era lo suficientemente fornido para desafiar a cualquiera que molestara a Baelfire o que se burlara de su padre.

- Feliz cumpleaños, Bae - Crispin ventiló las formalidades por la vía rápida - Espero que hayas tenido un montón de regalos

- Oh, sí. Montañas - mintió Baelfire - Papa no me deja abrirlos todos, dice que me llevará demasiado tiempo - por la empatía en los ojos de Crispin, sabía que su amigo era consciente de que mentía, pero en honor a su amistad, Crispin no dijo nada.

- Bueno - dijo Crispin - Estamos jugando a los guerreros entre los árboles. ¿Te apuntas? Como es tu cumpleaños, te dejaré usar mi honda - añadió con benevolencia.

Los ojos de Baelfire se iluminaron. La honda de Crispin era un arma preciosa, hecha de madera de caoba y con una correa de piel de ciervo. Era la envidia de todos los niños de la aldea.

- ¡Claro! - exclamó, ilusionado. Aceptó con reverencia la honda de Crispin, tocando la madera con suavidad, sonriendo a su amigo.

- Bien, ¡nos vamos al bosque! - dirigió Crispin - Puedes el arquero de mi equipo, sube a un árbol y cuando veas a Drosdan o a Gormal, ¡apunta y dispara! - sus ojos azules brillaron traviesos - ¡Yo les venceré con mi poderosa espada! - cogió un palo largo, del tamaño de un cayado, y lo levantó triunfante.

- Si, mi señor - dijo Baelfire solemnemente - ¡Seré tan rápido como un duende! - tras decir eso, corrió como una flecha hacia el bosque, buscando el lugar perfecto para esconderse.

/-/

Baelfire no tenía permiso para adentrarse mucho en el bosque, pero estaba tan emocionado por el juego que se internó un poco más de lo habitual. A lo lejos vio el árbol perfecto, un arce con la altura suficiente para ver a cualquiera que viniera desde cualquier dirección. Mejor aún, estaba cerca del camino que cruzaba el bosque, que suponía que usarían sus amigos. Alegremente, cogió algunas piñas y unas cuantas piedras como munición. No pensaba herir a nadie; Baelfire no era un niño cruel, pero sería divertido para cualquiera que tuviera el honor de llevar la honda lanzar unas cuantas piedras de verdad.

Trepó al árbol con rapidez, encontró una rama relativamente cómoda y esperó tranquilamente a sus compañeros. El dia era verdaderamente perfecto; no había nada que Baelfire disfrutara más que el sonido del bosque y sentirse bien resguardado en el verde follaje.

Escuchó pasos y voces. Impaciente, se asomó entre las hojas, mirando hacia el camino, buscando con la mirada a Drosdan o a Gormal.

En lugar de a sus amigos, vio a una mujer con una capa azul claro, intentando dejar atrás una imponente figura embutida en una armadura de color verde oscuro. Baelfire frunció el ceño, escuchando.

- Vamos, milady - dijo el hombre - Póngaselo fácil. Vuelva conmigo. Dudo que Sir Gastón esté enfadado; molesto a lo sumo.

- Ni loca - replicó la mujer, con un leve sarcasmo - Sir Rugen, probablemente apreciaría vuestro empeño en encontrarme incluso más que Gastón. Pero no tengo la más mínima intención de volver. Nunca.

El hombre suspiró, como si la situación no fuera más que una molestia.

- Milady, tengo órdenes. Debo llevaros de vuelta, y eso haré - su mano se cerró alrededor del brazo de la mujer como un cepo.

- Rugen, suéltame - la voz de la mujer era afilada como un látigo - Lo digo en serio. ¡Déjame ir!

Baelfire sabía qué hacer. Una dama estaba en peligro y le correspondía a él salvarla. Cogió una piedra de tamaño considerable de su munición y la cargó en la honda. Apuntó con cuidado (no podía arriesgarse a hacer daño a la dama) hacia el centro del pecho del villano, con la intención de dejarle sin aire. Respiró profundamente y soltó la correa.

Se oyó un satisfactorio zumbido y Baelfire esperó con impaciencia a ver si golpeaba su objetivo. Herró el blanco. La piedra golpeó la cabeza del hombre con un ruido sordo. Y el hombre cayó como una mosca.

Uuups. Baelfire pretendía que el grosero caballero se doblara sin respiración, no dejarle inconsciente. Parpadeó.

La dama miró la figura desplomada a sus pies. Baelfire esperaba que saliera corriendo, pero en lugar de eso, se volvió hacia el bosque.

- ¿Quién ha hecho eso? - llamó - ¡Me gustaría agradecérselo!

No sería honorable negarle eso a una dama. Baelfire de deslizó del árbol y se acercó a ella.

- He sido yo - confesó - No quería hacerle daño…

La dama sonrió, bajándose la capucha. Baelfire sintió un leve mareo. Era, con toda seguridad, la mujer más hermosa que había visto. Era alta y hermosa, con unos penetrantes ojos azules y bucles castaños levemente enredados. Sus labios eran brillantes; su piel, clara… realmente, parecía una princesa salida de un romance antiguo. Se preguntó si podría ser una princesa encantada de verdad, o si tendría sangre de hada.

Ella inspeccionó la víctima de Baelfire con un interés casi científico.

- No creo que le hayas herido de gravedad - informó, dando golpecitos en la cabeza del desafortunado Sir Rugen con su bota - Tiene un pequeño rasguño en la cabeza y probablemente se despertará con un horrible dolor de cabeza - le dirió otra sonrisa y Baelfire siguió considerando la idea de que fuera un hada - Por cierto… esto en deuda contigo.

Él se estiró, intentando parecer más alto.

- Era lo que el honor exigia hacer - dijo rápidamente - Ningún caballero debería ponerle la mano encima a una dama en contra de su voluntad.

Ella dejó escapar una risita.

- Soy afortunada de tener mi propio David para luchar contra este Goliath. ¿Puedo conocer el nombre de mi salvador?

- Me llamo Baelfire, milady - se hincó, orgulloso

- ¿Baelfire? - sus ojos azules se iluminaron ante el nombre - Un nombre fuerte, adecuado para un guerrero - Baelfire sonrió, sintiéndose excepcionalmente orgulloso - Y no hay necesidad de ningún "milady". Mi nombre es Belle - hizo una leve reverancia y Baelfire se inclinó cuanto pudo, como le había enseñado a hacer su padre para el caso de conocer a alguien de la nobleza.

Se quedó pensando en su rechazo a ser llamada "milady". Era claramente de la nobleza (sus ropas y su recatada forma de hablar lo demostraban) y aun así tenia la suficiente gracia y humildad para pedir ser llamada por su nombre de pila. Era una criatura extraña e intrigaba cada vez más a Baelfire.

Aquel se estaba convirtiendo en un buen cumpleaños.

- ¿Por qué iba tras de ti? - le preguntó, con curiosidad. Los labios de Belle se curvaron traviesamente ante la pregunta.

- Le debe lealtad a mi ex-prometido - explicó Belle, sacudiéndose las faldas y examinando las marcas que Sir Rugen le había dejado en el brazo - Que por cierto está bastante irritado desde que rompí el compromiso y me escapé.

Ahora, Baelfire si que estaba realmente interesado. ¿Una novia a la fuga? Inmediatamente, llegó a la peor conclusion y frunció el ceño con fiereza.

- ¿Era cruel contigo?

Belle se encogió de hombros.

- La verdad… no tenía intención de quedarme a su lado el tiempo suficiente para descubrirlo - respondió con decisión - Lo he visto tratar otros de una forma bastante…brutal. Era un caballero conmigo, pero, por supuesto, nuestros encuentros siempre fueron con carabina… - suspiró - De todas formas, nunca me preocupó mucho. No me gusta la superficilidad y… bueno… - se estiró - Nadie decide mi destino, salvo yo.

Baelfire respetaba el valor y le gustó el inmenso coraje que destilaban los ojos de Belle.

- Entonces... ¿dónde vas a ir?

Una sombre de duda cayó sobre Belle.

- No estoy segura - respondió quedamente - Quiero viajar, eso lo tengo claro. Pero, por ahora, será mejor que me esconda durante un tiempo, dado que Gastón me está buscando.

En ese momento, Baelfire tuvo una chispa de inspiración. Emitió un jadeo de excitación y Belle lo miró, dubitativa.

- Tengo una idea - explicó, con algo de ansiedad - ¡Podrías quedarte con mi padre y conmigo hasta que tu prometido deje de buscarte! ¡Podemos esconderte con facilidad!

Tal vez aquella no fuera la verdad, pero Baelfire estaba demasiado entusiasmado con su plan que apenas consideró todas sus posibles ramificaciones.

Belle, por otro lado, era más práctica.

- Oh, no podría pedirte esto, Baelfire - se inclinó levemente para besar su mejilla - Pero gracias de todas formas

El beso en la mejilla de Baelfire no hizo más que aumentar su determinación.

- ¡No, no es problema! ¡Es un plan perfecto, Belle! Gastón te buscará en posadas y tabernas, donde van los viajeros. ¡Nunca te buscaría en casa de un pobre hilandero!

Un destello de comprensión atravesó el rostro de Belle y Baelfire supo que se había apuntado un tanto.

- Bueno... no podría imponerme a tus padres... - empezó a excusarse

- Mi madre murió - dijo Baelfire alegremente - Y a mi padre no le importará. ¡Vamos, Belle! ¡Es un buen plan!

Aquello no era cierto, exactemente, y si Baelfire hubiera pensado en ello un poco más, se hubiera dado cuenta de que a su padre si le hubiera importado bastante.

- Bueno... - dijo Belle, con reticencia - Si... si tu padre está de acuerdo, aceptaré vuestra hospitalidad con alegría.

- ¡Excelente! - Baelfire sonrió - ¡El trato está sellado!