CAPÍTULO I

Bélder es una urbe situada en el centro del continente de Elios y su situación estratégica la ha llevado a convertirse en la capital del continente. Sus límites se extienden hasta la costa y su concurrido puerto es la vía de entrada de numerosas mercancías además de una excelente vía de comunicación con la lejana ciudad de Hamel, situada en el otro continente. Se trata de una mole de imponentes rascacielos rodeada por unos suburbios mucho más modestos, Bélder es una ciudad de contrastes donde el lujo de su centro financiero con sus teatros, museos y distinguidos clubes se opone a los miserables barrios de la periferia. Su bullicio atrae a turistas y curiosos pero también a delincuentes ya que Bélder se ha ganado el puesto como el centro de intercambio de Éldrit más importante del continente.

El Éldrit es un compuesto mineral que en un principio se extraía de las minas de Altera y era únicamente empleado por los Nasods, una raza de robots, como combustible. Sin embargo, poco a poco sus propiedades fueron conocidas por los humanos y decidieron colaborar con los Nasods en su extracción en las minas de Besma y Altera. Sin embargo, el potencial del Éldrit hizo estallar la ambición entre los humanos, el Éldrit podía usarse como arma y no sólo daba beneficios, sino un inmenso poder. Poco a poco las minas se fueron vaciando y se convirtió en un material escaso y sumamente preciado, la búsqueda de dicho material fue tan desesperada que se encontraron trazas del mismo en los bosques de Ruben y en los canales de Hamel. Los gobernantes de las distintas zonas del continente trataron de poner coto a su tráfico pero de una forma u otra acabaron formando parte del entramado que trataba de hacerse con su control a toda costa para arañar su proporción de beneficios. Incluso para algunas razas como los elfos el Éldrit era algo sagrado y veían con recelo que los humanos pretendieran obtenerlo y mancillarlo ya que aquello ponía en peligro el equilibrio entre sus mundos y su propia existencia, pero tras el tráfico de Éldrit no había nada sagrado, se había acabado profanando a cambio de poder y dinero.

El Éldrit extraído en Besma y Altera apenas se quedaba en dichas regiones ya que atravesaba el continente haciendo una ruta por Peita hasta la ciudad portuaria de Bélder desde donde viajaba a Hamel, aunque surcando los mares a veces llegaban partidas del mismo ocultas en algún contenedor de un barco que desembarcaba en Bélder, de ahí que fuese un intercambiador, el nudo que unía todas las redes a través de las que se movía dicho mineral.

Como era habitual, las autoridades, con el gobernador Lendo a la cabeza llegaron tarde a la posibilidad de sacar tajada de todo aquello, Bélder pasó en poco tiempo a estar dominada por una serie de grupos que controlaban el tránsito del Éldrit. El primero de aquellos grupos era conocido como "La Hermandad de los Cuervos" y estaba liderado por Raven, un antiguo mercenario que harto de las decepciones que había ido sufriendo en el pasado optó por comenzar otro tipo de negocio en cuanto tuvo la oportunidad y se percató de lo mucho que el Éldrit podría valer en el futuro. Abrirse un hueco le costó bastante pero una vez que lo logró, podría decirse que llegó a gobernar la ciudad con mano de hierro desde las sombras. Aquella expresión pronto fue literal cuando Raven perdió su brazo izquierdo en una reyerta y le tuvieron que implantar un mecanismo Nasod para sustituirlo.

Pasado un tiempo, llegó a la ciudad un chico llamado Ciel que quiso ocuparse también del tráfico de Éldrit sin saber que Raven vigilaba ojo avizor cualquier atisbo de competencia. En cualquier caso, Ciel no tardó en fundar otro grupo llamado "El Clan de los Porus" que luchaba por las migajas de Éldrit que quedasen en la capital. Raven no se sintió amenazado, el otro grupo no le había dado motivos para temerle pero le preocupaba más tener constantemente a la guardia del gobernador de Bélder tratando de darle caza. Lo cierto es que Ciel había logrado despertar su curiosidad y consiguió contactar con él para que acudiese a verle a su despacho, situado en una nave abandonada a las afueras de la ciudad. El recién llegado aceptó la oferta, no sin cierto recelo puesto que las historias que rodeaban a Raven eran bastante variadas y ninguna agradable, aunque confió en el aviso del chico tras el que no parecía haber malas intenciones.

En cuanto ambos se vieron por primera vez y Raven le dio a estrechar su mano derecha, la humana, ambos vieron algo de sí mismo en el otro, como el reflejo distorsionado de un espejo. Raven estudió al peliazul concienzudamente antes de pedirle que tomara asiento y esbozó una leve sonrisa al percatarse de su desconcierto mientras se arrellanaba en su sillón.

-No me gusta andarme con rodeos así que seré directo, ¿de acuerdo? Quiero hacerte una oferta que creo que no vas a poder rechazar.-Apoyó su mentón en la mano derecha dejando el brazo sobre el lateral del sillón y la mano izquierda tamborileando sobre la madera, mostrando sus largos y afilados dedos metálicos como si aquello fuera una amenaza velada. En cierto modo agradecía que tras el incidente le hubieran colocado aquel dispositivo pese a los cambios que había supuesto en él ya que complementaba su manejo de otras armas, así siempre estaba dispuesto para el combate-He oído hablar de ti y de tu grupo, cómo actuáis… y lo cierto es que me gusta. Verás, Bélder es una ciudad muy grande y aunque los Cuervos hemos ido ganando miembros y poder, a veces se me escapa. No es agradable tener a los perros de ese tal Lendo persiguiéndote, ¿sabes?-Alzó las cejas con suspicacia-Así que te propongo un trato: repartirnos el trabajo y controlar a medias el negocio. Tú te encargas de lo que llegue desde Peita y yo me ocupo del puerto. Obviamente cooperaremos, te prestaremos ayuda si algo se te resiste y espero que tú seas igualmente solidario con nosotros. ¿Qué opinas?

Ciel guardó silencio mientras meditaba la respuesta y clavó sus ojos azules en los ambarinos del contrario. Le estaba ofreciendo una alianza, una oportunidad de oro para culminar su ascenso por los entresijos del hampa. Al mismo tiempo intuía las consecuencias que podía conllevar todo aquello, en especial una mayor responsabilidad aunque si rechazaba era muy probable que la neutralidad que Raven había mantenido hacia él y su grupo se acabase, puede que demostrase su lado territorial y hostil hacia un grupo de novatos que pretendía imponerse a él. Suspiró hondo, el chico moreno frente a él le sacaría como mucho un par de años aunque su experiencia le superaba con creces y tenía que reconocer que todos los rumores que había oído sobre su presencia se quedaban cortos. Realmente su porte imponía quizás por las cicatrices de su rostro, la mano Nasod y el mechón blanco que coronaba su flequillo contrastando con el resto de sus cabellos de color azabache.

-Es muy precipitado, no sabría qué responder ahora mismo…-Ciel se removió en su asiento, chasqueando la lengua.

-Sí, es cierto.-El líder de los cuervos se puso en pie y asintió-Entonces medítalo tranquilamente, no es cuestión de tomar decisiones a la ligera. Te doy tres días para pensarlo, ¿está bien? Si no recibo respuesta entenderé que has rechazado la oferta.-Expuso con una expresión de fingida lástima que realmente escondía una amenaza. Le señaló la puerta y volvió a estrecharle la mano antes de conducirle hasta la entrada.

Aturdido, el peliazul no tardó en convocar una reunión urgente con el resto de Porus de su confianza y les expuso la situación, finalmente decidieron aceptar la mano que Raven les tendía. Desde entonces su control sobre la ciudad aumentó poniendo en jaque a las fuerzas del gobernador. Eran prácticamente intocables, temidos y respetados. Ambos lograban complementarse mutuamente gracias a las similitudes en su personalidad pero también recurriendo a sus diferencias. Raven era implacable y Ciel siempre le aconsejaba de forma prudente. El peliazul no solía dejarse llevar por la ira, al contrario que su compañero y era más propenso a la negociación y el diálogo aunque llegado el momento ambos sabían cómo luchar y defender su territorio; Raven con su garra Nasod y el manejo de su espada, Ciel empleando su par de cuchillos de asalto, unas curiosas armas híbridas entre espada y rifle.

Aquella noche ambos habían decidido acudir a "El jardín del Mividasvin" un conocido y selecto club con la intención de divertirse un poco. Sentados en un sofá cuya tapicería verde pretendía imitar un estampado floral y de hojas, los dos traficantes de Éldrit estudiaban el ambiente mientras probaban un licor de hierbas especialidad de dicho local cuyo amargor mentolado casi les provocó una arcada aunque más de un cliente seguramente lo tomase por aparentar. Ciertamente, el mundo que controlaban en Bélder estaba dominado por las apariencias, más de una vez Raven pensó que podría haber tratado de disimular sus cicatrices con tratamiento y cirugía pero aquello le habría restado bastante personalidad. Sus variadas cicatrices formaban parte de su pasado y de su esencia, renunciar a ellas habría supuesto renunciar a parte de su ser y a todo lo que le había llevado a convertirse en lo que era.

La decoración del club era cargante, pretendía simular un pequeño edén, un entorno natural y fresco pero acababa siendo tan artificial como la garra Nasod que Raven llevaba en su brazo izquierdo. El líder de los Cuervos resopló mientras dejaba el vaso sobre la mesita frente a él, a su lado, sentada sobre el brazo del sillón, una joven de cabellos rosados recogidos en gruesos tirabuzones pretendía llamar su atención. No estaba de humor en aquel momento y cruzó una mirada desesperada con Ciel que le respondió guiñándole el ojo con una pícara sonrisa y tuvo que evitar que no acabase transformándose en una carcajada al comprobar la frustración de su compañero. Raven había tenido varios escarceos con más de una chica pero ninguno de ellos había llegado a buen término. Algunas se acercaban a él precisamente por la fama que le precedía, otras fingían no saber nada de sus negocios pero acababan queriendo sacar tajada igualmente y si realmente no conocían nada de a qué se dedicaba y acababan enterándose, el resultado solía ser nefasto: o huían despavoridas o pretendían algún tipo de compensación. Por ello, había acabado acostumbrándose a que todo aquello fuera una especie de juego propio del entorno tan superficial que frecuentaba.

-¿Has visto a la belleza que no deja de mirarte desde la barra?-Le preguntó Ciel inclinándose hacia él para hacerse oír por encima de la música, luego señaló con el pulgar discretamente hacia el lugar indicado.

-¿Seguro que no te está mirando a ti?-Replicó el moreno después de mirar hacia donde le había enseñado. La tenue iluminación no le dejaba apreciar bien a la chica, pero la localizó sola al final de la barra.

-Venga, tú siempre has sido el rompecorazones del grupo.-Ciel le dio unas palmaditas en la espalda animándole a levantarse-Además, así tienes excusa para que te dejen tranquilo.-Añadió en tono cómplice y soltando una risita.

-Tienes razón…-Murmuró el Cuervo poniéndose en pie tras observar que la joven pelirrosa a su lado seguía insistiendo-Lo siento mucho, he de irme, encanto.-Se excusó con una leve sonrisa que pretendía ser afable y le dio un par de besos en la mejilla a la chica procurando que fuese un gesto que no diese lugar a malentendidos, el mismo trato cordial que dispensaría a una conocida cualquiera.

Seguidamente inspiró hondo, aliviado e ignorando las protestas de la chica de rizos rosáceos a su espalda. Emprendió la marcha en busca de la otra joven a la que Ciel se había referido y al ir acercándose se percató de que el peliazul no mentía puesto que disimuladamente no dejaba de observarle con cierto interés. A su vez, Raven la examinó detenidamente en el corto trayecto. Era una chica rubia con el pelo recogido en un sobrio moño alto, llevaba un ceñido vestido negro de vuelo vaporoso que le llegaba por encima de las rodillas con escote redondo y mangas abombadas de tul adornado por un estampado de flores y detalles de pedrería, tacones negros no especialmente altos y aferraba una pequeña cartera negra casi retorciéndola en sus manos de forma nerviosa. Muy guapa y bastante elegante, su rostro aniñado y angelical y su actitud de encontrarse fuera de lugar terminaban de dar forma al conjunto. Probablemente pasaría desapercibida o eso era lo que estaba intentando, el líder de los Cuervos no dejaba de preguntarse qué tipo de chica sería, por su porte lo que más encajaba era una modelo, tal vez aspirante a actriz. Aquel tipo de clubes siempre estaba repleto de lo más granado de la sociedad de Bélder.

-Buenas noches.-Dijo Raven al llegar junto a ella con una estudiada sonrisa encantadora-Me he estado fijando y llevas un tiempo sola.-Comentó en tono casi preocupado sin referirse al hecho de que al parecer había sido ella quien había centrado su atención en él primero-Por cierto, me llamo Raven.

-Encantada, yo soy Seris.-Respondió la rubia estrechando la mano que el exmercenario le ofrecía, para ese tipo de cosas siempre era la mano humana-Sí, he venido con un par de amigas más pero me han dejado sola.-Seris volvió la cabeza mordiéndose el labio inferior, pintado de un rojo intenso que destacaba contra la palidez de su piel.

-Qué descortesía.-Raven negó con la cabeza desaprobatoriamente y chasqueó la lengua. Muy probablemente sus amigas, si es que realmente había venido con ellas ya hubieran encontrado a alguien con quien pasar la noche aunque por supuesto se abstendría de mencionarlo-Si no te invito a algo y te hago un poco de compañía me voy a acabar sintiendo mal… ¿qué te apetece?-le preguntó mientras la miraba de reojo y se acodaba en la barra.

Por su parte, Ciel no se había movido de su sitio. Sujetaba el vaso con aquel líquido verdoso moviéndolo en su mano para oír el tintineo de los cubitos de hielo y mantenía una trivial conversación con la pelirrosa que había desistido en echarle el anzuelo a Raven y ahora lo intentaba con él aunque de cuando en cuando vigilaba a su compañero para tratar de imaginarse cómo le iba. Si se marchaba con la otra chica y lo dejaba solo, lo entendería y no le importaba, en cierto modo estaba acostumbrado y sabía que para los asuntos y negocios importantes acabarían volviendo a congeniar.

-Un cóctel de piruleta, por favor.-Pidió Seris exhalando un suspiro tras titubear, se cogió uno de los mechones rubios que enmarcaban su rostro y comenzó a juguetear con él, enrollándolo en sus dedos.

-De acuerdo.-Raven asintió y alzó la mano para llamar la atención del camarero, él pidió un whisky sólo con hielo y pagó al momento. A la hora de beber prefería no arriesgarse con complejos cócteles, ya estaba bastante escarmentado del licor de hierbas que era la especialidad de aquel local-Y dime, ¿estás aquí por negocios o por otro motivo?-Preguntó mientras le tendía el vaso con un líquido rosáceo a la chica y brindaba con ella.

-En teoría por diversión pero a este paso va a acabar convirtiéndose en puro compromiso,-La chica hizo un mohín de disgusto, luego se volvió hacia el moreno con gesto de curiosidad-¿Qué hay de ti?

-Bueno, dicen que no hay que mezclar negocios con placer pero yo suelo discrepar en eso.-El exmercenario se encogió de hombros tras dar un trago y juguetear con el vaso sobre la barra, prefería no dar detalles al respecto debido a lo delicado de su situación-Creo que puede haber momentos para todo si uno se organiza bien, de lo contrario sería todo demasiado aburrido, ¿no te parece?

-Es una filosofía bastante interesante, la verdad.-La rubia asintió sin poder evitar una leve sonrisa.

Raven iba a replicar agradeciendo el halago y la comprensión pero escuchó que la música se suavizaba bastante, al parecer la noche estaba en ese punto álgido en el que se decidían a poner piezas más lentas para que las parejas intimasen en la pista de baile y decidió aprovecharlo.

-Para que no estés aquí por compromiso me preguntaba si… ¿te apetece bailar?-El chico le ofreció la mano derecha y Seris asintió.

-Por supuesto, espera un segundo.-La chica apuró su cóctel, relamiéndose y se perdió camino del guardarropa en el que Raven supuso que iba a dejar su cartera. El exmercenario la vio marcharse mientras daba el último sorbo a su whisky analizando su paso apresurado, el movimiento de su cuerpo al compás de aquel repiqueteo de tacones y suspiró.

Por suerte para él, la chica no tardó en regresar, apenas había movimiento de gente accediendo o saliendo del local y la mayoría se agolpaba en la barra o en la pista. Al llegar a su lado, Seris aferró la mano del moreno y caminaron hacia la pista de baile. La chica notó cómo se pegaba al musculoso cuerpo del exmercenario y de reojo comprobó que la mano que este había colocado en su cintura no era humana, el oscuro metal del que estaba hecha camuflada con la tela de su chaqueta no desentonaba demasiado. Raven apreció aquel gesto pero se relajó cuando Seris fijó sus ojos azules en los suyos y ambos se perdieron durante unos segundos en la mirada del contrario mientras comenzaban a bailar. Seris no supo por qué pero entre los brazos del exmercenario se sintió segura, arropada y protegida. Por su parte, Raven tenía que admitir que la joven era preciosa y poder bailar con ella estaba siendo toda una delicia. Era como una delicada muñeca de porcelana que pudiera quebrarse en cualquier momento, apenas sabía nada de ella pero cada segundo que pasaba se sentía más atraído y decidido a saber más de ella. Seris se dejó llevar por el ritmo que marcaba el chico y exhaló un suave suspiro mientras recostaba la cabeza en el hombro derecho de su pareja de baile. No obstante, aquel momento duró poco ya que pudo divisar a uno de sus guardaespaldas entre la multitud e inmediatamente se separó, poniéndose rígida y dejando a Raven bastante desconcertado de tal forma que este la soltó.

-Tengo que irme…-Murmuró la chica con un hilo de voz-Gracias por invitarme, Raven, has sido muy considerado.

-Espera, Seris, ¿te ocurre algo? ¿He hecho algo que te haya molestado?-El interpelado parpadeó, incrédulo y siguió a la chica fuera de la pista de baile titubeando sobre si debería tomarla de la mano o no.

-No es eso, de verdad. Sólo necesito tomar el aire.-Seris negó con la cabeza y le miró de reojo comprobando que le seguía. Su intención era sacar sus pertenencias del guardarropa y abandonar el lugar.

-Entonces déjame acompañarte, por favor.-La preocupación empañaba la voz del moreno al formular aquella petición. Ciertamente su repentino cambio de actitud lo había alarmado.

Seris recogió su cartera y un bolero negro de hilo a juego con el vestido que se colocó enseguida para salir a la calle. Agradecía la preocupación de su acompañante pero por desgracia aquellos episodios eran habituales en ella. Siendo la hija de un acaudalado banquero había crecido rodeada de escoltas y sobreprotegida hasta tal punto que había llegado a la conclusión de que jamás podría ser ella misma ni disfrutar de la verdadera libertad. Cuando alguno de aquellos fieles guardianes impuestos por su padre irrumpía en escena era como un pájaro que tomaba consciencia de que se hallaba enjaulado, la suya era una jaula de oro llena de comodidades pero no dejaba de ser una jaula y aquello le provocaba una enorme frustración.

-¿Quieres que demos un paseo? Hay un parque por aquí cerca.-Propuso Raven que no tardó en rodear a la joven por la cintura pegándola a él al comprobar que se había encogido sobre sí misma tal vez al notar el rocío de la noche.

-Sí, es una buena idea.-La chica se acurrucó con un suspiro, estaba mucho más tranquila pero por un momento se había hallado al borde de las lágrimas y esperaba que su acompañante no se hubiera fijado en ello.

Apenas habían caminado unos metros, tenían que cruzar la calle para llegar hasta la entrada del parque pero no tardaron en salirles al paso los guardaespaldas de la chica. Una pareja de gorilas en traje con comunicadores en los oídos que se cruzaron de brazos frente a ellos formando una muralla humana. Raven miró de reojo a la rubia, quien resopló con fastidio y se enderezó un poco, por un momento el exmercenario pensó que se separaría pero para su alivio no lo hizo. En un primer momento pensó que eran parte del personal de seguridad del local dispuestos a reclamarles algo e iba a apresurarse en preguntar si había algún problema pero la actitud de la chica le hizo desistir.

-Buenas noches, ¿va todo bien, señorita Seris? Hemos venido a recogerla.-El que parecía el jefe habló con una voz profunda y amenazante que le hacía justicia a su aspecto.

-No es necesario, gracias.-Replicó Seris en un tono gélido que Raven jamás habría asociado a una chica de aspecto tan dulce como ella-Esperadme aquí, volveré dentro de un rato para que me acompañéis a casa.-La rubia le dio un pequeño pellizco en el costado con el que esperaba que el chico entendiera que siguiera adelante sin amedrentarse.

Al pasar delante de los guardaespaldas Raven pensó que iba a acabar metiéndose en un lío porque se percató de sus severas miradas con las que parecían querer analizarle a fondo, incluso esperó que le pidieran que se identificara de algún modo cosa que agradeció que no sucediera. Lo que había pensado al conocer a Seris dentro del club se había venido abajo, dudaba que una modelo o una supuesta actriz tuviera a semejantes moscones así que pensó que tenía que tratarse de la hija de algún pez gordo. No obstante, no quiso ahondar más en el asunto y guardó silencio, por desgracia aquella intromisión había roto el ambiente que se había formado entre ambos.

-No los aguanto.-Protestó Seris chasqueando la lengua, por un momento sonó como una niña pequeña quejándose de sus padres y en el fondo aquello no se alejaba demasiado de la realidad. Lanzó una mirada de reojo a su espalda, sabía que alguno de ellos decidiría seguirla discretamente-Se supone que están ahí para protegerme pero yo no me siento protegida, sólo intimidada, lo único que consiguen es agobiarme. Creo que tú eres el único que me ha hecho sentir verdaderamente protegida. No sé, cuando me abrazaste mientras bailábamos, fue…-Suspiró mientras se separaba para observar al exmercenario con una sonrisa, gesto que este interpretó como un halago o casi como agradecimiento. La joven confesó aquello de forma espontánea y casi sin darse cuenta, tal vez estaba algo achispada o simplemente no había podido ignorar las sensaciones que el chico le había transmitido.

-Tendré en cuenta para la próxima vez que te invite a salir que tienes toque de queda.-Afirmó el Cuervo, guiñándole un ojo. Había dado por hecho que habría una próxima vez, la forma en que ella le había sonreído… hacía tiempo que no se sentía así de atraído hacia una chica. Al llegar a un banco junto a uno de los lagos del parque, tomó asiento esperando que ella hiciera lo propio-¿Tan mal te has portado para que te pongan perritos guardianes, Seris? No pareces de las que se escapa de casa en mitad de la noche y si lo eres, lo disimulas muy bien con lo que tengo que felicitarte por la interpretación.-Alzó una ceja con un gesto algo burlón esperando animarla a que le contase algo al respecto-Espera… ¿eres menor de edad?-La posibilidad le había llegado demasiado tarde pero no había podido evitar formularla en voz alta.

-¡Tengo veinticinco años!-Estalló ella en una carcajada, iba a tomarse el comentario como un cumplido aunque estaba acostumbrada a que la tratasen como correspondía a alguien mucho menor de su edad real-No, no es nada de eso. Son exigencias familiares.-La chica negó con la cabeza y cruzó los pies mientras cerraba las piernas y apoyaba la cartera en su regazo, apretando los puños sobre este-De hecho, no debería estar hablando con un desconocido como tú a solas, ya sabes, por si me acabas secuestrando o algo así.-Se encogió de hombros y se retocó un mechón del flequillo enrollándolo en su dedo-¿Debería fiarme? Lo único que me has dicho sobre ti es tu nombre, Don Misterioso.

-Tienes razón, ha sido muy poco cortés por mi parte.-Raven hizo una mueca y rebuscó en el bolsillo interior de su chaqueta. Cuando Seris había dicho que temía que la secuestrase su mente se había deslizado sin querer a aquella posibilidad, ni siquiera pediría rescate por ella por lo que tuvo que obligarse a no seguir por aquellos derroteros-Toma, soy detective privado.-Explicó tendiéndole una tarjeta de negocios. Los Cuervos habían pensado en todo y esa era una tapadera estupenda, podía aparentar fácilmente que se dedicaba a ello-No estaba en el club por asuntos profesionales y si fueses mi objetivo no iba a revelar mi identidad, ¿no crees? Puedes confiar en mí y llamarme si alguna vez necesitas algo, ese es mi número personal, voy por libre.-Esperó que su énfasis en "algo" y "número personal" le diese pistas sobre que esperaba fervientemente aquella llamada, no insistió en que ella le diese el suyo ya que en vista de la vigilancia a la que estaba sometida quizá no sería lo más adecuado.

-Así que detective privado…-La joven observó detenidamente la tarjeta y asintió mientras alzaba las cejas con sorpresa, seguidamente guardó el papel cuidadosamente en un bolsillo interior de su cartera-Si me ronda alguien sospechoso te llamaré, no te preocupes. Con tantas cicatrices y ese brazo mecánico pensé que eras veterano de guerra o algo parecido.

-Quizá no te desvíes tanto.-Comentó Raven con una enigmática sonrisa-Todos acarreamos con un pasado, pero en algunos casos es más visible que en otros…-Suspiró, tamborileando con los dedos sobre las láminas de madera del banco, aquella época de su vida no era fácil para él con lo que prefería no comentar nada más al respecto.

El sonido de un coche deteniéndose justo a la entrada del parque hizo que Seris volviera a tensarse y exhaló un profundo suspiro de abatimiento.

-¡Señorita Seris, tenemos que marcharnos ya!-Tronó uno de los guardaespaldas desde la entrada, el otro seguía al volante o eso pensaba la chica ya que el vehículo tenía los cristales tintados pero el sonido del motor en marcha no se había detenido.

Seris se tomó su tiempo para ponerse en pie y acomodarse el vestido, el chico se levantó a su vez frunciendo el ceño ante la expresión de desánimo de la chica.

-Lo siento pero he de irme, Raven. Muchas gracias por esta noche.-Se acercó a él poniéndose de puntillas para dejarle un beso en la mejilla y susurrarle-Te prometo que te llamaré, hasta pronto.

La joven echó a correr con bastante soltura pese a llevar tacones y fue al encuentro de su guardaespaldas girándose en el último momento para dedicarle un gesto de despedida con la mano al que el chico correspondió de idéntica forma. Seris sabía que la irrupción de aquellos dos era cosa de su padre quien se habría encargado de alertarlos ante su tardanza, no era la primera vez y por desgracia no sería la última.

El exmercenario se quedó plantado allí hasta que vio el coche alejándose de allí, era como volver a ser adolescente y estar saliendo con una chica con padres demasiado estrictos. Suspiró sacudiendo la cabeza, tal vez todo estaba transcurriendo demasiado rápido y necesitaba calmarse, deslizó la mano hasta su bolsillo en busca de su móvil y lo sacó. Se quedó mirando la pantalla encendida durante unos segundos y volvió a guardarlo, probablemente Ciel se hubiera marchado ya o hubiera tenido más suerte que él de modo que no quería fastidiarle la velada. Giró sobre sus talones y metió las manos en los bolsillos de su pantalón mientras caminaba por el parque, decidió salir por otra de las puertas y despejarse un poco antes de tomar un taxi y volver a su apartamento. Desvió la mirada hacia su muñeca derecha, el reloj marcaba aproximadamente las cinco de la madrugada. Volvió a pensar en Seris llegando escoltada a su casa y soportando algún tipo de bronca y torció el gesto en una mueca de culpabilidad.

Por suerte no tardó demasiado en encontrar un taxi pero para cuando llegó a su apartamento ya pasaban de las cinco y media. Se desvistió dejando las distintas prendas desparramadas casi de cualquier forma por la habitación y se metió en la cama sólo con la ropa interior, pensando que el sueño no tardaría demasiado en vencerle. Pasadas unas horas que a él se le antojaron minutos, algo interrumpió su sueño concretamente un sonido lejano que no lograba identificar. Gruñó y se metió bajo la almohada ya que los pocos rayos de sol que se filtraban por su persiana golpeaban sus párpados, su mente funcionaba con lentitud y no sabía qué estaba sucediendo, se incorporó con torpeza como si sus articulaciones estuvieran encadenadas al techo. Se frotó los ojos y cuando pudo abrirlos, advirtió la fuente de aquel desagradable sonido, el móvil sobre su mesita de noche parpadeaba y brillaba. Alargó la mano para descolgar y se lo llevó a la oreja aunque no dijo nada.

-¡Joder, Raven! Por fin das señales de vida, casi me planto en tu casa y tiro la puerta abajo.-La voz de Ciel al otro lado de la línea sonaba alterada y demasiado penetrante con lo que Raven arrugó el entrecejo y alejó el teléfono casi esperando que el peliazul pudiera ver aquel gesto-¿Estás ahí?

-¿Qué quieres, Ciel?-Gruñó Raven comenzando a sentir fuertes punzadas en su cabeza.

-¿Qué tal te fue anoche? Si sigues tan bien acompañado te llamo en otro momento, pero tengo un chivatazo urgente, ¿necesitas que me invente una excusa por ti?-Una vez se percató de que lo único que importunaba al Cuervo era la resaca, quiso satisfacer su curiosidad.

-Espera, espera, ve por partes.-Le pidió el moreno apartando las sábanas y levantándose para abrir las persianas, al recibir tal fogonazo de luz dejó escapar un gruñido y se frotó los ojos y las sienes-¿Qué dices de compañía?

-La chica rubia por la que me dejaste tirado, ¿hubo suerte?-Ciel soltó una risita pero suavizó el tono, no quería agravar la jaqueca de su compañero.

-Ah…-El exmercenario asintió sentándose en el borde del lecho, los recuerdos de la noche anterior empezaban a ordenarse-No, le di mi número pero prometió llamarme.

-Qué blandengue te has vuelto, era una rubia guapísima, lo reconozco, ¿tan fuerte te ha dado la resaca? Estás mayor ya, ¿eh, abuelete?-Volvió a burlarse Ciel con socarronería, sabía que esa era la mejor forma de que espabilase.

-Oye, no bebí tanto, es cosa de ese maldito licor de hierbas que me ha sentado mal.-Se excusó, resoplando, a veces el peliazul le sacaba de quicio-Y sí, muy guapa, ¿tú no tenías trabajo para mí? Por cierto, ¿qué hora es?

-Son casi las cuatro de la tarde así que más te vale recuperarte pronto. Me han soplado que esta noche entra un cargamento por el puerto. Sí, no es mi zona de trabajo pero vas a necesitar mi ayuda, por lo visto es bastante grande. Tú ve dándote una buena ducha fría, enseguida voy para allá y te llevo alguna infusión, algo de comer y de paso te voy contando los detalles. Les he dicho a los chicos que estén donde siempre a las once y media.-Explicó Ciel en tono animado, a veces era tan entusiasta que Raven acababa abrumado, sobre todo en situaciones como aquella donde parecía que en comparación con el resto, él iba a cámara lenta-Y sé que eres un Cuervo pero baja de las nubes, seguro que esa chica te llama tarde o temprano porque eres todo un conquistador, pero ahora centrémonos en los negocios, ¿vale? Ya me lo agradecerás luego, ¡tira a la ducha!

-¿Cómo de importante?-Preguntó Raven antes de escuchar el sonido del corte de la comunicación al otro lado de la línea-¡Ciel!-Gritó en vano por pura frustración haciendo que su dolor de cabeza empeorase y apartó el teléfono volviendo a quedarse absorto mirando la pantalla, pestañeando.

El moreno tiró el móvil sobre la cama y se levantó, estirándose poco a poco. Decidió hacer caso a los consejos del jefe de los Porus, le convenía estar listo a su llegada si quería soportar su a veces excesivamente exaltado ánimo, además, por mucho que le costase reconocerlo, su compañero tenía razón. Le convenía centrarse y tratar de olvidar a Seris, la chica le había hecho olvidar por un momento que alguien como él no podía tener pareja y no quería que a la larga ambos acabasen sufriendo por pertenecer a mundos tan distantes.