06/10/2009
Breve introducción al caos
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"¿y por qué no sale sola?
porque no le da la gana.
dice que si no se droga,
dice que no siente nada."
golfa –Extremoduro-
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–¿Naruto, adónde vas?
–¿Qué mas da? –respondió sin siquiera girarse o detenerse–. No pienso quedarme esperando en la fila otra vez para que al final no nos dejen pasar. Cuando os canséis de esperar me dais un toque y nos vemos.
Se metió las manos en los bolsillos para resguardarlas un poco del frío de la noche y suspiró, viendo cómo el aire salía de su boca convertido en vaho. Sus amigos se empeñaban una y otra vez en ir a ese sitio, Kyuubi, y una y otra vez los miraban de arriba a abajo y les decían la frase más odiada de toda su vida como adolescentes nocturnos: "¿Sois mayores de edad?". No había nada que hacer… Entonces, ¿por qué precisamente ese sitio? Pues básicamente porque todo el mundo sabía que si entrabas ahí, era seguro que saldrías completamente satisfecho… en todos los sentidos. La gente iba a divertirse, a bailar y a tomar algo, completamente conscientes de la fama del local, completamente desinhibidos ante los roces, caricias y manoseo en general. Incluso había oído decir que tenían habitaciones privadas con todo lo necesario para pasar unas horas tocando el cielo con los dedos.
Sólo eran rumores, pero sus amigos los habían aceptado como verdades absolutas y por eso, fin de semana sí, fin de semana también, después de hacer la ronda por los bares y pubs en los que sí les dejaban entrar sin problema, terminaban con la visita obligada a la cola de aquel sitio. A decir verdad, Naruto casi prefería que no les dejasen pasar. Con una entrada de nueve mil yenes, copa no incluida, más lo que se tomara allí, su economía no sólo se habría tambaleado, sino que hubiese sufrido un auténtico atraco a mano armada, quedándose en un abrir y cerrar de ojos sin presupuesto para comer durante varios días. Se sonrió a sí mismo con resignación. No es que el dinero le importara demasiado, pero era inútil querer ocultar su envidia cuando sus compañeros hablaban de sus vacaciones en algún país extranjero, del último modelo de móvil que se habían comprado o del fin de semana de esquí o travesía en yate como si fuese lo más normal y aburrido del mundo.
Vio una máquina de bebidas al final de la calle y decidió que su cuerpo en ese momento necesitaba con urgencia un café caliente. Se echó la mano al bolsillo de los vaqueros para ver si le quedaba algo suelto y sí, parecía que tenía lo suficiente como para darse el capricho, así que se acercó y comenzó a introducir las monedas por la ranura de la máquina cuando un ruido lo hizo mirar hacia un lado, consiguiendo que se desconcentrara y la última moneda se fuera rodando hacia el callejón de al lado. "Mierda". Dio algunos pasos y la vio chocar contra una caja de cartón. Al agacharse a recogerla volvió a escuchar ese ruido que antes le había llamado la atención. "¿Qué…?" Pudo distinguir un par de siluetas en el callejón, detrás de un montón de cartones apilados. Una de ellas estaba de pie, con la espalda apoyada contra la pared y la otra… "Joder…" La otra estaba de rodillas justo delante… Naruto tragó en seco al sentir un cosquilleo subiéndole por el estómago. Más sonidos, succiones líquidas, otro cosquilleo. Dio un par de pasos más hacia delante de forma inconsciente y en ese mismo instante el mundo dejó de girar y la sangre se le heló en las venas. El chico que estaba recibiendo la felación echó ligeramente la cabeza hacia atrás, sujetándose el flequillo negro con la mano y mostrando finalmente su cara, con el ceño fruncido y el vapor saliendo de su boca entreabierta a causa de los jadeos mal contenidos. No podía ser verdad, era imposible. "Ese es…" Quería apartar su mirada tanto como seguir contemplando esa expresión, ese pecho que subía y bajaba de forma irregular; la espalda de un niño bien contra la pared húmeda y roñosa… El hilo de sus pensamientos se vio interrumpido por un extraño gesto de placer en la cara del otro seguido de una mueca de total indiferencia. Vio cómo apartaba molesto a la otra persona y cómo se acomodaba los pantalones bajados. Entonces, la figura que hasta ese momento había permanecido agachada entre las sombras, se levantó, dejándolo de piedra al comprobar que se trataba de otro hombre y, más aún, que ese tipo sacaba algunos billetes de su cartera y se los metía en el bolsillo del pantalón al moreno justo antes de tratar de besarlo, consiguiendo simplemente que el otro volviese la cara.
Naruto retrocedió despacio hasta salir del callejón y, una vez a salvo, dejó caer todo su peso sobre la máquina de bebidas, deseando fundirse con ella en ese mismo instante. Agachó la cabeza mirándose las zapatillas de deporte desgastadas como si ahí estuviesen sus respuestas, una manía que arrastraba desde pequeño. Olvidándose por completo de las monedas que aún seguían en la máquina, echó a andar de vuelta a la estúpida cola que esa noche había decidido no hacer. Sus amigos seguían allí, a metro y medio del paraíso que otra vez les sería negado. Naruto tan sólo esperó apoyado en el lateral de un coche aparcado a que llegara su turno, el portero les dijera que no como siempre y volvieran a casa refunfuñando y acordándose de toda la familia del idiota aquel.
–Naruto… oye, Naruto…
–¿Hm? –levantó la vista y allí estaban, tal y como había previsto, con cara de mala hostia.
–Menudo cabrón –un chico castaño y de ojos oscuros se apoyó también sobre el coche al lado del otro–. Seguro que si tuviera un par de buenas tetas le daría igual la puta edad.
–Kiba, déjalo estar, no hay nada que hacer –Naruto estaba cansado y sólo quería volver a casa y no pensar más en lo que acababa de ver.
–Tampoco creo que te quedasen bien un par de tetas con la cara esa que tienes… –no iba a ser tan fácil. El otro chico, Sai, era de naturaleza tranquila, pero parecía disfrutar soltando de vez en cuando frases en apariencia inofensivas con las que molestar a sus amigos. Naruto procuraba ignorarlo, pero Kiba no, y siempre acababa contestando con algún estúpido improperio sin sentido que desembocaba inevitablemente en un ir y venir de insultos tontos hasta el cansancio. Por eso le extrañó sobremanera que Kiba no dijera nada y se limitara a mirar al frente con cara de asombro.
–¿Kiba?
–Oye, ¿ese… ese no es Uchiha?
Los otros dos siguieron la dirección que les marcaba el dedo índice estirado hasta dar con la espalda de un chico moreno y delgado que pasaba directamente por el lado de la cola hasta llegar a la puerta… que el portero abría personalmente sólo para él.
Aquí de nuevo, tal y como dije, con una rayada de las mías. El título no puede ser más claro. Tan sólo es una introducción, pero espero alguna opinión por vuestra parte. Gracias.
