Aviso: los personajes de esta historia no me pertenecen, fueron creados a partir de una saga llamada Corazón Salvaje y escrita por Caridad Bravo Adams. Su tercera adaptación como telenovela es el origen de este pequeño relato. Esta fue una producción de Televisa de 1993 de la mano de José Rendón. Fue protagonizada por Edith González como Mónica, Eduardo Palomo como Juan del Diablo, Ana Colchero como Aimeé y Ariel López como Andrés.
Esta historia fue publicada por mí con anterioridad en el Foro Internacional de Corazón Salvaje, con el mismo título y bajo el mismo nick. Consta de tres partes y está terminada.
Padre orgulloso, parte I
Mónica estaba preocupada por lo que le había dicho Azucena. Ella era un huérfana pobre y sencilla del convento que alegaba ser "la mujer de Juan del Diablo". ¿Pero es que eso podía ser algo para decir con tanto orgullo?
La chica definitivamente estaba feliz de decirlo y más aún, de proclamar a los cuatro vientos que seguiría siendo "su mujer" cuando saliera de allí.
Pero Mónica no podía procesarlo, Azucena era solo una niña, ¿cómo podía un hombre ser tan ruin? Definitivamente ese ser era repugnante. No solo se había metido a su casa a escondidas dándole un susto de muerte y había intentado acercarse a su hermana, sino que además había abusado de una chica, casi una niña. Porque ¡esa era la única explicación que encontraba a tal situación!
Cuando las monjas le dijeron que la chica había ingresado recomendada por don Noel Mancera, decidió preguntarle directamente y salir de las dudas que la carcomían. El amable notario, al ser solicitado por la señorita Mónica de Altamira, había avisado que llegaría esa tarde al convento y la joven y hermosa novicia lo esperaba ansiosa.
Pronto le avisaron que la esperaban en el jardín y Mónica salió presurosa a hablar con el abogado. La galante amabilidad del notario le indicó que no se había molestado por ser requerido desde el convento y su alegre saludo le señaló que hasta estaba complacido de verla.
Mónica le planteó su dilema y escuchó atentamente al licenciado Mancera.
Toda la historia que le contó el hombre le parecía asombrosa… como Juan había conocido a la chica cuando se prostituía, cómo había visto en ella a un reflejo de sí mismo y cómo la había sacado de esa vida.
– Sinceramente don Noel –dijo mirándolo atentamente– me cuesta creer lo que me cuenta. Ese hombre no parece ser esa persona tan noble que usted me describe.
– Sí, tienes razón –acordó con ella– no lo aparenta, pero es. Verás Mónica, Juan es una persona que ha sufrido mucho a lo largo de su vida, pero no por eso se ha amargado. La gente del pueblo lo quiere y lo respeta, eso es muy diferente del miedo que le tienen algunos.
– Pero hay quienes le temen –dijo ella intentando mantener la imagen del pirata, bandolero y contrabandista que todos aseguraban que era.
– Por supuesto que hay quienes le temen –dijo con tono condescendiente– Pero son los que han intentado jugarle sucio alguna vez y han recibido su merecido. Nadie bien intencionado tiene nada que temer de Juan del Diablo, eso puedo asegurártelo sin lugar a dudas.
– Me cuesta creerle don Noel –dijo seria– no es que dude de su palabra, pero es muy extraño que alguien tan poco culto pueda ser como usted me dice.
– Claro, te entiendo y no me siento insultado. Sé que es difícil de creer que alguien del puerto pueda ser bueno y noble, cuando la vida los guía por otros rumbos. Pero hay algo en lo que estás completamente equivocada: Juan del Diablo es un hombre de buenos sentimientos, noble, bien intencionado, pero además, es culto e instruido…
– ¿En serio? –dijo sorprendida– ¿está usted seguro?
– Por supuesto, estoy completamente seguro de ello –dijo riendo un poco entre dientes.
– ¿Pero cómo puede estar convencido de eso? –dijo recordando que los había visto hablarse más de una vez.
– Porque yo mismo me encargué de su educación –aseguró el hombre con una sonrisa en los labios.
Mónica no pudo menos que sorprenderse nuevamente. Estaba visto que esa tarde todo sería novedoso para ella. Juan del Diablo era una especie de "salvador" para Azucena, tenía el respeto de la gente del pueblo, según don Noel era una persona de nobles sentimientos y además, ahora resultaba ser un hombre culto.
La sorpresa ante tanta noticia era evidente en la cara de la novicia y don Noel lo percibía. Había impactado a la chica, pero no estaba muy seguro de que fuera él quien lo había hecho, más bien estaba impactada por Juan del Diablo.
– Parece que usted lo aprecia mucho –dijo la joven regresando al abogado a la conversación que mantenían.
– Sí, así es –dijo él sonriendo y recordando lo que el joven le había pedido antes de irse de viaje– lo aprecio y lo quiero muchísimo. Estoy orgulloso de él.
– Sí, se nota –dijo ella sonriendo al hombre mayor– es evidente que es así.
El hombre volvió a mirar al vacío y se sumió en sus recuerdos…
