Sonreía. Sus ojos castaños brillaban todavía. Sus mejillas levemente sonrojadas. Su cabello corto peinado con tal cuidado que ningún mechón se hallaba fuera de lugar, seguramente segundos antes de tomada la fotografiada, había chequeado su aspecto y peinado con sus dedos su melena con pocos días de haber sido cortada.

Aquella viveza de alma evidenciándose en su imagen. Sostenía la definición de adolescente normal, alegre.

-Lástima que todo fuera una fachada - comentó Ryoga llegando cerca suyo, sin quitar la mirada, como él, de la fotografía agrandada de Tendo Akane escogida para exhibir en su funeral.

Saotome suspiró.

Los últimos acontecimientos le habían llevado a una depresión intensa. La confusión persistía en sus recuerdos, transformándolos en una sola densa nebulosa de imágenes difusas y distorsionadas. No estaba seguro de nada, ...de nada, salvo de la inmensa tristeza que acarreaba consigo escondida tras su máscara de mártir.

Hibiki palmeó su hombro y sin más, con las manos en los bolsillos, fue a tomar asiento en el puesto de la butaca destinada a él. En primera fila.

Muchos desconocidos asistieron al funeral.

Sound ya dejó de saludar a los que llegaba, pues advirtió que a medida crecía el número de presentes, más le pesaba su congoja. ¿Quiénes eran ellos? ¿Qué relación tenían con su hija?; abatido, reconocía desconocer a su hija a la que fanfarroneaba conocer como la palma de su mano, y se dejó caer pesadamente en su puesto inclinado hacia adelante mientras escondía con ambas manos su rostro demacrado por noches en vela y fantasmas habladores.

Su hija mayor, Kasumi, sentada a su lado, lucía dulce aún ataviada en su vestido negro y su sombrero que escondía parcialmente su identidad. Parecía una chiquilla disfrazada en una mezcla de "ropas de mamá" y Halloween. Su estructura corporal menuda y la voz que emergía de la sombra oscura en que deseaba camuflarse, delataban la ternura de su esencia inquebrantable.

Sabía que cualquier oración de consuelo hacia su padre sería en vano, que él no la escucharía... Lo sabía porque fue capaz de leer en aquellos ojos achinados la dolencia muda, sorda e hiriente con que contempla de lejos, la imagen de lo que era su hija menor hasta hacía sólo cinco meses.

Supo entonces, con toda certeza, que su padre nunca se repondría. Nunca sería el mismo. Nadie en la familia Tendo lo sería, y en la familia Saotome tampoco. Posiblemente muchos de los ahí presentes tampoco volverían a ser los mismos.

Y es que Tendo Akane no murió en un accidente de tráfico o por alguna herramienta que impactó contra su cráneo desde lo alto de un edificio en construcción mientras transitaba por la acera. Murió de una manera misteriosa que hace noticia en la TV y en los periódicos, y que tiene a la policía pegando "fragmento del caso" en un muro, preparando los interrogatorios y analizando cada parte de la vida de Tendo Akane, desde su nacimiento hasta sus últimos años.

Tendo Nabiki frunció los labios. Detestaba los funerales, pero ese en particular le estaba resultando asfixiante.

Shampoo, Ukyo, incluso Kodachi estaban presentes. Las tres no hablaban, ni gesticulaban; parecían muñecas. Hermosas muñecas vestidas de luto.

Kuno lloraba de pie en una esquina y a su lado Sasuke lo abanicaba para que "el amo Kuno no se le fuera a desmayar de la pena".

Varios amigos y conocidos. Otros no tanto. Chicas altas, rubias y elegantes se hallaban sentadas juntas en la butaca última. Nadie las conocía, todos le echaban un primero vistazo con curiosidad y un segundo con admiración. Parecían como salidas de una época lejana, o espectros llegados en avión desde el occidente. Habían otros sujetos también, pero éstos no llamaban la atención. Se camuflaban en el ambiente.

Genma y Nodoka se encargaban de los periodistas.

Todo era un caos silencioso y letal. Mortífero en su totalidad.

Lo que sí era un hecho, era que Tendo Akane, cuyo cuerpo descansaba pálido dentro del ataúd, merodeaba por entre los presentes. Susurrando recuerdos fieles o no a la realidad, sí, susurros agonizantes que hablaban de secretos que nunca antes se tuvo el coraje de admitir.

Continuará...