Hola gente, aquí les traigo un pequeño fic que comencé a escribir durante mi clase de música :D

(No pregunten, estaba aburrida)

Disclaimer: Sweeney Todd y sus personajes no me pertenecen. No hago esto con fines de lucro, solo como un medio de expresión y entretenimiento

CAPITULO 1: EL JUICIO FINAL

Todo sucedió demasiado rápido. El juez calló como el costal de porquería que era en el suelo, la sangre, la venganza, el odio acumulado, el resentimiento, todo saliendo a chorros desde lo más profundo de su ser al tiempo que la vida se le escapaba a Turpin.

Un intruso y los gritos de su pasado que le atormentaban despiadadamente, las cosas se movían a su alrededor sin un orden aparente, no oía nada excepto la voz de la Sra. Lovett "cosas buenas pasan a los que saben esperar…", no veía nada, no comprendía nada, pero si sabía algo: debía matar.

Una imagen tras otra, las pesadillas le atacaban la cabeza, sentía la fuerza de su propio odio y a la vez unas extrañas ganas de detenerse, pero algo no le permitía parar, debía hacerlo y deshacerse de todos los testigos.

Iba a matar a ese "muchacho" que sacó del baúl sin saber que se trataba de Johanna, de su propia hija, estaba en el éxtasis de la locura, ya no era dueño de sus acciones, simplemente era un cuerpo controlado por el resentimiento y la crueldad, un títere de la destrucción. Era unas manos y un par de navajas. Era Sweeney, era un monstruo.

Sentó al joven en la silla "Todos necesitan una afeitada" le dijo y apunto estaba de presionar la navaja contra su cuello cuando los gritos de la Sra. Lovett le llegaron hasta los oídos como una brisa desesperada que lo despertó de su vívida pesadilla "Olvida mi rostro" le dijo antes de salir, sin saber que, de obedecerlo, Johanna estaría olvidando el rostro de su padre ¿Cómo olvidar a quién no recuerdas? ¿Cómo? Pero eso ya no era asunto suyo...

Cuando escuchó gritar a la Señora Lovett, la preocupación lo invadió y sintió la necesidad de ir a ver qué pasaba con ella, debía asegurarse de que no era nada, debía protegerla. Le preocupaba en cierta forma su bienestar, después de todo, estaban juntos en esto. Juntos en todo.

Bajó corriendo "¿Qué pasa?" preguntó.

"Nada, se aferró a mi vestido, pero ya terminó" repuso ella y una tranquilidad genuina le lleno el pecho. Ella estaba bien, él estaba bien, todo estaba bien.

Comenzó a mirar alrededor y se preguntó si realmente Turpin merecía que todas esas cosas hubieran sucedido por su causa, pero igual, lo hecho ya estaba hecho.

"¿Todo bien Sr. Todd?" preguntó la pastelera que sin que él se diera cuenta ya se había acercado a él y le miraba curiosamente escudriñando sus ojos.

"Si, excelente" respondió saliendo de sus cavilaciones "Hay que deshacernos de todo esto" y señalo la escena alrededor de ellos. "Sra. Lovett, abra la puerta del horno por favor"

Ella se quedó congelada ante la petición, miró el cuerpo de Lucy y sintió algo que hasta ese momento no había sentido jamás: Sintió miedo, miedo de él.

"Sra. Lovett, abra la puerta del horno por favor" repitió clavando sus dos pupilas en ella, que se limitó a dar una afirmativa con un movimiento de cabeza. Se levantó las enaguas para poder caminar más rápido y abrió la puerta como hipnotizada por un solo pensamiento: "¿Qué pasaría con ella si él la descubriera?" sin despegar la vista del cuerpo de quien había sido alguna vez Lucy Barker.

"¿Pasa algo, Sra. Lovett?" interrogó Sweeney.

"No, nada… es solo que no imaginé que esto fuera tan rápido ¿En qué momento llegamos aquí, Sweeney querido?"

"No lo sé"

Las últimas palabras sellaron el momento. El barbero tomó al Beadle Bamford por los pies y Eleanor le cargo por las manos, pero aprovecho la proximidad de la vagabunda para moverla con el pie y dejar su cuerpo oculto en las sombras.

Ambos llevaron el cuerpo hasta el horno y lo arrojaron a las llamas. Repitieron la misma acción con el Juez. Las lenguas de fuego envolvían los dos repugnantes cuerpos en su interior, al fin tenían el infierno que se habían ganado.

Ahí estaban Eleanor y Sweeney, parados hombro con hombro, demasiado cerca, contemplando con aires de satisfacción y una sonrisa en la cara aquel diabólico espectáculo.

Todo había terminado.

Él se preguntaba qué era lo que debía hacer ahora, estaba confundido y mareado, nunca se había detenido a pensar en que seguiría después del final; a la vez se sentía orgulloso, tranquilo, saciado de su sed de sangre y venganza, estaba un tanto frustrado por que después de todo las cosas seguirían igual, estaba feliz sin dejar de odiar. Ella sentía alegría y tranquilidad de igual manera, tenía la esperanza reanimada por el hecho de que todo aquello llegara a su fin. Esta vez, después de todo, tal vez si tenía alguna oportunidad con el Sr. Todd, tal vez ya podrían olvidar. Pero la angustia acogía su corazón que latía acelerado ¿En dónde estaría Toby? ¿Qué haría para deshacerse del cuerpo de Lucy? ¿La mataría a ella también?

Eran demasiadas emociones al mismo tiempo dentro de ambos corazones, solo querían saber que ahora el mundo no iba a derrumbarse sobre ellos. Necesitaban apoyo y fue por eso que no se dieron cuenta en qué momento se tomaron de la mano mientras estaban ahí. Sus manos frías, completamente llenas de sangre de las víctimas, estaban fundidas en un nudo con los dedos entrelazados. Se apretaban, se aferraban el uno al otro.

La respiración de la pastelera no cedía el ritmo. Los cuerpos se redujeron a cenizas y el barbero la soltó para cerrar la puerta del horno.

Selló el postigo y se dio media vuelta. Frente a él, estaba Eleanor, agitada, con sangre en las manos desde el codo, los ojos cristalinos y sin embargo hermosos.

Se acercó a ella que de inmediato bajo la mirada, removió un mechón de cabello rojizo y se lo puso detrás de una oreja con la mano derecha mientras le acariciaba el rostro con dos dedos y dejaba una marca sanguinolenta en su mejilla.

La Sra. Lovett hizo catarsis y comenzó a llorar.

"No, no mi mascota. Todo ha terminado" le dijo abrazándola a su pecho.

"¡Seré la siguiente Mr. T!" dijo con voz temblorosa.

"¿Qué dice? Claro que no…"

Con la última frase, Sweeney tomó su cabeza con ambas manos y sintió como todas las emociones que tenía dentro se precipitaban sobre él y obedeció a su único impulso.

Busco desesperadamente los labios de la pastelera y los atacó con una furia en la que liberó todos los sentimientos previos. Comenzó con un pequeño roce, buscando su lengua, luego la apretó a él y se entretuvo mordiendo sus labios de los cuales dejaba escapar pequeños gemidos. La tomó de la cintura y el cuello. A ella le costó un poco reaccionar, le faltaba el aire, pero después solo se dejó hacer. Sweeney tenía el rostro ensangrentado y Eleanor pudo sentir ese sabor metálico en su boca, solo continuó. Lo deseaba, le acariciaba el rostro, lo abrazaba, se aferraba a ese momento. Saliva, lágrimas y sangre mezclados en sus labios con millones de emociones amargas que los llenaban completamente. Solo se tenían el uno al otro.

Cuando ya no pudieron mantener el ritmo se separaron casi de golpe y recuperaron el oxígeno con una respiración profunda.

Pero nadie pudo hablar, no pudieron siquiera mirarse porque en ese mismo instante que sus labios se separaban, el chirrido de una rejilla los hizo dar un salto y una dulce voz temerosa preguntó desde las tinieblas "¿Mamá?"

"¡Toby no!" gritó ella con el nudo en la garganta, sabía lo que pasaría, lo supo desde que lo llevó abajo, pero en cierta forma, pensó que encerrándolo ahí podría escapar, era un niño valiente y astuto. Jamás imaginó que se quedaría ahí.

Dio un salto para salir de la penumbra.

"¡Los mataron! ¡Los mataron! ¡Yo pensé que el Sr. Todd era el monstruo, pero todo este tiempo le ayudo, señora!" gritó el niño entre sollozos.

"No, Toby querido, tu no comprendes, por favor vete" dijo la panadera.

"¡Tengo que avisar a la policía, nadie más debe comer sus pasteles!" Contestó el muchacho corriendo hacia la puerta, pero tuvo que detenerse, porque frente a ella estaba Sweeney mirándolo fríamente con una navaja en la mano.

"¿A dónde vas, pequeño?" preguntó el barbero.

"¡No, Señor Todd! ¡No!" gritó ella y corrió hacia él, le tomó por el brazo e intento detenerlo, pero la lanzó a un lado y la dejó caer en el suelo sobre la mancha de sangre que había salido del cuello de Lucy.

"Lo siento Sra. Lovett, todos necesitan una afeitada" Se giró y de un tajo le cortó la garganta al niño mientras Eleanor lloraba desconsolada y dejaba que en la habitación resonara un eterno "¡Noooooo!"

Ella lo sabía, era un final anunciado… intentó evitarlo, pero las cosas debían ser así.

Se levantó y corrió al cuerpo del niño que iba perdiendo la vida. Con sus manos intentó cubrir la herida en su cuello y termino toda cubierta de sangre. Era inútil. Tobías Ragg murió en los brazos de su madre.

Lloro amargamente, sobre el cuerpo del niño y trataba de convencerse de que eso era lo mejor. Sabía que si hubiera avisado a la policía ella y Sweeney hubieran sido enjuiciados frente a un tribunal y condenados a la horca. Al menos, sin él todo podía cambiar de curso para ellos, pero aún le quedaba un asunto del cual ocuparse: El cuerpo de Lucy.

Sweeney se hinco frente a ella que se mecía hacia el frente y atrás abrazada al cadáver de Toby mientras sus lágrimas se derramaban junto a la sangre. Recargo su frente en la de ella y la sintió temblar ¿Qué era eso? Era el infierno. Había matado a su hijo y entonces, por primera vez se arrepintió de matar a alguien, por el dolor que Eleanor sentía, ella no merecía eso, pero era lo mejor si querían vivir.

"Lo siento" susurro a su oído y deposito un beso en su mejilla "Lo siento de verdad Señora Lovett" era lo único que podía articular.

"No importa Mr. T, ya pasará…" fue todo lo que la mujer respondió a la par que revolvía las lágrimas en su mejilla con el dorso de su mano y la sangre: "ya pasara…"

Luego, surgió el silencio.

"¿Señor Todd?" hablo ella "¿Podría dejarme sola aquí por un momento?"

El asintió con la cabeza y emprendió la marcha, pero antes de que saliera, la escucho hablar de nuevo.

"¿Señor Todd?" decía su voz temblorosa.

"¿Si, Señora Lovett?"

"Prométame una cosa"

"¿Qué?"

"Prométame que… no me dejará…"

Y el silencio regreso.

"No, no se lo prometo…" Inquirió él rasguñándola en lo más profundo de su corazón "…se lo juro"

Y ella volvió a la vida.