-Introducción-
Peeta:
Me encontraba mirándola como todos los días, a escondidas. Era una obsesión el mirarla por lo menos cada 5 minutos. Era una bendición tener todas mis clases con ella. Aunque claro está, que antes de inscribirme cada año, comprobaba que mis clases fueran con ella. Era uno de los pocos privilegios que podía tener como el hijo del panadero. Ya que a pesar de todo, mi condición económica no era tan mala como la de ella.
Aún puedo recordar la primera vez que la vi. Era el primer día de clases. Mi papá la había señalado y al verla, note que era diferente a las niñitas que conocía. Ella no tenía el cabello rubio, piel de porcelana, ojos claros y cabello liso. Ella era… diferente, hermosamente diferente. Aunque en esa época no la veía así, la veía como cuando en navidad mis hermanos y yo veíamos la vitrina de la tienda de juguetes y ella era el juguete más fascinante de todos. Ella llevaba un vestido de cuadros rojos y dos trenzas. Estaba acostumbrado a ver a las niñitas con el cabello suelto o adornos de flores o cosas raras, pero esas trencitas se me hacían lindas.
Cuando me despedí de mi papá, nos llevaron a un pequeño salón y me senté enfrente de un taburete, que estaba en medio del salón. La maestra preguntó si alguien se sabía la canción del valle y ella pasó al frente. En el instante que la escuche cantar, nunca más pude despegar mis ojos de ella, al oír su dulce voz; ella me hechizo. Tenía grabado en mi memoria ese día. El día en que mi vida conoció el significado de mi existencia y ese siempre ha sido, amar a Katniss Everdeen.
