Cuatro viñetas (o casi one-shots). Una por cada defecto que Hermione cree tener. Espero que les guste, y ya saben: críticas, sugerencias, etcétera.
Disclaimer: Los personajes y el lugar le pertenecen a JKR. The rest is mine.
Sin más preámbulos, el chap.
Enjoy!
Elianela.
Piernas flacas
Ajá. Tan cierto como que a Dumbledore le gustan los sorbetes de limón. Tengo las piernas flacas.
La primera persona que me lo hizo notar fue Ginny, el pasado sábado. Estábamos bajo el haya a orillas del lago, descalzas y con la falda un poco más arriba de lo normal por culpa del calor y la intensa luz del sol. A lo lejos, Ron y Harry discutían no sé que estupidez de los Chudley Cannons.
Yo parloteaba sobre el último trabajo que me había mandado la profesora Vector, alias la bruja más mala después de Bellatrix Lestrange. ¡Cinco pergaminos de un metro cada uno y lo único que obtenía a cambio era un "aceptable"! Malvada vieja… ya tendría oportunidades de sobra de restregarle mis extraordinarios por la cara. El punto es que sabía que estaba aburriendo a mi acompañante con la charla, pero realmente necesitaba descargarme con alguien. Después de todo, para eso están las amigas, ¿no?
Para lo que seguramente no se inventó la amistad es para que te digan que estás hecho un troll. Ginny se levantó de un salto, con los ojos entrecerrados a causa del sol, y se colocó en cuclillas a mi lado. Yo estaba despatarrada como un pollo asado con las piernas abiertas sobre el pasto, sin importarme demasiado que se me viera la ropa interior… hasta ese momento.
- ¿Qué sucede? ¿Se me ve algo?- pregunté, aplastándome la falda entre las piernas para cubrir mis braguitas rosas de miradas indiscretas.
- Hermione, ¡mira qué flacas tienes las piernas! ¡Parecen palos de escoba!
Eso no lo vi venir. Una puñalada por la espalda. Saben, me da igual que mis amigos me digan lo que les molesta de mí, siempre y cuando sean objetivos y tengan fundamento. Y sean amables también, por supuesto.
No obstante, a veces los amigos cometen el gravísimo error de escupir lo primero que se les pasa por la cabeza sin detenerse a pensar que somos de carne y hueso. ¿Nunca les ha pasado?
- ¿Y qué tienen de malo?
Tampoco era que había descubierto los doce usos de la sangre de dragón.
- Pues nada – ese tonito culpable de Ginny me lo sabía de memoria – pero eso no es excusa para que las tengas tan peludas.
- ¡Oye!
- ¡Es cierto! ¡Mírate!
Miré. Parecía una carretera de cactus espinosos a lo largo de mis muslos, descendiendo por mis pantorrillas hasta detenerse en mis tobillos. Es cierto que había olvidado depilarme la semana pasada, pero eso podía pasarle a cualquiera.
- ¿Hace cuánto que no te depilas?
- ¿Quieres bajar la voz, Ginny?
- Contéstame – su mirada era severa. ¿Debía decirle la verdad?
Ya, no me había depilado a propósito y la última vez que lo había hecho era hacía… ¡Demonios, dos meses! Bueno, ¿qué querían? Con los estudios, la tarea, Voldemort acechando a nuestras espaldas y el melodrama de Harry, lo último en lo que iba a pensar era en mantener mis piernitas flacuchas bien cuidadas. Además (y esto queda entre ustedes y yo), me repateaba tener que hacerlo. Desperdiciar una hora de mi precioso tiempo para sufrir como torturada me provocaba una vagancia increíble. Y si creían que el método mágico es más rápido e indoloro que el muggle, pues ya pueden irse olvidando porque es peor. Mucho peor.
- Te lo diré, pero trata de no hacer un escándalo.
- Está bien.
- ¿Lo prometes?
- Si, Hermione – me espetó sin convencerme del todo – Te lo prometo.
- Dos meses.
Menos mal que le dije que no hiciera un escándalo. La muy… pelirroja comenzó a reírse a carcajadas. Esas carcajadas a mitad de camino entre las voces de Peeves y Myrtle la Llorona que te irritan a tal punto, que te dan ganas de lanzarle un Avada Kedavra en el medio de la frente a la persona que se está riendo. En este caso, mi amiguita Ginny.
- ¿Podrías calmarte? Déjalo, ya.
- Bueno… lo siento, yo… pero es que fue muy gracioso.
Clavé mis ojos en los suyos durante una fracción de segundo, intentando que mis vibras de energía asesina llegaran hacia ella. Graciosa su abuela.
- Ahora hablemos en serio. ¿Por qué no me pediste que lo hiciera por ti?
¿Qué? ¿Acaso estaba loca o se había fumado excremento de Doxy? Ya era suficiente con que yo misma tuviera que ver todos los días este patético intento de cuerpo de mujer, para que otra chica mucho más bonita que yo se ofreciera a hacerlo. Ni en sueños, qué vergüenza.
- No sé, Ginny, supongo que estuve muy atareada y…
- Sí, claro.
- ¡Es verdad!
- A mí me parece más bien que tú no tenías ganas de hacerlo.
- Argh… - con ella era imposible, testaruda del demonio – está bien. No se me dio la regalada gana ni hace dos meses ni ahora así que mis pelos y yo seguiremos como hasta hace un segundo, conviviendo en armonía.
- ¿Ah, sí? ¿Me vas a decir que no te molestan?
Mmm. Puestos a pensar con claridad, la verdad del asunto era que sí molestaban un poquito. De noche la piel me picaba al rozar las sábanas y cuando me duchaba sentía la misma picazón. Tenía que andar cuidándome de que no se vieran subiéndome las medias hasta más o menos la cintura, en fin; me molestaban bastante.
- Bueno, un poco sí, pero…
- ¿Un poco?
- Un poco mucho.
- ¿Un poco mucho?
- ¡Ginny!
- No te sulfures, que estaba bromeando.
El punto es que yo no estaba para bromitas, ¿entienden? ¿O me van a negar que el que te digan que tienes las piernas muy peludas es el cumplido más horrible de la historia?
- Lo que vamos a hacer ahora es deshacernos de estos dos – señaló con la cabeza a los energúmenos que tengo por amigos - , subir sin que nadie nos vea a tu dormitorio, y arrancar esas agujas infernales de una vez por todas antes de que crezcan lo suficiente como para hacer una peluca.
- ¡Pero me va a doler! - protesté.
- ¡Tú te lo buscaste, chica centauro!
- Ginny, por favor – supliqué misericordia a sabiendas de que sería en vano – No se ven tan mal…
Alzó las cejas tan rápido que pensé que había sido una ilusión óptica.
- ¿Es una broma, verdad? Mejor vamos a comparar tus piernas con las mías.
Se sentó a mi lado estirando las piernas, de un color rojizo debido a las horas de exposición solar. Al lado de las mías parecían las de una supermodelo, pero eso queda para otra charlita que tengamos ustedes y yo.
Pasó su dedo índice por mi pantorrilla de arriba hacia abajo y al revés. Luego tomó mi dedo y lo acercó a su pierna para que hiciera lo mismo. Su piel era completamente lisa al tacto.
- ¿Ves? Esto es "no estar tan mal". Lo tuyo ya es caso de investigación del Departamento de Misterios.
- Ouch. Eso me dolió.
- Vamos. Te prometo que voy a tratarte bien – su voz sonaba tan tranquila… me pregunté si de verdad debía ponerme en sus manos. Decidí intentarlo una última vez al ver que ella ya se estaba poniendo los calcetines.
- Espera, Ginny. Escúchame…
- Soy toda oídos.
- ¿Hay necesidad de hacerlo? Digo, ya sé que mis piernas se verán mejor y todo eso…pero la verdad es que más allá de la franja que se ve entre la falda y las medias, no muestro mucho más.
Me puse tan colorada como su cabello. Creo que entendió al vuelo a qué me refería yo, porque sonrió y por una puñetera vez se dignó a hablar en voz baja.
- Eso no tiene nada que ver, Hermione.
¿Me explico? Yo era virgen el sábado pasado y lo sigo siendo hoy jueves. Mi himen sigue estando intacto en el lugar de siempre. ¿Para qué rayos iba a depilarme si nadie más que yo iba a tocar mis piernitas desnudas? Sinceramente, me parecía un despropósito de tiempo. Y si no se han enterado ya a estas alturas, opino igual acerca del maquillaje y el peinado.
- ¡Oigan! ¿A dónde van?
Ron se acercó hacia donde estábamos nosotras, enzarzadas en la lucha "te depilo a como dé lugar – aléjate de mi vello". Mierda, mierda y más mierda.
- ¿Esas son tus piernas, Hermione? ¡Se parecen a las de Viktor Krum! – agregó Harry, riéndose como si estuviéramos en Felicilandia. ¿Qué nadie iba a dejarme en paz ese día?
Los dos grandullones se sentaron a mi lado, mientras que Ginny prefirió observarme desde las alturas y disfrutar del espectáculo de circo que era yo.
- Dime, Hermione. ¿De dónde sacaste estas Nimbus 2001?
- ¡Quién hubiera dicho que debajo de tu túnica ocultabas piernas de jugador!
- ¡Mira qué flaquitas son! Mi brazo es más grueso que las dos juntas...
-Vaya, ¡si hasta están igual de peludas que las mías! – exclamó Ron asombrado ante tamaña estupidez. Los dos se pusieron a filosofar acerca de porqué tenía tanto vello, que si era por culpa de un hechizo y quién sabe cuántas cosas más. Se atrevieron incluso a tironeármelos para ver si eran tan duros como parecían, ¡imbéciles!
Eso fue el colmo. Y Ginny, la culpable de cubrir mi cuota de desgracias del día y que hasta ese momento se había limitado a dejarlos hacer lo que se les cantase, salió de la nada con la idea del siglo.
- Dejen de molestarla, muchachos. Íbamos a subir a su habitación para depilarla cuando ustedes decidieron aparecerse.
Genial. Simplemente genial. Ahora lo único que faltaba era que lo publicara en el Profeta o que fuera corriendo a contárselo al puto Voldemort, así estaríamos todos informados de una buena vez. Me levanté muy oronda, aprovechando para golpear a Harry y Ron en el camino, y les canté las cuarenta antes de retirarme con los colgajos de dignidad que me quedaban.
- ¡Ya dejen de molestarme, por Merlín! ¡Tú ocúpate de tu caspa, tú de tu maldita miopía y tú de parecer al menos un poquito más inteligente que una roca hasta séptimo año! ¡Buenas tardes!
Sin hacer caso a sus gruñidos trogloditas, salí disparada y con la vista al frente hacia las puertas del castillo. Pronto recordé que me había dejado los zapatos donde los insensibles, pero me dio igual. Al demonio con ellos por un par de horas. Porque el enfado se me pasaría, lamentablemente.
Vi venir a Malfoy en dirección contraria, y supe que era mi fin. Ahora sí, estaba condenada a ser la burla del colegio entero y a vivir en el Bosque Prohibido con los hombres lobo… ja, los hombres lobo. A esas alturas los únicos que me entenderían.
Tan absorta venía yo, rumiando mi venganza, que no me di cuenta de que me había chocado con el hurón. Cerré los ojos esperando un insulto o una maldición imperdonable: en su lugar, me miró de arriba abajo con esa típica expresión arrogante que tiene, y soltó así sin más:
- Lindos pies, Granger.
Sonó limpio, sin una pizca de maldad. Malfoy siguió su camino, y yo me quedé allí pensando, congelada como una armadura. O el rubio le había afectado seriamente las neuronas, o mis orejas habían escuchado correctamente.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Que tu enemigo declarado desde que tienes once años te elogie (por más que sea un elogio breve y tirando a seco), te da un pelín de miedo. Sobre todo cuando ese enemigo no declarado hace que quieras vomitar hasta tu primera papilla cuando lo tienes a menos de diez centímetros.
Y no me refiero al odio.
Espero que les haya gustado. Ya saben: críticas, sugerencias, bla.
Gracias por leer!
Elianela
