31 Julio de 2009
Hola a todo el mundo. Casi no alcanzo a subir este oneshot/drabble... pero aqui está xDD espero qeu sea de su agrado. Es mi regalo de Cumpleaños para Harry... aunque no parezca xDD En fin, vengo aqui a subirlo para luego devolverme, es que estoy en una rumba en Grimmauld Place... y pues Harry ya vio su regalo... pero toda la orden y esa gente lo tienen secuestrado, por eso es que no se puede pasar por aquí. Pero yo le mandare sus saludos... Sin mas que decir.
Cuidense,
Andrea
Feliz Cumpleaños, Harry
Tomó su rostro entre sus manos, mirándola con cuidado. Permanecía con los ojos cerrados, y una sonrisa tranquila. Recorrió sus mejillas con sus pulgares y sonrió cuando ella dejó salir una risa suave. Aparentaba estar dormida, cuando se acercó a ella y ahora se había delatado. Esperó paciente, a verla abrir los ojos y se quedó quieto detallando el movimiento de sus pestañas al abrir sus ojos. Acercó su frente a la suya hasta casi chocarlas, para luego dejar un beso en la punta de su nariz. La estrechó entre sus brazos y quiso que ese instante no acabara nunca y pudiera mantenerla así por siempre.
Quería encerrarla entre sus manos y no devolverla jamás. No quería dejarla escapar. Y luego de unos instantes, la soltó lentamente. Tal vez haciéndose la idea o quizás, para buscar consuelo en otra parte. Aunque también era posible hallar un poco de comprensión en sus cabellos. Podía sentirla reír en medio de los besos que depositaba en su pelo y rió con ella. Rió despreocupadamente como hacia tiempo había olvidado a hacer. Y ahora él cerró sus ojos por un segundo. Imaginándola libre como deseaba que fuera.
Sonrió al escuchar las campanadas del reloj empezar a sonar. Y como una a una, retumbaban en la habitación hasta hacerse doce y luego callar. En ese instante, la sintió pegada a él. Y la vio sonreírle infantil, mientras su cabello ondulaba tras de si. Y no pudo evitar la tentación de enredar sus dedos entre sus rizos antes de dejarse llevar por un beso único. Un beso que recibía cada año, y por el cual era capaz de esperar a que los días se acabasen entre el recibido y el próximo a recibir.
Porque ya se había hecho costumbre el escaparse por unas cuantas horas cuando los que los esperaban ya estuvieran dormidos, y recorrerse con la mirada nada más hasta que el reloj sonara y el tiempo se detuviera por una hora, y donde fuera que se encontrasen, se convirtiera en tierra de nadie. Sólo cuando acaban de sonar las campanadas, podían permitirse libertad. Una libertad limitada por el próximo sonar del reloj, pero por la que esperaban tanto.
La besó nuevamente, al saberse dueño y señor de ese país construido de la nada y donde solo había dos habitantes. Y la recorrió con sus manos como hacía año tras año. Y se obligó a no apartar sus ojos de ella, intentando llenar su mente de segundos y de expresiones que le acompañaran en el tiempo venidero. Y la acarició lentamente y con dulzura. La amó sin reparos y con pausas, a pesar de que el tiempo no estaba de su lado, para acabar, como habían empezado. Con un beso. Sólo que este, sabía a lágrimas, dolor y errores. Cerró sus ojos al escuchar la campanada solitaria del reloj y se negó a llevarse la visión de sus ojos tristes como recuerdo final de su noche. Prefería quedarse con la expresión de éxtasis que surcó sus facciones por unos meros instantes, pero que agrandaba su colección de recuerdos. La sintió vestirse lentamente, mientras el permanecía inmutable en la cama. Llenó sus pulmones y se preguntó, como siempre, por qué no había visto esto antes. Y se reprendió mentalmente por su ineptitud, la cual lo había llevado a esa farsa que llamaba presente. Y cuando estaba más hundido en sus cavilaciones, la sintió acercarse. Sabía perfectamente lo que significaba. Era la última parte del ritual
Permaneció estático, mientras ella depositaba un último beso sobre sus labios. Un beso ligero y casi efímero. Y lentamente contó los segundos que demoraría ella en llegar a la puerta luego de alejarse de él, y cuando por fin llegó a 10, abrió sus ojos y la vio en el umbral de la puerta. Mirándolo fijamente, para luego sonreír como había aprendido luego del paso de los años. Con una sonrisa aparentemente dulce, pero que no iluminaba sus ojos.
Ahora vendría la despedida.
-Feliz Cumpleaños, Harry.- murmuró lo suficientemente alto como para que la escuchara y sin más, salió cerrando la puerta tras de si. Sabía que aunque corriera tras de ella, ya para entonces se habría aparecido en su casa. Así que no perdió el tiempo intentándolo, aunque su cuerpo le doliera por las ganas de comprobar lo que era más que sabido. Ahora, lo único que faltaba era su parte final en el ritual y todo quedaría sellado por otros trescientos sesenta y cinco días más, a pesar de que se vieran horas después.
-Adiós, Hermione.-
