Nota de autor: Sé que queréis que continúe mi otro fic, pero no pude evitarlo, hoy subo tres drabbles calentitos del horno. No me matéis. Snif.

Remus tiene un mapa en el cuerpo y a Sirius le encanta. Cuando Remus tiene esos días o, como él dice, parece que tienes la puta regla, Lupin, Sirius se lo recuerda. Pero esta vez Remus parece más hundido que de costumbre y Sirius no sabe, no tiene ni idea, de si funcionará o no, pero él no sabe hacer otra cosa.

Se tumba tras él, le deja bombones sobre la mesilla, de esos muggles que tanto le gustan, le acaricia la cabeza y le besa el cuello.

-Estoy despierto.

-Lo sé. Te he comprado Bombones.

-Los huelo, como todo, soy un lobo ¿Recuerdas?

-Recuerdo que eres un lobo una vez al mes, por una jodida injusticia.

-Pero lo soy.

-Para mi no eres un lobo, eres Remus, mi Remus.

Remus hunde la cabeza en la almohada un poco más y se acurruca contra el pecho de su, bueno, su cosa-rara, por llamar a Sirius algo.

-Ayer fui a ducharme a las duchas comunes, pensé que no había nadie, pero había alguien- Sirius traga saliva y sigue escuchando- Me espere una media hora fuera, hasta que terminó y luego entre. Nunca podré ducharme con gente delante o desvestirme o ser una persona normal.

-¿Y qué más da? Tú no tienes que ser una persona normal, tú eres especial y ya está. Además no quiero que te duches delante de nadie.

-Odio las cicatrices, si al menos no quedasen cicatrices, siempre.

-Tienes una en el tobillo, tiene forma de serpiente, otra en el muslo derecho y dos más en el izquierdo- Sirius recorre poco a poco las piernas de Remus acariciando cada zona donde las cicatrices están, bajo la ropa, pero están- Tienes otra aquí- roza la pelvis derecha- y otra aquí- acaricia el trozo de carne que une pierna con el resto del cuerpo- Una debajo del ombligo – Remus cierra los ojos y siente como Sirius le sube la camisa y le acaricia la cicatriz, cerca del pubis- y esta, que es la que más me gusta, que dibuja la media luna alrededor del ombligo- se para en ella, la acaricia suavemente y luego aprieta con la palma el vientre, desliza la punta de sus dedos por el pecho y sigue enumerando cada una de las cicatrices del licántropo.

Remus sabe que no mira, que se las conoce todas, que es un mapa y que Sirius lo sigue, lo sigue toda la noche, hasta el amanecer, hasta que caen exhaustos, uno encima del otro, hasta que le hace sentirse un poco mejor.