°°Ćāşũąłìďāđ°°
Acotaciones:
&&&&& Cambio de escena - Diálogos " " Pensamientos
Una pequeña nota.
Hello¿cómo están? Pues heme aquí con esta histora que resulta muy diferente de lo que suelo hacer. Para empezar es mi primera de Kikyo como protagonista, a pesar de mi nick generalmente acaba siendo la mala. Así que decidí que era hora de hacerle justicia. eso sí, Kagome no sale para nada, no se trata de hacerla sufrir. El estilo en sí es entre angst-romance-comedia. Me parece que está resultando muy bien. Es un fanfic corto de cuatro capítulos nada más. Tam bién Sesshoumaru y Lin en una fasceta muy diferente.Y lo más importante de todo es que no es mi historia completamente, ha sido elaborada por mi novio y por mi, cada capítulo entre los dos. bueno ya me voy, y las dejo, ojalá tengan oportunidad de leer y así nos la den a nosotros de hacerles pasar un buen rato. Mil gracias. Byes.
Ese día al amanecer el reloj despertador sonó como siempre anunciando que todo comenzaba de nuevo, estiró una mano hasta un lado de su almohada para tomar el pequeño aparato y silenciar el molesto sonido intermitente. Se sentó todavía somnolienta y miró hacia fuera con los ojos entrecerrados para toparse con una estructura de cristales opacos por el polvo que dentro de sí dejaban ver lo que ella sabía era su tesoro, sonrió. Un poco más espabilada bajó por la pequeña escalera al pie de su litera y se acercó a la joven unos años menor que dormía debajo. La llamó por su nombre un par de veces sabiendo que no obtendría mucho más resultado que un "Diez minutos más" y salió de la habitación para ir a preparar el desayuno, seguramente algo de pan tostado, un vaso con jugo y cereal con fresas como le gustaba a su hermana.
Pasados los diez minutos regresó y despertó a la joven esta vez definitivamente para empezar a escuchar cómo se quejaba igual que todos los días de que era temprano y el agua para bañarse estaba apenas tibia, mientras, ella continuó con el ritual diario de poner los platos en la mesa con únicamente dos sillas.
Desayunaron juntas como a diario entre conversaciones casuales, Kikyo preguntaba a su hermana de la escuela y Kaede a ella sobre sus amigas cada vez más escasas desde que ellas dos quedaron solas. Veinte minutos más tarde terminaron con el alimento y la hermana menor se dirigió a la mesita del fondo para despedirse de las fotografías de sus padres antes de salir para la escuela.
Así faltando más de quince minutos para las siete se quedó sola como todas las mañanas, recogió la mesa, lavó los trastes, arregló la recámara y bajó por la pequeña y algo destartalada escalera en forma de caracol que conducía a la parte de atrás del mostrador de su pequeña florería. Respiró profundo y miró a su alrededor, los estantes tenían macetas con plantas verdes o más coloridas y otros mostraban ramos y arreglos de flores. Caminó hasta la entrada y miró por la ventana cómo las personas comenzaban sus días y alguno que otro negocio cercano ya abría sus puertas, a diferencia de ella.
Caminó por el muy pequeño sitio examinando todas las plantas y flores, tomando las que ya estaban maltratadas para desecharlas o llevarlas a la parte trasera y rehabilitarlas. No le tomó mucho tiempo verlo todo, aunque ese día en particular muchas de sus pequeñas compañeras lucían tristes… quizás sólo eran solidarias. ¿Cuánto tiempo se había sentido así? Eso se lo preguntó muchas veces antes y siempre encontró la misma respuesta, desde que una noche la lluvia, el pavimento y un conductor ebrio le arrebataron casi todo.
FLASH BACK
- ¿Entonces a qué horas nos vemos mañana? –preguntó Kikyo a otra chica animada del otro lado de la línea.
- Ven a mi casa después de la comida y aquí nos arreglamos para la noche.
- Está bien ¿Qué te vas a poner?
- Hermana tengo hambre. –la interrumpió su hermanita de poco menos de catorce años
- Espera… -le dijo a su amiga- Kaede ahí está la pizza de la comida.
- Pero ya no quiero pizza.
- Entonces prepárate algo y deja de molestarme porque ya van a llegar mis papás y van a hacer que cuelgue.
- Les voy a decir que no me diste de cenar. –la respuesta de Kikyo fue una mirada muy poco amistosa y la vuelta a la conversación telefónica- Amiga tengo que rime, mi hermanita no deja de molestarme, mañana te veo. –colgó y dio dos pasos hacia Kaede preparando mentalmente el regaño que le iba a dar por molestarla así y cómo convencerla de que no le dijera nada de ello a sus padres, cuando el teléfono repicó de nuevo. - ¿Si? –contestó esperando que fuese alguna de sus amigas o sus padres para decirle que su regreso demoraría un poco más por la lluvia, pero jamás esperó escuchar una voz desconocida y seria del otro lado diciendo palabras que a duras penas pudo comprender.
- ¿Quién habla? –dijo el hombre.
- ¿Con quién desea hablar? –la voz respondió tan fúnebre como al principio diciendo primero el nombre de sus padres y luego solicitando algún familiar de ellos. – Soy su hija mayor ¿qué pasa?
- Le estoy llamando del Hospital General señorita…
- Kikyo… -respondió muy apenas con la voz cortada mientras con los ojos llenos de lágrimas veía a Kaede.
- Señorita Kikyo ¿puede usted venir? Sería bueno que llegara pronto, sus padres tuvieron un accidente en la carretera y pues… su condición la discutiremos en cuanto usted llegue. Tome un taxi, el seguro cubre el gasto.
- Pero cómo están… dígame por favor.
-Estamos haciendo todo lo posible. Por favor llegue pronto. –con esas palabras Kikyo supo que si no se apresuraba jamás volvería a ver a sus padres con vida.
Dejó el teléfono y tomó a Kaede de la mano jalándola hacia la calle ignorando las explicaciones que pedía, sólo le dijo que se callara y buscara un taxi. Por fortuna era buena hora todavía para encontrar alguien que las llevara. El hombre de aspecto amable se detuvo casi de inmediato y las dejó subir, fue hasta camino al hospital que Kikyo habló sobre la llamada, aunque ella misma no sabía mucho.
Llegaron a urgencias y el taxista se negó a cobrarles, entraron y fue como si un hombre de bata blanca de inmediato las reconociera, llegó hasta ellas y confirmó su identidad para luego preguntar su edad y llevar aparte a Kikyo, aunque también era menor de edad, diecisiete eran mejores que trece.
- ¿No tienes más familiares que puedan venir ahora?
- No, no tengo, no pueden venir ni ahora ni nunca, sólo somos nosotros cuatro…
- Está bien –suspiró resignado como sintiendo una pesada carga por las dos niñas.- Otro auto embistió a tus padres de frente en la carretera, el conductor iba ebrio y no sobrevivió, pero el golpe fue muy fuerte. –suspiró- Tu padre falleció en el lugar y estamos haciendo todo lo posible por salvar a tu madre pero ha perdido mucha sangre y tiene muchos golpes internos…
- ¿También va a morir? –preguntó con las mismas lágrimas necias en los ojos y con la voz a duras penas saliendo mientras a lo lejos notaba a su hermana expectante.
- No lo sé… pero hay muchas posibilidades. –con esas palabras ella no pudo más, las piernas se negaron a sostenerla un segundo más y se dejó caer en una silla que por fortuna tenía cerca, cubrió su rostro con ambas manos y escuchó las últimas palabras del doctor antes de que se alejara. – Lo lamento.
Lo siguiente que supo fue que los cálidos brazos de su hermana estaban alrededor suyo ¿necesitaba decirle algo? Claro que no, ella ya lo había entendido todo, no les quedaba más que tener esperanza en que no se quedarían solas esa noche. Pasaron pocos minutos antes de que las hicieran subir al piso de cirugía, donde en la sala de espera se quedarían varias horas sentadas, caminando, viendo personas pasar, llorar, llegar e irse, tantas cosas en una noche corta y eterna que en realidad ninguna podría recordar muy bien jamás.
No fue hasta cerca del amanecer que alguien dijo su apellido y ambas fueron, Kikyo intentó dejar a Kaede esperando pero ella se negó, ambas tendrían que escuchar. El médico las vio y preguntó si no había nadie más, a estas alturas ya había olvidado todas las explicaciones que le dieron al transferir a la paciente. Se mostró sorprendido cuando tuvo que decirles a dos niñas solas y no a un adulto que su paciente había muerto sobre la mesa, que por más que lo intentó las heridas fueron demasiadas y ni toda la sangre que tuvo a la mano le alcanzó para suplir la que perdía.
Ambas pidieron ver el cuerpo, pero se los negaron, lo único que hizo el cirujano fue llamar a servicios sociales y dejarles además de la tristeza una batalla para quedarse juntas.
FIN DEL FLASH BACK
Cuando volvió a la realidad tenía los guantes puestos y cortaba las hojas secas de unas rosas, miró el reloj y se dio cuenta de que había pasado un buen rato. Suspiró cansada y terminó con su pequeña amiga lo más aprisa que pudo. Se quitó los guantes y se sacudió un poco la tierra y las hojas secas para subir a darse un baño y preparar la comida, sin embargo su camino fue interrumpido por el timbre exterior, pensó sería algún vendedor o un muchacho extraño que iba con frecuencia por semillas, de cualquier forma se lamentó de tener que abrir. Llegó a la puerta y para su sorpresa era la persona que menos esperaba ver, la trabajadora social que había llevado su caso por dos años, de inmediato le abrió y la recibió con una cálida sonrisa fingida pero muy convincente.
- Kikyo ¿cómo estás?
- Muy bien gracias señorita ¿y usted?
- Muy bien también, nunca se te va a quitar esa costumbre de tratarme de "usted". –se sonrieron mutuamente mientras iban hacia las escaleras, Kikyo conocía la rutina. - ¿Cómo van las cosas?
- De maravilla –mintió de nuevo con la misma sonrisa que solía quedarse de forma permanente en esas visitas- Kaede está muy contenta en la escuela, el vivero sigue manteniéndose y cada vez da mejores ganancias, todavía no es mucho pero va bien, además aún nos queda dinero de la casa de nuestros padres y del seguro.
- ¿Y Kaede sale mucho con sus amigas? –preguntó al subir las escaleras.
- Algunas veces, ella estudia mucho para entrar bien a la universidad.
- ¿Está pensando en la universidad?
- Sí, quiere estudiar gastronomía. –abrió la puerta del refrigerador para sacar un platón con fresas al tiempo en que se calentaba el café.
- Entonces a la pequeña no le gustan las flores. –Kikyo cerró los ojos cansada por un segundo y luego volvió a su expresión de falsa alegría.
- Prefiere las fresas –se acercó a la trabajadora social con las frutas y las puso entre ambas para luego ir a servir el café.
- Por eso me gusta venir a visitarte, por tus fresas –le dijo la mujer mirando con ansiedad el alimento – Deberías venderlas. –la joven rió y suspiró en silencio resignada a perder la mañana pretendiendo que todo estaba bien.
Un buen rato después las dos caminaban por el vivero, todas las flores se veían especialmente hermosas ahí, sin embargo el contraste con la desgastada infraestructura era muy notorio, tanto que la trabajadora preguntó la razón de los vidrios opacos por el polvo, las manchas de tierra y agua, los charcos en el suelo que delataban el rudimentario sistema de riego y los costales de abono vacíos en el fondo, entre otras cosas.
- Sí es cierto, hace falta mantenimiento pero no me gusta traer a nadie extraño estando sola o con Kaede, en un par de semanas mis amigos vendrán para ayudarme a hacerlo…
- Qué hábil eres resolviendo tus problemas –la alabó su interlocutora mientras continuaban hasta una esquina del lugar, donde no habían flores, sino una pequeña hortaliza con fresas. - ¿Cuál el es secreto de tus fresas?
- Platicar con ellas todos los días, son para Kaede… además el que no sean flores no quiere decir que no merezcan la misma atención que ellas. Qué clase de persona sería si las discriminara y me vieran hablarle a las flores todo el tiempo y a ellas no. – la mujer la miró extrañada pero no dijo nada más, si bien no creía en toda la explicación debía de reconocer que esa jovencita tenía las flores más hermosas y las fresas más deliciosas que jamás hubiera visto o probado.
- En fin… al parecer todo está bien como siempre, regresaré en unas semanas para ver a Kaede directamente. Ha sido un gusto hablar contigo y espero no haberte quitado mucho tiempo.
- Claro que no –respondió mintiendo mientras por dentro se lamentaba de todas las cosas que no pudo hacer esa mañana.
La mujer salió del lugar dejándola sola con un montón de deberes. Muy aprisa subió a bañarse esperando que el agua estuviera tibia. Luego de media hora estaba vestida con el cabello apenas cepillado destilando todavía mojando su espalda. Miró el reloj una vez más, faltaban 30 minutos para que regresara Kaede y ella aún no tenía nada para comer. Fue entonces que mirándose al espejo se preguntó si era posible que alguien más tuviese un día peor que el suyo.
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Inuyasha miró su reloj mientras tomaba el pulso del paciente, se trataba de un hombre de edad madura que sólo iba a revisión, nada emocionante, entonces se dio cuenta de que ya era hora de la comida y él estaría atrapado ahí un largo rato más. Se lamentó en silencio justo antes de que el sonido de su celular interrumpiera, dejó de inmediato a su paciente y se disculpó para salir y tomar la llamada "urgente" , como dijo él aunque en realidad reconoció el número de su padre que seguramente quería una "tontería" como siempre.
- ¿Qué sucede padre? Si es otra vez esa estupidez de ir a pesar…
- Hijo –lo interrumpió la voz derrumbada de su madre.
- ¿Qué pasa?
- Tú papá… estábamos caminando en el parque y… y… -se le cortó la voz de repente.
- ¿Qué le pasó a mi papá?
- Tuvo un infarto… -en ese instante Inuyasha sintió todo el peso del mundo sobre su espalda ¿cómo era posible? Él lo vio esa mañana, conversaron, hasta pelearon…
FLASH BACK
- Hijo, buenos días ¿cómo dormiste?
- Bien –apenas habló entre tragos de café apresurados y el nudo de la corbata a medio hacer.
- Ya sé que lo hablamos antes y que no estás muy entusiasmado pero será divertido lo de ir pescar.
- Papá –lo interrumpió cortante- llevas una semana diciéndome y llevo una semana negándome¿qué te hace pensar que esta vez será diferente?
- Sesshoumaru me dijo que va a llevar a sus hijos… ese niño y las gemelas son peores que ustedes a su edad. –el joven sintió su piel erizarse y en la presencia de los tres pequeños encontró otra buena razón, además del trabajo para no ir.
- No sé cómo Lin se las arregla para darse abasto con esos tres demonios y el carácter de mi hermano.
- Sí, creo que necesita un fin de semana libre y por eso vienen los niños… aunque te diré si de mal carácter hablamos… los dos sacaron lo peor de mí. –hizo la broma el hombre mayor con su afable carácter habitual.
- Viejo ya déjate de cosas. –se levantó y tomó su bata para salir de ahí.
- Hijo, es sólo un día, puedes tomarte ese descanso.
- No voy a faltar por esa estupidez. –le dijo por último justo antes de azotar la puerta.
FIN DEL FLASH BACK
- ¡¿Mamá cómo está!? –preguntó a la mujer del otro lado de la línea una vez que regresó a la realidad, sin embargo no obtuvo más respuesta que el llanto silencioso e incontrolable de Izayoi. - ¿Dónde estás? Voy para allá.
Varias interminables horas más tarde Inuyasha no supo cómo pero iba manejando vestido de negro hacia un funeral, repasó los hechos mil veces y se preguntó si acaso él sería el culpable, tantos estudios, tantos pacientes, y siendo cardiólogo no pudo evitar que su padre muriera de un infarto. Pensó en su madre de nuevo y le dolió recordarla desecha como estaba, con los ojos llenos de lágrimas y varios años más encima de los que tenía esa mañana. Imaginó la capilla llena de flores, seguramente su hermano ya se habría ocupado de ese detalle, era extraño pero a pesar de vivir a varias horas de distancia Sesshoumaru siempre pareció estar más cerca de su padre de lo que él jamás estuvo viviendo con él. "El gran Sesshoumaru, siempre al pendiente de todo…" –pensó con amargura para sí mismo sin poder evitar sentir algo de envidia y mucha culpabilidad. Entonces su mente regresó a las flores, ni siquiera una rosa, nada, él iba con las manos vacías, y como hecho por el destino se topó en la luz roja con una florería que exhibía en un letrero desgastado y algo carcomido por él óxido las letras "Shikon no Tamma". No le pareció el mejor lugar pero sí el más cercano, puso la reversa y se estacionó justo en la entrada sin darse cuenta de que en el interior una joven de piel pálida y ojos distantes daba media vuelta luego de un intento fallido de cerrar.
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Kikyo agradeció que fuera por fin hora de cerrar, se acercó a la puerta y para su desdicha notó cómo un auto se estacionaba justo afuera y un hombre vestido de traje caminaba hacia ella "Uno más…" –pensó con pesadez.
- Kaede, alguien viene. –gritó a su hermana, quien estaba arriba preparando la cena, luego buscaó refugio entre sus plantas en el invernadero, el contacto humano era lo que menos deseaba.
Lo vio entrar y dar una vuelta rápida antes de tomar un arreglo grande, el más bonito del lugar sin dudas, después el sujeto mal encarado lo dejó en el mostrador esperando la atención de alguien. Así se quedó muchos segundos, quizás más de un minuto sin que su hermana diera señales de vida, el tipo parecía cada vez más irritado. De repente tomó de nuevo el arreglo y fue al fondo, abrió la puerta sin tocar y sin importarle perturbar a alguien, ya dentro fue directo con ella, como si todo el tiempo hubiese sabido que estaba ahí.
- ¿Las flores son gratis o qué? No tengo tu tiempo. – Kikyo lo vio como queriendo asesinarlo y sin hablarle para nada fue hasta el mostrador y le dijo cuánto era, Inuyasha sacó el dinero y lo dejó ahí casi grosero. – Eres una chica desagradable para ser tan bonita. –luego salió de inmediato dejándola con su enojo, apretando los billetes entre los dedos.
- Perdón, no podía dejar todo en la estufa –se disculpó su hermana acabando de bajar los escalones.
-Cierra –fue toda la respuesta fría que Kikyo dio mientras iba de nuevo a ocultar sus lágrimas entre las flores. –Lo último que me faltaba, un idiota prepotente que me cree desagradable… -cerró los ojos dejando escapar dos lágrimas pesadas e hirientes- Tal vez tenga razón…
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Era media mañana cuando el religioso repetía palabras sin sentido para Inuyasha acerca de una vida eterna y la importancia de hacer felices a los que amamos en el largo viaje que es esta vida, Inu Tashou lo había logrado…
De repente Inuyasha dejó de escuchar y se vio rodeado de amigos y familia, frente a él su hermano quien había dejado a un lado su habitual máscara de frialdad para derramar un par de lágrimas por su padre era consolado por Lin y delante a ellos una gemelas y un niño más pequeño idéntico a su padre, que no paraban de llorar por su abuelo.
Buscó a su madre con la mirada y la encontró abrazada a una vieja amiga suya, apenas y había hablado con él desde la llamada, era como si no pensase que estuviera ahí.
En otras ocasiones él fue quien participó a familias enteras ese tipo de malas noticias, las personas siempre se abrazaban y lloraban juntas mientras él se sentía un extraño, siempre pensó que era por su ética profesional que nunca se dejó llevar por el dolor ajeno. Sin embargo esta vez cuando él estaba en medio de todo, cuando era su familia la que se abrazaba y lloraba, él de todas formas se sentía ajeno… así se dio cuenta de que estaba solo.
Por un instante Sesshoumaru lo miró y casi pudo sentir una bofetada de reproche, era como si lo escuchara "Él sólo quería ir a pescar, sacarte un rato de tu miserable vida y tú ni siquiera pudiste darle ese gusto". Inuyasha creyó que su hermano sabía sobre su respuesta para lo de la pesca y se sintió aún más miserable. Tratando de escapar de la fría mirada de Sesshoumaru buscó el arreglo de flores que él había comprado, que fue cuidadosamente colocado sobre el féretro, recapacitó sin darse cuenta y notó que era el más hermoso de todos, como hecho especialmente para ese día, para ese momento en que él no pudo derramar ni una sola lágrima por más que rebuscó en sus recuerdos y se vio invadido de escenas felices con su padre cuando era niño… viajes de pesca, paseos en bicicleta… y tantas otras cosas, la mirada de orgullo de su padre cuando él se recibió de la escuela de medicina y cuando terminó la especialidad en cardiología.
- Inuyasha –lo sacó de su ensimismamiento la voz indiferente de su hermano- los niños tienen hambre, vamos a ir a desayunar, Isayoi también viene ¿nos acompañas?
- Sí… -respondió apenas con la vista fija todavía sobre el ataúd que descendía lentamente para perderse debajo de la tierra que unos cuantos hombres arrojaban.
Un buen rato después, más cerca de la comida que del desayuno, el pequeño grupo se encontraba alrededor de una mesa cada quien con un platillo distinto, excepto las gemelas, quienes acostumbraban pedir lo mismo, e Inuyasha, que sólo tenía una taza de café frío delante suyo.
- Hijo, come algo por favor… -dijo su madre con voz triste, él pensó en responder igual que siempre con un cortante "No tengo hambre", pero no pudo.
- Comeré más tarde en el hospital…
- ¿No pediste el día? –preguntó calmado su hermano conteniendo el impulso de gritarle muchas cosas.
- Hoy y mañana me programaron para urgencias, si no voy todo va a ser un caos y los pacientes son los que pagan... –Sesshoumaru miró fijamente a Izayoi y notó de inmediato como sus ojos se entristecían más.
- Sí tienes razón… -habló tranquila intentando evitar que el mayor de los hermanos dijera otra cosa, a pesar de que en el fondo sabía que Inuyasha estaba actuando mal.
- Pedí unos días en el trabajo y avisamos que los niños van a altar a la escuela. Nos quedaremos contigo una semana… madre. – ella miró a Sesshoumaru con sorpresa recordando como sólo una vez antes la llamó así, el día de su boda cuando lo hizo para agradecerle todo lo que ella lo ayudó con Lin. De inmediato las lágrimas se juntaron de nuevo en sus ojos y sonrió feliz.
Inuyasha al instante comprendió que hasta su medio hermano Sesshoumaru era más hijo de su mamá que él en esos momentos, cuando más lo necesitaba. La furia contra sí mismo lo corrompió como veneno y lo obligó a levantarse e irse sin dar una sola explicación. El hombre del otro lado de la mesa dejó el vaso del que bebía fuertemente y recorrió su silla hacia atrás para ir por él y regresarlo por la fuerza si era necesario, pero fue detenido con la suave mano de la mujer a su lado.
- Hijo no es necesario. –habló Izayoi todavía con la misma sonrisa en su rostro, él lo comprendió.
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Todo ese día dos palabras corrieron sin cesar por la mente de Kikyo "chica desagradable", se enojó y entristeció mil veces con él y con ella misma mientras hacía en silencio diversos preparativos. Ya algo tarde Kaede fue a dormir cansada y preocupada por la actitud más calla que de costumbre que notó en su hermana, Kikyo se quedó en la mesa de la cocina haciendo una lista de pendientes, cuentas bancarias y escrituras de propiedad, ella sabía todo eso de memoria y sin embargo lo plasmó en papel como hecho para que alguien más lo entendiera, como si fueran las instrucciones de su vida diaria. Miró la alacena y pensó que para los días siguientes ya había comida hecha y todas las fresas maduras estaban limpias en el refrigerador. Al amanecer ya no le quedaba más que desayunar junto con su hermana y limpiar lo que se ensuciara, luego, todo estaría listo y tendría tiempo para descansar. Esa noche no durmió hasta que ya cerca de salir el sol, el sueño logró vencerla.
Kaede dormía plácidamente como todas las mañanas, sin embargo ya era hora de levantarse, Kikyo se acercó y se sentó a su lado para despertarla, al obtener el cotidiano "10 minutos más" se levantó y fue por un poco de agua fría para rociarle a gotas.
- ¿Qué crees que estás haciendo? –preguntó la menor desconcertada y muy adormilada.
- Te despierto.
- Te dije 10 minutos.
- ¿Y? Yo quiero despertarte ahora, tienes dos opciones, te levantas o puedes tomar un baño de agua fría aquí a domicilio los próximos 10 minutos. –Kaede alzó el rostro y lanzó la mejor mirada de furia que las condiciones de sueño le permitieron.
- ¿Qué soñaste para levantarte tan de buen humor? –preguntó al incorporarse.
- Nada en especial. El desayuno está listo. –fue entonces cuando la otra notó el aroma a hot cakes.
- ¿Hiciste hot cakes?
- Sí, hace mucho que no hacía y ahora deben estar enfriándose porque alguien no acaba de levantarse y va a comérselos. –la joven de 15 años saltó de la cama ya bastante despierta y fue a la mesa seguida por su hermana. - ¿Hoy vas a llegar tarde verdad? –preguntó mientras se sentaba frente a ella para desayunar también.
- Sí, voy a hacer un trabajo a casa de una amiga y vamos a comer allá. ¿Por qué?
- Por nada en especial…. ¿y cómo vas en matemáticas? –preguntó como cualquier otro día Kikyo, tranquila y extrañamente mucho más feliz que el día anterior.
Rato después las hermanas se despidieron en la puerta con un fuerte abrazo poco común pero muy cálido, seguido de un más extraño "Te quiero hermanita" y un "Se te hace tarde, ya vete" ante la mirada de extrañeza de la quinceañera.
- Ya solo me faltan los últimos detalles…
Ya muy cercana la hora de salir de la escuela la amiga de Kaede fue a buscarla para irse juntas, sin embargo de último momento y sólo guiada por el extraño comportamiento de su hermana esa mañana, decidió que era más importante ir a verla que hacer el trabajo, inventó un pretexto poco creíble y fue casi corriendo a su casa. Todo el camino fue nerviosa y llena de ansiedad, con el extraño presentimiento de que desde ese día sus vidas cambiarían radicalmente, aunque no sabía si para bien o para mal. Al llegar vio desde lejos a un raro pero habitual cliente que parecía tocar de forma frenética el timbre sin obtener mucha respuesta.
- Joven Onigumo… -lo llamó dudosa al estar a muy poca distancia. -¿Sucede algo?
- Está cerrado y necesito mis semillas –le respondió casi neurótico como si se tratara de algo de vida o muerte, Kaede se sintió asustada por el comportamiento del otro y enojada con su hermana por no abrir a tiempo si ella no estaba. Sacó sus llaves y quitó los cerrojos dejando pasar al hombre detrás de ella.
Miró a todos lados y no pudo encontrar a su hermana, la llamó en voz alta un par de veces pero todo fue en vano, miró hacia atrás y la puerta del vivero estaba cerrada, como si ella no estuviese ahí.
Ignorando la presencia del extraño subió corriendo hasta el pequeño departamento, lo que encontró fue poco más que desesperanzador, la mesa estaba puesta para una persona, todo estaba limpio y solo, fue a la recámara y encontró un montón de listas y papeles como instrucciones a seguir, sin fijarse bien regresó a la mesa y fue entonces que notó una tarjeta escrita a mano con la letra de su hermana.
"Perdóname, pero es lo mejor para las dos… siempre te voy a querer"
- No pudiste haberte ido… -murmuró para sí misma mientras un nudo se formaba en su garganta ante la obvia partida de su hermana.
Sin saber qué hacer bajó de nuevo las escaleras y se sintió extrañada cuando vio al cliente raro hablando por teléfono con las manos y la ropa ensangrentadas, no pudo distinguir bien las palabras, sólo entendió algo de ambulancia, rápido y sangre. La joven volteó hacia la puerta del invernadero y vio que de ahí provenía el rastro.
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Si había algo que Inuyasha odiaba era estar en urgencias, nunca entendió cómo siendo cardiólogo podían con tal facilidad mandarlo a revisar niños con resfriado y ladrones heridos por sus víctimas, eso no era lo suyo. Sin embargo no tenía más opción, debía cumplir con ese requisito burocrático de "apoyo interdepartamental", como lo llamaban, si quería tener un mejor puesto algún día.
En eso estaba pensando cuando alguien le ordenó salir a la ambulancia para recibir a la suicida, bastante hastiado de todo en general salió con una idea en la mente "Si quería morir la hubieran dejado". Los paramédicos bajaron una camilla con el cuerpo de una mujer lleno de sangre, sus muñecas ostentaban severos vendajes rojos y su rostro se veía sin vida, tan blanco como una hoja de papel. Detrás de ella bajó una chica más joven, casi una niña, que lloraba y veía fijamente a la otra como si no pudiera creerlo. "Yo la conozco" –pensó de repente mientras le daban informe del estado de la paciente.
- … estaba en su vivero, al parecer lo hizo con una navaja para cortar tallos…
- La chica desagradable… –interrumpió al paramédico sin darse cuenta de que por primera vez sentía familiaridad con un paciente y desde ese momento prestó toda su atención para poder salvarla. Estaba decidido a que la muerte no le arrebataría a esa paciente, no a ella.
- ¿Quiere que pida un quirófano? –preguntó una de las enfermeras mientras conectaban a Kikyo a todos los aparatos que eran necesarios.
- Pídelo de urgencia ¿dónde está la sangre? –reclamó al ver que no la tenía a la mano.
- El banco dijo que la mandaría.
- Eso no me sirve esta chica está casi muerta. –dijo juzgando su aspecto pálido y la sangre en los vendajes, en su ropa y en la camilla- ¡Y llévense a la niña! –les gritó a las enfermeras y los internos que estaban ahí sin darse cuenta de que Kaede observaba todo de cerca con la misma apariencia casi ausente. Lo siguiente que hizo Inuyasha fue quitarse la bata y arremangarse la camisa mientras todos lo miraban como si estuviera loco, estiró un brazo hacia una de las enfermeras y se quedó esperando como si su idea fuera obvia para los otros, nada más lejos de la realidad.- ¡Maldita sea soy donador universal!
- ¿Y? –preguntó la enfermera sin hacerle mucho caso mientras todos los sensores conectados a Kikyo indicaban que lo peor se aproximaba.
- ¡No la voy a dejar morir porque el banco no manda sangre! –fue un grito que hasta Kaede escuchó estando afuera de la sala de trauma. La enfermera lo miró un segundo más como reprobando su iniciativa y de prisa tomó todo lo necesario para hacer la improvisada transfusión. Pasaron varios instantes mientras los internos se apresuraban a hacer todo lo necesario, o más bien todo lo que podían hacer en esas circunstancias, la sangre llegó y la enfermera se dispuso a dejar a de sacarle a Inuyasha, sin embargo él la detuvo. –Nos mandaron dos unidades, eso no es suficiente.
- Pero en cirugía le van a poner más. –reclamó la enfermera sintiendo que ya se veía pálido.
- Cuando me maree me quitas. –respondió nada más para seguir concentrado en ella.
La vio recuperar una milésima parte de su poco color y semi-estabilizarse, le avisaron de arriba que tenían todo listo para subirla, incluidas muchas unidades de sangre de tipo universal y el estudio para determinar el suyo en camino. Podían haberla subido en ese instante, sin embargo faltaban todavía algunos mililitros de la primera unidad y quería tener más seguridad antes de subirla. Entonces sin que pudiera fingir más los ojos se le nublaron y tuvo que detenerse de algo para no caer.
- Suficiente. –le dijo la enfermera mientras dejaba de hacer esa transfusión y la primera unidad se terminaba por completo.
- Pónganle la segunda y vamos para arriba. –dijo Inuyasha sin muchas fuerzas.
- Usted no va a ningún lado –la misma enfermera lo regañó mientras entre los dos internos la sacaban de ahí camino a cirugía y le ponían la otra unidad de sangre.
Inuyasha salió ya con pasos cuidadosos de la sala y desde la puerta vio a la niña delante del elevador como esperando en su mismo estado ausente, pensó en su nombre pero en realidad no lo sabía, todavía muy mareado se dejó caer sobre la silla más cercana e hizo un esfuerzo por gritar.
- ¡Tú niña! –pero Kaede a sus 15 años no reaccionó al llamado- La niña de Shikon no tamma –entonces de inmediato volteó y él le hizo una seña para que se aproximara, ella dudó por un segundo cuando las puertas del ascensor se abrieron pero recordar todo lo que escuchó de él, la hizo acercarse.
- ¿Si¿Cómo sabe que… el nombre de la florería?
- Larga historia. ¿Dónde están tus padres?
- Ya murieron.
- ¿Algún familiar?
- Mi hermana…
- ¿Quién se hace responsable de ustedes? –preguntó empezando a exasperarse por la situación.
- Nosotras… -respondió Kaede dudosa ya sabiendo hacia donde iba la conversación.
- ¿Ella es tu tutora legal?
- Sí… pero ella va a estar bien, es muy responsable, siempre me cuida, esto fue un accidente…
- Sígueme –respondió él con una sonrisa entre sarcástica e irónica mientras se levantaba tambaleante y debía recorrer el camino hasta el elevador tomado de la pared y con el brazo de la transfusión flexionado contra sí mismo.
- Tú le diste sangre… -dijo mirando incrédula al hombre de ojos dorados que sin duda se veía más que pálido. Antes de que respondiera llegó el elevador y para ayudarlo a entrar Kaede se puso del lado de su brazo útil para servir como muleta. Él sonrió y se dejó ayudar.
Al salir se encaminaron hacia lo que ella pensó sería la sala de espera de cirugía, y antes de descubrir que no era así Inuyasha se detuvo en una máquina expendedora.
- ¿Qué se te antoja? –Kaede se le quedó mirando todavía en la misma posición pero sin entender la pregunta. – A juzgar por la hora, no comiste hoy, sé que no es lo más sano pero es mejor que la comida de la cafetería. Los dos necesitamos comer algo.
- Gracias pero…
- No me hagas decidir por ti –le dijo sacando ya su cartera y pulsando algunos números para hacer su pedido, ella se sonrojó y señaló algo a través del vidrio.
Unos segundos después Inuyasha le entregó lo que pidió y una lata con jugo de naranja, lo único disponible ahí para beber, luego la miró y se quedó esperando a que tomara su posición de muleta otra vez. Un par de pasillos más tarde cruzaron una puerta que escondía del otro lado un pequeño cuarto con dos literas y nada más, Kaede aún no lograba entender qué pasaba por la mente del doctor.
- Mira, tengo que volver abajo. Tu hermana no está muy lejos de aquí pero no puedes andar por ahí sin arriesgarte a que te vea una trabajadora social y sabes lo que eso significaría. Yo voy a hacer lo posible por cubrir lo que acaba de hacer tu hermana pero necesito que te escondas aquí. Come y luego acuéstate y tápate, esta área es sólo para médicos. –acto seguido se quitó la bata marcada con manchas de sangre y se la entregó antes de dar media vuelta y abrir la puerta.
- Gracias… -le dijo Kaede todavía sorprendida antes de que el hombre desapareciera del otro lado.
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Muchas horas después ya bastante entrada la noche ella abrió los ojos, esperaba ver a sus padres cuando despertara, esperándola para llevarla a un lugar desconocido, donde todo estuviera bien, pero las cosas no fueron así. Miró al techo y se sintió asustada, una mascarilla cubría su rostro y un intenso dolor en ambos antebrazos y manos la invadió de inmediato, sintió la aguja clavada en el dorso de su mano derecha y vio una bolsa con suero. De repente una luz cegadora estaba sobre sus pupilas, alguien se había acercado de la nada y la revisaba sin su consentimiento… algo había salido mal.
- Por fin despiertas chica desagradable. –la voz cercana a ella la exaltó¿cómo era posible? Ella lo reconoció, ese tono, esas palabras exactas que sólo una persona le dijo antes. Como reflejo intentó sentarse- No hagas eso, aún estás débil y podrías lastimarte… más. Tuviste suerte, vas a poder usar las manos, te va doler durante meses y vas a pasar por una larga recuperación, pero vas a estar bien.
La única reacción que tuvo Kikyo fueron muchas lágrimas tibias que comenzaron a resbalar por su rostro. Inuyasha la miró y por alguna extraña razón se sintió culpable, se acercó y le quitó la mascarilla del rostro, era protocolo pero él sabía que no la necesitaba.
- Te voy a dar más calmantes para el dolor.
- Quiero ver a Kaede…
- No creo que sea mutuo.
- ¿Dónde está? Los de trabajo social… ¿alguien se la llevó¿Está bien? –empezó a hablar desesperada.
- Cálmate, no es para tanto, está dormida, pero la venció el sueño llorando después de varias horas de shock previo en el que casi ni siquiera hablaba. No voy a despertarla porque tú quieres hablar con ella. No te lo mereces… pero no te preocupes, los de trabajo social no fueron informados de tu intento por descubrir qué hay del toro lado de la luz –habló serio para luego mirarla directo a los ojos y hacer una sonrisa medio burlona- Pero… me estoy jugando mi puesto al confiar en ti, entonces me vas a jurar que nunca más vas a hacer esto y te voy a dar seguimiento hasta que me canse o me aburra de ti, cosa lo cual creo será lo primero en pasar… chica desagradable.
Kikyo lo miró sin entender ¿quién era él¿Por qué hacía todo eso? No tenía respuestas para todas sus preguntas pero dadas las circunstancias no le quedaba más que confiar. Así asintió mientas las lágrimas no la dejaban y sentía los calmantes hacer el efecto en sus brazos.
- Por cierto chica desagradable ¿tienes un nombre? O puedo seguir diciéndote así, a mi no me molesta.
- ¿No está en el expediente? –respondió ella desconfiada.
- Sí, pero no hay buena luz para leer y no pienso ir hasta el apagador, chica desagradable.
- Kikyo.
- Es una lástima que una flor tan bonita se marchite tan pronto. –ella sólo desvió la mirada con las mejillas teñidas de un todavía pálido rojo. – Ya me voy –anunció él encaminándose a la puerta- Y me voy a llevar a tu hermana, tiene que ir mañana a la escuela para que nadie sospeche nada de tu feo accidente, además no es conveniente que la vean aquí sola. –le dio la espalda y comenzó a caminar.
- ¿Y tú¿Cómo te llamas?
- Dentro del hospital, Dr. Tashou.
Kikyo se quedó mirando hacia el techo sintiendo el cerebro algo atontado y su cuerpo todavía muy débil ¿qué había hecho¿Por qué?... la segunda pregunta era muy obvia pero ya no estaba segura de si era válido o no, de si tenía derecho de decidir qué era mejor para Kaede, a fin de cuentas cuando sus padres murieron lo dejó todo por cuidar a su hermana y a sus flores y ahora había intentado alejarse de la peor forma… así se quedó toda la noche preguntándose si su hermanita podría perdonarla algún día.
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Cerca de las cuatro de la mañana Inuyasha llegó a su casa, esperó que todos estuvieran dormidos, pero no fue así, desde el recibidor notó luz en la sala. En uno de los sillones, el más grande, vio a Sesshoumaru con su esposa dormida a un lado.
- Creí que salías a las seis, dijiste que salías a las seis. –le reclamó con voz calmada obviamente para no despertar a la mujer a su lado.
- Técnicamente salí a las seis, me quedé horas extras. –le explicó al límite de su paciencia.
- Eres un imbécil por no pedir ni siquiera un día, pero el que te quedes horas extras en lugar de venir a consolar a tu madre es demasiado, incluso para alguien tan despreciable como tú.
- ¡Ya cállate Sesshoumaru! No tengo que darte explicaciones, no eres él y nunca lo serás, acostúmbrate. –acto seguido salió de ahí casi corriendo hasta llegar a su habitación, ahí abrió la puerta y su furia desapareció al instante cuando notó a Izayoi sentada sobre su cama y la bandeja con la cena sobre su escritorio. – Madre…
- Cierra con cuidado, si los niños se despiertan no será con Sesshoumaru con quien tengas problemas, sino con Lin. –Inuyasha recordó alguna de tantas escenas del pasado donde tuvo que enfrentarla y se estremeció mientras cerraba la puerta con toda la delicadeza del mundo.- Cena, debes tener hambre, estoy segura de que no comiste nada en el hospital. – él miró la comida y se fue directo sobre el vaso de leche con chocolate.
- Técnicamente sí… pero muchas mamá, muero de hambre.
- ¿Qué te pasó? –preguntó tomando su brazo, justo donde ostentaba una mancha de sangre. - ¿No es tuya la sangre?
- Sí, doné hoy. Estoy bien –se sentó y comenzó a comer despacio. -Perdóname, yo no quería llegar tarde pero… una niña intentó suicidarse, su hermanita la encontró en el vivero que atiende casi muerta y bañada en sangre, la recibí en urgencias y luego tuve que ocultar a la hermana para que no se dieran cuenta los de servicios sociales… la mayor es su tutora y por algo así podrían quitársela. –su voz sonó entre apacible y triste.
- Atiende un vivero y es tutora de su hermanita… me imagino que lo de "niña" es un decir…
- Bueno… en realidad es una mujer, casi tiene veinte.
- Sí, es una mujer y seguramente una muy bonita.
- Sí, es muy bonita, sobre todo cuando no está pálida y con la sangre saliendo a chorros. –ella simplemente lo abrazó y sonrió dándose cuenta una vez más de esa extraña característica familiar que siempre compartieron el padre y los hijos, a pesar de ser muy inteligentes nunca fueron muy perspicaces o perceptivos. –En fin… eso es lo de menos, no podía dejar a su hermana así, la llevé a cenar y a su casa después, además había olvidado ponerle llave y tuve que entrar a ver que todo estuviera en orden.
- No te preocupes hijo. Lo importante es que ya estás aquí. ¿Mañana a qué horas entras?
- Se supone que a las seis pero estoy seguro de que la van a dar de alta antes, así que tengo que ir para hacerlo yo.
- ¿Vas a desayunar con nosotros?
- Sí… eso creo.
- ¿Qué quieres que te prepare? –le sonrió como contenta por la noticia.
- Em… sorpréndeme y si tienes fresas sería bueno.
- ¿De cuándo a acá te gustan tanto las fresas? –le dijo poniéndose de pie y yendo hasta su cama para tomar algo.
- La niña me pagó con fresas, casi me obligó a aceptarlas pero tenía hambre y resultó que sabían bien.
Izayoi le sonrió una vez más y negó con la cabeza como si Inuyasha fuera todavía un niño pequeño, luego lo besó en la mejilla y le entregó en las manos un extraño perro blanco de peluche ya bastante gastado por los años y le dio las buenas noches, él respondió igual y con un "gracias" para después girar la mirada apenado porque su mamá supiera el secreto del perro que vivía oculto bajo su almohada.
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Era media mañana cuando la vacuidad de Kikyo se vio interrumpida por Inuyasha, él entró sin pedir permiso y sin nada puesto que indicara que era médico. Su primera impresión fue que ella dormía, hasta que se acercó más y levantó su muñeca se dio cuenta de que estaba despierta.
- Pensé que dormías.
- Pensé que eras médico. –respondió ella con la mirada hacia otro lado y su mismo tono de sarcasmo.
- Por lo menos conservas tu sentido de humor. ¿Te siguen doliendo las manos?
- ¿Tú qué crees? Con lo que me están poniendo no puedo ni pensar bien, el dolor yo me lo busqué, ya no me pongas cosas y déjame sentirlo.
- Y volvemos al comportamiento autodestructivo. ¿No te has puesto a pensar en tu hermana? –ella intentó idear algo para responderle pero mencionar a Kaede era un golpe bajo que no podía contrarrestar. Lo siguiente fue un incómodo silencio firme y oscuro entre ambos.
- ¿Sabes? Creo que Kaede estaría mucho mejor sin mí… después de dos años no he podido darle nada especial… apenas lo que necesita… y eso cualquiera puede hacerlo… además ya casi es su cumpleaños y tendrá dieciséis… le falta poco para ser mayor de edad…
- Feh¿Aparte de ser desagradable eres estúpida? –le gritó exasperado dejándola fría, entre avergonzada y enojada, desesperada por poder pretender que las palabras de ese extraño médico no le afectaban ¿quién era él¿Por qué se interesaba en ella? - ¿Sabes? Esa niña estuvo llorando todo el día de ayer porque su hermana al parecer decidió que no es querida ni necesaria en su vida. Si me preguntas lo que dices es una estupidez… - Inuyasha ya no revisaba su expediente ni sus signos, solamente la miraba directamente.
- Cállate, tú no sabes nada. Vete… -le habló en voz baja conteniendo todo lo que sentía. Él no se movió para nada mientras por dentro se daba cuenta de que una vez más se había pasado del límite. - ¡Vete! –le gritó furiosa dejando ver por primera vez una emoción verdadera.
- Antes de irme tengo que darte más medicina.
- ¡Ya te dije que no quiero tus tontas medicinas! Déjame con el dolor.
- No puedo, si lo hago es posible que nunca recuperes el movimiento total de tus manos y sería una lástima que no pudieras seguir cultivando flores tan bonitas como las que compré el otro día. –le sonrió apacible intentando compensar su error, ella lo miró por un segundo y aunque otra vez tenía puesta la máscara indiferente, para él fue notorio que los músculos de su mandíbula se habían relajado un poco. –Puedes tomarte una pastilla o puedo ponértela en el suero.
- Me tomo la pastilla pero quítame el suero… no me gustan la agujas…
- No te lo puedo quitar solamente así, lo necesitas, todavía estás débil –suspiró resignado- En realidad no deberías salir hoy, te voy asacar para no arriesgarlas con servicios sociales.
- Dame la pastilla y vete. –él frunció el seño y tomó de un gabinete cercano el frasco que ella tendría que terminar en los siguientes días extendiéndole una píldora. Kikyo la tomó y la tragó en un segundo volteando luego hacia él para abrir la boca y enseñarle que se la había pasado. - ¿Contento? –él dio media vuelta sin decir nada metiendo la medicina en su bolsillo y no habló hasta estar en el umbral dándole la espalda.
- Tu hermana te quiere Kikyo… dile que me busque en cuanto llegue, es importante.
Ella se quedó en la cama mirando hacia la ventana, en realidad del otro lado no podía distinguir nada pero… ¿eso qué importaba? Ahora todo lo que estaba en su mente eran las palabras del médico extraño, todo lo que dijo, cada oración para hacerla enfadar, para hacerla sentir miserable. Lo había logrado… quizás en el fondo ella sabía que tenía razón, que Kaede la quería y la necesitaba, tal vez sólo no deseaba admitirlo. Cerró los ojos y dejó escapar dos lágrimas de las muchas que le quedaban. Después miró sus muñecas, vendadas hasta el antebrazo y hasta la mitad de las manos. Cómo dolía… deseaba soportarlo de verdad pero a cada minuto sentía como si cientos de agujas se le clavaran desde el interior hacia la piel… también debía cargar con eso.
Suspiró profundo y se dio cuenta de que lo único que deseaba era quitar los vendajes y arrancar las puntadas de una por una para terminar lo que había empezado… pero no lo haría… ya no. Ese era el momento para afrontar su error, le gustara o no, y no iba a dejar sola a Kaede y correr. Aunque eso doliera demasiado.
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Es tarde la niña de cabello oscuro llegó a visitar a su hermana con su mejor sonrisa falsa, no podía ocultar los estragos de la falta de sueño y comida. La vio y luego fue por Inuyasha, lo encontró en la habitación donde ella estuvo antes, estaba en una de las camas mirando hacia arriba pensativo. Lo saludó triste, con él no había necesidad de fingir.
- Necesitas dormir. –le dijo arrojándole un pastelillo obtenido de la máquina expendedora. – Y comer. –ella sonrió un segundo y abrió el refrigerio.
- Estoy segura de que no es para esto que me pediste que viniera. –dijo tras dar un mordisco mientras él se ponía la bata.
- Mira –le extendió un frasco lleno de medicamento- Esto es una medicina muy fuerte para quitar el dolor, tu hermana se tiene que tomar una por la mañana y una por la noche, no más. Es importante que se las tome pero… tú tienes que dárselas. Evitemos las tentaciones... ¿Entiendes por qué lo hago?
- Sí, para que no se intente suicidar otra vez… -sacó Kaede su conclusión.
- Lamentablemente sí…. Tu hermana necesita dos tipos de cuidado, uno físico y otro mental. Yo puedo mandarla a rehabilitación para sus manos y a consulta psiquiátrica pero ambos sabemos que jamás iría. –ella lo miró y luego de un segundo asintió- Yo me encargaré del cuidado de sus manos por fuera del hospital, pero en cuanto a lo otro… soy el indicado.
- ¿Por qué haces todo esto?
- Es para cumplir mi último propósito de año nuevo. –sonrió el médico y le guiñó el ojo acercándose a la puerta. – Ahora ve con tu hermana y mientras yo hago el papeleo para sacarla tú dale la feliz noticia de que iré a verla mañana… y los días siguientes.
Kaede le sonrió una vez más y salió todavía comiendo el bocadillo, al llegar con Kikyo la encontró con la mente en otro lado y las manos quietas sobre su regazo, la llamó por su nombre un par de veces hasta que ella regresó al mundo real y le preguntó qué le había dicho el médico.
- Básicamente dos cosas, una, que te está dando de alta en estos momentos y dos, que no confía en ti para la rehabilitación y que la va hacer él todos los días personalmente en casa. –la mirada indiferente de Kikyo cambió por una de sorpresa y desagrado. – Es bastante agradable hermana, deberíamos darle las gracias.
- Si no ha hecho otra cosa más que molestarme.
- Me ha alimentado, me llevó a la casa ayer, se aseguró de que todo estuviera bien ahí, te va a rehabilitar personalmente, te salvó la vida cuando llegaste aquí… y tuvo el pequeño detalle… insignificante, tú sabes… de no llamar a servicios sociales… creo que gracias a él seguimos siendo una familia. –terminó de hablar con una expresión incrédula que ocultaba la profunda confusión y enojo que sentía hacia su hermana.
- ¿Hizo todo eso?...
- Sí. -tomó la mochila que llevaba y la puso sobre la cama- Aquí está tu ropa, te espero afuera.
Kikyo se quedó cambiándose con lentitud y el mayor cuidado posible para no lastimar sus manos. No alcanzaba a comprender cómo podía ser la misma persona ese doctor frío y experto en tortura psicológica que ella conoció y el hombre maravilloso y encantador del que Kaede le hablaba… ¿qué podía pensar? Quizás después de todo ella en realidad era una chica desagradable y él sólo quería asegurarse del bienestar de Kaede… como todos en su vida desde que murieron sus padres.
Algo más tarde las dos llegaron a su casa en taxi, subieron las escaleras dejando el vivero cerrado por segundo día consecutivo y Kikyo fue directo a recostarse en la cama de su hermana, que por un tiempo sería la suya. Kaede había estado extraña todo el día, no era la joven alegre y sincera de siempre, se había limitado a contestar las preguntas con frases monosilábicas y a ver por la ventanilla todo el camino. Kikyo pensó en preguntarle muchas veces qué le sucedía pero llegó a la conclusión de que era más que obvio y tuvo miedo de descubrir que la única persona que le quedaba ahora la odiaba.
- Tienes que comer, voy a hacer algo. –le dijo la menor desde la cocina y fue al refrigerador para abrirlo por primera vez desde hace dos días.
Ella esperaba encontrar lo usual, inclusive tenía la idea de qué cocinar, nunca pensó que como preparativo para su supuesta partida Kikyo hubiese dejada lista comida para tres o cuatro días y una canasta con fresas limpias. Ese fue el detonante para que Kaede no soportara más la tensión, la rabia y el dolor de creer que no le importaba a su hermana. Llena de furia tomó una de las fresas y la apretó hasta sentir el jugo escurrir entre sus dedos, azotó la puerta del aparato y fue hasta su habitación para arrojarle a la otra los restos de la fresa.
- ¿Qué pasa Kaede? –le preguntó extrañada mientras se quitaba los pedazos destruidos de la fruta.
- ¿Crees que con eso me ibas a comprar? No me insultes, si pensabas suicidarte por lo menos podías darme crédito y no penar que me comprarías con una canasta de fresas y comida para unos cuantos días. –se acercó hasta sentarse a su lado, algo de frente y sin previo aviso le dio una bofetada. Kikyo no dijo nada, sólo la miró a los ojos con la misma inexpresión de siempre. Kaede de repente se acercó de nuevo para abrazarla con todas sus fuerzas y comenzar a llorar sobre su pecho. – Querías abandonarme, querías dejarme sola. Eres la única familia que tengo y que quiero. ¿Es que me odias¿Tanta molestia soy para ti? Puedes regresar a la escuela, a mi no me importa, puedo quedarme en el vivero y estudiar en la escuela abierta… puedo hacer lo que sea, por favor no te vayas… no me dejes sola otra vez hermanita.
Kikyo se quedó quiera un momento más mientras intentaba hilar algún pensamiento pero no le fue posible, todo lo que pudo hacer fue corresponder, al fin, el abrazo y las lágrimas de su hermana con las propias. Todo lo que escuchó, tantas cosas que Kaede sentía… ¿cómo pudo pensar en dejarla sola si todavía era una niña? Era la segunda vez que el doctor tenía razón, su hermana la quería. En menos de 24 horas ese hombre había descifrado su vida entera y todavía no era el final.
CoNTiNuaRá...
Pues bien aquí estamos... espero que les haya gustado y quieran leer el el próximo. Cualquier comentario es muy bueno, y muy muy agradecido. se cuidan mucho y nos estamos leyendo. Gracias.
