No, claramente ningún día era bueno para mí en este lugar llamado hogar. Los días pasaban, tenía una rutina "normal" como la de otros chicos de mi edad. Por las mañanas me levantaba temprano, con un grito de mal humor de parte de mi madre como todos los días, casi siempre me vestía con lo mismo para ir a clases, después de todo a nadie le iba a importar mi aspecto.

Bajaba muy temprano hasta el segundo peor lugar que podía visitar durante el día, el instituto. Aún estaba oscuro cuando estaba llegando, apenas había gente, lo cual agradecía enormemente, no soportaba tener que cruzarme con otras personas que solo me miran como un bicho raro o un objetivo de burla perfecto, con esa mirada clavada en la nuca como el láser de una pistola.

Me senté en el rincón del escalón esperando la fatídica alarma de clases para subir hasta arriba agotadoramente al menor sonido de esta, no me gustaba permanecer más de lo necesario ahí, solo me hacía ser más visible para las burlas, claro, no para otra cosa.

En cuanto el sonido anunciaba mi escapada, fui lo más rápido que pude y subí hasta la última planta, lugar donde residía el aula de mis clases. Todos preferían permanecer un rato más abajo siempre, ¿Quién tendría tantas ganas de subir arriba a esperar nada mientras llegaba el profesor? Alguien que prefería estar solo antes de que alguien se le ocurriera dirigirme la mirada y arruinar mi poca paz interior.

Tenía la mirada baja, mirando el suelo, como casi todo el tiempo que estaba aquí, en cuanto llegase el profesor me escurriría e iría hasta el final de la clase, había llegado a un punto que después de la traición de mi poca esperanza en mis compañeros, ya no quería saber nada de nadie. Bastante vergonzoso era ya estar solo, en la primera fila, donde incluso el profesor te ignora, aún me quedaba algo de dignidad que defender para irme al lugar donde pertenecía, en la soledad de una esquina con una ventana.

Seamos sinceros, si por mí fuera ya no asistiría a clases, no por ser un caso de abandono de estudios, sino de abandono de toda esperanza tanto en compañeros como profesores. Para todos ellos era invisible, estaba bastante claro, mientras que a cualquiera de mis compañeras si les daban ganas de llorar, toda la clase y el propio profesor se preocuparían, pero mientras yo lloraba silenciosamente con la cabeza gacha en el pupitre, nadie ni si quiera dirigía una mirada sobre mí, incluso en ese caso, solo susurrarían entre ellos soltando sus cotilleos sobre mi baja autoestima que ni quería saber.

Mi aspecto era tan patético, ni si quiera es como si estuviese en condiciones como una persona normal, que si ve su pelo sucio o grasiento o ambas, se ducharía, yo en cambio… en lo personal me daba igual todo, peor de lo que me sentía por dentro no podía estar por fuera. A veces tenía algo de decencia e intentaba quitar mi malestar bajo una ducha caliente, pero nunca era suficiente.

Me limpié las lágrimas, intentando recuperar algo de dignidad, pero limpiar la abundante mucosidad de mis lloriqueos en las mangas no ayudaba mucho. La frustración me llenaba, solo me quedaba castigarme por mi debilidad. Sin ni si quiera mucho disimulo, cogía el compás de mi estuche y empezaba a meter la aguja bajo la piel de mis dedos, lentamente notando como se desgarraba a cada tirón.

Sentía pequeñas punzadas de dolor que me hacían apretar un poco los dientes, pero ya era algo normal para mí, el arrancar todo el pellejo alrededor de mi uña, cortar mi circulación apretando mi dedo fuertemente por la mitad y ver salir toda esa sangre. Una pequeña sonrisa de satisfacción florecía en mi rostro procurando que no se derramara, esparciéndola por la piel de mis dedos, viendo como se quedaban pequeños coágulos secos en la piel.

Esta sensación era tan liberadora, me tranquilizaba, era como pintar con mis dedos, poder degustar mi arte, pasar mi lengua por mi sangre saboreando mis propias heridas, de alguna manera, me hacía permanecer la cordura en este horrible lugar. Solo debía aguantar un poco más.

Era lo que me decía cada día en mi mente, intentando soportar la presión sobre mis hombros. Cuando cada día escuchaba mi odioso nombre para nada bueno, aún tenía el lejano deseo de pensar que algún día escaparía de este "agujero", vería la luz de un nuevo día y todo cambiaría para mí.

Ese era mi único deseo. Lo que intentaba pensar decididamente con determinación cada momento que no estaba en un ataque de locura o ansiedad. Como siempre, mientras intentaba aún mantener mi deseo de al menos brillar un poco, mi voz baja nunca era escuchada por el profesor, aunque desde luego para el típico loro que repite todo lo que oye sí, quedando mi intento de participación en algo nulo.

Ni si quiera ser quien tenía mayores conocimientos de biología era suficiente para tener más nota que el más perezoso, de nada servía mi supuesta alta inteligencia, porque hasta el ser yo, influía en mis notas, fuese lo que fuese.

Cuando estaba en el recreo, venía algún indeseable crío menor que yo patéticamente para burlarse de mi altura y aspecto. Con cosas como "pareces un chico, ¿eres chico o chica?" Realmente odiaba esa pregunta en especial, cuando llegaban a la respuesta verdadera ellos mismos, llegando a la segunda parte de la burla "¿Eres transexual u homosexual?"

En ese momento apretaba fuertemente los puños con la mirada en el suelo y mordiendo mis labios cortados y llenos de heridas, si tan solo pudiese golpearle hasta que suplicara por piedad, todo sería más fácil. Pero incluso mi defensa propia era un insulto, ni merecía la pena, era algo que había aprendido con los años.

Simplemente era mejor permanecer en silencio y hacer como si no existiera, así pronto se aburriría y se iría. A nadie le debería importar si soy chica o chico, después de todo el resto de lo que me conforma les da igual. Mis ojos entrecerrados le miraron con todo el desprecio que podía demostrar con una mirada.

Ojalá fuese tan sencillo como en el colegio y envenenarlos con caramelos, pero no tendría esa bondad con alguien tan necio e ignorante. Simplemente pasaría un día más intentando pasar por alto de los demás.

Pasadas las horas al fin me podía ir, para sino volver al peor lugar que podía estar. No sin antes un grupo de críos empezara a tirarme piedras y hacer como que no eran ellos. Simplemente los ignoré como pude chirriando los dientes, los odiaba a todos y cada uno de ellos.

En cuanto llegue a mi despreciable "hogar", me fui a mi cuarto, sin saludar a nadie como era costumbre, no es como si a alguien le importara mi llegada sino para más burlas de mi propio padre. Dejé mi mochila en una esquina del suelo, sentándome en el borde de mi reducida cama, prácticamente el único lugar que me pertenecía en este infierno.

No quería seguir… pero no me quedaba de otra aún. Ni si quiera les importaba las marcas de cicatrices en mis brazos en sus propios ojos, intentar disimular diciendo que fue un gato, ellos quedan tan conformes con cualquier cosa que ni dudan de mi palabra al menos para eso.

Acaricio lentamente las líneas sobre mi pálida piel, aquí todos tienen piel morena menos yo, para más desgracia de resaltar. Por dentro sabía que quedaba poco para mí ya, hacía un año o más que puse mi plan en marcha. Puede que directamente no pudiese hacer nada sin llamar la atención, pero dejando de comer, lentamente mis fuerzas se iban yendo. Pero era más lento de lo esperado, después de todo, a veces debía fingir que realmente comía algo.

No pensaba vomitar algo que ya había comido, era una de las pocas cosas a las que me negaba a hacer en pro de desaparecer, era demasiado evidente. Después de todo bastante lo hacía ya en mis ataques de pánico como para hacerlo también intencionadamente…

Aunque incluso con ese plan en marcha, lo que más deseaba era poder morir de frío, así podría sentir como lentamente dormiría y nunca más despertaría a esta pesadilla. Dormir era casi mi único consuelo, a excepción de las pesadillas que entonces me atormentaban, donde irónicamente, mataba a todos, a pesar de mi desprecio por prácticamente todos, me aterraba volverme el monstruo en que me sentía realmente.

Luego despertaba y la oscuridad me hacía jugar malas pasadas con formas inexistentes. Con la edad que tenía, contar mis pesadillas, era un poco infantil, o eso me parecía, ya que de por sí bastante por lo bajo me tenían. En casa siempre intentaba sonreír al menos cuando no estaba mi padre molestándome.

Era una manera de disfrazar mi profundo y permanente malestar. Después de todo, tenía totalmente prohibido llorar, porque si no, me pegarían para poder llorar "de verdad", era lo menos que necesitaba realmente. Cuando no me estaba torturando físicamente, simplemente escuchaba música con mis auriculares muy fuerte, para no poder escuchar las fuertes discusiones de mis padres y las intervenciones de mi hermana mayor por intentar detenerlos.

Pero todo era tan inútil, solo me hacía querer meterme bajo mis sábanas y quizás así parecer invisible de verdad. Si al menos pudiese salir de casa, pero ni eso me dejaban… después de todo a pesar de para mi desgracia era una "chica" y podían hacerme cualquier cosa. A estas alturas ya lo había pasado todo, teniendo en cuenta los abusos sexuales de mi abuelo. Pero eso nadie lo sabía porque mi propia madre me prohibió contarlo porque si no habría más discusiones.

Lo poco agradable que tenía era el pequeño jardín debajo de nuestra casa, donde hace años había un enorme árbol, con el cual aunque sonase tonto, soñaba y sentía que hablaba con él, pero un día se despidió de mí en sueños como me pasaba con algunas personas que luego morían, así supe que lo poco hermoso a mi vista, murió talado.

Pero no dejé que eso quedara ahí, sobre el tocón de su antiguo fuerte tronco, planté flores doradas que con el tiempo florecieron y se adaptaron a todo tipo de temporal. Para mí ese árbol fue un gran amigo… aunque fuese en sueños.

Así un día de salida de clase por la naturaleza para un trabajo en grupo, como era de costumbre, mis compañeros no tardaron mucho en abandonarme y quedarme en un arbusto con una pequeña torcedura. Cada vez me odiaba más por ser tan torpe, difícilmente empecé a andar intentando buscar por donde volver hasta que me di por vencida quedándome a la sombra.

Hace años escuché una historia sobre este lugar, en el lugar más alto al que podías llegar, la cima del monte Ebott, había gente que aseguraba que había un portal hacia otro mundo al que nadie debía acercarse o moriría devorado por los monstruos. Más bien parecía un cuento de fábula, probablemente solamente caerían y morirían.

No me agradaba mucho la idea de morir de una forma así, no me gustaban mucho las alturas, irónico teniendo en cuenta lo que me gustaba escalar todo lo que se encontrara delante de mí. Pero quizás había llegado hasta aquí con un motivo, encontrar este lugar para al fin abandonar este mundo. No lo sabría hasta que no lo comprobara, miré mi tobillo hinchado y amoratado, después de todo que más daba una lesión más en mi cuerpo a nadie le importaba lo más mínimo al igual que a mí.

Empecé a seguir el sendero que llevaba hasta mi último destino. Extrañamente por aquí empezaba a abrirse paso la vegetación, no era algo muy normal en un clima semi desértico como este, pero de cierta forma me calmaba y me llenaba de determinación para seguir adelante. Encontré una rama de tamaño manejable en mitad del camino y decidí tomarlo como bastón, de algo me serviría, al menos para llegar hasta el final.

La confusión me estaba alterando levemente, estaba empezando a ver muchos animales que en condiciones normales no estarían tan tranquilos en estado salvaje, de hecho incluso se ponían en mi camino. Me detuve por un momento llorando un poco, con una pequeña sonrisa. Puede que la humanidad fuese una mierda, pero en la vida valían la pena seres como ellos, sonaba alocado pero casi sentía que querían detenerme en mi camino hacia el fin. Le di una suave caricia a una de las liebres que se detenía delante de mí.

Siempre había escuchado que en el monte Ebott, al tener esas extrañas historias sobre monstruos en un mundo desconocido e inexplorado, apenas había sido rozado. Era por así decirlo un parque natural que llegado a esta zona se abría paso un vergel donde residía una paz inusual. Es por eso que era un lugar perfecto para hacer un trabajo de estudio sobre la biodiversidad aquí.

Para mí, por desgracia o fortuna, sería donde esperaba residir lo que me quedaba de vida para bueno o para malo. Había algo en el ambiente que me atraía de una manera irracional. Algo que me hacía seguir adelante en mi camino, subiendo por el empinado camino a mi fin.

Cuanto más subía, más sentía esta rara sensación, como cuando crees que alguien te ha llamado o hablado pero en realidad no ha sido nada, como cuando sientes que alguien te está mirando, pero no hay nadie allí. No podía quitármelo de la cabeza. Me empezaba a poner de los nervios, era la misma sensación que sentía en esas noches de pesadillas cuando el insomnio me acosaba en la oscuridad, pero era de día y no había nada que pudiese imaginar ahora en formas raras.

Otra vez me volvía a sentir inútil riendo muy suavemente, ni si quiera cuando ya me encontraba completamente en la soledad me sentía bien, aún podía sentir esas sombras siguiéndome en mi cabeza, no podía entender como incluso ahora que me había librado de mis compañeros indirectamente, seguía sintiéndome mal, con esa ansiedad atragantada en mi garganta.

¿Quizás fuese por el hecho de que al fin acabaría con todo? Esa inquietud en mi pecho que aceleraba mis pulsaciones, no me dejaba respirar tranquilamente, esos temblores, me daban un paso errático por mi camino. Todo acabaría ahora, no de la mejor manera que hubiese esperado, pero al menos acabaría.

El sudor frío de mi espalda me daba pequeños escalofríos y sentía como mis dientes castañeaban, tanto de mis propios nervios como de mi inestable cuerpo. Nada me detendría en mi camino hacia la libertad, nadie me iba a buscar porque nadie me echaba en falta nunca, no servía de nada intentar pensar que quizás alguien me estuviese buscando porque no era cierto.

Me hubiese gustado poder acabar con todos ellos tal y como merecían, pero esta era mi oportunidad, nadie me la quitaría ahora que la tenía. Debía darme prisa, solté ese inútil palo y empecé a caminar más rápido dando pequeños tropiezos hasta que todo empezaba a volverse más escarpado y debía agarrarme a los troncos de los árboles.

Mis pisadas eran amortiguadas por el sonido de las hojas secas que se abrían paso a mi camino, todo parecía indicar un mismo camino, parecía como si todo llevara al mismo destino, la cima del fin. Sentía una extraña corriente de energía que provenía de algún lugar en lo más alto, hacía que se me pusiera el vello de punta.

Poco a poco iba haciéndose más tarde, parecía como si hubiese pasado mucho tiempo desde que empecé a subir este sitio, lo peor o mejor de todo, era que tal como esperaba, nadie vino. Parecía que pronto empezaría a atardecer, desde que pasó todo en la mañana, pero nadie vino.

Eso solo hacía darme más determinación para seguir adelante. Descansé un rato sintiendo como cada vez me dolía más el tobillo, probablemente me hice un esguince, pero poco podía hacer realmente para solucionarlo en un lugar como este, además de que era el menor y último de mis problemas.

Sentada en el suelo observando el paisaje antes se reanudar la marcha, pude ver en la lejanía un camino de pétalos amarillos, se me eran tan familiares, eran… como las flores que planté. Me levanté trastabillando y seguí el camino que se abría ante mis ojos perplejos, parecía imposible, pero realmente aquí había un árbol idéntico al de mi infancia, rodeado de flores doradas, sus raíces se extendían a lo largo del suelo, el cual parecía pasar a llano por esta parte.

Había llegado al fin de mis pasos, estaba en la cima, parecía difícil de creer después de todo lo pasado, pensar que ahora, sería el momento en que todo acabaría, el punto final de mi historia. Nadie me encontraría en un lugar como este. Me acerqué lentamente a un lugar donde las raíces empezaban a descender en mitad de la nada, era algo fuera de lugar, pero seguí adelante.

Ahí frente a mis ojos se abría un abismo en mitad de la cima, no se veía fondo y menos aún adonde iban las raíces que desaparecían. Era como observar la mirada vacía de un cráneo, que te devolvía la mirada indirectamente sin saber cuándo te estaba mirando y cuándo no.

Este sería el fin para mí, mis piernas temblaban a pesar del enorme deseo que sentía por acabar con esto. Fue tanto mi temblor, que el mismo fue quien mi traicionó haciéndome tropezar con las raíces de mi buen amado amigo. Después de todo, este podía ser mi único final feliz y ambos lo sabíamos.

El inmenso negror me atrapó entre sus garras, sentía mucho miedo, tanto que un grito quedó ahogado en mi garganta sin salir si quiera, las lágrimas se apoderaban de mi vista borrosa, hasta que de repente todo paró sin más.


Saludos y bienvenid s a todos los que vengan a leer, este fic no tiene un objetivo en sí ni una trama fija, aunque sí ciertos puntos importantes invariables, son libres de hacer peticiones o sugerencias. La historia será actualizada aproximadamente cada semana con un capítulo o más si hubiese varios seguidores que quieran pronto la continuación, normalmente eso sucederá solo si ya está listo el siguiente capítulo; gracias por su atención y disfruten.