Veamos si este fic sí me sale rosa o no lo sigo. En fin, sea como sea espero que les guste.
Mi otra mitad
/El humo asfixiante llenaba el lugar, no dejaba ver nada, sólo escuchaba los gritos de la gente a su alrededor, muchos de ellos morirían calcinados por culpa de esos malditos, pero no quedaba nada por hacer. Agazapándose para no respirar el humo maloliente, se arrastraba tratando de encontrar una vía de escape, pero no podía encontrar nada. De la nada, sus ojos se toparon con los de otro muchacho que surgía de lo que parecía ser un alcantarillado.
- For here - le dijo en un pésimo inglés, se notaba que no era su lengua. Pero no lo dudó dos veces y lo siguió lo más rápido - Do You speak Spanish? - le dijo obligándolo a entrar al agua, estaba fría, pero sobre su superficie se podía respirar.
- Si - le sonrió tratando de verlo, pero sólo se veía una sombra borrosa.
- Muy bien - siguió este - debemos salir de aquí - le dijo y a este le pareció divertido su acento, al parecer tenía problemas al pronunciar las eres, así que de ninguna forma era ni europeo ni americano - esta alcantarilla nos salvara, siempre y cuando los soldados no lleguen antes a la salida o no llueva más fuerte.
- Perdona, pero ¿quién eres?
- Un amigo - lo tomó de la mano y lo guió por el agua, esta le llegaba un poco más abajo de las axilas, por lo mismo les dificultaba el avanzar.
- ¿No crees que deberíamos nadar? Iríamos más rápido.
- No, el chapoteo alertaría a los soldados - le dijo - debemos tener cuidado o nos atraparan a todos.
- ¿Quiénes son todos?
- La resistencia - le dijo - somos de diferentes nacionalidades, pero luchamos por el mismo ideal, la libertad.
- Entiendo, pero entonces, debimos salvar a más gente.
- Cada cual tenía encargado rescatar una persona - le dijo con su extraño acento que al muchacho le daba cosquillas - yo debía rescatar a un trenzado castaño y de ojos bellos.
- ¿Y supiste que era yo? - le dijo feliz que las sombras cubrieran su sonrojo por el piropo.
- Eras la única persona que llevaba el pelo largo trenzado - le dijo y este se sintió decepcionado - así que supuse que tú eras Dúo Maxwell.
- ¿Y si no lo fuera? - le preguntó intrigado.
- Rescataría a la persona equivocada - le dijo con cierta indiferencia - y jamás conocería a la persona que.
- ¿A la persona que qué? - insistió al ver que se callaba.
- Tiene los ojos bonitos - terminó deteniéndolo pegándose a la pared del alcantarillado - los soldados buscan sobrevivientes.
- ¿Nos buscarán en esta alcantarilla?
- No lo creo, nuestros espías dicen que los de este batallón no conocen bien todos los rincones de la ciudad.
- Pero si ellos remueven los escombros del edificio que incendiaron.
- Nunca lo hacen, pero si llegasen a hacerlo, tardarían al menos un día y ello nos da tiempo para fugarnos.
- Tengo frío - suspiró.
- Se alejan, dicen que ha comenzado a nevar en la ciudad - le dijo preocupado - debemos arriesgarnos a irnos nadando o moriremos congelados antes de llegar al río - miró al trenzado - Supongo que sabes nadar ¿verdad?
- Por supuesto que sí - le dijo este divertido y lo siguió nadando intentando chapotear lo menos posible siguiendo lo mejor que podía la sombra del otro joven, le gustaría saber su nombre y su origen, el oírlo pronunciar de esa forma las eres y el leve arrastrar de sus palabras le producía un dulce cosquilleo en las entrañas ¿Cómo le podía gustar un muchacho al que jamás había visto¿Sería acaso por su manera de hablar o por el suave contacto de su mano en la suya? No lo sabía, ahora no había tiempo de averiguarlo, ya sería la hora en que conociera a ese joven que sentía era su otra mitad.
Llegaron nadando hasta el punto en que el agua ya era demasiado baja como para seguir nadando, se veía a los costados pequeñas plataformas que le permitirían transitar hasta la salida.
- Debemos hacerlo con cuidado - le dijo y lo ayudó a salir del agua - quítate las botas - te molestaran al caminar.
- Pues me siento helado - se quejó tratando de escurrir un poco la ropa notando como una delgada capa de hielo comenzaba a cubrir el agua que corría por las alcantarillas - ¿seguirá nevando?
- Ya lo sabremos, no falta mucho - le dijo tomándolo de la mano de nuevo y guiándolo hacia la salida.
Dúo ahora lo vio recortado contra la luz del amanecer, era un poco más alto que él, el cabello totalmente desordenado, de color castaño, su piel con un leve color canela, o quizás era efecto de la luz, con una piel tan suave como la seda o al menos la sentía así en su mano, y sus ojos, ellos fueron los que más lo impresionaron, pese a ser típicos de un oriental, eran azules.
- ¡Vigilen las salidas de las alcantarillas! - escucharon gritar a los soldados.
- Diablos, alguien los alertó - dijo el oriental molesto y se asomó a la salida de la alcantarilla - no podemos subir, deberemos lanzarnos al río.
- Si, señor - le sonrió y ambos se asomaron a la boca del alcantarillado.
- ¡Allí hay dos! - y cientos de disparos cayeron sobre ellos.
Dúo escuchó el gemido, pero el oriental ya estaba en el agua y él lo imitó tratando de nadar hacia él.
- No, Dúo bonito, huye.
- ¡No me iré sin ti! - le dijo.
- Sigue la corriente y entrégales esto - le metió dentro de la camiseta lo que parecía ser un sobre resistente al agua - sálvate.
- Pero ¿Y qué va a ser de ti? - gimió viendo que el agua junto al oriental se teñía de rojo.
- Huye y sálvate, Dúo bonito - lo empujo hacia donde la corriente era más fuerte zambulléndose hacia el otro lado mientras las balas seguían cayendo sobre ellos.
Dúo vio que ganaba distancia entre los soldados enemigos y su salvador, así que giró y comenzó a nadar a favor de la corriente sintiendo que el alma se le resquebrajaba, si el agua se había teñido de rojo era porque al asiático le había acertado al menos un tiro. Y las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro con rabia e impotencia ¿por qué la vida se empeñaba en quitarle a las personas que podría llegar a querer/
Dúo quitó los ojos del diario de su abuelo, su rostro bañado de lágrimas, sabía que él había sufrido mucho durante la guerra. Siendo apenas un niño perdió a sus padres, yendo a parar a un orfanato que regentaba un cura muy simpático, pero al comenzar la guerra, este había sido destruido y él había sido el único sobreviviente, así que había vivido en las calles, robando para comer, hasta que unos soldados de la resistencia lo encontraron y se puso a trabajar con ellos para vencer a los enemigos, al menos esa era la historia que siempre le había contado su abuelo, con excepción de aquella vez que cayeron en una emboscada y un hermoso ángel lo salvó. El abuelo no hablaba mucho de él, sus ojos se tornaban de un color extraño a su mera mención, por lo mismo la abuela se enfurecía y debían cambiar de tema, pero luego de morir el abuelo del que llevaba el nombre, había subido a la buhardilla a revisar sus antiguas cosas, allí encontró fotos del abuelo cuando era muchacho, poco mayor que él, se parecían mucho, el largo cabello castaño afirmado en una trenza, la misma cara, quizás hasta la misma estatura, luego otras fotos, pero su mirada era muy distinta, le faltaba el brillo anterior, así que quiso saber qué había pasado en esa época para que la alegría se escapara de sus ojos, aquel brillo que no regresó a sus ojos hasta después que nació su padre. Y encontró lo que parecía ser su diario, sólo que lo escribía como si no hubiese sido él su protagonista. Dejó a un lado el libro dejándolo marcado y siguió mirando las fotografías y allí encontró una foto distinta, en ella no estaba el abuelo, eran diez tipos muy dispares, pero uno de ellos tenía una pequeña figura a su alrededor, lo miró mejor y notó la diferencia, tenía los ojos rasgados, al más puro estilo oriental, sus cabellos eran desordenados y se notaba que su piel era un tanto más oscura que la de los demás, quizás aquel fuera quién había rescatado a su abuelo y por ello lo había destacado, aunque en la foto blanco y negro no se pudiera apreciar el color de sus ojos. ¿Sabría la abuela lo que aquel joven había significado para su abuelo y por ello se enojaba cuando lo mencionaban? Pero ¿sabría de la existencia de aquella fotografía? Lo más probable era que no o ya la habría destruido, bien sabía que era terriblemente celosa, a su madre jamás la aceptó y siempre que se veían peleaban.
- Pobre abuelo, debe haberse sentido muy solito.
/La corriente lo arrastró varios kilómetros, o al menos eso le parecía, hasta donde un grupo de rebeldes lo ayudó a salir del agua, era el grupo más extraño que Dúo hubiese tenido la ocasión de conocer. Eran ocho o nueve hombres, no tenía ánimo de contar, que lo miraban preocupados. Uno de ellos dirigió su miraba hacia al río y luego movió la cabeza.
- Espero que esté muerto y no en un campo de concentración - dijo el tipo, era bastante más alto que el trenzado, también era castaño, pero tenía un mechón sobre el ojo derecho, pero en el izquierdo se notaba que tenía un vívido color verde - esos son terribles con los espías.
Dúo ni siquiera atinó a pensar en aquello, su corazón pedía a gritos que no desearan aquello, él deseaba que estuviese con vida, no en un campo de concentración, bien sabía como eran esos malditos con sus prisioneros, sino a salvo en cualquier lado. Tragó con dificultad y se sacó de debajo de sus ropas mojadas aquella información que el oriental pensaba era más valiosa que su vida, había sido lo que le había pedido antes de separarse.
- Así que de todas maneras Heero cumplió su misión - dijo un muchacho rubio y de ojos color agua marina luego de revisar el contenido.
Y Dúo suspiró, al menos ahora algo sabía de su misterioso salvador, se llamaba Heero, obviamente era un nombre nada de común, pero ¿qué nacionalidad tendría? Porque sus ojos rasgados lo señalaban lógicamente como un asiático, pero ¿de dónde exactamente?
- Bueno, tendremos que averiguar si de verdad Yuy no cayó prisionero - dijo el primer muchacho - es una pieza esencial para la resistencia.
- Pero primero démosle de comer a Dúo - le dijo el rubio sonriéndole amablemente al trenzado - recuerda que Heero lo fue a sacar ayer al atardecer de esa ratonera en que cayeron y ya casi es medio día, debe tener hambre y frío, con esas ropas mojadas y la nevada de anoche.
Dúo se volteó a decirles que no se preocuparan por él, que mejor fueran por Heero, él estaba herido, pero nada pudo decir, el mundo a su alrededor se puso negro y perdió la conciencia.../
Dúo escuchó un ruido de la parte de abajo de donde estaba leyendo y dejó de leer, no quería que nadie supiera lo que había descubierto, así que guardó rápidamente las fotografías en la misma caja de metal en la que las encontró metiéndose todo bajo la chaqueta, las llevaría a su habitación y las revisaría con más calma. Además, así podría investigar en Internet respecto a Heero Yuy y si había descendientes de este, porque si su abuelo estaba triste era porque algo le había pasado a este, quizás debiera leer un poco más al respecto, pero era bastante obvio que no había tenido un final feliz para su historia o él no estaría en este momento ocultando la evidencia que su abuelo había encontrado el amor y lo había perdido.
Salió de la buhardilla vigilando que nadie lo viera y caminó sigilosamente hacia su habitación, una vez en ella guardó tanto el libro como las fotografías en el cajón de su cómoda, pero al dejar la caja notó algo en lo que no había reparado antes, tenía un seguro por la parte inferior, una carta cayó de ella y la abrió con dedos temblorosos, la caligrafía era muy distinta a la que su abuelo utilizara en sus memorias, era bastante lógico que se la habían enviado, pero ¿quién? Quizás era de aquel joven llamado Heero. Tomando aire, la comenzó a leer con aprensión.
/Mi querido Dúo:
Aquí estoy yo, prisionero y metido en una celda de un campo de concentración Nazi, me hubiese gustado volver a verte y saber sí de verdad tus ojos eran tan hermosos como me dijeron, aquel día tan solo vislumbré su brillo. Y tu sonrisa, con cuanta ansiedad he querido saber como es.
Pensarás que es extraño, en esas pocas horas que pasamos juntos huyendo del enemigo, mi corazón te reconoció como su alma gemela, por eso es que he deseado tanto el volver a verte, aunque sea sólo por unos minutos, pero creo que ya es imposible, me han condenado a muerte por negarme a hablar con ellos en un idioma comprensible para ellos.
Sé que para cuando leas esta nota ya habré muerto y que quizás jamás encuentres mi cuerpo, por lo mismo he escondido esta carta entre las fotografías que mis compañeros de seguro encontrarán entre mis cosas si es que llegan a este campo de concentración, pero deseaba hacerte saber de alguna forma que me enamoré de ti aún sin conocerte.
¿Quién diría que lo que pudo ser una hermosa historia de amor se vio truncada aún antes de poder brotar? Y desgraciadamente para mí ha sido la peor de las verdades, encontrar el amor verdadero y la muerte tan lejos de mi pueblo natal, tan lejos de mi isla querida, solo espero que tú sigas con vida para cuando llegue la paz y desaparezcan los nazis.
Te ama de todo corazón, Heero Yuy./
Un golpe en la puerta lo hizo saltar sobresaltado, así que guardó con rapidez las cosas y se sentó en la mecedora junto a la ventana.
- Dúo ¿se puede entrar? - le dijo su hermana.
- Claro, pasa - le dijo tratando de tranquilizarse, no le diría a nadie lo que había descubierto hasta que estuviera completamente seguro que aquel joven había existido.
- Te hemos buscado por toda la casa - lo regañó - y tú descansando aquí.
- ¿Pasa algo malo? - le dijo divertido, nadie lo buscaba a no ser que tuvieran algo que pedirle o hubiese pasado un percance.
- La abuela está decidida a quemar todas las cosas que encuentre del abuelo, así que mamá la ha sacado por unas horas de la casa y quiere que busquemos todo aquello que queramos conservar del abuelo y lo escondamos.
- Está bien, te ayudaré - le dijo pensando que quizás lo más interesante lo había escondido ya de la abuela.
Se pasearon por la casa y Dúo volvió a subir a la buhardilla, ahora armado de una linterna y dos enormes bolsas, quizás encontrara algunas cosillas que se pudiera llevar a su departamento. Abriendo baúles y cajas selladas sacó unas cuantas cosas, pero algo llamó su atención, en una de las viejas maletas había una que tenía doble fondo y sacó un sobre de grueso papel manila, lo extrajo con cuidado y leyó lo que decía en una esquina en letra diminuta "Con amor a Dúo Maxwell, de Heero Yuy". Sorprendido, lo dejó caer, pero de inmediato lo recogió y lo metió en una de las bolsas, eso significaba que Heero no había muerto en el campo de concentración. Siguió con su búsqueda y encontró en uno de los baúles el uniforme de su abuelo, pero debajo de este, empaquetado con gran cuidado, había otro más, se notaba que había sido cuidado con mucho amor, porque estaba envuelto en tres coberturas de papel de seda además de la gruesa bolsa de plástico en el que había sido oculto. Suspiró, su abuelo había estado realmente enamorado de Heero Yuy o no habría conservado tantos recuerdos de él, pero ¿qué había pasado? Porque no había muerto en el campo de concentración como había creído en el principio, algo más debió de haber sucedido, o alguien se interpuso en su relación.
- ¡Dúo, que la abuela y mamá deben de estar por llegar!
- ¡Ya voy! - replicó guardando todas las cosas que ahora eran suyas, ya tendría tiempo de investigar un poco más en el asunto.
/Cinco días habían pasado desde la última vez que vio a Heero, estaba angustiado, los demás le habían dicho que él era el más testarudo de todos los integrantes de la resistencia, que antes se suicidaba antes de entregar alguna clase de información respecto a sus compañeros, pero él esperaba que no hubiese tenido que llegar a tanto.
- Sé que estás preocupado por Heero - le dijo el muchacho rubio que antes se le presentara como Quatre, él era árabe y americano, por eso tan distinto a los demás. También se enteró que era pareja del joven castaño de ojos verdes que se llamaba Trowa, quien era el segundo al mando de ese pequeño grupo de la resistencia e italiano por nacimiento. Al principio le había intrigado saber que era el segundo, pero Quatre le explicó que Heero era el cabecilla y mientras existiera la duda de su muerte, lo seguirían considerando igual - pero él es un tipo muy fuerte, estará bien.
- Es que lo hirieron cuando nos tiramos al río - suspiró - y ellos ya me andaban buscando a mí por espionaje, quien sabe que le hagan los de la SS si lo atraparon.
- Heero no va a decirles nada, estoy seguro.
- Ellos lo van a torturar hasta que logren hacerlo hablar.
- Aún si usaran drogas para obligarlo a hablar, no le van a sacar nada a no ser que alguno de ellos hable japonés.
- ¡Quatre, hemos intervenido el radio de los nazis! - llegó diciendo otro de los hombres, aquel no quería decirle su nombre, decía que cuanto menos supiera de ellos era mejor - Trowa dice que vayas a traducirle lo que dicen porque hablan demasiado rápido para él.
- Aquí hace mucha falta Heero - le dijo el rubio caminado rápidamente donde estaba su pareja - él habla fluidamente muchos idiomas, aunque el español y el inglés lo haga con acento.
- Le suena muy... especial - terminó no queriendo decir sensual.
- Quatre, sé que dicen algo de trasladar un prisionero a Auschwitz-Birkenau, pero lo demás no lo entiendo ni de asomo - le dijo Trowa.
- Escuchemos - le dijo el rubio sentándose a oír atentamente lo que decían los nazis, Dúo también comprendía algunas palabras del alemán, pero era hablado con demasiada rapidez como para comprender bien - Comunican a Auschwitz-Birkenau que la SS tiene un prisionero al que ya han interrogado y que está siendo trasladado allá para que lo manden a la cámara de gases.
- Pero ¿por qué?
- Dicen que habla un idioma extraño, que suponen es japonés.
- Pobre Yuy, va a morir allá.
- ¡Debemos rescatarlo! - gimió Dúo molesto.
- ¿Estás loco? Nadie ha conseguido jamás entrar en un campo de concentración como Auschwitz-Birkenau y salir con vida desde allí - le dijo otro de los hombres.
- Tenemos una oportunidad - le dijo Trowa muy seguro - según nuestros informes los aliados están por atacar esa zona, así que podemos aprovechar que estarán distraídos para sacar a Heero de allí junto con muchos otros prisioneros - explicó el latino.
Trowa extendió un mapa en la mesa de trabajo y señaló el lugar donde estaba el mencionado campo de concentración, cada uno tendría una labor específica que cumplir, pero deberían infiltrarse primero. Dúo aceptó gustoso ese papel, él era bueno pasando entre enemigos y saliendo de ellos sin que lo notaran, así que llegaría hasta su querido Heero, lo sacaría de allí y luego liberarían a los otros prisioneros./
Cerró los ojos cansado, había avanzado bastante en la lectura y ahora tenía otros datos más, la zona geográfica en que se había emplazado la resistencia a la que perteneció su abuelo, así como los nombres de otros de los soldados de ese grupo. En la foto había notado a aquel joven llamado Quatre, era bastante notorio entre todos ya que era el más pequeño de todos y siempre estaba de pie frente al joven llamado Trowa sonriendo pese a todo lo que debían de sufrir por ser homosexuales en un mundo tan machista. Sacó las cosas del sobre manila dejando a un lado el libro, ahora que estaba en casa podía darse todo el tiempo del mundo para revisar aquellas cosas. Encima de todo había una foto grande, allí estaba el joven japonés apoyado en el hombro de su abuelo mientras este le sonreía a la cámara. Ambos vestían de soldados al estilo francés, pero el japonés usaba boina y su abuelo casco, destacando que el primero pertenecía a las líneas de comando y el segundo a las tropas de asalto. La giró para verle la fecha y se sorprendió: "1 de enero de 1945, Frankfurt, Alemania" ¿En qué fecha se habrían conocido? La volvió a girar y se fijó en otro detalle, en las manos de su abuelo había un anillo igual que el que tenía Heero en su izquierda, clara señal que se consideraban pareja. La dejó a un lado y miró la otra foto, era el mismo Heero, pero mucho más delgado y a sus espaldas estaba lo que parecían ser las ruinas de una construcción Nazi, la giró para ver la fecha: "25 de mayo de 1944, Auschwitz-Birkenau, dos días después de mi rescate del campo de concentración.
- Así que esto realmente sucedió, pero si él no murió en ese campo de concentración ¿qué pasó? Porque pasó más de seis meses con mi abuelo.
Sacó una tercera fotografía, esta estaba en color sepia y se veía a todo el grupo brindando en una fiesta, su abuelo reía feliz en los brazos del japonés mientras el rubio llamado Quatre y su novio permanecían en el rincón más alejado del salón, la volteó y miró la fecha: "Frankfurt, 25 de diciembre de 1944, en el séptimo mes aniversario de nuestro amor"
Y del mismo tipo seguían las fotografías, en algunos salían todos, en algunas sólo ellos dos, pero en todas se veían inmensamente felices.
- La abuela no debió saber de estas fotos y no habrían llegado a mis manos - las dejó a un lado y algo cayó al suelo, era un pequeño paquetito de terciopelo negro, curioso como era, lo abrió y descubrió los mismos anillos que viera en la primera foto. Removió las fotos y se encontró con un grupo de cartas amarradas por una cinta de seda color azul y una nota encima: "La cinta es del mismo color de sus ojos, y estas son sus cartas, las conservo como recuerdo de todo lo que fuimos y no pudimos ser. Sé que me pidió que las quemara, pero jamás lo podré hacer, mi alma ardería en el infierno antes de llegar a tamaña herejía, ojalá Heero me perdone por conservarlas"
/25 de agosto de 1945.
Mi querido Dúo:
Te escribo desde mi casa en Berlín Oriental, sabes bien que no he podido viajar a Estados Unidos a reunirme contigo, no porque yo no quisiera, que no daría yo por estar en tus brazos tal como me exiges, pero ya van tres veces que me niegan la visa para ir a tu país si yo no reniego de mi nacionalidad japonesa, creo que aún no perdonan a mi gente por lo de Pearl Harbor, como si yo hubiese tenido algo que ver en aquello, si yo estaba aquí en Europa ayudando a los aliados.
Con respecto a lo otro ¿por qué haz puesto en duda el amor que siento por ti? Quien debería dudar soy yo, me dejaste aquí clavado sin darme siquiera una explicación de tu marcha y he sido capaz de comprender que necesitabas tiempo para explicarle a tu familia lo que ha pasado entre nosotros, en especial porque sé que estás un poco confundido con eso que soy de una nacionalidad enemiga.
Lamentablemente, me doy cuenta que la situación no tendrá pronto mejoría y que me quieren enviar a Japón como prisionero, por mucho que los líderes de la resistencia francesa estén luchando por mí.
En fin, espero que estés bien y que pronto podamos vernos y volver a ser uno como hemos sido hasta ahora.
Te amo mucho.
Heero Yuy./
Cambió la hoja, era extraño, sentía como si Heero estuviera allí, mirando su accionar, como si esperara reencontrarse con su amor.
/25 de septiembre de 1945.
Mi querido Dúo:
¿Por qué diablos tardas tanto en responderme? Aquí estoy, encerrado en una celda de nuevo, ya es la tercera vez que me acusan de estar espiando, cuando lo único que hacía era buscar información tuya, pero me he llevado una desagradable sorpresa al ver los periódicos norteamericanos que aquí llegan con bastante retraso ¿Por qué no me dijiste tú mismo que estabas comprometido con esa chica¿Acaso pensabas que iba a montarte una escena de celos tipo Otelo?
Por cierto, en tu carta me dices muchas cosas, pero nada en especial, ni siquiera si me amas todavía. Sé que sueno desesperado, pero es que verdaderamente lo estoy, dime que no es cierto que amas a esa chica y yo encontraré la manera de ir a tu lado, pero si no es así, dejaré que me regresen a Japón e iré a un nuevo campo de concentración ¿De qué me sirve vivir si tu ya no me amas?
Te amaré siempre.
Heero Yuy./
- Ahora sí que no le entiendo, si mi abuelo lo amaba tanto como para conservar tantos recuerdos de su persona¿por qué no luchó por su amor?
Dejó las cartas a un lado y volvió a buscar el libro, quizás allí hubiese una explicación, aunque tendría que saltarse algunas partes, no quería darse la lata de leer las explicaciones que su abuelo daba de como habían rescatado a Heero del campo de concentración, él quería saber que había pasado que una relación que en las fotos se veía tan bonita había muerto sin florecer, o la flor se había marchitado por algo.
/Hasta hoy, 25 de diciembre de 1944, había estado escribiendo mis memorias de forma impersonal, pero ahora las tomaré más en serio.
Heero y yo hemos cumplido siete meses juntos y junto con el resto del grupo lo hemos celebrado en grande, en especial porque hoy es navidad. Estamos en Alemania, es cierto, pero es que los nazis son tan idiotas que dudamos nos busquen en su propio territorio y así tenemos un poco de paz mientras esperamos los resultados de los movimientos aliados.
En estos momentos Heero duerme como angelito, mientras escribo le echo una mirada, es tan guapo y sensual, me gusta cuando él me dice Dúo bonito al acabar, o cuando se sienta y me pone sobre su regazo para que nos miremos a los ojos mientras lo hacemos, es tan... hermoso sentirlo así, tan dentro, tan mío, se me olvida quien soy, el pasado, el presente y el futuro cuando él me besa, siento que exploto y él me vuelve a construir con sus caricias.
He estado pensando en nuestro futuro, sé que en América nunca van a aceptar nuestra relación, pero es mejor que vayamos a vivir allá, en mi país hay más oportunidades de trabajo y siendo mi Heero un joven tan versátil, de seguro consigue empleo pronto./
Dúo suspiró, al menos ahora podría buscar con más precisión lo que quería, así que avanzó hasta encontrar una fecha aproximada a la primera carta que su abuelo había guardado de Heero Yuy.
/20 de julio de 1945.
Creo que he cometido el peor error de mi vida al aceptar que me manden de regreso a América, quizás debí preguntar primero si me podía llevar a Heero conmigo antes de tomar el boleto, pero estaba tan contento de volver a pisar mi suelo natal, que no lo pensé. Ya estaba en la casita que comparto con mi amado cuando se me ocurrió abrir el sobre, sólo estaba mi boleto y mi visa de retorno, pero para Heero no había nada. Fui en varias ocasiones a la embajada y no me dieron ninguna solución, sólo que si yo le conseguía un trabajo a él lo podrían dejar entrar, así que preparé mis maletas y le dije lo que creí sería una mentira blanca a mi amado.
Por supuesto, Heero no ha dicho nada ni me ha reclamado porque me voy sin él cuando le prometí que nos iríamos juntos, pero ya tendré, quizás, la oportunidad de tenerlo para siempre conmigo.
Dúo Maxwell./
/30 de julio de 1945.
Al fin he llegado a América, nos han desembarcado en Nueva York, mi país está muy cambiado, o quizás he sido yo quien ha cambiado mucho en estos cinco años que he estado ausente, realmente no lo sé. De todas maneras voy a tomar el tren a mi pueblito natal para ver si por allá encuentro trabajo para mí y para Heero, fui soldado de asalto, pero sé algo de mecánica, aprendí a armar y desarmar motores de tanques, así que quizás consiga trabajo de mecánico.
El paisaje que pasa delante de mis ojos es tan distinto del que nos acompañó este último año, aún recuerdo las primeras noches que cuidé a Heero, tenía muchas pesadillas, a cuantos inocentes vio morir en Auschwitz-Birkenau, algunos de hambre, otros electrocutados y otros en las cámaras de gases, en una de las cuales encontré a mi amor al borde de la muerte, si de solo acordarme me dan escalofríos, se aferraba a mi llorando, recordaba aquellos cuerpos desnudos, flacos hasta los huesos, de mujeres, hombres y niños que fueron ultimados sólo por ser judíos, incluso hasta un bebé murió allí, creo que eso fue lo que más lo afectó. Sin embargo, cuando los aliados consiguieron vencer al káiser, nosotros fuimos tomados prisioneros y encarcelados por separado. Trowa murió en los brazos de Quatre, quien se volvió loco ya que justo esa tarde llegó la prueba que él era medio americano, pero ello no evitó que su pareja, que era Italiano, fuera tratado con dureza. También Heero ha sido tratado mal por mi gente, pero yo había peleado a puños y patadas por su seguridad, hasta que los líderes franceses llegaron con nosotros y nos liberaron diciendo que formábamos parte de sus tropas, por lo que Trowa recibió una sepultura digna y Quatre, convertido en un mar de lágrimas, una condecoración. Por supuesto, apenas este pudo, se desapareció de Alemania y no volvimos a saber de él.
Te contaré luego como me va con lo del trabajo, el tren se está llenando y no quiero que alguien lea estas líneas.
Dúo Maxwell./
/5 de agosto de 1945.
He encontrado el trabajo que quería y necesitaba para poder traerme a Heero a mi casa, aunque todavía vivo en una habitación rentada en una casa de una familia que conocí hace muchos años, antes que me diera la locura por vagar y me fuera de polizón en un barco a Europa. Sé que su hija está un poco enamorada de mí, yo le he dicho que amo a alguien más, pero no me atrevo a confesarle nada más, su padre es el vicario y es sumamente estricto, si llega a enterarse que soy homosexual, me echa a patadas de la casa, me quedaré sin trabajo y sin posibilidades de traerme a mi amor.
Por cierto ayer le he mandado una carta a Heero contándole que tengo un trabajo esperando por él, pero hoy pasó algo que no me esperaba, la madre de Hilde hizo una gran fiesta porque ella estaba de cumpleaños y me ha presentado como el prometido de su hija, diablos, no quiero que Heero se entere ¿y si se enoja y no se viene a vivir conmigo? De todas maneras le he mostrado a Hilde el anillo con el cual Heero y yo nos hicimos pareja y ella me ha dicho que en cuanto su rival este frente a ella, se quitará del camino, cuando le vuelva a escribir a mi Heero, le diré la verdad.
Dúo Maxwell./
Estaba cansado de leer, había algo que no le cuadraba, según las cartas de Heero, este había esperado con ansias la noticia que le permitiera viajar al lado de su amado, pero en la segunda carta le reclamaba por no poder hacerlo. Se saltó varias hojas hasta encontrar una posterior a la última carta que había leído.
/5 de septiembre de 1945.
Hoy he recibido una carta de Heero en que me reclama por mi supuesto compromiso con Hilde, pero no sé como explicarle la situación, ni decirle que todavía lo amo, nunca pensé que el control sobre mí llegase a ser tanto que el papá de Hilde interceptara mis cartas en el correo (uno de sus fieles trabaja allí y le entrega las cartas) y las leyera antes de remitírselas. Había pensado en ir a la ciudad vecina a mandarlas, pero también he notado que me vigilan, nunca estoy solo, excepto cuando voy al baño o estoy encerrado en mi cuarto.
Hace unos días le dije a la mamá de Hilde que quizás fuera mejor que fuera a vivir a otro lado, por eso de las malas lenguas, pero se ha puesto brava y me ha dicho que estoy tratando de eludir el matrimonio.
Y es por eso que no le digo nada concreto a Heero, no quiero meterme y meterlo en problemas, pero no me gusta nada que Heero esté de nuevo, y por tercera vez, en una celda acusado de espía, pero menos me gusta aquello que se vaya a dejar mandar de regreso a su país a un campo de concentración ¿no sufrió lo suficiente cuando estuvo en Auschwitz-Birkenau?
Dúo Maxwell/
/25 de septiembre de 1945.
Querido Dúo:
Cuando recibas la presente carta estaré casado, sé que no comprenderás por qué lo hago, pero estoy completamente destrozado por tu abandono, me dejaste para lo que decías sería buscar un lugar para los dos, sin embargo, cada día que pasa me doy cuenta que el amor que me profesabas era sólo efecto de la guerra, por haberme arriesgado a morir por ti en aquel incendio. Me caso con Relena sólo porque es la única manera que no me manden a un campo de concentración en Japón, ella ha sido muy buena conmigo desde que me enfermé estando en prisión, así que pronto me trasladaré a Luxemburgo, su padre es el rey allí y su hermano es su principal heredero.
Sé que todo esto es una auténtica locura, pero quiero que sepas que m corazón te seguirá perteneciendo hasta el fin de mis días y que he sido lo bastante hombre para decirle a ella que tuve una relación muy estrecha contigo, me ha comprendido y no me ha pedido nada a cambio de su protección, pero por respeto a ella me he quitado la argolla y te la remito, aunque esto me duela tanto en el pecho que apenas vea lo que escribo en medio de las lágrimas que me resquebrajan el alma.
Espero que ahora seas verdaderamente feliz, que ella sea capaz de darte todas aquellas cosas que yo jamás pude darte, que ella pueda poner en el alma tuya aquel calor que no pude colocar.
Y te pido un último favor, amor mío, destruye todos los recuerdos que tengas de mí, no quiero que esto arruine tu felicidad, aunque sea mi agonía.
Heero Yuy./
Dúo no pudo evitar que las lágrimas corrieran por su rostro, todo aquello parecía ser un error, sus bisabuelos habían interferido para conseguirle a su hija un esposo "aceptable", que por añadidura era héroe de guerra, pero habían construido su familia por sobre una mentira robándole la alegría a su abuelo. Cambió las hojas buscando la fecha aproximada en que su abuelo debió recibir aquella carta, de seguro se sentiría su dolor tal como se sentía el de Heero.
/5 de octubre de 1945.
No puedo creerlo, Heero se ha casado con alguien más, me quiero morir, más cuando ahora tengo en mis manos los dos anillos que significarían nuestro amor eterno, acompañado de una carta en la que puedo palpar el mismo dolor que yo estoy viviendo, que no puedo exteriorizar ya que los padres de Hilde, desde que me llegó esta carta, me vigilan más que antes.
¿Qué va a ser de mí ahora? De una u otra forma siempre la felicidad se ha escapado de mis manos por más que he tratado de retenerla, ahora sólo queda lo que viví entre sus brazos, cuando sus labios rozaban los míos y me dormía apoyado contra su pecho, escuchando como su corazón lentamente retomaba su ritmo normal.
Y estoy sentado frente a mi ventana escribiendo estas líneas mientras oscurece, quisiera que la noche me llevara con ella y me librara del dolor de saber que nunca más volveré a ver a Heero, que él tendrá otra familia, que cuando tenga pesadillas no seré yo quien lo abrace, que cuando necesite del calor de un cuerpo, no será el mío quien se lo dé.
Y dejaré que las lágrimas me ahoguen, ya no habrá felicidad para mi, he perdido el alma, el amor y las ganas de vivir.
Dúo Maxwell./
Dúo se secó las lagrimas con la manga de su chaqueta y sacó un pañuelo desechable de su cajón, aquello era verdaderamente triste, ambos estaban ahogados de dolor, pero ninguno pudo hacer nada para salvar su amor, estaban demasiado lejos.
"25 de octubre de 1995.
Mi querido Dúo:
Ya sé que han pasado cincuenta años desde la última vez que nos vimos, hoy recuerdo mi última carta y me pregunto si recuerdas lo que alguna vez fuimos. Yo nunca te olvidé, sólo espero que esta carta no te cause problemas con tu esposa, de la mía no te preocupes, Relena falleció el año pasado y me ha costado retomar mi vida, en especial porque Miliardo, el hermano de Relena, no ha tenido hijos varones, por lo que el mío se ha vuelto el más próximo heredero al trono de Luxemburgo.
Bueno, lo que quería decirte:
Quiero volver a verte ¿sería posible un reencuentro? Sé que ambos debemos de haber cambiado mucho en tanto tiempo, yo apenas tenía 19 años cuando nos conocimos y ahora tengo setenta, pero estoy seguro que donde vea tus ojos hermosos te reconoceré.
¿Qué me dices? Allí está mi teléfono si quieres comunicarte conmigo, yo iré muy pronto a Washington D. C. Por asuntos de negocios de la familia con Alexander, quizás podamos vernos allí si no es mucho problema para ti.
Te querrá siempre.
Heero Yuy./
Dúo se sorprendió, hace diez años el abuelo hizo un viaje misterioso a la capital y regresó con una cara de satisfacción absoluta que amargo mucho a la abuela, nunca dijo a qué había ido ni con quien se había reunido ¿sería con su amor? Quizás por ello quería la abuela destruir todos los recuerdos del abuelo.
Pasó a las ultimas hojas del diario del abuelo, había un desfase de 50 años en él, no había escrito desde que contara su reacción a la carta de Heero.
/30 de octubre de 1995.
Hoy ha sido uno de los días más maravillosos de mi vida, una que sé que ya se me va, pero al fin he vuelto a ver a Heero, sigue casi igual que la última vez que lo vi, solo tiene el cabello blanco, pero sigue tan hermoso como lo recordaba, me ha traído un regalo, espero que Hilde jamás lo encuentre, se enfurece cada vez que recuerda que jamás fue la dueña de mi corazón aunque "se quitara la competencia del medio.
¿Cómo sé lo que pasó hace tanto tiempo? Al parecer ella jamás supo que había sido ladrón en los primeros años de mi vida, aunque creo habérselo dicho en más de una ocasión, así fue como encontré su diario y descubrí que ella había instigado a sus padres para que me obligaran a casarme con ella.
Por cierto, el regalo que Heero me trajo es mi uniforme de la guerra, claro que ya ni llorando me queda, pero es un bonito recuerdo, pero lo mejor es que el suyo, boina incluida, también me pertenece ahora.
¿Cómo es posible que todavía me ame pese a todo el tiempo que ha pasado desde que destruyeron nuestro amor? Y sin embargo, yo también lo amo con la misma fuerza con que lo amé en esa época. Quizás estemos más maduros, pero el verlo me trajo la misma emoción que cuando era un muchacho.
Sé que ya n volveré a escribir aquí, este era el diario de mis días junto a Heero, uno que estuvo cayado por muchos años, pero que ahora se silenciará para siempre, nuestras vidas al fin se han solucionado por caminos tan lejanos y distantes como el día de la noche, pero no por ello dejaremos de amarnos.
Dúo Maxwell./
Dúo dejó el libro a un lado, hacía dos noches que no dormía bien soñando con aquellas cosas que leyera en el diario del abuelo, si era cierto que la abuela era la culpable de la ruptura de aquel amor, ella debía sentirse terrible ahora ya que su abuelo jamás fue feliz a su lado.
Un sonido en la puerta de su departamento lo hizo regresar a la tierra, ordenó un poco las cosas que había dispersado por su cama y se fue abrir.
- ¿Eres Dúo Maxwell, verdad? - le dijo su visitante quitándose los lentes oscuros del rostro - soy Heero Yuy.
- Dios, eres igualito - dejó salir sorprendido.
- Ah, veo que sabes de la existencia de mi abuelo - suspiró - ¿puedo pasar?
- Oh, perdona mi grosería, adelante - lo dejó entrar, aquel joven era igual al Heero de las fotos del abuelo, sólo que a color - me sorprendiste, es todo.
- He venido porque mi abuelo quiere volver a ver al tuyo antes de morir, pero no he podido localizarlo - le dijo este.
- Mi abuelo murió la semana pasada - le informó - toma asiento ¿quieres algo de beber?
- ¿Por qué no se nos avisó de su fallecimiento?
- Quizás porque no sabíamos de ustedes, apenas hace unos días, revisando las cosas del abuelo descubrí la existencia de Heero Yuy y que había sido parte de la resistencia y hasta hoy sé como localizarlo.
- El abuelo se va a sentir muy mal cuando se entere de esto, deseaba tanto poder estar entre sus brazos cuando dejara este mundo.
- Mi abuelo debe de haber deseado lo mismo, pero mi abuela jamás lo hubiese permitido - suspiró - pero no me has dicho si te sirvo algo.
- No suelo beber nada, pero creo que ahora necesito algo fuerte - aceptó.
- Sólo tengo vino añejo - se disculpó - no he ido de comprar últimamente, la muerte del abuelo me ha afectado bastante.
- No hay problema, aún debo conducir de regreso a la ciudad a buscar una habitación en el hotel.
- ¿Por qué no te quedas aquí esta noche? Estaba revisando las cosas que pude rescatar de la SS de mi abuela, hay muchas cosas que tal vez te gustaría ver - ofreció - tengo una habitación de huéspedes.
- No quisiera ser una molestia para ti.
- Oh, no lo serás, al abuelo le agradaría que tuviera bajo mi techo al nieto de la persona a la que más amó - le sonrió.
- De acuerdo - accedió - iré por mis cosas al auto.
- Ok, yo arreglaré tu habitación mientras tanto - le dijo y lo vio salir, vaya, quizás ahora el destino quisiera arreglar las cosas por medio de ellos. Movió la cabeza negativamente - estás loco, Dúo Maxwell.
- Y bastante, si hablas solo - bromeó el ojiazul.
- No tardaste nada - dijo sonrojado terminado de tender la cama.
- No traje mucho, no pienso quedarme más de dos o tres días.
- Es una pena, pienso que podemos llegar a ser amigos.
- Tal vez el viaje no haya sido tan en vano - dijo Heero sentándose en la cama dejando la maleta a un lado - podrías viajar a Luxemburgo conmigo, quizás el verte le dé algún consuelo a mi abuelo por la perdida de su amado.
- Si consigues una visa, quizás te pueda acompañar - lo miró.
- Te olvidas con quien hablas - le dijo poniéndose de pie - deja eso en mis manos, me haré cargo de la visa y tus pasajes.
- No creo que a la abuela le guste mucho - suspiró - en fin, en parte es su culpa, ella quiso quedarse con el abuelo separándolo del tuyo a la fuerza.
- ¿Qué has descubierto?
- Bueno, que las cartas que mi abuelo le mandaba en el tiempo que recién volvió a América eran interceptadas antes que salieran del país, por eso tu abuelo jamás supo que él le había conseguido un trabajo aquí y que con ello se podía venir con él.
- Yo tengo las cartas que le enviaba tu abuelo al mío ¿qué tal si las revisamos?
- Las tengo en mi habitación, si me esperas... - dijo pero Heero lo siguió - tengo muy desordenado - intentó evitar que entrara pero este se sentó en su cama tomando las fotografías.
- Mi abuelo también tiene estas fotos - le dijo - pero están escritas por Dúo.
- Aquí están las cartas - le dijo sentándose a su lado, algo raro le pasaba ¿sería qué, como dicen, la sangre lo tiraba hacia él? - son sólo cuatro las que tengo, si había más, mi abuela las hizo desaparecer.
- Sí, es la letra de mi abuelo - dijo mirándolas un poco - había tanto dolor en ellas como en cada recuerdo que el abuelo hace del tuyo.
- Y este diario mi abuelo lo escribió de una forma bastante extraña, al principio lo hace como si se tratase de una novela, quizás en ese momento pensó que eso sería, sin un final feliz, pero luego de rescatar a tu abuelo de Auschwitz-Birkenau habla en primera persona como si creyera que al fin va a ser feliz - se lo entregó.
- La letra es diferente a la de las cartas que le mandó al abuelo - sacó las cartas del bolsillo - se da muchas vueltas y no dice nada.
- Es... es la letra de mi abuela - dijo sorprendido - el abuelo sabía que sus cartas eran interceptadas pero jamás pensó que ella las cambiaba para herir a su rival - dijo leyendo un poco de la primera - estaba tan decidida a quedarse con él, que no trepidó en hacerle daño.
- Supongo que lo de ellos ya no tiene remedio, en especial porque tu abuelo ya no está aquí y no vale la pena reabrir las viejas heridas.
- Tengo algo más - le dijo tomando la bolsita y sacando los anillos - mi abuelo los guardó junto con las cartas de tu abuelo, así que supongo son los mismos que en su diario señala son la promesa de su amor.
- Y mi abuelo me dio esto, dijo que él estaría feliz de saber que la conservaba - le mostró una cruz de plata que colgaba de su muñeca - dice que fue lo único que lo hizo mantener la cordura cuando estaba en Auschwitz-Birkenau, se le había caído a tu abuelo cuando se arrojaron al río para escapar de los nazis.
- No he leído bien el diario del abuelo - admitió - cuando encontré las cartas y las fotografías y supe que tu abuelo no había muerto en aquel campo de concentración, comencé a saltarme páginas y leer solo lo cercano a las cartas.
- Bueno, podremos leerlo a fondo entre los dos mientras llenamos el resto con los datos que nos dé mi abuelo ¿no crees?
- ¿No será doloroso para él revivir todos aquellos recuerdos?
- Haremos una novela de amor con un final feliz para ellos, aunque no sea cierto, de seguro le alegrará pensar que así pudo ser.
- Por cierto, mi abuelo menciona a otros soldados de esa resistencia.
- Rescribiremos la historia completa - le aseguró.
Un nuevo ruido en la puerta los sacó de su concentración y Dúo se enfadó, ese no era su día, al menos el que le había interrumpido antes era un hermoso ángel ¿quién molestaría ahora, un demonio?
- Te ves molesto, Dúo querido - le dijo su hermana y supo que lo que había sospechado antes era cierto.
- ¿Qué es lo que quieres? - le dijo fastidiado, ella no lo iba a buscar a no ser que quisiera algo, generalmente dinero.
- Bueno, hermano bonito, es que tengo un problemilla, no, no es dinero - le dijo al ver que se echaba la mano al bolsillo - sólo quiero quedarme esta noche aquí - le pidió.
- Mal día se te ocurrió venir a quedarte - le dijo - lo siento, Diana, no puedes quedarte aquí esta noche, tengo un invitado.
- ¿Qué¿Y donde se supone que voy a dormir esta noche?
- En casa de la abuela - le dijo desentendiéndose de ella.
- Oh, no, la abuela está con un ataque surtido, se ha peleado hasta con papá por una tontería, creo que le llegó una carta de condolencia por la muerte del abuelo de parte de algunos ex miembros de la resistencia a la que perteneció el abuelo ¿recuerdas que ella siempre decía que eran puros cuentos del abuelo? Pues resulta que eran ciertos - miró hacia atrás de Dúo - ¿se puede saber quién ese ángel que está allí? Te lo tenías bien calladito ¿eh, Duyin?
- No me llames así - le dijo molesto - y él es.
- Heero Yuy - se presentó abrazando por detrás a Dúo - y he venido a buscar a tu hermano, nos iremos a Luxemburgo dentro de unos días.
- Ah, pillín, no es que no tengas una habitación desocupada, sino que no quieres tener testigos de tus aventuras nocturnas ¿eh? - se rió - está bien me regreso a casa, que pasen una buena noche, no les deseo dulces sueños ya que dudo que lo hagan - se rió y se fue corriendo.
- ¡Diana! - la llamó intentando seguirla - Heero - le reclamó y este lo soltó, pero ya era tarde, del auto de su hermana sólo se veía el polvo - ¿qué es lo que pretendes? Ahora toda mi familia se va a enterar que estás aquí y van a creer que eres mi pareja - le recriminó.
- ¿Importa demasiado lo que piense de ti tu familia?
- Mi familia no dirá nada, mi madre sabe hace mucho que soy gay y mi padre lo ha aceptado bastante bien, pero a mi abuela ni siquiera se lo he insinuado ¿Te imaginas lo que va a pasar si ella menciona tu nombre? Si mi abuela interceptó las cartas de mi abuelo, sabe el nombre del verdadero amor de este y te llamas igual.
- Dúo, debemos reparar el pasado y buscar un futuro mejor en la verdad.
- Volvamos adentro, prepararé algo de comer - suspiró cansado, menudo lío en el que Heero lo había metido.
Tal como Dúo había temido, a primera hora de la mañana su madre había llamado y prácticamente lo había obligado a aceptar su invitación a comer llevando con él a su amigo, la familia debía conocer a su pareja Dúo había preguntado sobre lo que le había dicho Diana, pero al parecer la loca de su hermana no se había acordado del nombre del muchacho, sólo que este estaba muy acaramelado con su hermano y que este no la había recibido porque perturbaría sus actividades nocturnas.
Y ahí estaba preparando el desayuno pensando en si despertaba a Heero o si esperaba que bajara para comunicarle que la familia deseaba conocerlo en pleno, ahora tenía oficialmente un novio, pero si ni siquiera sabía sí el también era gay, pero él era un príncipe ¿no se suponía que debía dejar descendencia?
- ¿Pasa algo malo, Dúo? - le dijo entrando en la cocina en pijamas.
- Mamá llamó, quiere que te lleve a almorzar para conocerte.
- Y estás asustado de lo que pueda pasar - le dijo tomando su trenza.
- Si, ellos no saben del pasado del abuelo, pero mi abuela si, podría ser terrible para ella ver la imagen de aquel que fue su más terrible rival por el amor de mi abuelo, y más cuando le arrebatas al otro Dúo de su vida.
Heero lo abrazó con ternura tratando de calmarlo, quizás para el trenzado era un choque terrible hacer que el pasado se enfrentara con el presente, pero era algo que le debían a sus abuelos, por el amor que se truncó.
- Perdóname, pero es algo que debemos hacer - le dijo sacando del bolsillo de su pijama la bolsita de terciopelo - unamos lo que otros destruyeron.
- Heero, yo... - le dijo temeroso mirando el anillo que el castaño ponía en su dedo anular - no sé sí esté bien.
- Dúo¿a qué es lo que le temes tanto? - le dijo poniendo en su mano el otro anillo para que se lo colocara - dices que no es el qué dirán, entonces ¿qué es? - le levantó el rostro - tendrás todo lo que quieras a mi lado.
- Pero es que no te conozco - intentó protestar.
- Nos conocemos más de lo que crees, Dúo mío - lo besó en la frente - confía en mí, pase lo que pase saldremos adelante.
- De acuerdo - suspiró y le puso el anillo en el dedo anular de la mano izquierda - pero si algo sale mal, será tu culpa.
Heero le sonrió y lo besó suavemente en los labios antes de sentarse a desayunar, él estaba seguro que todo saldría bien.
El automóvil rentado de Heero se detuvo frente al portón de la casa de sus abuelos, allí, en un destartalado letrero, decía con letras toscamente labradas Señores Maxwell. Heero abrió la puerta y rodeó el vehículo para ayudar a su novio y sonrió para darle ánimo al incómodo trenzado.
- Trata de mantener la calma, si que estuvieras a punto de ir al patíbulo - le sonrió abrazándolo - todo saldrá bien, te lo prometo.
- Claro, tú todo seguro allí, porque no es tu familia a la que vamos a enfrentar.
- Pero estas actuando como si me fueras a presentar ante un pelotón de fusilamiento - se burló divertido - quisiera saber cómo te vas a poner cuando conozcas a la mía.
- ¿También deberé enfrentarme a la tuya?
- Vamos - le dijo jalándolo del brazo hacia la casa, pero antes de golpear la puerta se abrió de golpe - Buenas tardes - dijo educadamente.
- Así que eres el novio de Dúo - le sonrió la mujer, de seguro la madre del trenzado, tenía el cabello castaño claro bastante largo, unos ojos de un delicado color violeta, igual que los de su hijo y se veía frágil, se dijo Heero - bienvenido a la familia.
- Gracias, Señora, pero su hijo tiene miedo que me coman - lo atrajo hacia su costado - no se pone así siempre ¿verdad?
- Por supuesto que no, ya se le pasará.
- Espero que sí, este no es el Dúo del que me enamoré - le sonrió y el trenzado se sonrojó violentamente.
- Heero, por favor - le dijo avergonzado.
- Te viene bien el color en tus mejillas - le dijo este dándole un suave beso sobre una de ellas - vamos, debemos superar la prueba más terrible.
El padre de Dúo guardaba un cierto parecido con él, según notó Heero, pero tenía el cabello corto y bien peinado, a su lado estaba Diana que se sonrió maliciosa al verlo llegar tomados de la mano y de espaldas a ellos estaba una mujer mayor, sus cabellos ahora grises seguramente antes fueron negros azulados, de aspecto frágil, pero Heero no se iba a dejar engañar, ella había destruido a su abuelo y eso no lo iba a perdonar.
- Dúo está nervioso por traerme a conocer a su familia - sonrió - no quiero imaginarme como se va a poner cuando lo lleve a Luxemburgo a conocer a la mía - agregó y vio que la mujer se volteaba hacia ellos furiosa.
- Diana no recordaba tu nombre - le sonrió el padre de Dúo.
- Heero Yuy - le sonrió mirando de reojo a la mujer - mi abuelo conoció al de Dúo cuando estaban en Europa, formaban parte de una de las resistencias en los límites de Alemania - le informó - así fue como conocí a Dúo.
- ¿Eres nieto de Heero Yuy? - dijo ella prácticamente gritando.
- Así es, señora - le dijo este esperando su reacción.
- ¡Fuera de mi casa, no te acerques a mi nieto! - comenzó a gritar lanzándose contra él enfurecida.
- Mamá, no puedes echarlo de aquí así - el padre de Dúo trató de calmarla.
- ¡Ese hombre destruyó a tu padre y su nieto destruirá a tu hijo!
- Abuela, estás desvariando - le dijo Diana.
- Creo, Dúo, que es mejor que nos vayamos - le dijo Heero muy calmado, la mujer obviamente sí era culpable.
- ¡No me vas a quitar a mi nieto!
- ¿Tal como usted le quitó el otro Dúo a mi abuelo? - le dijo molesto rodeando a Dúo - vamos, Dúo, o voy a perder la paciencia y decir lo que no debo.
- Maldito desgraciado - dijo la mujer y tomó de la pared una antigua escopeta apuntando sobre él - nadie me va a quitar a los míos ¿Me oyes¡Nadie! - y presionó el gatillo, pero Dúo alcanzó a quitar a Heero del medio, dicen que las armas las carga el diablo, así que no se fiaba.
El disparo de la escopeta fue muy bullicioso, hacía muchos años que nadie usaba aquella viejísima arma, así que reventó soltando esquirlas de metal para todos lados, pero una de ellas dio en el brazo de Heero y la abuela salió despedida hacia atrás golpeándose la nuca, cosa que la hizo perder el sentido.
- Sabía que algo así iba a pasar - se quejó Dúo revisando el brazo de su novio con cuidado - sabíamos ya que mi abuela era una mujer de armas tomar.
- Ten cuidado - le dijo apretando los dientes - creo que hay un trozo de metal en mi carne - se quejó.
- La viejita sí que está loca - dijo Diana regresando a la sala con un botiquín mientras sus padres revisaban a la anciana - pretendía matarte, será por el parecido que cree que eres el abuelo.
- Dime una cosa, Heero, ella hablaba de tu abuelo ¿lo conoció?
- No, mi abuelo sólo viajó hace diez años a América y vino con mi padre, creo que le dio un regalo al Señor Maxwell, pero no vino aquí.
- Entonces ¿por qué ese odio tan repentino hacia ti? - dijo la mamá de Dúo - aunque debo admitir que a mí jamás me ha aceptado.
- Bueno, supongo que debemos contarles - dijo Dúo sacando del botiquín unas pinzas esterilizadas - Heero, esto te va a doler - le advirtió y sacó el pedazo de metal del brazo - feo corte - le dijo usando un poco se sutura cubriendo la herida luego con una gasa y cinta adhesiva antes de improvisar un vendaje.
- ¿Qué es lo que se supone que deben contarnos?
- Bueno, que la abuela consideraba que Heero Yuy abuelo era un rival por el amor de mi abuelo - le dijo Dúo dándole un beso en el hombro a Heero - y por lo mismo no ha de querer a Heero nieto.
- Pero es una locura - dijo Diana - el abuelo jamás se habría casado con ella, a no ser que él fuera el ángel que lo salvó de la muerte en la guerra - dijo entrecerrando los ojos - recuerdo que cada vez que lo mencionaba sus ojos se llenaban de lágrimas y la voz se le quebraba. Es él ¿verdad?
- Si, ellos fueron novios durante la guerra, pero las mentiras de alguien los separó y ambos se casaron con otras personas buscando rehacer sus vidas esperando que el otro fuera feliz con la persona que creían que amaban verdaderamente.
- Pero tú y Dúo, no están juntos para vengarse de la abuela ¿verdad?
- ¡Claro que no! - dijo el trenzado molesto - Heero y yo hemos descubierto la verdad hace muy poco ¿no es cierto, corazón?
- Por supuesto - le dijo Heero - nosotros sólo queremos concretar el amor que en ellos se desperdició.
- Menos mal - sonrió el padre de Dúo - espero que, dada la bienvenida, no desistas de querer formar parte de nuestra familia.
- Amo a Dúo y voy a conservarlo - se apoyó en su hombro mientras el trenzado lo abrazaba - y él tendrá una mucho mejor bienvenida en mi familia, mi padre y mi abuelo estarán felices de conocerlo.
- ¿Cuándo parten a Luxemburgo?
- En cuanto me comuniquen que nuestro vuelo está listo - cerró los ojos.
- ¿Tienes un avión particular? - dijo Diana asombrada
- No, sólo contraté un vuelo privado - dijo Heero.
- ¿No necesitan?
- ¡No! - le dijo Dúo molesto y sus padres se rieron.
Continuará...
Mm, no sé, esta historia no me gustaba como estaba, así que la he re-masterizado, espero que les guste, porque a mí no tanto, pero quiero sacarla de mi cabeza para que le dé espacio a nuevas ideas.
Wing Zero.
PD: Por cierto, alguien dijo que me conseguía piezas baratas ¿Me puedes conseguir un radar de navegación nuevo? Mira que ya ni sé para donde voy.
