Hola a todos.
Muchas gracias a RobinFleur194, beta de este fic.
One piece pertenece a Eiichiro Oda.
La vida no la había tratado demasiado bien después de terminar sus estudios de medicina, la gente de la pequeña isla veía con malos ojos a la usuaria de la akuma no mi y no estaban dispuestos a ser tratados por ella mientras tuvieran otras opciones. Su familia, lejos de apoyarla, se deshacía en quejas y reproches hasta el punto en el que Liz hacía cualquier cosa por no volver a casa temprano, sin embargo no sabía que sería precisamente eso lo que le salvara la vida. Cuando llegó de su paseo por los bosques de hojas rojizas a lo que había sido su pueblo lo encontró completamente arrasado. Algunos de los edificios estaban en llamas mientras que en las calles había cuerpos esparcidos hasta donde llegaba la vista. La sangre de hombres, mujeres y niños adornaba por igual aquella visión de lo que antaño había considerado su hogar.
Caminó hacia ellos buscando algún indicio de que alguien siguiera con vida pero con la gran mayoría no hacía falta más que un vistazo rápido para saber que eso era imposible. Paseó por las calles hasta que posó sus grandes ojos negros en un grupo de personas que estaban de pie en el centro de la plaza del ayuntamiento. Rápidamente, reconoció algunas de las caras que ya había visto en carteles de se busca.
Dio media vuelta y huyó en dirección contraria pero los gritos de algunos de los hombres la alarmaron: había sido descubierta. Giró una esquina y se metió en la primera casa que encontró con la puerta abierta. Subió las escaleras, abrió varias puertas hasta que encontró la habitación de matrimonio y se escondió bajo la cama. Podía escuchar las voces de los hombres maldiciendo e insultándola mientras la buscaban.
El sonido de pasos subiendo la escalera hizo que contuviera el aliento. Varias personas se dispersaron buscando por la casa. Podía oír cómo registraban cajones, armarios y posibles lugares en busca de cosas de valor y ella misma. Cuando unos zapatos negros aparecieron en su reducida visión se llevó las manos a la nariz y la boca intentando calmar su respiración para que el pirata no la oyera. Él siguió caminando alrededor de la cama, parecía que estaba a punto de irse pero en un movimiento rápido se agachó y la arrastró fuera de su escondite. Ella se quedó con el cuerpo rígido y la mirada clavada en la máscara que llevaba.
- La tengo – dijo el hombre a sus compañeros.
Con la mano que tenía libre giró una de sus cuchillas y se dispuso a matar a la muchacha, pero antes de que la hoja tocara su piel, ésta rebotó dejando al hombre confuso.
- ¿Cómo has hecho eso? – Preguntó el enmascarado.
- Akuma no mi – dijo ella, vigilando sus palabras para no hacer enfadar al hombre.
Él la arrastró agarrándola fuertemente por el brazo y la llevó ante un hombre alto, musculoso y pelirrojo.
- Te dije que la mataras Killer, no que la capturaras – dijo el hombre, cabreado.
- Es posible que te interese, Kidd – se excusó Killer.
- ¿Para qué? – Escupió el pelirrojo con sorna – Si quiero una puta me la busco yo.
Ignorando la respuesta de su capitán Killer recogió una espada de alguno de los aldeanos que habían tratado de defenderse y la apuntó contra Liz. Ésta se apartó instintivamente del hombre pero su agarre se endureció haciéndolo doloroso. Blandió la espada hacia la chica y, como sucedió la otra vez, el arma no llegó a tocarla.
- ¿Qué fruta es? – Preguntó el más alto, complacido con la demostración.
- La tate tate no mi – dijo ella, intimidada.
Antes de que el capitán pelirrojo pudiera decir nada más, un grupo de marines comenzó a avistarse a la entrada de la plaza, agrupándose en las posibles vías de escape de los piratas.
- Parece que vamos a poder divertirnos después de todo – sonrió Kidd.
- Estáis detenidos en nombre de la justicia – gritó uno de los marines.
Los piratas tomaron las armas. La batalla se inició cuando los disparos de los marines sonaron en el aire. Observó como los piratas arrasaban con la "justicia" sin un ápice de piedad. Lo único que era capaz de oír eran sus propios latidos mientras en su mente se grababan esas imágenes a fuego, pero a pesar de que eso debería asquearla y atemorizarla, simplemente sintió una profunda emoción.
- Eustass "Capitán" Kidd – dijo un marine alto con un traje gris mientras mantenía un cigarro entre sus labios que pronunciaban el nombre del capitán con desprecio.
De su cabello se formaron tres pares de extremidades similares a patas de araña y cada una sujetaba una espada.
- Es el vicealmirante Onigumo – alertó Killer.
Un montón de trozos de metal fueron lanzados hacia los marines, la chica no tenía ni idea de cómo lo habían hecho pero no era momento de preguntar. El capitán dio la orden de retirada y sin saber exactamente qué hacer, Liz los siguió. El vicealmirante y los marines que había con él esquivaban los pedazos de metal mientras veían como inevitablemente los piratas se escapaban. Uno de los supervivientes del escuadrón de la calle por donde huían se abalanzó sobre la persona más lenta del grupo, Liz, y con sus últimas fuerzas se dispuso a terminar con uno de ellos antes de morir. La espada iba dirigida directamente al corazón de la chica pero ésta se partió. Algunos de los piratas vieron la escena pero no se detuvieron, rápidamente Liz se volvió a poner en pie y siguió tras ellos hasta llegar a un barco de aspecto siniestro y oscuro con una vela negra. En ella el logo de los piratas estaba pintado en blanco.
- ¿Qué haces aquí, mujer? – preguntó uno de los tripulantes cercanos al hombre pelirrojo.
- Puedo aprender a luchar y también soy médico – explicó ella mientras recuperaba el aliento.
El hombre pelirrojo la miró y comenzó a reír a carcajada limpia durante un rato. Ante la estrepitosa risa, la muchacha se encogió sin saber si eso era bueno o malo.
- ¿Estas proponiendo unirte a mi tripulación? – Dijo él un poco más calmado.
Ella asintió ligeramente.
- No hay sitio para débiles en mi barco, mujer.
- Estaba desprevenida – se excusó ella.
El hombre volvió a reír pero se quedó pensativo algunos momentos antes de volver a hablar.
- He matado a todo tu pueblo – comenzó él.
- Nunca me lleve bien con ellos – respondió la chica.
- ¿Además de romper espadas tu escudo puede hacer algo más? – Preguntó el capitán.
- Sí – contestó la muchacha sin estar muy segura de ello.
- Más te vale demostrarme tu utilidad durante el viaje a la siguiente isla. Si te vuelves una carga, te lanzaré al mar.
El resto de la tripulación había oído la conversación y comenzaron a apostar entre ellos cuánto tiempo duraría la chica.
- Menos de diez minutos – dijo uno entre risas.
- No llegará ni al barco – gritó otro.
- 5.000 berries a que no sobrevive ni cinco minutos – escuchó la chica apostar.
- Eso depende de cómo aguante la paliza – río uno a lo lejos.
- Los marines ya habrán abandonado el pueblo. Ve, recoge tus cosas y ni se te ocurra huir, no te daremos ninguna oportunidad – dijo el rubio de la máscara –. Tienes tiempo hasta que terminemos de cargar las provisiones.
Ella asintió y corrió de nuevo hacia el pueblo buscando su casa vigilando que no quedara ningún marine vigilando los alrededores. Sin los piratas cerca comenzaba a sentir que no era tan buena idea como le había parecido al principio, si escapaba la matarían y si se subía al barco con ellos se convertiría en una criminal, y posiblemente también la matarían.
Cuando la encontró entró saltando por encima del cuerpo desgarrado de su padre, subió a su habitación, agarró la bolsa más grande que tenía y vació rápidamente su armario en ella. Se cargó la bolsa al hombro y volvió tan rápido como pudo al barco donde un hombre alto y con el cabello azul pálido cargaba lo que parecía ser el último barril.
Subió por la ancha tabla que conectaba el puerto con la embarcación y dejó la bolsa en el suelo de madera pulida mientras jadeaba por la carrera.
- Por los pelos, grumete – soltó un pirata raso que estaba sentado en una caja –.Ya puedes empezar a sacarle brillo a la cubierta.
Le lanzó un trapo a la cara y pateó un cubo con agua jabonosa en su dirección. Dejó la bolsa con su ropa al lado del palo mayor, metió el trapo en el agua y comenzó a limpiar.
El sol se estaba poniendo cuando terminó con el suelo y se levantó estirando su espalda dolorida de estar agachada. Tiró el agua sucia por la borda y dejó el trapo dentro del cubo al lado de la puerta que conducía al interior. Miró a ambos lados pero no podía ver nada más que agua.
Sin estar demasiado convencida agarró la bolsa que había dejado anteriormente y se dirigió al interior. Deambuló por los pasillos cruzándose con varios tripulantes pero sin atreverse a preguntar, todos le parecían demasiado aterradores. Cansada de ir sin rumbo se sentó recostada a la pared del pasillo.
Llevaba un rato en el mismo sitio viendo a la gente ir y venir hasta que unos zapatos negros se pusieron delante de su visión.
- Entorpeces el paso, vete a otro sitio – dijo Killer.
- ¿Dónde puedo dormir? – Preguntó ella aprovechando la oportunidad.
- Coge algunas mantas y ve a la bodega – cuando terminó de hablar se fue.
Se levantó del suelo y comenzó a buscar alguna escalera, pues a pesar de no haber estado nunca en un barco supuso que la bodega se encontraría en la zona más baja. Cuando las encontró, bajó dos pisos y encontró el último tramo con una puerta al final. La abrió y con la poca luz que entraba desde el pasillo pudo observar un montón de cajas de madera apiladas y barriles. Cerró la puerta y fue a tientas hasta una esquina formada por cajas, buscó algún abrigo dentro de la bolsa que le pudiera servir de manta y utilizó ésta última a modo de almohada. Agotada, se durmió rápidamente.
Un golpe en el costado la despertó y se incorporó rápidamente recordando dónde estaba. Un hombre alto, incluso más que el capitán, estaba a su lado con una linterna de aceite.
- Ve a la cocina, tienes que ayudar allí.
El hombre de pocas palabras salió dejando la lámpara colgada y cerrando la puerta. La chica se frotó los ojos y buscó ropa limpia en la bolsa. Se puso unos pantalones hasta las rodillas marrones, una camiseta verde oscuro de manga corta, una chaqueta naranja y unas botas grises. Guardó la ropa sucia en un departamento de la bolsa, apago la lámpara y salió de la bodega en busca de la cocina.
Dando vueltas por los pasillos se encontró al hombre que la había despertado.
- Perdona – dijo, llamando su atención –, ¿dónde queda la cocina?
- En el piso de arriba, la puerta del final del pasillo que queda a la derecha –contestó él.
- Gracias – agradeció la chica mientras corría a su destino.
Entró donde le habían dicho encontrando a un par de personas trabajando ya en el desayuno.
- ¿Qué hago? – Preguntó la chica dudando que pudiera ser de alguna utilidad.
- Ve al comedor a poner las mesas – respondió uno de los cocineros mientras llenaba un plato.
Ella asintió y miró a través de la barra las largas mesas de madera. Cogió un trapo, limpió las mesas y comenzó a poner los platos y cubiertos que los de la cocina habían dejado preparados.
Cuando la comida estuvo servida no tardó en aparecer la tripulación. La chica se sorprendió de que a pesar de ser tantos, y con una apariencia tan amenazante, la comida fuera relativamente calmada. Los hombres alzaban la voz pero no era como ella había imaginado, esperaba una pelea o que la comida volará de un lado a otro. Mientras todos hacían lo suyo en el comedor ella comió en la cocina con la esperanza de que todo el día fuera así de tranquilo.
Al terminar se quedo limpiando los platos junto quienes suponía eran los miembros de más bajo rango. Una vez estuvo todo recogido subió a cubierta a que le diera un poco el aire. El viento era agradable y las velas estaban hinchadas por él. Algunos hombres entrenaban mientras otros iban de un lado a otro haciendo sus tareas. Una ráfaga de fuego la saco de sus pensamientos haciéndola correr hasta el otro extremo del barco ante las risas y las burlas de algunos.
Cuando todo le pareció más tranquilo asomó la cabeza para ver que las llamas no iban dirigidas a ella sino que era una pelea de entrenamiento entre dos tripulantes. El hombre de cabello azul, que había escupido las llamas, luchaba contra otro que portaba un tridente, el que la había despertado esa mañana. Había un corrillo alrededor de ellos a una distancia prudencial y ella no pudo apartar la mirada de la pelea. Ambos eran luchadores expertos se notaba por el nivel de concentración y movimientos. Podía ver que sus músculos bajo la piel no hacían ningún gesto innecesario.
- Venga Heat, patéale el culo – animó uno del corrillo.
- ¡No dejes que gane Wire, me juego una semana de lavandería! – Gritó otro.
La pelea duró bastante hasta que los dos combatientes se retiraron ante las quejas y reclamaciones de los espectadores.
- Veamos las habilidades de la nueva, algo debe poder hacer si aún está viva – dijo uno mientras la empujaba al centro del círculo, haciendo que cayera de bruces al suelo.
Ella se levantó y miró desesperada a su alrededor buscando la forma de huir, pero estaba completamente rodeada de piratas que lo impedían. Uno de ellos dio un paso al frente indicando que sería su contrincante. Antes de hacer ningún movimiento examinó la postura de su rival. Éste sacó dos espadas cortas de hoja curvada y tomó posición de combate. Esperó a que el hombre se lanzara en su contra confiando en que su akuma no mi la protegiera. Aprovechó la sorpresa del hombre cuando sus espadas se rompieron para patearle la parte posterior de la rodilla tirándolo así al suelo.
- Una mujer te está dando una paliza – escuchó gritar a uno.
- Venga muñeca, levántate – dijo otro burlándose de él.
El hombre, enfadado, se puso en pie rápidamente, cogiéndola desprevenida y le dio un puñetazo haciéndola volar un par de metros. No la tocó realmente pero el impulso la hizo saltar por los aires. Se le saltaron unas lágrimas de dolor por la caída pero se las secó rápidamente antes de ponerse en pie de nuevo. Sabía que no podía vencerlo físicamente pero tenía que tener alguna oportunidad si conseguía usar la Tate Tate no mi voluntariamente. El hombre continuó atacándola con puñetazos que la muchacha conseguía esquivar a duras penas ante los abucheos de la tripulación. Intentó concentrarse y expandir su área de protección pero no parecía tener ningún resultado. Desesperada extendió los brazos con las palmas abiertas hacia su oponente y sin saber cómo había ocurrido exactamente lo empujó, junto todos los que estaban detrás de él, lanzándolos al mar por la borda.
- Hombres al agua – escuchó gritar a lo lejos mientras seguía mirando sus manos sin terminarse de creer lo que había hecho.
Algunos de los tripulantes la felicitaron mientras que otros la miraron por encima del hombro y se retiraron. Cuando alzó la vista pudo ver al capitán con Killer a su lado con una sonrisa en el rostro y esperó que el resultado de la pelea hubiera sido de su agradado.
En cuanto pudo se escabulló de la multitud para volver a la bodega e intentar repetir lo que había hecho con anterioridad. Encendió la lámpara que había colgada al lado de la puerta y la dejó sobre una caja. Se sentó en el suelo e intentó concentrarse mientras trataba de empujar un barril que tenía delante. Después de saltarse la comida aún no había logrado que el objeto se moviera. Se dejó caer de espaldas al suelo mientras cerraba los ojos descansando un poco.
Pensó en su familia, los piratas que ahora la rodeaban los habían matado a todos pero ella no sentía ningún rencor hacia ellos. Su familia la hacía infeliz y nunca había pensado que había más vínculo entre ellos que el simple hecho de que le daban comida y techo. Viéndolo de ese modo no eran más que un grupo de desconocidos que vivían en la misma casa. En esos momentos se sentía liberada. Mientras fuera útil podría seguir viviendo, eso hacía que en vez de limitarse a existir, como lo había hecho hasta ahora, se sintiera realizada.
- Debo de estar perdiendo la cabeza – se dijo a sí misma mientras se incorporaba para seguir intentando mover el barril.
Concentrándose no lo había conseguido, probó visualizándolo pero tampoco tuvo éxito. Se le pasó por la cabeza ir a preguntar a algún usuario de la tripulación, si es que había alguno, cómo lo hacía para utilizar su akuma no mi, pero si el capitán descubría que no tenía ni idea de cómo usar la suya estaba segura de que, en el mejor de los casos, la tirarían por la borda.
Estuvo rebanándose los sesos hasta que una idea disparatada se le cruzó por la mente. Hasta ahora, aunque sabía que en teoría debía ser capaz de utilizar los escudos, siempre los había visto como algo externo a ella misma, nunca como una extensión. Con esa nueva idea en su mente miró fijamente al barril y como si realmente lo fuera a empujar con la mano extendió el brazo mientras una sonrisa se formaba en su cara al ver como el objeto se alejaba lentamente de ella.
Estuvo practicando su recién descubierta habilidad hasta que la puerta de la bodega se abrió mostrando a Killer.
- ¿Pasa algo? – Preguntó ella mientras se ponía en pie.
- Kidd quiere verte – contestó él haciendo un gesto para que lo siguiera.
Ella se preguntó quién sería ese tal Kidd aunque sabía que en el pueblo ya había oído ese nombre.
- Quizás sea el cocinero que está mosqueado porque no aparecí a la hora de comer – pensó ella mientras seguía al hombre de cabellera dorada.
Fue fijándose en los pasillos y se dio cuenta de que no se dirigían a la cocina. En el primer piso, Killer llamó a una puerta algo diferente a las demás y esperó hasta obtener respuesta.
- Pasa – respondió la voz que reconoció como la del capitán.
El hombre de la máscara abrió la puerta y esperó a que la chica pasara para cerrarla tras de ella, quedándose fuera.
- Realmente sorprendente lo que hiciste antes con mis hombres, no esperaba que fueras capaz de atacar – dijo el pelirrojo con los pies apoyados en la mesa –. Ahora te revelaré la verdadera razón de porque todavía conservas tu vida. En la próxima isla naufragan más de la mitad de los buques que se acercan debido al tamaño del granizo que cae, y ahí es donde entras tú. Si proteges bien la nave podrás irte en la próxima isla pero si fracasas ya sabes lo que te espera – soltó con un tono sombrío.
- Entendido – contestó ella mirándole a los ojos fijamente –. Pero quiero otra cosa si lo consigo.
- Vaya, vaya – respondió él en tono de burla – ¿Te atreves a pedirme algo? ¿Qué es?
- Si consigo que el barco no sufra daños, me convertiré en un miembro de tu tripulación de pleno derecho – dijo ella sin apartar la mirada de los ojos amenazantes de Kidd.
El comenzó a reír a pleno pulmón, incluso golpeó la mesa un par de veces.
- ¿Ahora sacas tu valentía a relucir? – Preguntó él sarcásticamente – Para acompañarme no deberías temer a la muerte, una niñita asustadiza no tiene sitio aquí.
- Todo lo que conocía era la paz de mi isla y la situación me superó – declaró ella ganando confianza con cada palabra que articulaba –. Pero estando aquí, en el barco, me sentí útil por primera vez en mi vida y no quiero perder eso. Quiero ser útil en tu tripulación.
- ¿Qué tienes tú que ofrecer en mi tripulación?
- Como antes has dicho seré capaz de proteger el barco, incluso a mis compañeros. Puedo defenderme por mi cuenta, así que no seré un estorbo en la batalla, y también soy médico – respondió, intentando convencerle.
- ¿Qué me dirías si te digo que iremos a buscar el One Piece? – Preguntó Kidd quitando los pies de la mesa y examinando la cara de la chica.
- Que te ayudaré a buscarlo, esté donde esté – respondió ella completamente convencida.
Satisfecho con la respuesta Kidd se volvió a recostar en el sillón con las manos tras la cabeza.
- Si cuando abandonemos la siguiente isla el barco no ha sufrido el menor rasguño, te concederé lo que me has pedido, mujer.
Ella asintió.
- Me llamo Foxcraft Liz – se presentó ella al que esperaba que fuera su nuevo capitán para que dejara de llamarla mujer.
- Lárgate antes de que cambie de opinión – dijo él.
A Liz le faltó tiempo para salir por la puerta en busca de algo que hacer. Caminó hasta el segundo piso donde se hallaba la cocina y encontró a los cocineros atareados. Limpió las mesas, después puso la vajilla y los cubiertos. Comió en la cocina mientras miraba a los tripulantes de las mesas.
- Dentro de poco me ganaré el derecho de comer allí – se dijo a sí misma mientras recogía su plato y comenzaba a fregar los utensilios de cocina.
Una vez terminó, bajó a la bodega y continuó practicando hasta caer exhausta. Despertó de un modo similar al día anterior y se incorporó rápidamente encontrándose bajo la mirada de Heat.
- Seguro que debe de haber un modo más sencillo de despertarme que no sea con una patada – dijo ella frotándose el costado.
El hombre de cabellos azules no dijo nada y comenzó a marcharse cuando la voz de Liz le detuvo.
- ¿Dónde puedo tomar una ducha? – Preguntó ella, poniéndose en pie.
- En el piso de arriba están los baños, pasando dos puertas en la zona de la izquierda.
El hombre siguió su camino. Liz comenzó a buscar ropa limpia y encontró una toalla en la bolsa. Con eso en sus manos fue en busca del baño. No era una sala especialmente grande pero tenía seis cabinas de ducha con puerta, dos bancos puestos uno al lado del otro, una pica larga con varios grifos y un espejo sobre ella. Dejó la ropa limpia y la toalla en la esquina del banco más alejado de la puerta y se comenzó a desvestir dentro de la ducha tirando la ropa sobre la banca por si algún tripulante entraba.
Dentro del cubículo de la ducha había dos dispensadores. Probó uno intentando esparcírselo por el cuerpo, pero al final descubrió que ese era el champú. Terminó de lavarse y entreabrió la puerta de la ducha mirando si había alguien más. Al comprobar que estaba sola alcanzó la toalla, se secó rápidamente el cuerpo y se lió la toalla a la cabeza mientras se vestía. Se acercó al espejo dejando el cabello húmedo suelto y se lo peinó un poco con las manos. Recogió la ropa sucia y la dejó en la bolsa.
Fue hacia la cocina y encontró que ya estaban comiendo. Se sirvió y, como de costumbre, comió sola en la cocina. Recogió las mesas cuando todos hubieron terminado y lavó los platos. Se estaba secando las manos con un trapo cuando un giro brusco de la nave casi la hace caer al suelo. Corrió hacia la cubierta y se encontró a la mayoría de la tripulación allí.
- Preparaos para un abordaje – gritó Kidd desde la proa.
Sus hombres aclamaron la decisión y comenzaron a tomar sus armas. Un barco grande de la marina se les acercaba mientras ambos buques intercambiaban balas de cañón. Cuando una estaba a punto de dar al mascarón de proa el capitán extendió un brazo y la bala se fue ralentizando hasta quedar a centímetros de su palma.
- ¡Repel! – Exclamó el capitán al tiempo que la bala volaba de vuelta al buque de desde el que había sido disparada.
Liz miró sorprendida la calma con la que el pelirrojo se desenvolvía ante de un combate mientras que ella, aun queriendo participar, tenía que controlar el temblor de su cuerpo.
Cuando las naves estaban lado a lado algunos piratas de la banda de Kid saltaron al barco marine mientras los del uniforme blanco hacían lo mismo en el buque pirata. El sonido de la batalla no era aterrador, sino más bien emocionante. Tomando conciencia de dónde estaba se preparó para intentar pelear. Se colocó en la banda más alejada de los marines y empujó por la borda al que intentara acercarse más de la cuenta. Los marines no le prestaron mucha atención a la chica, había rivales más jugosos en el barco, por lo que ella pudo sentirse relativamente a salvo.
La batalla terminó con una clara victoria de los piratas de Kidd, quienes cogieron los objetos de valor y las provisiones del barco de los marines. El capitán y Killer bajaron de un salto de la nave enemiga.
- Sin un rasguño, ¿eh? – Dijo Kidd mientras cruzaba los brazos.
Ella asintió con una sonrisa por lo que ella tomaba como un cumplido.
- Más te vale llegar en esas condiciones a pasado mañana – terminó el pelirrojo antes de meterse al interior del barco.
Ya sabéis las opiniones son bien recibidas, tanto los halagos como las criticas.
Hasta el próximo mes~
