Del mismo tamaño
Es del mismo tamaño que el tarro de galletas de la abuela.
La gente se ha ido.
No fue consciente del murmullo, de los pasos lentos al marcharse, de las palabras de aliento ni los pésame.
La casa vacía le asfixia lentamente. Las paredes blancas y espaciosas con las fotos de sus tiempos felices. No puede mirarlas, pero tampoco se atreve a descolgarlas.
Él quiere gritar, llorar, dejarse ir.
Kurt abraza el recipiente. Pega su rostro contra su fría estructura. Formando con su cuerpo un capullo protector. Uno que no separa de su preciado lugar durante tanto tiempo. Las horas pasan lentamente, y el sol cambia de lugar en lo alto. Anochece, duerme, aun acurrucado contra la urna.
Quisiera decir que lloró cada minuto, que recuerda cada sollozo estrangulado que escapa de su garganta en busca de alivio, buscando aplacar ese dolor.
Otra pérdida.
Pero no puede decirlo, no recuerda; no al menos eso. Su día trascurre entre sueños ligeros entre los que transitan otros pesados, pierde ante ellos unas horas, para regresar. Aún más cansado que cuando cerró los ojos.
Tampoco recuerda el momento en que escogió la urna, solo se encontró en una sala calurosa, con una mujer de voz monótona que recita precios, características que no tienen ningún significado para él.
Solo lo quiere a él.
No es fácil aceptarlo. Despertar de golpe en la madrugada a causa de una llamada. Recibir una noticia y que ésta desquebraje tu vida.
¿Cómo continuar sin él?
¿Cómo hacerlo si tu corazón late desganado, sin fuerza? ¿Sí el dolor apabullante te nubla?
Sin certeza del tiempo, continua en la misma posición.
Rodeado de recuerdos pasados, de canciones y cena de los viernes, fuertes brazos que nunca más le estrecharan. Él se ha ido.
Y las lágrimas continúan sin correr. Presas entre sus sentimientos y su incomprensión.
¿Cómo puede algo tan doloroso ser verdad?
Duele, duele tanto.
.
Tararea una nana, un recuerdo de su pasada infancia. Dulces palabras antes susurradas, por otro ser que le dejó. Una herida pasada, que en días como ese duele como la primera vez.
.
Espera y espera.
Hasta que llega. Lo necesario para abrir su corazón.
Se abre la puerta principal y un cuerpo llega de pronto, se sube suavemente a la cama. Kurt inhala fuertemente, mientras que es envuelto en el cariño de esos brazos.
–Yo... él... No pude despedirme de él. –Tiembla al susurrar. Su acompañante le abraza aún más fuerte, como si con eso pudiera deshacerse de su dolor. Daría lo que fuera con tal de conseguirlo, pero es imposible.
–Y eso escose tanto. Le amo tanto. Que... duele.
El recién llegado besa el tope de su cabeza con delicadeza, y le acomoda en el hueco de su cuello.
–Estoy solo, tan solo. Como nunca.
Pero saben que ahora no lo está, no más.
Lágrimas calientes desbordan sus ojos, el dique ha sido rebasado y ahora colapsado.
Blaine le sostiene con fuerza, no hablan. No por el resto de la noche. Solo se escucha el leve gimoteo del hijo que ha perdido a su padre.
Gracias por llegar hasta aquí.
Que tengas un bonito día.
Besos :*
