Renuncia de derechos: Harry Potter y todo su universo son propiedad de J. K. Rowling, empleo parte de ello sin fines de lucro. Por otra parte, la trama es mía, por lo que me reservo su uso.

El presente texto participa en el minireto de noviembre para "El Torneo de los Tres Magos", del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".


Momento de gloria.

Había una vez…

No, aquello no era un cuento de hadas. Bien lo parecía, porque había magos, brujas, escobas voladoras y algunas varitas. Pero no era una fantasía.

Aidan, de pequeño, jamás imagino que su vida transcurriría entre hechizos, pócimas y criaturas extraordinarias. El ser mago era para él un regalo, al cual sacó el mayor provecho posible.

Gracias a la magia, cumplió uno de sus sueños de la infancia: volar por los cielos. Y lo mejor de todo es que resultó condenadamente bueno.

Conoció el deporte mágico número uno, el quidditch, cuando llegó al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, quedando maravillado en el acto. Desde entonces, muchas de los sucesos más importantes de su vida tenían que ver con quaffles, bludgers, snitches, escobas y un enorme campo de juego (o al menos, así le parecía a él). Fue por eso que, poco a poco, se hizo de renombre hasta llegar hasta donde estaba.

Era el buscador de su nación. Era jugador en la selección de quidditch de Irlanda.

Mientras Bagman nombraba a sus compañeros, le llegó el sonido del público, euforia pura, apoyo para su país y para su oponente, Bulgaria. La mezcla de idiomas no era nada en comparación con la sensación electrizante de estar a punto de jugar un partido de talla mundial, del que seguramente se hablaría por años. Sonrió como nunca antes, montó la escoba y salió disparado justo cuando se oía con voz fuerte y clara por todos los rincones.

—Yyyyy… ¡Lynch!