Capítulo 1

Era un caluroso verano. Mi madre se preocupaba mucho por mi, porque era la primera vez que viajaba sola a Forks. Nunca me había gustado pasar mis vacaciones en aquel horroroso pueblo, pero lo hacía por Charlie, mi padre. Sé que me echaba mucho de menos y me necesitaba. Si tengo que ser sincera, era la única razón por la que cada año aceptaba alejarme de Phoenix para ir a ese pueblo. Las dos contemplábamos el horario de los vuelos en silencio.

- Mamá, no te preocupes, toda va a ir bien - interrumpí aquel incómodo silencio al ver que en sus ojos se reunían unas cuantas lágrimas.

- Prométeme que no vas a hacer ninguna locura mientras yo no esté a tu lado - me pidió. Se le escaparon las lágrimas.

- Te lo prometo, mamá.

Oímos anunciar el vuelo a Forks, antes de que llegará el autobús para llevarme al avión, me despedí muy deprisa de mi madre.

- Te escribiré nada más llegar a casa - le dije.

- Estaré esperando - me contestó - Te quiero, Bella.

- Y yo a ti.

El autobús llegó, le di dos besos y me merché. Al asomarme por la ventana, vi como seguía ahí... llorando.

El vuelo por fin terminó, Charlie me saludó y me dio un fuerte abrazo.

- ¿Qué tal, cariño? - preguntó amablemente.

- Bien, aunque un poco cansada. Fue un día muy largo...

Me llevó a casa lo más rápido que pudo, para que pueda descansar lo antes posible.

- Papá - no quería llamarle Charlie para no herir sus sentimientos - pensé en comprarme un coche aquí, en Forks. ¿Crees que encontraré uno bastante barato y bonito? Y por supuesto, tiene que ir bien.

- Por eso no te preocupes. Encontré un coche perfecto para ti - al oír eso, me entró miedo.

- ¿Y qué coche es? - pregunté con ojos abiertos como dos platos.

- Ya lo verás. Espero que te guste, cielo.

Tardamos una hora, aproximadamente, en llegar a casa. Al bajarme del coche, vi el monovolumen que me regaló Charlie. Para mi gran sorpresa... me encantó. Era muy viejo, pero también muy bonito. Subí mis maletas al cuarto, que no había cambiado desde que fui una niña, solo que había una cama en vez de cuna. Mientras deshacía las maletas, Charlie hizo la cena. Me di una ducha rápida y fría, después de ponerme el pijama, bajé a cenar. Había huevos fritos y bacon.

Los últimos años estuve aprendiendo a cocinar, porque sabía que Charlie no era un bien cocinero. Después de cenar, lavé los platos y me dirigí al salón, donde estaba mi padre.

- Buenas noches, papá.

- Buenas noche, cielo - me contestó.

Subí por la escalera con cansancio, me fui al baño para cepillarme los dientes y volví a mi habitación.