El salón lo rodeaba un profundo silencio, como era habitual. Tan solo el golpe de los cubiertos contra el único plato servido en la mesa rompía aquel mutismo que caracterizaba a la gran sala. Uno de los hombres mas poderosos de la ciudad comía poco a poco, bocado a bocado, masticando e insistiendo repetidas veces en que los trozos a digerir fueran lo mas pequeños posible. Aquel adulto lleno de riqueza y fortuna agarró el pañuelo que se encontraba a su derecha, y suave y eficazmente se apartó los minuciosos restos de comida que se encontraban alrededor de su boca. Tras beber un poco de agua, apuntó con su mirada al final de la sala. Pese a los muebles, a la gran lampara que asomaba colgada en el techo, el no veía nada, solamente un lugar oscuro en el que no había ni movimientos, ni vida. La noche bañaba de manera fúnebre aquel salón donde hacía muchos años se oían risas y pasos por doquier.

Alfred, ¿puedes sentarte a mi lado?

Como usted desee, señor.

A su espalda, el mayordomo de la mansión se dirigió a la silla mas cercana a aquel hombre, tal como le había ordenado.

Alfred...

Si, ¿señor Wayne?

Me estaba preguntado, ¿Como ha llegado a esto...?

¿Como ha llegado quien, señor?

La ciudad, Alfred, la ciudad. Recuerdo cuando era un niño que, pese a que nunca han sido siempre tiempos favorables aquí en Gotham, la ciudad permanecía en una estabilidad que le permitía asemejarse al resto. Pero ahora... Solo veo violencia y decadencia en las calles.

Señor, puede que la ciudad no haya cambiado, puede que usted lo haya hecho. La violencia y la decadencia de la que habla siempre han estado presentes tanto en Gotham como en el resto del mundo, pero en cambio usted, como cualquier otra persona, ha ido cambiando con el paso de los años, y algo de lo que no era consciente antes, ahora sí que lo es. Pero bueno, esta es solo mi opinión, señor...

Bruce suspiró resignado mientras dejaba la mirada perdida a un lado.

Dígame, ¿Se encuentra bien, señor Wayne?

Sí, tranquilo... - dijo Bruce mientras retomaba la cena.- Si bien es verdad que he estado durante todos estos días ansioso por esta noche, ahora que estoy aquí, en estos momentos, tan solo pienso que, bueno, que ya está hecho, está todo preparado y listo, justo donde quería las cosas...

Bruce y Alfred se miraron con pensamientos totalmente distintos, aunque ambos sonrieron. Mientras Bruce expresaba su alegría de aquella noche, Alfred escondía con su sonrisa, su malestar por los sucesos que iban a realizarse a continuación. Tras eso, Bruce dejó los cubiertos en el plato, en el cual aun quedaba medio filete de ternera, y se levantó.

La ciudad está podrida, Alfred.- Tras decir esto, Bruce apuntó con su mirada a los ojos de su mayordomo y prosiguió con una despedida.- Nos vemos antes del amanecer.

Muy bien, señor, ¿Le acompaño a...?

No hace falta.-interrumpió Bruce- Ya voy solo.

Como desee, señor.

Alfred se quedó en el salón mientras Bruce comenzó a caminar por los pasillos de la casa de manera tranquila, a paso constante. Para cualquier visitante que entrase en la Mansión Wayne, si comenzaba a indagar a través de la casa, seguramente podría llegar a perderse, debido a la cantidad de habitaciones contiguas que comprendían el edificio. Hasta Bruce, que se trataba de su propia casa, le costaba recordar a veces el camino a alguna habitación.

Los pasos golpeaban poco a poco el suelo, dejando un eco que resonaba y se comía el silencio del lugar, mientras el viento azotaba desde fuera a las ventanas y paredes del palacete. Allí, en las afueras de Gotham, de noche, cubierta por la oscuridad, la mansión Wayne se alzaba lujosa y elegante en mitad de la nada, rodeada de jardines sombríos y un escueto cementerio, adornado con un árbol viejo y gris.

De repente, un sonido. Súbitamente, aquel paraje se dejaba gobernar por el fuerte ruido de un motor rugiendo en la carretera. Un coche negro, lujoso, con los cristales tintados, salía del gran edificio y se deslizaba muy veloz por la carretera, acelerando de manera vertiginosa por el descuidado asfalto.

En el vehículo, Bruce conducía vestido con uno de sus mejores trajes, mientras no podía apartar la mirada de la carretera excitado por la velocidad y por el destino que tanto anhelaba. Tras unos kilómetros, ya comenzaba a entrar en los barrios de los exteriores, y poco a poco, aminoraba el paso para no destacar y poder observar a cada lado las calles. Una de las grandes calles de Gotham conocida como "La gran avenida" se encontraba muerta en los barrios marginales, los cuales eran dejados de lado por políticos, banqueros y empresarios del lugar. Pero Bruce sabía que era uno de los lugares que mas necesitaba ayuda, y donde las desgracias mas preocupantes de la metrópolis se sucedían noche tras noche, cuando la poca seguridad, realmente ineficaz e inútil, compuesta de los pocos policías de mínimo sentido de la justicia, abandonaba por completo la zona en manos de las mentes mas perversas de los bajos fondos.

Mientras lentamente las ruedas del automóvil rodaban por la carretera, atrayendo las miradas de todas las personas que se encontraban allí, Bruce comenzó a observar lo que había depositado antes de su salida en el asiento del copiloto. Amontonadas, unas vestimentas de tonalidades grises y oscuras formada de telas y cuero desgastado formaban un interés creciente en uno de los hombres mas ricos del país. El deseo de adentrarse en aquel disfraz le provocaron prisas en encontrar un sitio donde poder dejar el coche, aunque sabía que habían muchas posibilidades de tener que recorrer a pie el camino de vuelta, por encontrarse en "Los Altos", como era conocida aquella barriada de manera irónica.

Oye, ¿que no puedes bajar un poquito la ventana o que?

Aquella intervención sorprendió tanto a Bruce, que frenó bruscamente el coche, asustando a la persona que se encontraba al otro lado de su ventana.

¿Vas borracho o es que eres un viejo senil?

Oh, perdona, perdona...

Bruce bajó la ventana, dando a sus ojos la imagen de la mujer que le hablaba de aquella manera tan confiada.

Oye guapo, podrás ser joven y rico pero a mí me tratas como a una señorita, ¿entiendes?

Lo siento, de verás. Es que me ha sorprendido. No esperaba encontrar una mujer tan atractiva nada mas llegar.

Bueno, veo que al menos tienes un poco de educación...

¿Quiere subir al coche, bella dama?

Por supuesto, mi amor, por supuesto...

La actitud de aquella mujer cambiaba drásticamente mientras Bruce mostraba en su rostro una hipócrita sonrisa y apartaba el disfraz del asiento de al lado a la parte trasera del coche. Mientras la mujer "de la calle" se acomodaba en el vehículo, Bruce , que había tenido cuidado de no mostrar demasiado su cara en el rango de visión de la prostituta, comenzaba a acelerar e iniciaba una conversación en busca de lo único que le interesaba aquella noche.

La verdad es que estoy un poco alerta, ya que dicen que estas calles son un poco peligrosas...

Ni que lo digas ricachón, el otro día estaba mi prima, que tan solo tiene 14 años, jugando con un amigo en la calle, bueno, "jugando", usted ya me entiende... Y en fin, que de repente apareció un desgraciado a intentar robarle ¡A la pobre niña! Menos mal que le enseñamos bien en casa y sacó enseguida la navaja.

¿Una navaja? - dijo Bruce, haciéndose el interesado.

Por supuesto, Los Altos no es un lugar seguro para ninguna criatura, Dios lo sepa, y menos para una niña...

Ya veo... Y dígame, ¿sabe sobre un tal "Chacal"? Sale últimamente en la prensa... - mientras Bruce preguntaba, no paraba de dar vueltas por las pocas calles con una tenue iluminación que las farolas que aún aguantaban ofrecían por el barrio.

Sí, de hecho, este bar de aquí, "El doctor pulpo" es donde se junta el hijo de...

Oh, vale, vale, no se caliente, señorita...

De manera veloz, Bruce, mientras no apartaba su mirada del local que acababa de indicar la mujer, sacó un pañuelo de su traje y sin dar oportunidad a los reflejos de la prostituta, tapó por completo su boca y su nariz, haciendo que, al inspirar nerviosa y sobresaltada por aquella inesperada acción, quedase rendida en el asiento, cayendo en un profundo sueño de horas y horas de una noche que sería diferente a todas las demás.

El cloroformo, culpable de horas y horas de una oscuridad total en la mente de la concubina, parecía perder su efecto, y poco a poco comenzaba a recuperar la consciencia, mientras se daba cuenta que lo que le estaba despejando de aquel sueño que aún le arrastraba a cerrar los ojos eran unos fuertes gritos, los cuales oía tumbada en algún lugar. Por un lado la voz de aquel hombre rico que le había engañado para a saber que, por otra parte, una mujer.

¿Pero que es esto, Bruce? ¿Y a que santo tienes tantos cortes y moratones en la cara? ¿¡Que te han hecho!?

Tranquila Leslie, todo está bien. Mira, a esta mujer solo la he dormido, por favor, encárgate de ella cuando se despierte.

¡Pero tú no sabes la faena que...!

Poco a poco volvía a caer rendida al sueño, mientras la angustia de no saber que estaba pasando le dejaba de reconcomer durante aquellos segundos de poca consciencia con la realidad. Y como si solo hubiesen pasado unos segundos, al conseguir despertar otra vez, con toda su fuerza de voluntad, se inclinó fuertemente y miró a su alrededor, para evaluar su condición.

Menos mal... ¡Estoy viva!

Mujer, mujer, ¿quieres callarte? Que solo son las ocho de la mañana... - dijo una voz en su alrededor.

Poco a poco Diana, que así se llamaba aquella prostituta, comenzaba a conocer el lugar donde habitaba. Al principio, con una mirada rápida, tuvo la sensación de que se encontraba en un hospital, hasta que se dio cuenta de que las condiciones de la habitación eran bastante deplorables: seguramente no habría salido del barrio.

¿A cuanto estoy de la iglesia de San Miguel?

A cuatro calles...

Mientras Diana se levantaba de lo que emulaba una camilla de hospital, se tocaba todo el cuerpo y se miraba mientras veía que estaba todo en orden.

Estás en mi clínica, idiota. Si quieres tomate un café y cuando puedas márchate a descansar a casa, tengo mucho trabajo que hacer.

A pesar de los muchos años que habían pasado por su cuerpo, la doctora Leslie Thompkins solo necesitaba una buena taza de café como bien sostenía en su mano, a pesar de dormir un par de horas, para afrontar todo el día. Diana, al ver que la única persona que habitaba la casa era aquella vieja gruñona, comenzó a estar mas tranquila. De repente tuvo que cerrar sus ojos, ya que desde una ventana de aquel viejo dormitorio había entrada con fuerza la luz del sol, dando al sitio una imagen alegre y acogedora. Diana se asomó a la ventana a mirar mientras Leslie se levantaba y comenzaba a caminar de un lado a otro de la casa. De fondo, sin que ninguna de las dos le prestase atención alguna, una pequeña radio enunciaba en un volumen bastante bajo las noticias del día...

… y seguimos con noticias de última hora. Según nos informan desde la comisaria de Gotham, ha aparecido hoy esposado y atado a una de las farolas de la calle Tony Ford, conocido como "El Chacal", acusado, entre otros crimenes, de haber realizado varios robos durante este último mes. Por parte de la policía, el comisario Gillian Loeb ha anunciado que ofrecerá una rueda de prensa a las cinco de la tarde para informar con detalles sobre este incidente...