Bueno... Aquí comienza todo. Espero de antemano poder divertirme mucho con esta historia. Esta idea, la he visto en otros fics y me pareció muy divertida, así que me tomé la molestia de adaptar mi propia versión.
De antemano, muchas gracias a todos. Este trabajo es realizado única y exclusivamente con la finalidad de divertir y divertirme. Los personajes de CAPCOM y la saga de Resident Evil no me pertenecen.
RESIDENT EVIL: 2012-2013
Eran aproximadamente las cinco de la mañana. Los rayos del sol todavía no chocaban contra el vidrio y las cortinas que protegían su humanidad de la triste y cruda realidad. Mientras tanto, él era inocente y permanecía agazapado por el nido de sábanas que ingenió a propósito. Sabía que esto pasaría tarde o temprano, pero le importó un comino. No se preparó para lo que acontecería esa mañana del dieciocho de Septiembre y solo se dedicó a esperar el triste desenlace.
-Ve a despertar a tu hermano, Cariño…
Había soñado tan exquisitamente. Su campo onírico estaba plagado por arcadias, hamburguesas de carne de res y cordero, aderezadas con salsa de queso cheddar y bellísimas edecanes que se dedicaban a servirle con el más mínimo chasquido de sus dedos y la mayor de las sonrisas.
Y de fondo estaba ella… Jugando al mítico Sweet Home, sin nadie que la perturbara. Pero cuando se dio cuenta de su presencia ella sonrió y le tendió un mando para que la acompañara. La chica era más o menos de su edad, llevaba un peinado castaño que apenas tocaba con unos cuantos mechones el nacimiento de su cuello; sus ojos eran un par de orbes grises como nebulosas y su piel era radiantemente pálida. Su estatura era una cabeza más baja que la de él, pero su sonrisa no tenía comparación.
-Jill… - Suspiró.
Era un escenario de fábula por dos razones: La primera, Jill, era su mejor amiga desde que tenía uso de razón. Habían crecido juntos y eran prácticamente inseparables, aunque su relación fuese algo totalmente distinto a lo que ambos realmente querían. Como su mejor amiga, era irreal creer que estaría a punto de besarlo en una situación y momento como ese. Y segundo, Sweet Home, es solo para un jugador y jamás salió en arcadias…
-¡DESPIERTA!
Baldazo de agua fría.
Chris dio las gracias mentalmente por no sufrir un infarto. Alguien le había dicho (Seguramente Rebecca), que los chicos de su edad, sufrían infartos fulminantes por la carencia de glándulas coronarias… Él no sabía que significaba eso, pero estaba vivo y eso era lo que importaba.
En tanto a la dulce muchacha de dieciséis años que permanecía arrodillada al borde de su cama con un rictus de oreja a oreja, pues, digamos que con suerte llegaría a la esquina.
-¡Buenos días, Hermanito!
-¡ClaiiiiiiiREEEEEEEEEEEEEE!
Se levantó como alma que llevaba el diablo y la persiguió por no menos de cinco minutos hasta que tropezó con el bordillo del mueble y su dedo pequeño del pie pagó las consecuencias de su funesta venganza. Seguiría encaprichado con ella, ignorando la posibilidad de que en otra parte, pero en el mismo momento y bajo circunstancias parecidas (Ignorar el baldazo de agua fría de Claire), una bella chica que respondía al nombre de Jill Valentine había tenido el mismo sueño, solo que ella si había llegado a terminarlo.
-Si, Cariño. Ajá, tranquila. Nos vemos hoy en clases.
Colgó el teléfono con una sonrisa. Él siempre iba optimista. Barry Burton, era un muchacho de complexión cuadrada. Sus caderas eran lo menos anchas que lo que su estructura ósea le permitía, pero aun así tenía una apariencia bastante simpática. Era bonachón de cara, lo cual le confería unos años falsos de más, pero lo disfrazaba todo con su barba pelirroja de adolescente. Era un sujeto muy maduro para su edad y siempre iba esbozando un rictus de alegría y sabiduría a donde quiera que fuera.
Llevaba cinco años con su novia Helen, y a pesar de que habían transcurrido por altibajos como cualquier pareja de chicos de preparatoria, ellos se amaban más que nunca. Inclusive, tenían planeado casarse, luego de que Barry concluyera sus entrenamientos en la aviación.
-Es hora de comenzar otro gran día.
O mejor dicho, otro gran año, y que mejor manera de hacerlo que con unos dientes lustrosos y relucientes.
-Nada podrá perturbar mi día; ni siquiera…
Ni siquiera un poco de pasta dental líquida, chorreada accidentalmente sobre uno de tus ojos, por haber enfocado mal la boquilla, ¿Ni siquiera eso, verdad, Barry?
-¡Aaaaaaaaaah! ¡MIERDAAAAAAAAAAAAAA!
Si… Sería una primera mañana larga.
Su cabello estaba pulcramente peinado y sus lentes minuciosamente pulidos. Albert Wesker se definía a sí mismo como un sujeto con nervios de acero. Nada podía perturbarlo. Su porte seguro, aderezado por una altura considerable, aunque no exagerada; una cara perfectamente esculpida, un físico bastante acorde al de un muchacho de su edad que va recurrentemente a un centro de entrenamiento. Le gustaba las ropas con tonos oscuros; modelaban bien con sus lentes de sol Ray-Baw y su cabello raso de un amarillo tan intenso como el sol. Tenía que desfilar toda su esbeltez en la calle, al frente de su moto recién abrillantada.
Pero Albert había olvidado un ligerísimo detalle… Había aparcado su motocicleta fuera del estacionamiento.
Al darse cuenta de esto, salió corriendo de la casa (Todavía en pijama, la cual por cierto, era de Bob Esponja) temiendo que alguien la hurtara, pero no fue así, sin embargo, aquello fue poco motivador, cuando vio que su moto estaba aparcada justo debajo de una red de tubos que eran perfectas posaderas para las palomas a las que les encantaba pasearse por ahí de vez en cuando y cagar.
-Mierda, mierda, mierda, mierda…
Y así se quedó, como un disco rayado. Viendo a su preciosa Yamaha petrificada por cerros y cerros de mierda, mientras la gente del vecindario pasaba viéndolo de aquí para allá, sin saber bien por donde comenzar a dilapidar al joven. Si por el hecho de que aún con diecisiete años, portaba un pijama de Bob Esponja o por el perturbador tic producto de que su moto, no pasaría la prueba de sanidad esa mañana y tendría que irse a pie.
¿Por qué en Ramcoon City vivirá gente tan rara?
-¡Adiós mamá, adiós papá, adiós Scott!
-Adiós…
Claire y Chris eran los dos hijos de Prudence y Edgar Redfield, además de los dueños de Scott, un cachorro siberiano a quienes las chicas que suspiraban por Chris encontraban el doble de adorable de lo que realmente era (Y eso es bastante decir), y que se llevaba muy bien con el mejor amigo de Chris, Barry, y la mejor amiga de Claire, Jill. Aunque Rebecca también figuraba en la lista.
Caminaron largo y raso hasta la esquina. Hace tiempo que habían dejado de tomar el autobús, cuando se mudaron a un vecindario cercano al instituto de Ramcoon. Allí todo era muy tranquilo, y la mayoría de la gente se conocía.
Aquel era un año especial. Era el último antes de graduarse tanto para Claire como para Chris, y es que la pequeña Redfield, una adorable señorita de unos dieciséis, de cabello cobrizo el cual siempre llevaba amarrado con una cinta de color rojo; ojos color celeste, piel blanca como la de su hermano y semblante inquebrantablemente alegre había obtenido méritos para adelantar un grado y posarse junto con su hermano en el último tramo del bachillerato. Toda la familia estaba muy orgullosa y varias universidades habían llamado más de una vez para preguntar por Claire. Una que otra lo hacía por Chris, pero este ya tenía bien definido que iría con Barry a alistarse a la aviación.
-Oye Chris.
-Hmm…
-¿Todavía estás molesto por lo del balde de agua fría?
-¿Debería estar feliz? – Contesto él con sarcasmo.
-Quizás deberías comenzar a sonreír.
El chico soltó un bufido y continuó caminando de la forma más irritada y absurda que pudo. Por lo general en él, reinaba el buen humor, pero tenía que aceptar que era fácil hacerle enojar y aquella no fue la mejor de las mañanas en realidad.
Lo más rescatable, era el hecho de que al menos, en sueños, había estado a punto de besar a la dulce Jill Valentine. Que venía tan ensimismada en su propio mundo como su mejor amigo. Por lo tanto, no era de extrañar que al doblar en la misma esquina, chocaran de forma aparatosa.
Para aderezarle más picante a la cosa, Jill iba caminando extraordinariamente rápido y se llevó a su amigo, el cual tenía la guardia baja, por delante. Chris amortiguó la caída de Jill y esta, en un intento desesperado por recobrar la posición posó sus delicadas manos en el pecho de Chris. Eso no era lo malo; lo malo era que su rodilla, sin querer, se afianzó con fuerza a la entrepierna del muchacho de cabello azabache, ojos marrones y un metro setenta y cinco, el cual profirió un segundo grito de dolor.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
Vale destacar que Chris prefería vestir con camisas verdes o grises. No se daba mala vida por las cosas que tenían que ver con la moda.
Claire, al darse cuenta de que Jill, era la causante del insufrible dolor de su hermano, no solo no actuó, sino que sacó su infalible cámara de vídeo para retratar el momento. Aquello lo vería varias veces en la noche antes de dormir y también junto a Leon en la escuela.
- Leon…- Suspiró
En medio del infierno. Chris pudo abrir los ojos, quizás para preguntarse porque diablos, quién quiera que fuese no solo no había apartado las manos de su pecho, sino que su rodilla seguía firmemente apoyada contra su apéndice.
Cuando se dio cuenta que era Jill.
Ahogó el grito y permaneció mirándola tan estupefacto como ella a él. Quizás el dolor que no cesaba, aunado al hecho de que reprimía su forma de expresarlo, no le dejaron notar el rubor en las mejillas de su mejor amiga. Ella pudo notar el sonrojo en Chris y esa reacción hizo que se le erizara la piel a la castaña. Sin embargo, la cosa se fue poniendo más y más rara al cabo de unos segundos, cuando Chris pasó del rojo al morado, el cuál no es precisamente el color más romántico que digamos.
Todo eso mientras Claire pasaba el embobamiento mental por su amigo Leon y seguía filmando.
Luego Jill entró en razón de que podía quitarle a Chris la posibilidad de darle hijos y alarmada dijo:
-¡Oh por Dios, Chris! ¡Lo siento, lo siento, lo siento! –Dijo recomponiéndose y luego posicionándose a un costado de su amigo para auxiliarlo - ¿Te encuentras bien? ¿Te duele mucho? ¿Necesitas ir al hospital? ¿Te has quedado sin aire? ¿Necesitas respiración de boca a boca?
-Jill…
-¡Oh! – Exclamo la de cabellos cobrizos – Un acto de reanimación sería perfecto para mi documental, ¿Qué dices, Chris?
-Si, yo opino lo mis… ¡CLAIRE REDFIELD! ¡Baja esa cosa ahora!
Claire le sacó la lengua mientras Chris se incorporaba a la velocidad del rayo y le tendía una mano a Jill, que seguía arrodillada en el suelo.
-Hola Jill – Sonrió.
-Hola Chris – Sonrió.
-Si, si… - Dijo Claire con aire dicharachero - Creo que conoces a mi hermano de toda la vida y eres su mejor amiga, pero te recuerdo que sigues siendo mujer y también tienes una mejor amiga.
-¡Cierto! – Exclamó Jill - ¡Claire! ¡No puedo creerlo! ¡Vas a estudiar con nosotros!
-Así está mejor – Manifestó complacida - ¡Jill! Yo tampoco lo puedo creer. Ahora estaremos juntas en el mismo salón.
-Y podremos hacer los trabajos en grupo.
-Y estudiar para los exámenes.
-Y practicar a la misma hora de deportes.
-Y hablar de chicos.
Silencio absoluto.
Chris no entendía que tanto podían hablar de los chicos. Es decir, en el salón, prácticamente todos se conocían, pero no había mucho que no supieran ya de los varones del salón.
-¡JAJAJA! – Se burló Jill con un claro tonó de incomodidad – Siiiiiii… Muchos chicos.
-Si – Afirmó la de cabello cobrizo – Pero esta vez tienes que tratar de hablar de otra persona que no sea mi herma…
Jill le tapó la boca con cinta adhesiva, gel congela rápido y una especie de espuma aislante que se solidificaba al contacto con el aire. Todas esas cosas, eran muy comunes para alguien de su edad.
Chris las observó extrañado por varios segundos. Jill se reía falsamente, aunque él no lo notaba y pasó por alto el hecho de que su hermana tenía una máscara aislante en la boca que le impedía hablar y al parecer, un poco se había colado por sus fosas nasales, pues se estaba poniendo azul.
Chris sonrió como si fuera lo más natural del mundo ante la escena y dijo.
-Vámonos ya chicas, que se hace tarde.
Los pasillos estaban abarrotados de gente. No obstante, él permanecía en su casillero, escuchando alguna tonada de los Guns n' Roses y tarareando de vez en cuando. Acomodaba unos cuantos libros en su casillero y cuando la compuerta que sellaba el cubículo que servía de refugio para sus útiles, se halló completamente cerrada, una sonrisa angelical (Él jamás sabría lo de la espuma que se solidificaba con el aire), le apuntaba directamente a él.
Leon fue ensanchando sus labios hasta que una risa de felicidad inundó su ser y tomó a la tierna muchacha por la cintura, para hacerla dar vueltas por el aire.
-¡Jajajaja! No lo puedo creer.
-¿Te parece? – Le dijo ella, todavía en el aire – Este año estaré más cerca de ti, Kennedy, así que no esperes un año tranquilo.
-No lo esperaba – Contestó él – Tu hermano debió venir con la mayor de las emociones.
-Bueno… Sí digamos que si – Y volvió a sonreír.
-Ya, ya, ya. Devuelve a mi hermana a tierra, Kennedy.
-Chris.
Los aludidos se estrecharon la mano, pero a Chris no le gustaban las presentaciones formales, por parte de gente a la que apreciaba y tenía en alta estima. Aquel era su amigo y un abrazo entre camaradas, era lo mínimo que les correspondía.
Leon era observado atentamente por Claire, que tenía aquella habilidad para abrazar sus cuadernos contra su pecho y mirarlo con ese aire angelical que ninguna otra chica tenía. Era un joven de cabellos castaños como Jill, que caía por su cara hasta la altura de sus mejillas, de ojos verde pálido. Casi siempre llevaba un suéter estilo camarero por encima de su camisa y sus inseparables audífonos, que reposaban en uno de los bolsillos de esta.
El abrazo estuvo a punto de terminar, cuando una perturbación en la fuerza los sacó de sus cavilaciones y los elevó varios metros en el aire.
Chris y Leon se desconectaron momentáneamente del ambiente, percibiendo la energía del universo trascurrir por su cuerpo. Podían tocar las estrellas y hasta sentían que por un momento, Dios se ponía en contacto con ellos, hasta el punto de elevarlos a un plano superior inentendible para cualquier ser humano. Estaban alcanzando la perfección o quizás… O quizás Barry los zarandeaba mucho en el aire.
-El trío dinámico, otra vez unido – Exclamaba con alegría.
-¡Barry! – Y las chicas se le abalanzaron. Le tenían un enorme apreció al pelirrojo bonachón. Era el mejor amigo que podías tener en los momentos difíciles.
Y ahí estuvieron, abrazados, amordazados, hacinados y todo lo que terminara en "ados". Se reían y daban vueltas. Varias veces estuvieron a punto de caer. Los demás chicos los observaban pasmados y atónitos. Aquel era el grupo de las personas más poco convencionales que el Instituto Ramcoon había visto en años.
-¡Abrazo de grupo! – Exclamaron las chicas.
-¡Sí! Abrazo de grupo.
Todos abrieron los ojos de ipso facto. Aquella voz no estaba ahí desde el principio.
-¿Cómo? – Dijo Barry.
-Abrazo de grupo – Reiteró la voz, claramente femenina - ¿Qué acaso este no es un abrazo de grupo?
Todos buscaban el origen de la voz. Parecía venir de las entrañas más oscuras de su abrazo.
-Creo que está debajo de mi pierna…
-No, puedo sentirlo en mi espalda…
-¡Algo me rozó el ojo!
-Perdón, fue mi codo.
-¡Me estoy asfixiando!
-¿De dónde vienen los bebés?
-¡Oprah ganó un premio Óscar!
De pronto, un ataque colectivo de cosquillas inundó a la quinta, que en realidad era una sexta. Eran como movimientos de serpiente, que se deslizaba hasta quedar en la parte más alta del abrazo, donde una pequeña y tierna cabeza de una chica de cabello corto castaño claro, ojos verdes y nariz respingada, florecía esbozando una sonrisa.
-¡Rebecca! – Dijeron todos.
-La misma que viste y calza.
-Rebecca – Mencionó Chris - ¿Cómo hiciste eso?
-¿Qué cosa?
-Eso… ¿Fuiste tú la que se deslizó entre todos nosotros?
-¡Ah! ¿Te refieres a esto?
Rebecca se dio otro recorrido por el enmarañado abrazó colectivo, provocando otro ataque de risa en sus amigos.
-¡Jajajaja! Sí, eso.
-No lo sé – Se alzó de hombros, o al menos eso creyeron, pues solo se le podía ver la cabeza saliente de entre el brazo de Barry y el hombro de Leon – Lo hago desde que tengo memoria. A veces me trasladó por los conductos de ventilación del instituto.
-¡Ah!... Bien – Dijeron todos como si se tratara de la cosa más normal del mundo.
Se observaron por unos tensos segundos (Rebecca todavía sonreía estúpidamente con la lengua por fuera), y luego volvieron a prorrumpir en su abrazo colectivo en medio de risas algarabías y júbilo. ¿Quién querría interrumpirlos en un momento así?
Se escucharon unos aplausos a lo lejos. Todos voltearon buscando la fuente de aquellas palmadas que llegaban a sus cabezas cargadas de tono despectivo, desprecio y mierda de paloma.
-La quinta más triste de su historia y su mascota, Rebecca.
-Bueno – Mencionó ella – Al menos esta vez no me ha llamado mono – Y acto seguido volvió a sacar la lengua sonriendo ridículamente.
A Jill le pareció ver un mojón de paloma sobre el hombro de Albert Wesker, que los miraba con ínfulas de superioridad, mientras permanecía recostado de la columna de casilleros.
-¡Vete al diablo, Wesker! No vengas con tu atmósfera de Dustin Huffman a cagar el ambiente.
-¿Dustin Huffman? – Preguntó el rubio.
-Fue lo primero que se me ocurrió…
-…
-…
-¿Wesker? – Preguntó Jill.
-¿Qué? - Contestó jactancioso.
-¿Por qué cada vez que pestañeo, aparece un mojó de pájaro sobre ti?
Wesker la miró confundido y luego alzó la vista, para darse cuenta de que había una hilera de palomas postradas sobre los casilleros, leyendo el periódico y cagando libremente.
-Oye Charlie, mira. Van a sacar Harry Potter 8 – Le dijo una paloma a otra, señalándole el periódico.
-Harry Potter siempre me ha dado ganas de cagar – Dijo la otra paloma aflojando los esfínteres, o lo que sea que tengan las palomas.
Wesker se apartó súbitamente sacudiéndose los desperdicios de encima y apuntando con su dedo índice al grupo.
-Bien jugado Valentine. Seguro tú entrenaste a estas palomas para que me siguieran por toda la mañana, y no conforme con eso, también les ordenaste que cagaran sobre mi moto.
-No, no lo hice.
-Si lo hiciste.
-No lo hice.
-Si lo hiciste.
-No lo hice… Fue Lorenzo Lamas.
-Si lo… ¿Lorenzo qué?
-¡Ah!... No debí aceptar esa tercera tanda de parrilla en casa de Seagal.
A Wesker le cayó una sustancia escatológica en el hombro. No sabía que era más absurdo. Que su mañana completa fuese una colosal mierda… Literalmente. O que Lorenzo Lamas, estuviera leyendo el periódico tal cual un baño público, junto a las palomas.
-¿Vieron que van a sacar Harry Potter 8?
-¡Suficiente!
Se sacudió el elemento escatológico de encima y se retiró exclamando barbaridades. En aquel momento sonó el timbre y consideraron una buena idea retirarse a su clase.
-Bueno, Muchachos. Sepárense.
Alargaron los cuellos en un intento desesperado por conseguir algo de espacio personal, pero solo consiguieron expulsar alaridos de esfuerzos infructuosos y venas marcadas en los cuellos.
Increíblemente, habían quedado atrapados en un abrazo.
-Vaya – Dijo Leon – Es la primera vez que me quedo atascado en un abrazo. Digo, me he quedado atascado en televisores, sillas, zapatos, ganchos para vestir, sacapuntas y chinches… Pero nunca en un abrazo.
-Te entiendo hermano – Le consoló Barry de forma natural.
-Entonces – Sugirió Claire – Creo que… Tendremos que irnos rodando hasta el salón
-Supongo que está bien.
-Muy bien, Barry – Dijo Chris – Pon en marcha al salón.
-¡A sus órdenes, Capitán!
Y así la gigantesca pelota humana de Metroid se fue rodando hasta el horizonte. Inconscientes de que esos momentos de felicidad no serían eternos. Solo tendrían un año más de tiempo para disfrutarlos. Pero antes de que se terminen, déjenme contarles las aventuras de nuestro grupo favorito, antes de que tuvieran que acabar con zombis y salvas ciudades enteras.
Un poco raro, supongo, y aunque estoy consciente de que también es bastante largo, me veo en la obligación de aclarar que a partir del próximo capítulo, seguramente la tónica será otra. Ya tuve mi introducción absurda, así que ahora puedo darme paso a los capítulos un pelín más cortos y a una historia con un humor más serio.
De antemano, gracias a todos los que se toman la molestia de dedicarme unos minutos en esta, mi primera aventura en un fic de Resident Evil. Espero que lo disfruten.
Saludos =D
