Una entrevista con Moriarty nunca acaba bien

Capítulo 1

Lestrade salió de su oficina ya tarde. Había decidido ponerse al corriente con los informes de los últimos casos que había resuelto con la ayuda del detective consultor. Era muy difícil explicar en palabras sencillas y formales los extraños métodos con los que Sherlock Holmes resolvía sus casos, por lo que se tardó un poco más de lo esperado.

Al salir del edificio una ligera llovizna le dio la bienvenida. El detective levantó la cara y dejó que unas cuantas gotitas lo mojaran antes de abrir su paraguas. Pensó en lo difícil que era tomar un taxi vacío a esas horas y con lluvia para variar, por lo que se alegró de que el hotel en el que se estaba hospedando no estuviera lejos. Dormir a unas cuadras de Scotland Yard había sido la única ventaja de la pelea que había tenido con su esposa.

Al visualizar su edificio aceleró el paso, ansiando llegar al calor de su apartamento y sacarse los pantalones que ya se le habían mojado hasta los tobillos por los numerosos charcos en las banquetas.

Un carro se detuvo con una sacudida cuando él se disponía a cruzar la calle, estorbándole el paso. El chofer, de traje, bajó del auto sacando un paraguas grande y negro, y con elegancia rodeó el auto y le abrió la portezuela de atrás.

Lestrade lo miró durante unos momentos, pero el chofer sólo aguardaba con la puerta del auto abierta.

Con un pequeño suspiro de impaciencia Lestrade preguntó -¿Le puedo ayudar en algo?

Ya sabía de lo se trataba, claro. Después de todo, si había algo que compartían los hermanos Holmes era su extraña e innecesaria afición a lo dramático, sin embargo, el hecho de que pudieran manejarlo cómo se les viniera en gana no significaba que él tuviera que ponérselos fácil.

-Debo insistir en que suba al auto Detective Inspector Lestrade, lo están esperando- dijo el chofer con seriedad.

Lestrade soltó un pequeño resoplido mientras asentía con la cabeza distraídamente. Consideró la posibilidad de negarse a ir, pero sabía que debía ser algo importante para que fueran por él a esas horas de la noche. Así que mientras cerraba su paraguas miró por sobre el auto hacia donde se encontraba su edificio, dedicándole una última mirada a su cómodo y caliente departamento antes de subir al vehículo.

En el momento mismo en el que la puerta se cerraba tras él, Lestrade sintió una extraña inquietud y un cosquilleo en la boca del estómago.

Su mirada se posó en el seguro, que no permitía que la puerta se abriera desde adentro y entonces se fijó en el vidrio opaco que lo separaba del conductor: inusualmente grueso, parecía blindado.

Cuando el auto arrancó un escalofrío amenazó con recorrerle la espalda. No sabía por qué, pero comenzó a sentirse nervioso, así que tratando de conservar la calma sacó su teléfono celular y le mandó un mensaje a Sherlock Holmes.

(Tu hermano mandó un carro por mí ¿Alguna idea de por qué querría verme a ésta hora?)

Al mandar el mensaje se sintió inmediatamente mejor. Quizá estaba sobreactuando por el simple hecho de que lo habían ido a recoger con un tipo diferente de auto.

Al menos ya había alguien que sabía que no se encontraba en su departamento.

En eso estaba pensando cuando el coche se detuvo en frente de una fábrica que se encontraba a la orilla del río. No podrían haber pasado más de 10 minutos.

El chofer se apresuró a abrirle la puerta y cubrirlo con su paraguas, tomando el de Lestrade con la otra mano. Lo guió hacia la puerta principal de la fábrica, que también abrió, haciéndole una seña para que pasara.

Lestrade le echó un vistazo al interior. El interior de la fábrica estaba oscuro, pero todavía se podía oler la grasa caliente de las máquinas. No podía haber estado cerrada por más de un par de horas. Dio unos pasos vacilantes pero al no escuchar al chofer detrás de él volteó; justo en el momento en el que éste le cerraba la puerta de la fábrica. Su pulso se disparó al escuchar la llave girar.

Lestrade pensó inmediatamente en su arma, guardada bajo llave en su despacho.

Sacó nuevamente su celular pero antes incluso de poder desbloquearlo una voz le hizo dar un respingo.

-Buenas noches inspector- le dijo. Lestrade se giró en redondo quedando frente a un hombre también de traje, apenas iluminado por la luz de las farolas de la calle que entraba por las ventanas de la fábrica. No podía distinguir bien sus facciones pero su ancha sonrisa era evidente.

Lestrade esperó a que agregara algo más, pero aquel extraño personaje sólo sonreía.

-¿Qué estoy haciendo aquí?- preguntó finalmente cuando el silencio y la intensidad de su mirada le resultaron insoportables.

-Satisfaciendo mi curiosidad- le contestó el hombre sin dejar de sonreír, llevándose ambas manos a los bolsillos en un gesto de total comodidad. Como si no se encontrara en una oscura fábrica, encerrado con un completo extraño.

-Aceptó mi invitación de muy buena gana, Inspector- le dijo después de una pequeña pausa, y poniéndose inmediatamente serio preguntó -¿Creyó que se encontraría con Mycroft Holmes?

Lestrade se puso rígido.

El nombre del imponente hermano mayor de Sherlock, que ocupaba un "pequeño puesto" en el gobierno británico y que, sin embargo, tenía a su disposición a todo el servicio secreto, era una de las pocas cosas que ocultaba el detective al resto de la fuerza de Scotland Yard. Escucharlo en esas circunstancias y de los labios de aquel hombre le había hecho el efecto de una cubetada de agua fría.

Lentamente, aparentando una calma que no sentía, preguntó -¿Quién es usted y qué es lo que quiere?

El hombre recuperó su sonrisa -Mi nombre, Inspector…- le dijo, acercándose tranquilamente, con sus manos aún descansando casualmente en sus bolsillos. -… le será proporcionado al final de nuestra pequeña entrevista. En cuanto a lo que quiero…- Lestrade se tensó, su interlocutor estaba a escasos dos metros de distancia. En sus oscuros ojos se podía entrever una inquietante amenaza -… es información- dijo -Quiero saberlo TODO- gritó de repente, sobresaltando a Lestrade -Sobre su relación con el hermano pequeño de Mycroft…- dijo con una mueca -… empezando por… cómo lo conoció.

Lestrade frunció el entrecejo. ¿Sherlock? ¿Quería saber cómo había conocido a Sherlock? No era una historia muy difundida, pero tampoco era un gran secreto de Estado.

En ese momento el celular que tenía olvidado en su mano vibró y sonó.

Había recibido un nuevo mensaje.

Lestrade le echó una mirada a su celular y volteó a ver al hombre que había extendido la mano pidiéndole claramente su teléfono. Lestrade frunció aún más el entrecejo. Sin perderlo de vista e ignorando su mano extendida, abrió el mensaje.

Antes de que pudiera leerlo, sin embargo, sintió dos fuertes golpes en sus riñones que le hicieron doblar las rodillas y caer soltando una exclamación de dolor.

Habían unos diez hombres armados fuera del área iluminada a su alrededor, aguardando. Dos de ellos se habían adelantado y lo habían golpeado con la culata de sus armas. Lo tomaron de los brazos y bruscamente lo pusieron de nuevo en pie, mientras un tercero tomaba el celular que había caído al suelo y, bajando la mirada, se lo ofrecía al hombre de traje.

Cuando el relámpago de confusión y dolor hubo pasado, Lestrade estaba de nuevo de pie y los guardias habían vuelto a ocupar su lugar en la sombra. Ahora que sabía que estaban ahí, Lestrade comenzó a notar las numerosas siluetas que rodeaban la habitación. Con un esfuerzo y una mueca de dolor se enderezó y espero pacientemente a que el hombre de traje dejara de navegar por su celular.

-"Tu hermano mandó un carro por mí ¿Alguna idea de por qué querría verme a ésta hora?"- leyó sonriente. La mortecina luz del celular iluminando apenas los grandes y redondos ojos del hombre que fijaron luego su mirada en Lestrade -¿Notó las cámaras, Inspector? ¿La puerta? ¿El vidrio? ¿O fue sólo un presentimiento lo que le hizo sospechar?

Lestrade se mantuvo callado. Quería decir algo. Quería recitarle a aquel hombre todas las leyes que estaba transgrediendo manteniéndolo encerrado contra su voluntad, habiéndolo agredido y teniendo hombres armados a su disposición. Quería amedrentarlo de alguna forma.

La sonrisa del hombre se ensanchó.

-¿Quiere saber la respuesta a su mensaje? ¿La respuesta del único que podría haberlo ayudado?- se aclaró la garganta parsimoniosamente y con voz de barítono leyó:

-"Estoy seguro de que se enterará en cuanto llegue. Estoy ocupado. A menos que se trate de un caso no me escriba, Lestrade"

Después de leer el mensaje fijó sus oscuros ojos en el inspector, quien, a pesar de haberse encarado antes con asesinos, violadores, abogados, reporteros amarillistas y rufianes en general sin alterarse lo más mínimo, sintió que se le erizaban los vellos de la nuca. Su mirada era el de un depredador cerniéndose sobre su presa.


Sherlock se encontraba de pie, con los brazos cruzados y una mueca de desagrado en el rostro. Su hermano al parecer no era capaz de comprender que si no contestaba a sus llamadas ni a sus mensajes era porque no estaba ni remotamente interesado en lo que éste tuviera que decirle.

Su desfachatez era tal, que incluso a estas altas horas de la noche, había venido a molestarlo hasta su departamento. Con paraguas en mano, se encontraba sentado en el único sillón de la sala, ignorando las asesinas miradas que le mandaba su hermano.

El mensaje de texto interrumpió la disertación de Mycroft y Sherlock se alegró de tener un pretexto para salir de la habitación…

(Tu hermano mandó un carro por mí ¿Alguna idea de por qué querría verme a ésta hora?)

Sherlock regresó a la sala y sin decir una palabra le mostró el mensaje de texto a su hermano. Éste se permitió levantar una ceja antes de leerlo. Un momento después una sola arruga cruzó su ceño, levantó la vista hacia Sherlock y después de cruzar una mirada de entendimiento con éste, sacó su celular.

-Dana, localiza al Detective Inspector Gregory Lestrade de inmediato.