Nota de la autora

¡Hola a todos! Espero que disfrutéis leyendo mi historia Madre Montaña. Me gustaría dar mis más sinceras gracias a Vaccea de por traducir esta historia al Español para todos vosotros. Disfrutad.

Nos gustaría conocer vuestra opinión sobre la traducción y sobre la historia. Tanto Vaccea como yo estamos deseando leer vuestros reviews.

Disfrutad.

Nota de la traductora

Buenaaaas! Cuando leí está historia no pude evitar enamorarme de ella. Yo siempre había sido más fan del Fandom slash Bagginshield y nunca me había llamado mucho el genderbender pero creedme cuando os digo que esta historia tiene algo muy especial.

Es tierna, divertida y está mimada hasta el detalle.

Espero que disfrutéis de leerla tanto como yo al traducirla.

Un abrazo fuerte a todos - Vaccea

Capítulo 1

-Por favor Thorin ¿no te das cuenta? ¡lo hice para salvarte!- La gélida mirada celeste del Rey Enano se posó sobre la pequeña saqueadora de la Compañía, el viento azotaba su cabello cobrizo sobre sus hombros, de no haber estado cegado por la Fiebre del Oro habría visto las lágrimas que bañaban sus ojos verdes y la angustia en su rostro. Habría visto el amor reflejado en ellos.

- ¿¡Salvarme!?- Tronó- ¡Me has traicionado! Has traído a mis enemigos hasta las puertas de mi reino y les has entregado el símbolo de mi derecho a reinar- Señaló bajo las almenas donde Bardo, Thranduil y Gandalf observaban la escena. La Piedra del Arca brillaba orgullosa en las manos del arquero.

- Mis felicitaciones, saqueadora, has perpetrado el mayor acto de traición posible hacía esta Compañía.

Ella dio un paso atrás, dolida por sus palabras. Una mueca de satisfacción cruzó el rosto del enano al ver su reacción; pero cuando ella lo sintió caminar hacia ella, se recompuso orgullosa en una postura familiar, la misma con la que se había puesto frente a Azog defendiendo a su rey.

- Voy a salvarte, Thorin... incluso de ti mismo.- Espetó furiosa.- ¡No voy a dejar que destruyas la única familia que me queda!

Ante eso, el Rey dejó escapar una lúgubre carcajada haciendo un gesto hacia sus otros 12 compañeros.- ¿Crees que somos tu familia? ¡Ladrona! ¿Cómo osas considerarte uno de los nuestros? Tú, pequeña, débil e indigna criatura que no vale más que para parir hijos y que no tiene absolutamente nada más que ofrecer. No tienes pretendientes, ni marido, ni padres... ¡Nadie te ama!¡Nadie podría hacerlo!- Aquellas palabras, más que ninguna otra, rompieron el corazón de la joven hobbit. Thorin había traicionado su confianza empleado sus mayores temores en su contra. Temores que ella misma le había confesado entre susurros durante las largas noches de vigilia.

Levantó la vista, buscando un rostro amigo entre sus compañeros. Ellos no la mirarían como Thorin, ellos no habían enloquecido por culpa del maldito oro.

Pero en cuanto sus ojos encontraron los de sus compañeros, sus esperanzas desaparecieron. Ninguna mirada amable entre ellos, aquellos a los que había llegado a considerar como su familia y por los que había luchado como sólo una hobbit es capaz de luchar por su familia.

Ori, el dulce Ori, el que nervioso le había mostrado, sólo a ella, sus dibujos de la compañía y le había confesado entre temerosos susurros sus sentimientos por Dwalin. El joven enano de ojos verdes y sonrisa tranquila que había escuchado atentamente sus sueños de un hogar lleno de niños y una boda bajo el bosque de robles de Hobbiton. Sus ojos eran fríos ahora, como la malaquita, y su rostro se torcía con desprecio al mirarla.

Balin, el sabio Balin, que había parado los pies a Thorin en más de una ocasión para defenderla, que le había contado historias sobre la tradición Enana y que le había hecho su primera trenza por sus conocimientos de Quenya, Sindarin y cartografía sin importar lo vanos que eran ante sus propios ojos. Siempre le había recordado a su abuelo, el viejo Tuk, amable y cariñoso y siempre dispuesto a enseñarle, paciente y diligente.

Dwalin, el duro, frio y obstinado Dwain, que se había arrodillado ante ella y le había dado las gracias por defender a su rey cuando él no había podido; que le había enseñado a manejar a Dardo apropiadamente, que le había hecho su segunda trenza y que la había llamado "shomakith". Dwalin, quien ahora empuñaba sus hachas hacía ella mirándola con la mirada de un huargo rabioso en sus ojos.

Fili y Kili habían cambiado también. Desde que su llegada a Erebor no hubo más risas, ni bromas. No se habían sentado junto a ella y le habían pedido que les trenzara su cabello como si fuese su hermana. Como los hermanos que ellos habían sido para ella. Esos mismos hermanos que ahora la miraban con desprecio, con la rabia tatuada en cada una de sus facciones.

Oin, que había compartido con ella, durante su aventura, sus conocimientos de herbología. Gloin, quien había escuchado pacientemente las largas historias sobre su numerosa familia y a quien había escuchado hablar sobre su esposa e hijo y sobre los planes de futuro una vez instalados en la montaña. Nori que le había enseñado abrir cerraduras con tan sólo una horquilla y que la había enseñado a moverse sigilosa por el bosque. Dori, quien había remendado su ropa tras pasar el túnel de los trasgos. Bifur y Bombur, que cada noche habían juntado sus sacos de dormir al de ella para protegerla y evitar que pasara frío por las noches; y Bofur con quien tantas bromas y buenos ratos había compartido y que tanto la había apoyado y animado durante su largo viaje.

Todas esas miradas, que hasta hacía poco habían sido de cariño y amistad, habían desaparecido; suplantadas por el odio más profundo de sus corazones.

Ninguno de ellos la quería ya.

Cuando sus ojos recorrieron de nuevo el ensombrecido rostro de Thorin lo vio sonreír desquiciado, como si su desesperación alimentara su enfermizo odio; disfrutando de ver el rostro acongojado de la pequeña hobbit.

- ¿Te das cuenta? ¡Ladrona! No eres de los nuestros. Eres una traidora a la línea de Durin y nunca más pondrás un pie en mi montaña. ¡Maldita seas!¡Maldito el día que crucé el umbral de tu casa!¡Maldito el día en el que mi camino se cruzó con el tuyo! .- Y con esas últimas palabras, sentenció su destino. Se acercó a ella y la sujetó por el cuello arrastrándola hacía el muro entre gritos y suplicas futiles. Elevó su delgado cuerpo en el aire y lo suspendió sobre las almenaras de la fortaleza, observando satisfecho el pánico dibujado en sus facciones y sus ojos húmedos por las lágrimas contenidas.

Thorin miró a los hombres bajo de él, y los observó palidecer cuando vieron a la pequeña criatura al borde del precipicio con la mano del rey sobre su cuello. - Los hijos de Durin no toleraremos las traiciones ni los atentados a la voluntad de nuestro pueblo. ¡Contemplad como los enanos de Erebor tratan a los que osan traicionarlos!.- Y con una última mirada ciega de rabia, la soltó.

Gandalf, Bardo y Thranduil observaron, horrorizados, como el rey bajo la montaña insultaba a la muchacha hobbit, como la levantaba y la alzaba sobre las almenas mientras el Mago Gris gritaba encolerizado.- Thorin ¡no te atrevas a poner a poner un dedo en mi saqueadora!- Sus palabras no llegaron a lo alto de las almenas antes de que el Rey soltara a Billa; y los gritos de consternación y enojo de los hombres fueron ahogados por el grito agudo de la hobbit al caer.