Antes que nada, me gustaría aclarar que está historia está ligada con otras historias que tengo (son unos one-shot); aparte que está historia se centra en cómo se tomaron ciertos personajes el hecho que exista un romance así en un pueblito mágico…
En pocas palabras, va ser mucho drama, más que en el sentido romántico, como las novelas mexicanas :v
Coco no me pertenece, uso sus personajes sin fines de lucro.
Los Rivera
Ellos tienen una historia, una que parece hechizada, una familia de zapateros que tenían prohibida la música, eso era algo malo… y bueno, esa ya está contada, una historia que muchos se saben al derecho y al revés.
Pero lo que voy a contar también se enlaza con ellos.
Los Riveras eran una familia numerosa, y se volvía más grande con el pasar del tiempo; ya que cierto septiembre, un hermoso niño había nacido ese día de Santo Miguel.
Y ese nombre sería el suyo de ahora en adelante. Con el tiempo fue creciendo y parecía un angelito por tener atentos cuidados con un miembro en particular; Mamá Coco, no se despegaba de ella y era conversador, a pesar que esa pobre mujer se mecía entre los recuerdos sin prestar atención a la realidad.
Miguel era diferente a su familia, él amaba la música y su pasión por ella hizo que su familia volviera quererla de vuelta, perdonar y recordar a los que se fueron. Todo gracias a él.
Pero no todo era color rosa pastel.
Las cosas se pusieron feas cuando Santa Cecilia empezó a tener desprecio por los Rivera, ¿Que se creían ellos por querer sacar de su pedestal a Ernesto de la Cruz? ¿Cuál derecho tenían si apenas conocían la música? ¿Quién fue ese tal Héctor?
El pueblo ardió por la osadía de los Riveras al meterse con el ídolo de México, los adultos lo mostraban y los niños lo imitaban, no sabían mucho de esos temas de gente mayor, pero estaban pagando los platos rotos.
Tal caso sucedió con Miguel, no gozaba de muchos amigos, hasta los que consideraba amigos podrían ser más bien conocidos que le pedían jugar una cascarita o ser parte de un equipo para un trabajo en la escuela. Y ahora lo evitaban o en el peor de los casos, era insultado.
¿Cómo podía sobrellevar todo esto? ¿Cómo seguía sonriendo a pensar de lo terrible de las cosas?
—Tengo un amigo.
Esa fue una respuesta inesperada, parecía una mentira blanca, todos los niños de la escuela no podría ser su amigo, si es que no querían ser presa de los demás, así que mantenían su distancia. Para los ojos de la familia, Miguel parecía haberse refugiado en un mundo ficticio donde tenía un amigo que no le haría daño.
Le siguieron el juego hasta que las cosas se resolvieron y tuvieron los papeles de los derechos de autor en la mano, él seguí diciendo que iba con un amigo, no le creyeron hasta que fue el cumpleaños de Miguel.
¡El angelito nunca mintió! Tenía un amigo de carne y hueso.
Aunque era curioso, la primera impresión que tuvieron al interactuar con él es que no sabía nada, no hablaba su mismo idioma y tal vez era eso por lo que no se enteró de todo el escándalo que se armó. Así paso unas cuantas semanas hasta que el chiquillo los sorprendió de nuevo.
—No significa agua, significa guacamayo, Señor Enrique—hablaba a la perfección español.
El niño solo compartió una sonrisa de complicidad con Miguel antes que se fueran a jugar; el niño mandarina (como le apodaron ante la historia de Miguel) les había visto la cara con razones que desconocían, aunque eso no les importaba mucho ya que Miguel al fin tenía un amigo, un tanto extraño, pero en amigo en fin de en cuentas.
Vieron como ambos crecían juntos, incluso vieron emocionado a Miguel ya que ambos irán a la misma secundaría y de paso la preparatoria… Joviales, talentosos en la música, juntos como uña y mugre; ellos eran la viva imagen de una amistad duradera.
Amigos.
Aunque ¿realmente lo eran?
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[Luisa, Enrique y… Coquito]
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Fueron descubiertos por la mamá de Miguel, Luisa; ella no tenía la culpa, había ido a la habitación de su hijo para dejarle la ropa limpia de la semana, pero antes de que pudiera entrar y pedir permiso… los vio.
Dio pasos atrás antes que escucharán algo, con cautela sin armar un escándalo, dio la vuelta y se fue a la cocina intentando calmarse, tomó agua y con algo de angustia espero a que "el amigo" de Miguel se fuera. Pero no contó con que su suegra llegará a la cocina.
—Luisa ¿Qué ocurre? Parece q' vistes un fantasma―exclamo angustiada.
— ¡Ay, Elena! Es que vi algo que no debía...―resoplo un poco más calmada.
— ¿Qué era Luisa?
— ¡Ay, no!―negó la cabeza―Primero lo tengo que hablar con Miguel antes…—esto solo avivo más la curiosidad de la mujer.
—Luisa, no me asustes ¿Qué hizo mi niño santo?
— ¡Que está, Doña Elena! ¡Qué está!
Elena trago duro sin comprender lo que sucedía—Muy bien, reunión familiar…―antes que diera el aviso, Luisa la detuvo.
—Necesito hablar solo con Miguel junto con Quique, creo que es lo mejor.
La mujer no estaba del todo convencida, pero la determinación de su yerna la hizo ceder―Solo por esta vez.
Llamo a su hijo para que atendiera a su esposa, se quedó con un mal sabor en la boca, Miguel también era su niño adorado y quería saber lo que ocurría, pero estaba a la voluntad de una madre preocupada. De todas formas se daría a conocer lo que sucedió tarde o temprano.
Solo que Elena quería apresurar las cosas.
-…-
Esperaron en la habitación de Miguel y tendrían "esa" conversación, sí o sí.
Luisa examinó la habitación, las antes paredes de azul pastel que pintó con devoción su esposo al darse cuenta de la noticia, se encontraba repletas de posters de bandas y cantantes mexicanos; la guitarra tenía un lugar especial en una silla que usa para el escritorio. El librero está ocupado la mayor parte por discos en vez de los libros de texto que usa en la prepa.
¿Tan rápido había crecido?
Mientras Luisa estaba sumida en sus pensamientos, Enrique estaba en los suyos, su adorada no le dijo ninguna palabra, por un momento pensó que ya le había caído el veinte que pronto su hijo estaba a un salto de la universidad y eso significaba irse para la inquietud de ambos.
―Abuelita me dijo que estaban aquí…―Miguel dejo de hablar― ¿Ocurre algo?―preguntó con los nervios de punta.
Luisa suspiró en hondo antes de pararse de la cama ¿Quién diría que ese muchacho era su Miguelito? Ya estaba más alto que ella, sus facciones eran duras y su voz ronca, él ya no era un niño y sabía lo que hacía, aunque joven ¿Era normal alterarse por ver a su hijo besarse tímidamente con su amigo?
Desvió la mirada avergonzándose un poco por la reacción que tuvo, eran otros tiempos.
― ¿No tienes algo que contarnos?
―Creo que no―tal vez por eso le inquietaba.
¿No confiaba en ellos? Bueno, tenía en mente que tal vez a él le agobiaba no ser aceptado por su familia, esos temas aún era tabú; pero él debía entender que eran ellos, sus padres, lo apoyarían, serían compresivos y mientras su hijo fuera feliz, también lo serían.
―Miguel, tu mamá está preocupada desde hace rato…―Luisa lo silencio.
―Mi niño, sabes que somos tus padres y nos puedes contar lo que sea con confianza―el joven alzó la ceja―Como algo de la escuela…―hizo una pausa y lo miró a los ojos mostrando seriedad―O alguien que te guste.
― ¡Oh!―se le tiñeron las mejillas de rojo―Bueno, en ese caso…―sabía que esa mirada fue porque los cachó y ya no podía seguir ocultándolo.
― ¿Estás saliendo con alguien?―cuestionó su padre al ver la reacción de su hijo.
―Sí.
― ¿Quién es?
Suspiro en hondo―Roberto…
― ¡Ah! Siempre si salieron.
Ese comentario de Enrique hizo que dos pares de ojos castaños lo miraran sorprendidos.
― ¿Lo sospechabas?―preguntó la mujer.
―Luisita, mi amor ¿Qué no le hizo unos zapatos? La tradición Rivera de regalar zapatos hechos de tu mano para declarase, ¿así que siempre fue con esa intención?
Miguel no tenía habla, estaba balbuceando al darse cuenta de sus acciones hace tiempo ― ¿Inconscientemente?―respondió al fin con los hombros encogidos― ¿No están enojados?
―Lo estaríamos si Rob formara parte de un cartel y te metiera de narco.
―Deja de ver esas novelas, pa'.
―No son novelas, son series.
―Miguel, yo si estaba preocupada…―los dos hombres la miraron―Pero creo que ya sabes lo que quieres.
El músico la miró enternecido por sus palabras y la abrazo con fuerza suspirando de alivio ¿Había sido sencillo, verdad? Se sentía ligero después de abandonar un enorme peso de su espalda, Enrique también se sumió al abrazo.
—Estaremos felices siempre de ti, si tú lo estás… Eso si, ninguna palabra de esto a la abuela.
—No se lo pensaba decir.
— ¿Y a nosotros cuando? —interrogó la madre alzando la ceja.
—Tal vez cuando ya lleváramos bastante tiempo.
— ¿Y que no llevan ya un año? —Miguel sonrió algo avergonzado.
—No, apenas un mes de novios…
— ¿¡Qué!? —una voz nueva se escucho.
Ellos se dieron la vuelta (o en este caso Miguel) para a ver a una pequeña con la boca grande que parecía que saldrían pájaros de ahí. Los adultos pasaron saliva al ver que Coco escuchó la conversación.
— ¿Coco…?
La niña titubeo un poco, pero aún así fue directo a su hermano y le abrazo una pierna — ¿Es cierto? ¿Cómo príncipe y princesa?
— ¿Sí?
Coco sonrió en grande— ¿Entonces tu eres el príncipe? Él es la princesa ¿cierto?
Miguel no sabía que responder, sus padres estaban encogidos de hombros sin saber que decir. Al parecer su hijita se estaba tomando demasiado bien el asunto; ella no paraba de hablar, incluso ya preguntaba con ser la niña de las flores en la boda y la madrina de bautizo de sus hijos…
En un tiempo comprendería que ellos no podrían tener hijos. Pero no le mencionarían el cómo, ya que eso implicaría contarle también de donde venían los bebés.
— ¿Terminaste?
—Chi
Miguel la cargo—A ver, chismocita ¿Quién te dijo que podías entrar?
—Abuelita Elena.
— ¿Y cómo para qué? —pregunto Luisa.
—Dijo que le tenía que decir lo que escuchaba.
—Ninguna palabra de esto a tu abuelita ¿Lo entiendes?
— ¿Por qué?
—Es un secreto.
—Ohhh… Muy bien.
Con sus dedos hizo una cremallera en la boca de la infante y lo paso al otro extremo como si lo cerrará— ¿Entendido?
Coco imitó a su hermano, y asintió con la cabeza. Miguel sabía que ella no diría nada, era una complicidad de hermanos que ellos tenían.
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[Reunión familiar]
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Coco se había encogido de hombros, y se fue corriendo al jardín para jugar cuando Elena le preguntó por lo que hablaron en la habitación de Miguel. Al parecer su pequeña espía fue descubierta y chantajeada para que no revelará nada.
Para acabarla de amolar.
La curiosidad podía mucho con Elena, a pesar que el tema ya no se tocó a lo largo de la semana. Cuando se lo pregunto a su hijo, pudo oler su mentira a lo lejos, lo conocí como la palma de su mano, ya no me pregunto más.
Dejaría que Enrique degustará que consiguió mentirle a su madre por un ratito.
Sabría lo que ocurrió como de lugar y más si se trataba de su hermoso tesoro.
En menos de media hora casi toda la familia estaba reunida, exceptuando a los más pequeños; parecía que el tema solo se trataría de adultos. Incluso la tía Gloria, que desde hace mucho tenía una agenda apretada; por haber ganado ante el jurado los derechos de autor de su bisabuelo comenzó a ganar fama como una excelente abogada y tenía su propio despacho que unía los tres estados, ella siempre se interesó por el bienestar de su familia y hacer justicia por su propia palabra, pero siempre podía llegar con una sonrisa a la zapatería a pesar que tenía todo una revoltura en la cabeza.
— ¿Qué sucedió?
—No estoy segura, pero mi abuela nos pidió que nos reuniéramos—confesó su sobrina Rosa.
— ¿Qué habrá pasado? —el comentario de Abel hizo que ambas mujeres se miraran entre sí.
Rosa se había encogido de hombros ante la mirada de Abel y su tía. Sus papás tampoco entendían lo que pasaba a su alrededor, en cambio sus tíos se veían algo ansiosos por lo que sucedería, Elena se mantenía serena, procurando tener un antifaz.
—Miguel ¿Ya llegaste?—exclamó al escuchar la puerta principal cerrarse.
Este apenas llegaba de la escuela.
—Sí... ¿Pasa algo? —al percatarse de que toda la familia estaba reunida, ladeo la cabeza más confundido.
Intento tener alguna respuesta con la mirada de su prima, pero su abuela le dio ese abrazo tan característico.
— ¿Cómo te fue mi angelito hermoso pechocho?
—Bien...
—Me da gusto, ¿no te has metido en problemas?
—No.
— ¿Seguro? —preguntó.
—Sí, abuelita ¿por qué preguntas? —había caído en la trampa. Decir esa oración.
—Por nada, es solo que he estado mortificada hace días. Tu madre llegó toda espantada en la cocina...
—Ya lo platicamos con Miguel, no hay necesidad de hablar de ello.
—Eso no Luisa—interrumpió Elena—Me has tenido con el Jesús en la boca, por favor ¿Qué sucede?—exclamó con angustia— ¿El muchacho que tienes por amigo te está contando sus historias locas de nuevo?
—No, abuela. Lo que pasa es que se los quería decir tal vez en un tiempo más lejano—respondió con una sonrisa nerviosa.
— ¿Y qué era? —preguntó Elena con la ceja alzada.
—Es porque tengo novi...―apenas si pudo susurrarlo para sí mismo antes de escuchar el grito de sorpresa de su abuela.
— ¿¡Tienes novia!? —abrió en grande los ojos y sonrió enternecida —Esto si son buenas noticias, y dime ¿Quién es la afortunada?
—Bueno, es porque... —estuvo tentado de ponerse la capucha, pero se negó hacerlo.
¿Por qué no lo diría? Ya pasó por la parte difícil de que él lo aceptará. ¡No se echaría pa' tras!
—Es Roberto, es mi novio.
Hubo un enorme silencio, la mayoría tenían una cara de confusión, sorpresa e incredulidad por lo que había dicho. La tía Gloria, en cambio, se encogió de hombros.
—Que agallas, Migue. Bueno, cambiando el tema ¿alguien tiene hambre?
— ¿Cómo puedes pensar en comer Gloria? Tu sobrino acaba de decir que le gusta un muchacho.
— ¿Y eso qué?
— ¿Cómo qué "y eso qué"? Esto no está bien, te prohíbo ver a ese muchacho del mal ¡Si te metió porquerías en la cabeza, ese maldito escuincle!
—No, abuela. Es algo que yo decidí.
—Tu estás muy pequeño para saber lo que quieres, solo necesitas seguir buscando a una buena mujer ¡No mariconadas!
—Creo ya está lo suficientemente grandecito, ya va tener dieciocho Migue.
—No lo alientes Gloria. ¡Enrique dile algo a tu hijo!
—Bueno, creo que es su decisión…
— ¡Enrique!
La discusión de su papá con su abuela fue interrumpida por su tío Berto.
—Mamá, ¿Qué no le hizo zapatos a ese muchacho? —habló su tío algo confundido.
—Si, lo hizo…—secundó Rosa—Pero el muy bruto ni se daba cuenta de lo que hacia.
— ¡Así que te ha estado envenenando el cerebro desde hace tiempo! ¡No lo quiero ver de nuevo cerca de la casa!
—Claro que no.
— ¿Entonces cómo es qué te guste así de la nada?
—Es normal...
—No es así... —desvío la mirada —Tu mamá Coco estaría decepcionada de ti —susurro en desdén.
Las discusiones secundarias que se provocaron por los zapatos o por lo que iban a comer, se silenciaron por completo, todos se percataron que había tocado una fibra delgada. Elena se dio cuenta de su error tarde y solo cerró los ojos con fuerza, conociendo a Miguel le hubiera gritado como lo que sucedió hace años atrás con su sueño de músico.
Pero él solo apretó los labios y agarro con fuerzas el brazo de su mochila.
—Bien, no lo verás cerca de la casa... —se dio la vuelta con la voz quebrada.
Sus fuertes pasos se escucharon junto con el fuerte azote de la puerta principal, no supieron de Miguel ya entrando la noche. Ninguno compartió palabras, desde ese momento, el orgullo no le permitió a Elena retractarse de sus palabras, ya que ella seguía firme ante sus ideas.
No dejaría que atormentaran la mente de su niño.
No permitirá que ese maldito le ensuciara la mente.
No se quedaría de brazos cruzados mientras alguien intentaba dividir a su familia… otra vez por el mismo asunto.
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