Es un gusto para mí que te decidieras a llegar hasta aquí. No obstante pasemos primero a las advertencias y aclaraciones, y si te parece puedes continuar leyendo el episodio. Todo esto es con el fin de evitarnos un disgusto.

Advertencias:

1) Uso de nombres humanos para algunos de los personajes.

Esta es una pequeña guía por si no tienes completo conocimiento de ellos o por si necesitas futuras referencias. Pero si ya los conoces puedes saltártela por completo.

Ludwig – Alemania

Feliciano – Italia Veneciano

Alfred – América/Estados Unidos

Kiku – Japón

Arthur – Inglaterra

Francis – Francia

Ivan - Rusia

Gilbert - Prusia

Matthew – Canadá

2) Relaciones homosexuales, amor entre hombres e insinuaciones de relaciones sexuales entre hombres.

3) Uso de un universo alterno.

4) Comportamientos extraños en los personajes

5) *Dejemos el lugar por si estoy olvidando algo.*

Aclaraciones:

Luego de consumir un montón de esperanzas para el corazón mi inspiración volvió ¿pero y eso qué?

Sólo quiero explicar rápidamente el contexto de la historia para que no haya confusiones posteriores.

En la historia de "Diamante negro" tanto el universo habitual como un universo alterno se entrelazan. Es decir, el mundo donde viven las naciones termina involucrado con el mundo donde existen las personas.

Por una parte veremos la historia de Estados Unidos e Inglaterra y por otra la de Alfred y Arthur. Alfred es el equivalente de Estados Unidos en su respectivo mundo pero no son la misma persona. Lo mismo ocurre con los demás.

La mayor parte de la trama se desarrolla en el universo alterno que irán conociendo a través de los episodios.

La "pareja" de la historia podría expresarse así: Alfred/Inglaterra/América o mejor dicho, el triángulo amoroso.

Importante:

La serie de Hetalia, el manga y los personajes pertenecen a sus respectivos autores, cuyo principal responsable es Himaruya Hidekaz. A mí solo me corresponde la idea del fic y nada más.

No pretendo ganar nada con este fic. Los comentarios no son obligatorios pero siempre son bien apreciados. Yo no recibo nada por escribir ni me veo beneficiada en un sentido monetario por el.

Ahora sí, si es que no te has aburrido o las advertencias no han influido en tu decisión ¡Ha leer se ha dicho!


Capítulo I

Dudaba, realmente lo dudaba. ¿Habría aquello de ser suficiente para olvidarlo? Con la mano en el pecho pretendía despedirse de su sueño, de aquella ilusión tonta por la que tanto había luchado, de aquel amor perdido. Con dolor, apretó por última vez el collar que sujetaba entre sus dedos antes de lanzarlo a la fuente. No era una coincidencia que hubiese buscado el mismo lugar en el que años antes se hubiese declarado. Aquel solitario rincón que sólo ellos dos conocían.

Frente a la fuente donde había declarado sus sentimientos hace algún tiempo ahora depositaba el collar intentando arrojar con el su sentir.

El diamante cayó y las gotas salpicaron muy poco. Se había desprendido de aquel objeto que tanto significaba para él pero no se había disminuido ni un tanto el dolor. ¿Por qué? Él estaba dispuesto a olvidar, él quería olvidarlo. ¿Entonces por qué hiciera lo que hiciera nada funcionaba?

Rabiando consigo mismo por ser tan débil golpeó su pecho con aquella mano que sostuviera momentos atrás su anhelo.

— ¿Por qué sufres?

Alzó la vista a la fuente, allá donde creyó que provenía la voz y se llevó una sorpresa. Ante si, una extraña joven le miraba desde las aguas de la fuente, justo en la parte más honda. Sus cabellos eran tan claros que a la luz de la noche le era difícil distinguir su color, sus ropas blancas pese a estar mojadas no lo parecían en absoluto y en conjunto con su larga cabellera, cubrían el cuerpo de la mujer. La miró anonadado por lo inesperado de encontrarla ahí. ¿Sería un demonio acaso?

— ¿Quién eres?

Cuando entró en razón reaccionó rápido. Desenfundó su espada y con pose defensiva se alejó con unos cuantos pasos. Habría emprendido retirada, pero ante un ser del cual se desconoce su identidad y sus intenciones aquella era la opción más estúpida. Y no podía negar que en menor medida sentía curiosidad.

— ¿Es esto tuyo?

La mujer mostró entre sus palmas el diamante negro que él arrojase a la fuente momentos antes.

— ¿Lo es?

No podía hablar, no sabía que era lo que quería decir luego de ver de vuelta el collar.

— Dormía plácidamente cuando de pronto terribles sentimientos me invadieron. Un dolor tan profundo y tan agotador que de inmediato me hizo abrir los ojos. Por eso pregunto ¿es tuya la fuente del dolor? ¿Es tuyo este collar?

Sin intentar detenerse siquiera se dejó caer de rodillas al piso llegando incluso antes que su espada. De alguna forma, por alguna razón al tener ella el collar entre sus manos, en su pecho se expandía un helor tan profundo que lo adormecía todo.

— Es mío. Es mío aquel dolor agobiante del que hablas.

La miró devuelta, esta vez más cerca. La mujer se había desplazado desde la fuente hasta él sin derramar una sola gota de agua. Aquello no le preocupó en lo absoluto, por que al mirar sus ojos el se sintió hueco y por lo tanto, desprovisto de emoción. Ahora, con la corta distancia pudo distinguir que su cabello era de un azul muy claro y del mismo color que sus ojos. La mujer no parecía mayor que una chiquilla de quince años.

— Yo puedo ayudarte.

— ¿Cómo?

— Dime su nombre, y haré desaparecer de ti aquel amor que te angustia. Lo sé todo ahora, en cuanto tomé el diamante pude darme cuenta de la intensidad de tus sentimientos. Dime que deseas desprenderte de ellos y te liberaré de todos ellos.

— ¿Quién eres?

— Eso no importa.

— ¿Está mal que sienta miedo?

— ¿Deberías tenerlo?

— Yo…

— ¿Realmente lo amas tanto?

— Pero ya no más.

Había venido a eso ¿no? Porque quería olvidarlo. Porque debía olvidarlo. Se levantó y la miró a los ojos.

— Quiero olvidarlo.

— Toma.

Le entregó de vuelta el collar. Entonces, como si se tratara de magia su corazón latió tan fuerte como cada vez que le veía. Como si lo tuviera enfrente. ¿Sería una locura decir que en cuanto lo tocó el helor de antes se esfumó?

— Joven Alfred.

Ni siquiera se le ocurrió preguntar cómo es que sabía su nombre.

— Dilo. Dime qué es lo que quieres.

— Quiero olvidarlo.

— ¿A quién?

— Quiero olvidar a Arthur. Ya no puedo seguir amándolo. Ya no puedo…

— Entrégame el collar ahora. Y te prometo, por la claridad de las aguas que conservo, por el fluir de las mismas en mis entrañas que mientras lo resguarde no volverás a amarlo.

Alfred arrojó de vuelta el diamante a la fuente y pudo por fin sentirse aliviado y reconfortantemente vacío.

OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO

Corrió a paso presuroso para alcanzarlo. Tras los pasillos y hasta la puerta principal del edificio por donde salía.

— ¡Inglaterra! ¡Espera Inglaterra!

Pero no se detuvo por más que lo llamaba. Fue entonces a mayor velocidad para alcanzarle.

— Por poco y no te alcanzo.

Ni siquiera sujetándolo de un brazo logró conseguir que lo mirara.

— ¿Estás molesto?

— No. ¿Se te ofrece algo, América?

— Quería saber si te gustaría ir con nosotros a pasear. Italia accedió a enseñarme la cuidad y Japón dijo que le gustaría acompañarnos.

— Lo siento, no puedo. Tengo que terminar el informe y…

— ¿Y?

Hasta entonces pudo ver su rostro. Inglaterra lucía extraño, de eso estaba seguro.

— Y ya quedé con alguien más para hoy.

Un poco molesto por la negativa y la respuesta que recibió, Estados Unidos dio por hecho que no había lucha que hacer ahí.

— Es una lástima. Te habrías divertido.

— Sí. Una lástima.

OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO

Unos cuantos minutos antes de la hora citada, Japón ya estaba esperando a que Italia o Estados Unidos aparecieran. Mientras tanto, conversaba con Alemania sobre lo acordado en la reunión y sus posibles planes. Tras abrirse las puertas del elevador, Veneciano apareció y corrió hasta donde Alemania para despedirse.

— ¡Alemania!

— ¿Qué pasa?

— ¡Ya me voy!

— Cierto.

— ¡Deséame suerte!

— De acuerdo. Ten mucho cuidado y diviértete con Japón y Amé-América.

— ¡Sí señor!

— ¿Dónde está América-san?

— Bueno, él ya debería estar aquí. Ve~

De nueva cuenta se abrió el elevador, y de el venía saliendo Estados Unidos con una expresión en la cara con la que no parecía muy contento.

— Nos retiramos entonces, Alemania-san.

— Que bueno que llegaste. Ahora sí podemos irnos. ¿Por qué te ves tan desganado América? ¿No iba a venir Inglaterra contigo?

— ¿Pasó algo América-san?

— ¿Eh? No pasa nada. Yo estoy bien, estaba un poco aburrido en mi habitación, eso es todo. Inglaterra dijo que tenía mucho trabajo o algo así.

Ya junto a ellos mostró una expresión mucho más animada. Alemania les dio a los tres un rápido vistazo para cerciorarse de que no les faltara nada. Definitivamente aquello era inusual. Aún sin acostumbrarse a la situación, dejó que Italia y compañía tomara camino hacia la salida. No obstante, detuvo por un pequeño momento a Japón para pedirle un favor.

— Cuídense.

— No se preocupe por nosotros Alemania-san.

— Bueno, es normal para ti por que tienes más trato con América, pero Italia…

— No habrá problema. Cuidaré bien de Italia-kun y América-san. Será mejor que vaya tras ellos o podrían perderse. Nos vemos Alemania-san.

Asintió junto a la reverencia de Japón y lo vio salir de la estancia del hotel.

— Me preocupo por que los dos son como niños.

— ¡Oeste, tengo algo que mostrarte!

Y hablando de niños.

OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO

Caminaron por varias calles y se deleitaron con la arquitectura del lugar. No era la primera incursión turística de Japón, pero no podía dejar de sentirse maravillado con cada visita que hacía a la capital italiana. Por su parte, Estados Unidos lucía su cara de idiota cada que algo llamaba su atención. Se detuvieron a comer en un tranquilo restaurante y continuaron su andar. Para el atardecer, las calles en Roma lucían amenamente bulliciosas y cándidamente iluminadas.

— Italia, este paseo fue divertido. Si un día vas a mi país recuérdame invitarte a salir.

— ¡Por supuesto!

— Me alegra que le gustase la salida, América-san.

— ¿Cómo no me iba a gustar?

— ¿Quieren hacer algo más antes de volver al hotel? Conozco un bar y podríamos ir a… ¿Ve~?

No era de conocimiento exclusivo que Japón no gustaba en demasía de esos ambientes y que Estados Unidos prefería los videojuegos a la bebida. Italia los miró confundido cuando las caras de sus compañeros cambiaron su expresión de entusiasmo a una de incomodidad.

— ¿Y si seguimos viendo los alrededores?

— ¿Y si volvemos al hotel?

— ¿Pasa algo?

Pero Italia poco de aquello entendía. Ante el ánimo que se perdió parecía que no había más que volver al hotel. Veneciano miró el lado izquierdo de la calle un poco entusiasmado cuando reconoció aquel camino.

— ¡Tengo algo que mostrarles!

— No queremos ir al bar Italia.

— No se trata de eso.

Siguió el camino que se había trazado mentalmente sin cerciorarse si iban tras él. Estados Unidos lo siguió; Japón los miró intrigado sin saber que hacer.

— ¡Vamos Japón! ¡Apúrate o te quedas atrás!

Sin pensarlo mucho Japón apresuró su paso. En el camino a donde fuese que Italia quería llevarlos éste se detuvo.

— ¿Qué pasa Italia-kun?

— ¡Ahí está!

— Ahí está qué.

— Me parece que Italia-kun está señalando a alguien, no a algo.

— ¡Es el hermano Francia!

— Es cierto. Casi no lo reconocí por que va vestido.

Rodeado de mujeres y abarcando completamente la acera, Francia distinguió al trío disparejo que se le acercaba.

— Pero si son mis queridos Italia, Japón y América. ¿Qué les trae por aquí? ¿Quieren disfrutar de una hermosa noche con el hermano Francia y sus chicas?

Las jóvenes detuvieron su andar y voltearon a verlos curiosas mientras unas cuchicheaban. Veneciano comenzó a acercarse y a agitarse intentando saludar a alguna de las bellas señoritas pero por más que lo intentó y lo intentó ninguna le prestó mucha atención. Estados Unidos busco entre el tumulto a una persona en específico, pero no la encontró.

— ¿Dónde está Inglaterra, no se supone que vino contigo?

— ¿Por qué iba a acompañarme?

— Y yo qué voy a saber.

— ¿Simplemente supusiste que había salido a tomar conmigo? Mi querido América, tú no te das por enterado de nada, ¿cierto?

Un poco molesto por el tono con que Francia le hablaba y un tanto indignado giró su vista a otra parte.

— ¿Es esto lo que querías mostrarnos Italia?

— No. Pero la fuente no está muy lejos.

— ¿Fuente?

— ¿Van a la fuente de Trevi?

Francia dejó de mirar insistentemente a Estados Unidos y enfocó su atención en el Italia menor.

— ¿Por qué no lo dijeron antes? Mis queridas niñas, las veo más tarde.

Se despidió de cada una de ellas con un beso por mejilla y se integró al grupo.

— Disfrutemos la vida que es corta.

— Quién te dijo que queríamos tu compañía.

— Mi querido América, nadie rechaza mi compañía.

— Pues a mí no me lo parece.

— No veo inconveniente en que Francia-san nos acompañe. Siempre y cuando no se nos acerque demasiado.

— ¡Será más divertido si somos más!

Dejando pasar de largo su molestia decidió no seguir insistiendo. Caminaron un tanto más por la calle que Italia les señalase. Una enorme plaza comenzó a apreciarse, pero aquello no fue lo que llamó la atención de los caminantes.

— ¡Mira Japón! Esto es increíble. ¡Es una fuente enorme!

— Es preciosa. Si no me equivoco es la F-Fontana di Trevi.

— Sí, así es.

Veneciano les confirmó aquello.

— Sigue tan hermosa como siempre.

Francia sacudió su cabello al decir aquello. Para entonces, los cuatro se encontraban lo suficientemente cerca de la fuente como para admirar su tamaño. A los ojos de Estados Unidos, lo que la gente a su alrededor hacía era bastante extraño.

— ¿Y por qué están arrojando monedas? ¿Es una fuente de los deseos?

Estados Unidos miró a la gente lanzando sus monedas dándole la espalda a la fuente. Algunas personan lo suficientemente concentradas como para no saberse observadas.

— No puedo creer que no conozcas la leyenda.

Francia lucía escandalizado. Italia lo miró como no sabiendo muy bien que decir, y aunque Japón tenía una vaga idea de la razón optó por callar y no ser él quien tuviera que explicar.

— Si quieres volver a Roma lanzas una moneda a la fuente, y se te cumplirá.

— Entonces sí es una fuente de los deseos.

— ¡Que no!

Sin pensárselo siquiera, hurgó en los bolsillos de su pantalón por algo de cambio para arrojar. Encontró unos cuantos chocolates, tres pelusas y un dólar. Todo el dinero que había cambiado para poderlo usar en Italia se lo había gastado.

— ¿Aceptan tarjetas de crédito?

— No lo creo. Ve~

Con su única moneda en la mano, se acercó a la fuente.

— Quiero pedir los videojuegos que serán lanzados el próximo año. Y que mi situación económica mejore, y…

— ¡No puedes pedir eso!

— ¿Entonces no cumple deseos?

— Pues… sí. Algo así. Pero no de esa clase.

— Si quieres volver a Roma y asegurarte de que lo hagas, entonces lanzarás una moneda pidiendo regresar.

Comenzó a narrar Francia como todo un conocedor al mismo tiempo que él mismo arrojaba una moneda, con tan buen tino que cayó justamente en la fuente.

— Excelente tiro, Francia-san.

— ¡Ve~!

— Gracias.

Dijo sin inmutarse y continuó hablando.

— Esta es la tradición. Aunque últimamente corre el rumor de que si lanzas dos monedas a la fuente lograrás el amor de un romano, y si lanzas tres incluso lograrás casarte con él.

— Hermano Francia, ¿por qué lanzas todas tus monedas a la fuente?

— Romano, tú y yo algún día estaremos juntos. Lo sé.

— Francia-san. A este paso va a quedar en la ruina.

— ¿Y entre más monedas arrojes más oportunidad hay de que se cumpla tu deseo?

— ¡Hermano Francia, detente!

— ¡Romano!

— ¿Solo se puede conseguir el amor de un romano?

Estados Unidos miró su moneda un tanto desilusionado.

— La historia me parece muy interesante, pero jamás podría pedirle a la fuente que me concediera la mano de alguien sin siquiera preguntarle antes.

— ¿Yo para qué querría casarme?

La voz de Estados Unidos se oía algo decepcionada.

— Ve~.

— ¿Qué saben ustedes del amor? Por eso no comprenden mi sentir.

Por alguna razón todos ignoraron el comentario de Francia.

— La fuente luce hermosa de noche. Pero creo que los detalles solo pueden apreciarse mejor a la luz del día.

— Así es Japón.

— Me gustaría verla de día también.

— ¿En serio? ¡Entonces volvamos mañana!

— Seguro que mañana si consigo una buena moneda que lanzar.

— Pensé que no creía en la magia, América-san.

— ¡Y así es! Pero este héroe no puede dejar pasar la oportunidad de pedir un deseo a la fuente.

— Tal vez a Inglaterra-san le habría gustado venir.

El ambiente se sintió tenso de repente.

— De seguro que sí.

— ¡Ya es tarde! Si no volvemos pronto Alemania podría preocuparse.

— Tienes razón, Italia-kun.

— Lo mejor será volver de una vez y preparar las cosas para en cuanto termine la reunión podamos volver.

— Tomemos un taxi y que nos lleve al hotel. No veo mucho problema en eso.

— Estoy de acuerdo.

— ¡Hacia el hotel se ha dicho!

Dieron un último vistazo a la fuente y emprendieron el regreso. Entre charlas, hablaron sobre lo bien que lo habían pasado y lo tedioso que sería volver a la reunión. Estados Unidos se quejó de tener que levantarse temprano y de la diferencia horaria entre su país e Italia. Japón aseguró estarse acostumbrando a ella. Francia habló de las maravillas italianas.

Justo en uno de los trechos más oscuros y apartados del tránsito peatonal una figura encapuchada se les acercó. Italia chilló del susto cuando apareció de entre las sombras y se aferró tan fuerte de Estados Unidos que a nada estuvo de asfixiarlo.

— ¡No me hagas daño!

— Mi cuello… Italia detente.

— Buen hombre, le agradecería que de ahora en adelante no se apareciera ante la gente tan inesperadamente.

— Tengo algo que pedirles.

— ¿Quieres una moneda? El hermano Francia te dará una si es lo que quieres.

— Necesito que vengan conmigo.

— ¿Necesitas amor entonces? Ven a mí y…

Irreal fue lo que Francia observó. No estaba loco, no lo estaba. Entonces ¿por qué acababa de observar como Italia, Japón y Estados Unidos desaparecían junto al hombre misterioso a quien ni siquiera le había mirado el rostro? Solo había ondeado sus negras ropas y con una sencillez alarmante los cuatro habían desaparecido. Primero se escucharon sus gritos y luego no había quedado nada. ¿Qué demonios acababa de pasar?

— ¡Italia!

OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO

¿Qué pasa Italia-kun?

Ve~, es que… América me pidió que le mostrara la ciudad. Romano se rehusó y Alemania tiene mucho trabajo. Me preguntaba si tú…

Con mucho gusto los acompañaré.

¡Muchas gracias Japón!

Saltó ligeramente y a punto de darle un abrazo recordó que Japón no era una persona de afectos muy asiduos. Así que para evitar los típicos sermones sobre la moralidad optó por solo sonreírle.

Quedé de verme con América a las 6 de la tarde en la antesala del hotel.

Ahí nos veremos entonces.

Hizo memoria de lo que había pasado pero nada le parecía lógico. Recordó un paseo con América y Japón, luego que se habían encontrado a Francia y después… y después. Su visión dando vueltas no le ayudaba mucho. Lloriqueó un poco y llamó a Alemania pero no obtuvo ninguna clase de respuesta. ¿Y si aquello se trataba del castigo del Hada de los tomates por intentar usurpar su lugar de nuevo?

— ¿Alemania? ¿Japón?

¿Es que acaso estaba solo?

— ¿América?

Tembló cuando escuchó el sonido de pasos acercándose a él. Con los ojos llorosos trató de mirar a quien se le había acercado. La oscuridad de la noche poco le ayudó en ello.

— ¿Eres un forastero?

— ¡Por favor no me lastimes! ¡No me hagas daño!

Y en cuanto pudo corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron. Ni siquiera se atrevió a mirar a sus espaldas por temor a encontrar a su perseguidor. Italia corrió y corrió como tenía de costumbre cada que sentía miedo y no encontraba solución mejor a su ansiedad. No solo atemorizado por ser asechado si no por no saber siquiera qué lugar era donde se encontraba.

No muy lejos de ahí alcanzó a ver cimientos y algunas destruidas construcciones, así que se lanzó con todas sus fuerzas a esconderse. Con bastante temor se quedó quieto esperando haberse perdido de la vista de su probable agresor.

— ¿Italia-kun?

— ¡No me golpees por favor! ¡Soy bueno!

— Nadie te va a hacer daño.

— Japón, ¿eres tú?

El joven castaño alzó la vista del piso donde estaba arrodillado y buscó a su interlocutor. Ante él, Japón le miraba extrañado.

— ¿Qué pasó?

— No lo sé. ¿Dónde estamos?

— Me temo que no lo sé.

— ¿Y el hermano Francia? ¿Y América?

— A Francia-san no lo he visto y América-san está aquí… ¿América-san?

— ¿Y si los atraparon?

— ¿Quién?

— El hada de los tomates. De seguro que está molesta conmigo.

— ¿De qué estás hablando Italia-kun?

— Es que… es que… alguien ha estado siguiéndome.

Un ligero sonido se escuchó cerca de ellos y Japón inmediatamente se lanzó al suelo llevándose de paso al joven Veneciano para evitar ser vistos por quien fuera que perseguía a Italia.

— Guarda silencio. No querrás que nos atrapen.

— ¿Japón? ¿Dónde estás?

Previendo que no había peligro dejó libre a Veneciano y fue en búsqueda de Estados Unidos.

— América-san, por aquí.

— Creía que me había perdido. Como saliste corriendo sin decirme nada no supe hacia donde fuiste. Entonces vi esta casa en ruinas y pensé que sería un buen lugar para descansar.

— Eso mismo pensé yo cuando la vi.

— ¡Y yo!

— Italia-kun, baja la voz. Recuerda que aún hay alguien tras de ti.

— Ve~, ¡que miedo!

— ¿Qué hora será?

— Debe ser de madrugada ya.

— ¿Y Francia?

— No lo he visto.

— Ve~, ¿qué vamos a hacer?

— Yo creo que por el momento lo mejor es descansar. Ya de día buscaremos a alguien que nos pueda ayudar.

— ¿Y el hermano Francia?

— Debe estar bien. Tal vez ni siquiera esté aquí, sea donde sea que estemos.

— ¿Por qué lo dices Japón?

— No sé que tanto recuerden de lo que pasó.

— Yo nada.

— Ni yo.

— Yo tengo recuerdos un tanto raros. Por eso creo que Francia-san no vino con nosotros.

— ¿Raros?

— Así es, nos recuerdo cayendo junto al hombre encapuchado, pero solo éramos nosotros tres.

— ¿Cayendo? ¿De dónde?

— No lo recuerdo muy bien, por eso le dije que eran recuerdos muy raros.

— Ve~ ve~ ve~ ve~.

— Italia ya se durmió.

— Tal vez deberíamos hacer lo mismo.

— ¿Crees que este lugar sea un buen lugar?

— A falta de más América-san, con este me conformo.

— Me pregunto qué estará haciendo Alemania.

Aún dormido Italia se preocupaba por él. Estados Unidos lo miró extrañado y se preguntó lo mismo, pero de otras personas. Japón se hizo un lugar cerca a Italia para conservar el calor y tan rápido como se recostó se durmió. A Estados Unidos no le gustaba sentirse ignorado, pero no pudo hacer más que buscar sitio junto a ellos y descansar lo que quedara de la noche.

OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO

Japón había dicho recuerdos raros, y él tenía sueños raros. Se veía a si mismo, pero vestido de manera muy extraña, cual juego de rol ordenando destruir la ciudad más cercana. En su voz no había duda ni misericordia. ¿Qué clase de sueño era ese?

"América-san"

De repente las voces se empalmaban. Ya no era solamente su voz, ahora podía oír distorsionada de cierta manera la voz de Japón y el lloriqueo habitual de Italia. Pero tras esas voces la misma voz de Japón llamándole… ¿Mi señor Alfred?

"¡América-san, levántese!"

— ¿Qué demonios te pasa Tonny?

— ¡Tengo miedo!

— América-san, que bueno que despierta.

— ¿De qué hablas Japón? ¿Y qué haces en mi casa?

— ¿No lo recuerda?

— ¡Estamos perdidos, y no encuentro pasta por ninguna parte!

— Italia-kun, ya veremos eso más adelante.

— ¿Perdidos? ¿Entonces no fue un sueño?

— Me temo que no.

— ¡Waaaaa! ¡Japón, ya vienen!

— Esto no es bueno.

Reaccionando de manera rápida Japón se colocó detrás de lo que quedaba de una pared y con lo que parecía una sencilla vara de metal atacó a un desprevenido hombre. Estados Unidos se sorprendió ante esto.

— ¡¿Qué has hecho?

— Tranquilícese. No le he hecho un daño mortal.

— Pero por qué lo atacaste.

— Hombres, muchos hombres han sitiado la casa, y vienen por nosotros.

— ¿Qué?

— Hasta ahora no han entrado más de dos juntos. Pero si deciden entrar todos al mismo tiempo no sé que podamos hacer para defendernos.

— ¿Por qué?

— No lo sé. No paran de decir que les entreguemos al traidor.

— Yo no lo hice. ¡Lo juro!

— Lo sabemos Italia-kun. Deben estarse confundiendo.

— ¿Y por qué no huimos?

— ¿Realmente cree poder ir lejos con tremendas heridas?

Italia se confundió con lo que dijo Japón. Miró a Estados Unidos tratando de saber si él también se había confundido, pero lo que vio lo dejó estupefacto.

— América, hay sangre en tu ropa. Y mucha.

— Solo es una pequeña cortada.

— ¿Y por eso llegó cojeando anoche?

— ¿Te diste cuenta?

— Usted no me perdió de vista, simplemente no pudo seguirme el paso. Y por supuesto que me di cuenta, el olor a sangre era insoportable.

— Ve~ ¿cómo te hiciste eso?

— No lo sé Italia. Cuando desperté ya estaba así de herido.

— ¿Cómo no me di cuenta? Si Japón no lo menciona yo no me habría enterado.

— No te preocupes por eso Italia-kun. Este no es momento. Aún tenemos que resolver este problema.

Estados Unidos intentó levantarse pero no pudo. La pierna que tenía lastimada le dolía tanto que apenas y podía doblarla. No mintió cuando dijo que no sabía como se había herido de tal manera, pero no creyó que le impidiera siquiera moverse.

— ¿Te sientes bien América?

Preocupado por la cara de dolor que había mostrado Estados Unidos, Italia se acercó a él.

— Supongo que anoche no dolía tanto.

— Esto está muy mal.

— ¿Qué pasa Japón?

— Si no me equivoco, eso hombres planean prenderle fuego a la casa para que salgamos.

— ¡¿Qué? ¿Qué vamos a hacer? ¡Japón!

— Salgamos entonces.

— ¿Cómo?

— ¿Está seguro América-san?

— La verdad es que no. Pero ¿qué podría ser lo peor que nos puede pasar?

Japón meditó la posibilidad. Y se extrañó de que Estados Unidos estuviera siendo tan prudente.

— Puede que tenga razón.

— ¡Japón! ¡¿Tú también?

— Piénsalo bien Italia-kun. Si salimos y ven que no somos a quien están buscando nos dejarán tranquilos. Incluso podrían ayudarnos.

— Pero…

— Piensa en positivo Italia. Todo saldrá bien.

— Hagámoslo ahora y pidamos que ayuden a los hombres que lastimé en defensa propia. Vamos Italia-kun, ayúdame a levantar a América-san.

— De acuerdo.

A pesar de ser el más bajito de los tres, Japón mostró una fuerza superior cuando pasó su brazo por debajo del de Estados Unidos y lo levantó. Italia presuroso se acomodó del otro lado e hizo lo mismo. Paso a paso y poco a poco fueron al exterior. La luz se mostró inclemente cuando la recibieron sus ojos. Estados Unidos no pudo evitar quejarse un poco cuando Veneciano accidentalmente le golpeó la pierna izquierda, que estaba lesionada.

La gente a los alrededores los miró pasmados.

— Necesitamos ayuda.

— ¡Ve~! ¡Rápido!

Ante el llamado el montón de gente terminó acercándose. Japón se dio cuenta entonces de que el tumulto no estaba solamente conformado por hombres. Había mujeres, ancianos y niños. Y los miraban como si fueran parte de algún espectáculo. Ya rodeados, se dio cuenta de que algo no estaba bien.

— No lo puedo creer.

— ¿Es él?

— ¿Realmente es él?

Las voces cuchicheaban acerca de uno de ellos… pero de quién.

— ¡Tienen al traidor!

— ¡Y está herido!

Aquello dejaba todo sumamente claro.

— Somos viajeros perdidos. Nos están confundiendo.

— ¡Que alguien llame al señor Ludwig! ¡Cuéntenle que el temido Alfred Jones ha sido detenido!

— ¡No lo entienden! ¡Nos están confundiendo!

Italia entró en pánico cuando uno de los hombres se acercó a Estados Unidos. Japón reaccionó rápido y se colocó delante de ellos en posee defensiva.

— No de un paso más.

A Veneciano no le quedó de otra que cargar el peso completo de Estados Unidos. Atemorizado como estaba no podía dejar de temblar.

— ¡Japón!

En verdad no supo que hacer. Sólo sintió el peso desprenderse de sus hombros y cuando se había dado cuenta Estados Unidos estaba siendo arrastrado por un montón de hombres más. Japón fue hasta ellos pero fue interceptado. No obstante luchó con todas sus fuerzas por librarse de ellos. Italia se sintió sumamente angustiado y avergonzado mientras tirado de rodillas veía como se llevaban a Estados Unidos y él no hacía nada.

— ¡Levántate Italia!

Nunca, nunca en su larga historia Japón le había llamado solo con su nombre. Pero él tenía tanto miedo, él no sabía que hacer. Él no era fuerte, ni siquiera se consideraba de intelecto sorprendente, ¿qué iba a poder hacer él contra tanta gente? Solo podía ver que incluso Estados Unidos había dejado de luchar.

— ¡Suéltenlo! ¡América-san! ¡América-san! ¡Italia, por lo que más quieras has algo!

La presión era demasiada ¿qué no le había dicho el mismo Estados Unidos que todo estaría bien? Veneciano comenzó a llorar como era su costumbre, pero esta vez de una manera tan escandalosa que alarmó a todos. El bullicio se tranquilizó de momento y todos lo voltearon a ver sin comprender la situación.

— ¡Yo sólo quería pasear con mis amigos! ¡Regresar a casa con Alemania y comer mucha pasta! ¡Alemania, ¿por qué no vienes Alemania? ¡ALEMANIA!

— ¿Qué demonios está pasando aquí?

Aquella voz, podría ser que…

— ¿Alemania?

No contempló siquiera la posibilidad de que se tratara de otra persona. Veneciano se lanzó hacia el hombre que acababa de llegar y lo abrazó con todas sus fuerzas.

— ¿Qué estás haciendo aquí Feliciano?

— Alemania, tenía tanto miedo. De repente nos atacaron y yo sigo teniendo miedo. Primero estaba con Japón, Francia y América, pero tú no quisiste venir y luego Romano me dijo que era un idiota y entonces estaba vagando por un lugar que en mi vida había visto y te llamé y no venías…

— No entiendo de qué me estás hablando.

— Tengo miedo.

Los ojos azules del hombre le miraron aprensivamente y aunque Italia le abrazó con más fuerza él no se apartó ni lo alejó. Japón, aún siendo sostenido por unos cuantos hombres miró con asombro el enorme parecido de aquel hombre con Alemania. Juraría que era el mismo pero había algo que no le convencía. Para empezar, había llamado a Veneciano como Feliciano. Sus ropas eran distintas, no es que no lo hubiese notado, la gente en ese lugar llevaba vestimentas diferentes a las usuales y no solo eso, este Alemania no llevaba cepillado el cabello completamente para atrás.

— Señor Ludwig, que bueno que llegó.

— ¿Ludwig?

Italia miró su rostro extrañado.

— Estuve a nada de olvidar el por qué vine aquí. ¿Cómo es eso de que atraparon a Jones?

— Así es. Aquí está.

Entre dos hombres acercaron a Estados Unidos ante él.

— No puedo creerlo. Es real.

Tomó el rostro de Estados Unidos con una mano y lo miró con bastante atención.

— Alemania, diles que es un error.

— Italia-kun.

Al parecer de Japón, estaban metidos en más problemas de los que podían imaginar. Pero Italia estaba tan entusiasmado con la imagen que tenía a su lado de Alemania que había olvidado la situación.

— ¿De qué hablas Feliciano? Tenemos a Jones. Al fin tenemos al maldito de Jones.

— Yo no soy… ese tal Jones del que tanto hablan.

Con bastante esfuerzo habló Estados Unidos. Cansado del ajetreo apenas y podía mantenerse en pie.

— ¿Estás diciendo que no reconozco al maldito asesino de mi hermano? ¿Que puedo confundirlo con cualquier pelmazo?

En un acto inesperado, el hombre había golpeado con tal fuerza a Estados Unidos dejándolo inconsciente al instante.

— ¡América!

OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO-OoO

Había entrado aparentando estar calmado a la recepción del hotel buscando a cualquiera de sus compañeros. Luego de haber gritado por unas cuantas calles atrás completamente alarmado había entendido que no cualquiera iba a ayudarle. Después de todo quién habría de creerle a un medio tomado hombre que un misterioso sujeto se había aparecido y tan fácil como había llegado había desaparecido junto a sus tres compañeros. No quería agregar la demencia a larga lista de quejas que tenían de él.

Unos cuantos minutos de espera y no pudo soportarlo más. Sin esperanzas ya de encontrar al eficiente Alemania o algún otro país al que le interesara ayudar recurrió a su última opción. Por lo menos después de burlarse, Inglaterra prestaría completa atención una vez que escuchase sobre la situación, y mucho más si en el asunto estaba involucrado Estados Unidos. Entonces, una vez decidido lo que tenía que hacer emprendió camino hacia la habitación de Inglaterra que horas antes se había tomado la molestia de ubicar.


Puff, siento que mi cabeza va a estallar. Se me ha dificultado enormemente subir esto, pero no me di por vencida.

Si tienes alguna duda, algún comentario y/o una corrección no dudes en enviarla. Me facilitará enormemente el saber incluso lo que piensas sobre esto para mejorar.

¡Nos vemos!