Hkmadara: hola a todos espero que les guste esto, esta historia contiene varias cosas extrañas y escenas desagradables para el publico quisquilloso asi que no me hago responsable de los traumas que puedan surgir … jeje fue meramente para saciar mi fijaciones hacia ciertas cosas…espero que encuentren divertido el humor negro aquí presentado y no olviden los comentarios y sugerencias
CAPITULO UNO: INTERCONNECTIONS.
Las luces de neón fuera del cine caen como cascadas luminiscentes en todas direcciones. Miré un momento el cartel con esos dos chicos mirando hacia el frente y sonreí un poco. Antes nos temían, ahora nos representaban como adolescentes confundidos (quizá bipolares) con hormonas que brillamos a la luz del sol. Recuerdo haber pensado "es un chiste malo, asquerosamente malo y enfermo" pero ahora me parecía divertido. Y oportuno. Lucir como príncipes azules dispuestos a salvar damiselas en peligro nos ponía casi al nivel de Superman. Aunque la realidad es menos alentadora. Al menos para ellas dos, que ahora salen del cine en este momento. La primera vestía algo parecido a un blusón verde oliva, o quizá un vestido muy pequeño y unas mallas a juego. Traía el cabello suelto y unos zapatos que la convertían mas bien en malabarista con sus 15 cm de tacón. La segunda lucía más clásica con unos típicos jeans azules algo usados y una blusa a cuadros; el pelo corto y algo rizado. Ambas ríen entusiasmadas y un resquebrajo de conversación se filtra hasta mis oídos:
- ¡Lo mejor fue cuando sale por primera vez él claro esta … y es taaaaaaaaaaaaaaaan guapo! - la chica del blusón ríe un poco y continua - Bella es completamente ordinaria.. No puedo creer que se sienta atraído a ella!, ¿En que estaba pensando Meyer?
- Es la autora, puede hacer lo que quiera!, además hacen una excelente pareja - un suspiro largo y profundo escapo de los labios de la chica a cuadros - completamente románticos!
No podía tolerar por más tiempo semejante conversación, y a pesar de haber pensado seguirlas un poco más hasta algún callejón completamente oscuro y hacer una aparición llena de clichés, tendría q adelantarme un poco. Giraron a la derecha y al seguirles, me topé casi de frente con una pareja de chicos. Pude sentir su aroma a almizcle ligeramente sudado. Percibí la calidez de su piel y el palpitar rítmico de sus corazones. Una fracción de segundo medité cambiar de víctimas pero no podía hacerlo. Ellas querían a un vampiro a su lado y yo se los daría. Las chicas estaban cerca de la avenida principal así que debía atacar con premura. Metí las manos a los bolsillos y me puse los guantes de latex. No podía darme el lujo de dejar huellas digitales para aparecer en el sistema. Luego, con sigilo, me encaramo en el techo de una enorme Hummer y de ahí brinco para caer encima de la chica de cabello rizado.
La primer chica tiene más suerte que la segunda. Ni siquiera tiene tiempo de reaccionar antes de q le haya partido el cuello. La de los enormes tacones cae al intentar correr. Es una suerte que el pánico le haya cerrado la boca. Me coloco delante de ella y sujetándola con fuerza de los brazos le sonrió enseñando los colmillos para que pueda disfrutar de mi presencia. No es tan mágico para ella conocer un vampiro que no brilla supongo porque intenta gritar; no me deja más remedio que terminar con la charada y, sujetándola del cabello, hago que la cabeza gire hacia atrás en un ángulo casi imposible. Casi, puesto que aún respira. Encajo los dientes en la yugular, a la vieja usanza, aunque, como deseo llegar a la carótida, lo hago con tanta fuerza que la traquea se rompe y empiezo a sentir como la sangre me empapa la garganta, la ropa, el cabello, todo. Bebo con premura, tratando de evitar que la sangre se desperdicie por los suelos. La sangre es menos espesa de lo que esperaba, con menos sustancia. "Debí matar a esta y comerme a la otra, es obvio que de entre las dos, esta era la anoréxica" me digo a mí mismo mientras la dejo caer al suelo como el fardo que ahora es. Me doy cuenta que la sangre casi esta llegando a mi zapato y me retiro sigilosamente evitando que pueda llegar a pisarla y dejar una perfecta huella que me delate. Soy un vampiro y gracias a los programas de televisión, se que cosas investiga la policía. Claro, siempre queda el problema de los dos pequeños agujeros que mis dientes dejan pero, sin una muestra de saliva, no hay mucho que puedan procesar. Voy escabulléndome con sigilo entre las sobras, pasando junto a solitarios y vagabundos y algunas parejas fundiéndose entre las sombras y el neón. Finalmente encuentro una buena escalera trasera y logro acceder a los tejados donde me esfumo de este mundo.
Me despierta su presencia. Esa sensación milenaria que casi nunca percibo. Mohosa, antigua y depredadora igual que yo. Y ese aroma a pecado tan delicioso que solo recuerdo haberlo olido una vez, hace mucho, demasiado tiempo. Abro un poco los ojos y veo como pequeños halos de luz se filtran a través de la gruesa cortina. "Todavía es de día". Medito un momento si debo levantarme por culpa de ese aroma o esperar a que anochezca. Puedo vivir bien de día pero, me convierto en un simple guiñapo de lo que en verdad soy por las noches. Esa sensación de debilidad no me gusta ni un poco. Me incorporo en la cama y me llevo instintivamente una mano a la cara. Aún esta pegajosa en algunos puntos y costras secas y tirantes en el resto. Ni siquiera había sido capaz de lavarme antes de tumbarme a dormir la noche anterior. No logré recordar porque no me había quitado los rastros de sangre. Me levanté dando tumbos sin abrir las cortinas y me metí en el baño. "Me hago viejo". No físicamente, claro esta; pero mentalmente … me estoy volviendo más inútil con el paso de las décadas. Los recuerdos se me agolpan salvajemente en la parte trasera de mi mente y no puedo sacarlos de manera correcta. Me llegan flashazos de hombres pequeños viendo la luna, cazando en una planicie meridional … hombres curtidos por el sol con grandes bigotes untados con aceite y pantalones muy holgados tumbados entre cojines conversando sobre Alá … las imágenes se difuminan hasta encontrarme en unas calles heladas de la Europa septentrional en un tiempo que no alcanzo a distinguir; nieve, nieve y más nieve. Voy dando tumbos justo como ahora entre un camino que apenas se distingue … el agua fría de la regadera contra mi rostro me devuelve a la fecha actual. Ciertamente no necesitaría bañarme puesto q no sudo o desprendo un desagradable aroma, pero el agua fresca disolviendo las costras de sangre siempre es bien recibida.
Sigo percibiendo su aroma cercano, pero aún no puedo deducir de quien se trata. Meto las sabanas llenas de sangre en la lavadora con una carga extra de cloro y me pongo a tallar el colchón. Ni una sola evidencia sobre lo ocurrido ayer. Me tallo la cutícula y uñas a conciencia y luego me aseguro de que la ropa se ha quemado completamente en un bote de basura metálico que conservo para tal fin. Abro el closet y me admiro casi en las sombras ante el enorme espejo detrás de la puerta del closet. Cabello oscuro, un poco largo en la parte de atrás, sin fleco. Un cuerpo delgado pero fibroso. Manos largas con uñas duras como pezuñas y unos enormes dientes caninos que apenas se ocultan gracias a los labios, dando una apariencia más cuadrada a mi mandíbula. Demasiado notorios para pasar desapercibido cuando hablo. Afortunadamente, en esta época, puedo pasar desapercibido si me visto como una pieza más de tribu suburbana; clamando ser un vampiro. Irónico. Me camuflajeo alardeando lo que en verdad soy. Saco una camisa vino con escarolas en las mangas y cuello, un pantalón ajustado de cuero y una casaca negra con botones plateados. No es más que una burda semejanza de lo usado en siglos pasados pero me convence, al menos, puedo sentirme de regreso en aquella época donde la gente no se perdía de la vida sumergiéndose en una computadora o en la televisión. Complemento el conjunto con unas enormes botas recargadas de hebillas que me recuerdan la exageración en su máxima expresión.
Me visto despacio, disfrutando la sensación de al tela fría contra la piel. Abrochando con cuidado uno a uno los botones abultados de la camisa. Colocando un broche de perla en el cuello, tan antiguo que no puedo recordar en que momento lo obtuve o como. Enfundándome en unos pantalones casi demasiado chicos para entrar en ellos. Vuelvo a mirarme en el espejo una vez que las botas están colocadas y me acomodo el cabello hasta darle un ligero volumen un tanto "misterioso". De nuevo esa mueca parecida a una sonrisa sardónica se asoma entre mis labios; es un gesto casi instintivo y animalístico que no recuerdo haber aprendido en ningún lado. Antes de salir, verifico que las cobijas estén fuera de la lavadora y secándose extendidas encima de unas sillas. Cierro la casaca hasta el cuello para aparentar un frío que no siento.
El sol brilla pálidamente mandando débiles reflejos sobre el asfalto. La gente va de un lado a otro sumergida en el anonimato de una gran ciudad gris, con edificios grises, coches grises y gente gris. Es evidente que las personas, en este lugar, prefieren no ser identificadas. El semáforo en rojo y el pequeño sujeto en verde me indican que puedo cruzar la calle sin mayor problema. No hay nieve o neblina pero todos se arrebujan contra sus chamarras y abrigos. Supongo que no es tan común un clima así en una ciudad meridional aunque no debieran exagerar, ni siquiera estamos a cero grados. Meto las manos en los bolsillos y me interno en un pequeño callejón cuyo aroma podría haber alejado a cualquier otro de mi especie, pero no a mí. Me encanta el aroma dulzón de la podredumbre. Es tan intenso …
No he conseguido dar ni 10 pasos cuando me encuentro con una manada de personas arremolinándose alrededor de unos policías con apariencia de fastidio. La manada se repliega un poco y luego vuelve a embestir contra los policías que parecer querer echar a correr. Un poco más adelante otros agentes esperan pacientemente con mirada bovina la llegada de una ambulancia mientras que han cubierto un par de cuerpos dejados por algún maniaco a mitad de la acera. Los flashazos se continúan uno tras otro mientras que el maniaco se gira con una sonrisa en los labios en busca de otra calle por la cual avanzar hacia ese olor que me intriga. Me recuerdo mentalmente que no debo cazar cerca del departamento o podrían terminar ligándome a alguna de las víctimas. Aún cuando me he desviado una cuadra, escucho los murmullos lejanos de la manada. Llegó a una calle importante y de ahí entro a una pequeña plaza que conduce a un hotel. La plaza se impregna de un cargado olor a café pero sobre todo … a ese olor que me llama. Abro la puerta del local más cercano a la entrada de la plaza; se trata de un Starbucks, esas cafeterías de franquicia ubicadas cada 100 metros en esta ciudad. Y ahí esta. La fuente del paroxismo, del todo, de ese aroma tan delicioso. Ahí está y no lo reconozco de ninguna parte. Con ese cabello ondulado y castaño claro un poco más debajo de los hombros. Unos ojos almendrados que irradian gentileza desembocan en una nariz recta y fina, un tanto grande, completamente europea. Para rematar el cuadro, una boca de labios delgados y firmes junto con una mandíbula cuadrada, como llena de decisión. Me ve unos momentos y casi enseguida me sonríe con calidez.
Algo esta mal, muy muy mal. Por una fracción de segundo la sonrisa que me ofrece es sarcástica, cínica y al instante siguiente solo queda esa sonrisa hermosa y beatificante haciendo que todo haya parecido una ilusión. Cuando despega los labios es simplemente para dejar escapar una hermosa voz vibrante de barítono:
-Bienvenido, haga el favor de pasar- la sonrisa parece colgarse en el aire negándose a desaparecer del todo. Vacilante, muevo mi pie derecho hasta colocarlo dentro de la cafetería para, arco reflejo, mover el izquierdo. La sensación al entrar en un lugar por primera vez siempre es desconcertante sin importar los siglos. El olor a café me inunda y me intoxica casi tanto como su aroma. Me acerco hacia el mostrador y sacando unas cuantas monedas pido el café más económico, no es como si vaya a tomármelo. El encargado me cobra sin dejar de sonreírme; probablemente piense que soy alguien tímido vestido de un modo peculiar. El resto de las personas también han volteado a verme. Seguramente es difícil encontrar chicos góticos en un Starbucks.
Ya con el vaso con tapita en las manos, me siento en el rincón más alejado de la barra y me quedo observando al ganado. Todos con ojos bovinos admirando su vida sin pena ni gloria. GANADO. Y entonces poso otra vez mis ojos en el chico del mostrador y me doy cuenta que en verdad es diferente. Sus ojos no demuestran indiferencia, ni pasividad; son un par de orbes llenas de deseo, hambre y sangre. Definitivamente el olor a podrido viene de él. Cierro los ojos dejándome llevar por el calor del café y el aroma del chico intentando recordarlo de alguna otra parte.
Percibo un vago olor a excremento de caballo, a lodo y suciedad mezclándose con el aroma a pasto. Los jardines se extienden a mi derecha y a mi izquierda sucediéndose como un infinito universo arreglado primorosamente por un dios al que nunca he reconocido. Camino recto por la explanada principal hasta una fuente en el punto cero desde el que parten los jardines. La fuente es imponente con un montón de peces con la cabeza hacia arriba escupiendo agua mientras querubines juguetones se pasean por la parte superior de la misma dejando caer el vital líquido de sus jarrones en un gesto casi inocente, casi.
- Sir Arthur Blake, lamento haberle hecho esperar tanto - Una voz suave, infantil, me recibe desde la espalda. Finjo sorpresa ante la "inesperada" llegada y me giro un tanto rápido, torpemente. Frente a mi hay un jovencito, casi un niño que me sonríe con esa sonrisa dura de adulto. El cabello azabache le cae un tanto desordenado sobre la frente y de inmediato me veo atrapado por su única orbe azulísima y prístina. Me sorprende un poco el hecho de que tan joven ya tenga una cara tan dispareja. Donde debiese estar el ojo derecho, un parche a juego con su ropa le cubre. Hago un intento colosal por desviar la mirada del parche y redirigirla a la orbe tan solo una fracción de segundos. El aroma a podrido es tan fuerte que me siento regocijado pero no es el pequeño niño la razón del olor penetrante. Levanto la vista un poco y ahí esta, su rostro borroso por la intensa luz de verano, haciendo q la visión se convierta en un retablo bíblico donde los santos se decoran con halos de luz cegadora. Una ligera sonrisa se entrevé de sus finos labios y, antes de que pueda distinguirle las facciones, se ha dado media vuelta junto con el pequeño mientras caminan hacia la enorme mansión ubicada en lo más alto de la propiedad como recordatorio de su magnificencia - espero que su viaje no haya sido demasiado complicado, el clima de estos últimos días …- dejó la frase incompleta, como si sirviese a modo de disculpa. Yo tan solo hice una pequeña reverencia que nadie apreció y les seguí a unos pasos de diferencia. No sabía muy bien que decirle y por tanto no dije nada; si el pequeño conde se había molestado por ello, no lo dejó entrever.
Las dos enormes puertas de madera se movieron sobre sus goznes mientras el mayordomo las abre para que podamos pasar. Una silueta refinada, ajustada por un smoking de cola que le cae de lo mas natural envolviéndole de manera graciosa. Cabello negro ligeramente largo de los lados y de la parte trasera. El olor a podredumbre más penetrante de ser posible. Nos hace una reverencia para indicarnos que podemos pasar y finalmente le miro el rostro de reojo. Su mueca es una contracción de sarcasmo y deleite sadista … y un reflejo rojo proveniente de sus ojos choca contra mi retina un brevísimo momento. Ojos rojos como los míos me digo … ojos rojos.
Una mano helada me regresa al presente de manera abrupta. Su toque es suave y delicado pero es tan fría que alcanzo a percibir su falta de temperatura. Abro los ojos con dificultad. Me siento intoxicado y algo confundido. ¿A dónde han ido los fastuosos jardines y la enorme residencia victoriana en la que estaba hacía un momento? Me tallo los ojos en un gesto muy humano y lo veo a él otra vez, mirándome fijamente; fingiendo esa amabilidad que se no existe a través de sus ojos de un color castaño muy claro, casi miel. No se como he podido quedarme dormido pero no me gusta la situación en la que me encuentro. Él sigue evaluándome con la mirada mientras me sonríe
- ¿Puedo retirar su vaso? - asiento un poco con la cabeza. Se que la taza esta llena pero a él no parece sorprenderle. Limpia con rapidez y habilidad inesperadas en un chico cuya función pareciese ser simplemente atractivo. Se aleja con el vaso en la mano dándole un sorbo algo distraído. En la mesa me ha dejado una servilleta y una pluma. La servilleta trae una única palabra que me suena más bien a orden: dirección. Esto me confunde pero finalmente contraataco con una sola palabra como respuesta. Doblo la servilleta con cuidado y luego paso a la caja para dejarla con la pluma sobre el mostrador antes de salir del lugar. La tarde esta empezando a declinar. He dormido varias horas y además, he tenido un sueño de lo más raro. Camino hasta un palacete neoclásico ubicado entre dos avenidas donde mucha gente esta sentada en los escalones de entrada. Me uno a ellos en el anonimato mientras intento acordarme del resto de mi sueño que, presiento es uno de los recuerdos que he olvidado porque simplemente es demasiado vívido para poder tratarse de una mera maquinación mía.
Pronto, los primeros faroles son encendidos convirtiendo a esta ciudad en un montón de luces que se pierden en la noche. Las personas que van de un lado a otro caminando, lo hacen con una desconfianza inherente a esta ciudad. Empiezo a sentir hambre nuevamente así que me levanto y caminando hacia el sur por la avenida principal meditando sobre mis opciones. Me he prometido horas atrás cazar lejos del departamento pero ahora no estoy tan seguro. El centro de la ciudad es el mejor para mis propósitos con sus calles antiguas llenas de recovecos rellenos con la indeferencia de una ciudad que no voltea jamás a ver que le ocurre a la persona ubicada al lado de ellos. El sonido de música con fusión entre lo tropical y algo parecido al rap suena muy fuerte de unos altavoces ubicados en una orilla de la acera. Siempre es lo mismo en las ciudades latinoamericanas: puestos en ambas aceras, gente gritando para que compres sus productos, bocinas a todo volumen con música de un popular excesivo. Me encojo un poco de hombros al pasar junto a la enorme bocina. El tipo encargado del local me mira con burla mientras me suelta un estrepitoso "TAMBÍEN TENEMOS UN CELULAR PA' VAMPIROS!… PASELE JOVEN!". Ni siquiera volteo a verlo, esta demasiado a la vista para poder simplemente despedazarlo así que lo mejor es ignorarlo. Giro a la derecha y un olor a grasa frita me invade todos los sentidos. Por unos segundos me sostengo de la pared adyacente puesto que el olor es demasiado desagradable para ser tolerado. Despacio, casi dando tumbos, camino lentamente intentando no percibir el aroma. Finalmente me recupero tras dejar los locales de comida detrás de mi. Camino hasta una imitación a la entrada de un templo chino. Me encuentro muy cerca del barrio chino de esta ciudad así que es de lo más natural ver algo así. A pesar de ello, contemplo durante largo rato las figuras. A mi derecha está el león, aplastando una esfera con su poderosa pata mientras te mira enojado y deseoso de devorarte mientras que a la izquierda está su yang, su hembra sumisa que juega con su pequeña cría. Puede verse como el estandarte de la familia perfecta y añorada pero a mi solo me produce algo de asco. Continuo caminando hasta llegar a un museo de arte popular. Está cerrado por supuesto. Y ahí está la víctima de la noche. Justo lo que había estado buscando; un chico atractivo aunque más bien ordinario. Podía intentar coquetear un poco con él pero la verdad, no tenía ganas. Solo deseaba sentir su viscosa sangre bajando por mi traquea a espasmos regulares mientras pretendía gritar por su vida. O quizá llorará. Esperaba esto último. Adoro escuchar la voz chillona y suplicante de mis víctimas antes de expirar el último suspiro.
Con cuidado, me cruzo la calle de manera muy casual. El va hablando por teléfono demasiado ensimismado para percatarse de alguien caminando lentamente detrás de él. Discute. Justo cuando gira a la izquierda le arrebato el teléfono y cuelgo. El se gira y me observa en una fase poco halagadora. Antes de que pueda gritar o correr sujeto su pequeño cráneo con una de mis manos mientras mis uñas empiezan a clavarse en uno de sus ojos, en la nariz el otro y uno alcanza a presionar contra el temporal. Los chillidos entrecortados me recuerdan a un cerdito siendo asesinado a palos. Continuo presionando y por una fracción de segundo pareciera que mi uña cederá primero que los huesos del chico. "Me vuelvo viejo" me digo. Aún así, finalmente se astilla el cráneo y la sangre empieza a manar a borbotones. Sin dejar de presionar, acerco mi boca a las heridas y lamo la sangre que ahora brota libremente. El éxtasis es tan grande que apenas me percato de los golpes que pretenden causarme daño, pero él ya no tiene fuerza y pierde la esperanza de sobrevivir cuando con un chasquido sordo el globo ocular se revienta. Deja de luchar y de llorar y se queda laxo, como si ya estuviese muerto. Dejo de alimentarme un momento para arrastrarlo hasta unas enormes macetas de donde crecen unas palmeras enanas a la entrada de un hotel. Ahí nos resguardamos de las miradas extrañas para poder terminar el rito tan privado de la degustación y sobremesa. Clavo los colmillos en el pecho con suficiente fuerza para arrancarle el bíceps y ahí me quedo succionando hasta que el corazón se detiene; lo cual es antes de lo que yo hubiese deseado. Luego dejo el cuerpo en una posición sentada, como si se tratase de un borracho, y me alejo de ahí con rapidez y discreción; no sería prudente que la gente viese a un sujeto bañado en sangre caminando por las calles de su ciudad.
Ahora que ya se ha puesto el sol me siento rejuvenecido y fuerte. Cierro los ojos y aspiro con fuerza. Y pronto soy inmaterial, elevándome por los cielos en una de mis formas más primigenias. Flotando como una nubecilla de humo o polvo, sin casi conciencia. Es complicado porque es fácil olvidar quien soy o donde voy. La ropa cae junto con los restos de sangre mientras yo me elevo dejándome llevar en dirección a mi "hogar". Él estará ahí. Lo se porque sigo su aroma. Y él sabe que yo voy para allá porque me ha dejado la ventana abierta. Me deslizo lenta y suavemente dentro de la habitación. Él está sentado con los ojos cerrados. Parece dormir pero no puedo confiarme. Sus facciones delgadas ocultas tras una cortina de cabellos ondulados. Me desplazo hasta el baño y ahí, reuniendo toda mi fuerza, regreso a mi forma antropomórfica. La transformación me ha dejado agotado. Me pongo la bata y me lavo las costras de sangre. Mañana me iré de este lugar. Aún no decido si al norte o al sur. Probablemente sea mejor lo segundo. Menos seguridad. Me miro los colmillos ante el espejo y los limpio de todo resto de carne. Ahora si, estoy listo para enfrentar al extraño sujeto.
Camino despacio, casi acechándole hasta quedar a menos de un metro de él. Su rostro permanece en la penumbra mientras que la parte superior se decora con un bonito halo de luz dándole una apariencia casi beatificante. Respiro hondo dejando que su aroma me inunde. Tan delicioso. Luego, despacio, alzo una mano y toco su hombro ligeramente. Muy lentamente, tanto que tardo en darme cuenta que está ocurriendo, abre los ojos. Miel contra una pálida oscuridad se encuentran y se observan. Aún no se si debo de ser precavido con él o no.
-¿Qué quieres?- le espeto con una voz dura, intentando ocultar mi nerviosismo; el me sonríe calidamente mostrando unos dientes blanquísimos, perfectos.
-¿Qué es lo que usted desea? ¿Por qué fue a verme hace un rato a la cafetería?- me hace una seña casual indicándome que tome asiento en la cama. El modo elegante que imprime a cada uno de sus movimientos me fascina.
- No fui a verte, solo quería café … me preguntaste por mi dirección, no te la di, y aún así estás aquí … podría llamar a la policía - obviamente fanfarroneo pero es el único modo en el que puedo seguir luciendo sereno ante tan extraña situación. Termino sentándome algo aturdido. Su sonrisa se ha ensanchado y ha perdido totalmente la calidez fingida de hace unos momentos. Cierra los ojos y, al abrirlos, han adquirido una clara tonalidad roja de un brillante intenso. Tanto, que brillan en la oscuridad que nos rodea. Es como un gato y, por primera vez en mucho tiempo, me siento una presa en vez de un depredador. Estiro la mano y prendo la pequeña mesa a un lado de la cama intentando hacer que la luminosidad desaparezca pero, sus orbes continúan brillando.
- un café que ni siquiera tocó; es porque no puede, ¿verdad, Sr. Vampiro? - parpadeo un poco completamente atónito, él continua - y no solo me refiero a esa ropa ridícula que usa, ¿Acaso no puede soportar el hecho de que esa ropa ya no está de moda? - me incorporo de golpe entre molesto y aterrado
- ¡¿Quién eres? - le espeto de golpe; él continua sonriendo impasible
- Así que no puede recordarme a pesar del "aroma"… es igual que la vez pasada, tan solo un perro siguiendo una pista que no puede resistir. Tranquilo, no tiene porque enseñarme los dientes, ya los he visto un montón de veces y, si no puede recordarme, es quizá por como luzco - de inmediato, veo como empieza a cambiar. Los ojos se achican ligeramente, el cabello se acorta y se vuelve lacio y muy negro. La piel se vuelve más pálida, las manos más finas y alargadas con unas uñas negras de apariencia dura; en general, la complexión se ha adelgazado -¿y ahora?- sus ojos dejan de ser rojos para pasar a un café rojizo mucho más sútil. Le veo detenidamente y me doy cuenta de que es el hombre que aparecía en mis sueños horas atrás, abriendo la puerta e inclinándose. Una imagen de él vaciando té en unas finas tazas de porcelana con decoraciones orientales producto del intercambio comercial con China por parte del Imperio Británico. ¡Le recuerdo!, por fin le recuerdo. Y era tan obvio, con ese aroma inconfundible a podredumbre, con esos movimientos perfeccionistas, con esa eterna sonrisa gélida. ¿Cómo había podido olvidarlo?
- Se… bastian Micaellis … así que eras tú -
-Aahh - asiente divertido - Aunque hace muchos años que no me llamo así, ahora soy "Giordanno" a secas … y usted … sigue llamándose Arthur Blake?
- No, eso quedó años atrás, ahora soy Nathan, aunque tendré que cambiarme el nombre pronto
-Entonces, le seguiré llamando Arthur, es un buen nombre - asiento, yo pensaba llamarle Sebastián de todas formas. Giordanno me suena a un bailarín de chippendale. Él nota mi sonrisa disimulada y me corresponde con una mueca grotesca de placer - ha sido muy malo Arthur, muy muy malo, los cadáveres despedazados por doquier levantan mucha más desconfianza que nunca. Y esta última presa, ha sido descuidado -
-Lo sé, me iré mañana de aquí, por eso ha dejado de importarme - le miro fijamente -¿Está trabajando en ese café por un alma?- se encoge de hombros despreocupado aunque, en el fondo, se que más bien es algo de fastidio
- Eso mismo, aunque la verdad, en esta época, cualquier persona vende con facilidad su alma … intento una y otra vez buscar a alguien que la venda por algo que valga la pena, alguien difícil de aplastar pero, solo hay mediocres que la venden por un poco de dinero, por unas buenas notas o inclusive, por un par de boletos en fila cero para algún concierto. Es aburrido, despreciable
- Y por eso sirves café … porque es el propósito más interesante que encontraste. Admítelo Sebastián, lo aceptaste porque te encanta servir, es lo único bueno que sabes hacer - me rió fuerte, aunque sin demasiada confianza en mi mismo. La pierdo totalmente cuando es el quien enseña un par de colmillos puntiagudos ante una mueca de enojo mientras sus ojos relampaguean de un rojo intenso.
- Arthur, debería ser precavido, al menos si quiere continuar en este plano astral, que es lo que le conviene. A los vampiros no les sienta el inframundo - se lame los labios despacio, disfrutando las palabras
- a nadie le sienta bien, ni siquiera a los demonios - él me mira, curioso, como queriendo preguntar porque digo eso; pero, antes de que pueda manifestarlo en palabras, le respondo - si a los demonios les gustase el inframundo, no andarían buscando aquí presas difíciles; se buscarían alimento rápido y regresarían a su paraíso privado - me mira fijamente paladeando cada palabra que he mencionado para finalmente asentir con lentitud. Cada vez que su cabeza se inclina levemente, su aroma se expande más por la habitación. Quisiera encajarle los dientes y comprobar si sabe tan bien como huele pero un demonio no es cualquier cosa. Ladea su cabeza y el flequillo algo largo le cubre parcialmente los ojos
- La vez anterior, no terminamos muy bien - se ríe con franqueza - supongo que no ha perdonado el que casi le arrancara la cabeza
- No lo recuerdo, tan solo tengo memorias vagas de haberle conocido - él parece sorprendido de lo que digo
-¿Cuánto tiempo lleva vagando en este mundo? - con la mano derecha se coloca el flequillo hacia un lado viéndome a los ojos. Cierro los ojos y medito. Pasan algunos minutos así pero el no presiona por una respuesta
- No lo se … - no se que más puedo responderme. Lo cual me sorprende, no es normal de mí andarme sincerando con desconocidos. Pero estoy solo, él es un demonio y le he visto anteriormente; podría decirse que es lo más cercano al mundo exterior con lo que me identifico. Que somos amigos y tal.
- Pobre Arthur - lo dice burlonamente por supuesto - se hace viejo, demasiado … después de todo, alguna vez fuiste humano y como tal, los años dejan estragos. Carga demasiado y pronto, en un par de siglos, caerá de rodillas y dejará que lo degollen
- Ríe, ríe cuanto puedas porque nada es eterno, ni siquiera tú. Dime Sebastián … ¿Cuántos años llevas tú existiendo?
- Eones. Existía antes de que los hombres pisaran la Tierra, antes de esta Tierra, antes de este Universo - se levanta y recorre la habitación con la mirada - tiene buen gusto - ahora se gira y se acerca a mí de forma casual, sentándose a mi lado en una clara violación a mi espacio personal. Se inclina hacia delante, casi rozando mi nariz con la suya - entonces, ¿Qué pensaba hacer una vez que encontrara al responsable de este aroma que, si no mal recuerdo, le enloquece? - sonríe; al parecer le gusta sonreír mucho y entre más lo hace, más perturbador se vuelve
- comerlo, sacar cada gota de sangre de la manera más exquisita, lentamente, torturarle de la mejor manera posible - hago frente lo mejor que puedo a la postura de Sebastián, no retrocedo ni un poco sin dejar de verle - pero luego resulta que es un demonio, así que supongo, tendré que conformarme con soñarlo
- podría probar un poco .. Si es realmente lo que desea … - ladea la cabeza hacia la izquierda, invitándome. "En verdad eres un maldito demonio". Respiro fuerte evitando excitarme demasiado rápido; puede que sea una trampa, jamás he probado sangre de demonio. Sopeso la posibilidad de que simplemente me fulmine. Pero huele como el mejor manjar y, ciertamente, me estoy haciendo viejo. Sin pensarlo de inmediato le clavo los colmillos contra la yugular buscando la carótida y comienzo a succionar, con fuerza.
La sangre … ¡LA SANGRE!. Es pesada, viscosa e increíble. Es mejor que cualquier otra sangre que haya probado jamás, incluyendo las que se me han ofrecido a través de los siglos entre recién nacidos o vírgenes. ¡Todos los sacrificios deberían ser de demonios !. Me he bebido al chico y estoy lleno pero aún así, sigo tragando como si fuera una sanguijuela, no puedo detenerme de lo bien q sabe. Me siento confuso, mareado y aún así sigo succionando. Gimo placenteramente: dos, tres, cuatro … infinidad de veces. Mis uñas se clavan con fuerza aforrándose a la espalda de Sebastián. Y pronto me encuentro perdido entre el pasado y el presente. Las imágenes son nítidas y a la vez confusas. Una voz infantil aún me saca del ensimasmiento por culpa del aroma …
- Sir Blake ... Sir Blake … - la voz continua llamándome mientras yo veo lacónicamente el plato de sopa, intentando hacerme a la idea de que estoy en la mesa de un conde y debo comer si no quiero lucir descortés. Me giro un poco para poder ver al chiquillo y me siento atrapado nuevamente por su enorme orbe azul.
- ¿Se encuentra bien? - su rostro luce afable y eso solo lo hace ver más joven aún. Un niño que ya es conde y que vive solo en una gran mansión tan solo con un puñado de sirvientes. Es una situación triste, aunque no llega a conmoverme verdaderamente. Debo lucir muy pálido porque cuando confieso que no estoy nada bien ni siquiera me pregunta otra cosa. Directamente le pide a su mayordomo que me enseñe la habitación de huéspedes. Me levanto con lentitud y le hago una reverencia antes de seguir al tipo con semejante aroma. ¿Quién eres?, ¿Qué eres?. Veo su espalda cubierta por el saco impoluto. Un cuello fuerte. Cabello ondeando ligeramente sin aparente brisa, como si poseyera vida propia. Caminamos escaleras arriba y de ahí por un pasillo amplio con puertas a ambos lados. Me sorprendo al levantar al cabeza y darme cuenta que ni siquiera los candelabros más altos tienen polvo acumulado. Finalmente el mayordomo abre una puerta y me hace una reverencia. Yo me quedo ahí, esperando. El sonríe, pasa y luego, con una voz baja, sensual, me dice:
- Pase, por favor … - entro en la habitación, la sonrisa de él se ensancha y yo solo quiero abalanzarme sobre él. Me contengo. Es una criatura extraña y debo analizarlo antes de probarlo - Sir Blake … tiene prohibido terminantemente entrar en cualquier otra habitación de la casa, tan solo es bienvenido en esta, ¿comprende? - le miro sorprendido; el sabe … ¡el sabe!. El tono rojizo de sus ojos ha vuelto - el chiquillo es mío - hace una reverencia y cierra antes de que pueda responderle. A un vampiro, se le puede atrapar así de fácil. Basta con prohibir el acceso a alguna habitación para que no pueda entrar. No se porque ocurre, pero así es. El mayordomo sabe que soy un vampiro y me ha alejado del crío aunque, la verdad, eso no me importa demasiado. Es más importante el saber quien o que cosa es él. Me tumbo en la cama para reflexionar.
Un golpe seco en la cabeza me regresa al presente. Soy empujado con fuerza y termino acostado en la cama. Abro los ojos y ahí esta el Sebastián de ahora. Él dice que soy viejo, sin embargo, casi podría jurar que él se siente del mismo modo. Y ahí esta él, con la sangre manándole del cuerpo libremente, manchando su chaqueta de mezclilla deslavada, la camisa de un crema casi blanco se ha vuelto roja, sus pantalones negros están hechos un desastre; y él luce increíble, hermoso y perfecto; con los ojos rojos brillando más q nunca, con los colmillos entreviéndose a través de los labios. No se ve abatido por la falta de sangre, al contrario, parece muy complacido. Y yo me siento inflado y demasiado lleno, tanto, que podría devolver. Por desgracia, es exactamente lo que ocurre. Siento la arcada un segundo antes de que ocurra, dándome tan solo tiempo de girar la cabeza y sacar el contenido de mis entrañas en la alfombra. Una gran mancha roja se expande rápidamente entre el pelo de la misma
- Esa mancha no va a salir - ese tono tan casual suyo me molesta - es la primera vez que oigo de un vampiro que se indigesta - su risa suave me eriza los cabellos de la nuca. Me limpio los restos de sangre con la manga de la bata mientras le veo de forma amenazadora
- Cállate - arquea una ceja de forma divertida pero no replica más. Yo me quedo un rato inclinado con la cabeza cerca de la alfombra sorprendido por lo que acaba de ocurrir. Jamás había disfrutado tanto un festín y jamás había reaccionado de ese modo a ningún otro "donador". Respiro profundamente hasta recuperar la compostura. Su olor aún es deliciosamente nauseabundo y tengo unas enormes ganas de echármele encima nuevamente. No entiendo porque sigue aquí. De hecho, sigo sin entender porque vino a verme, no creo que un demonio necesite hacer visitas sociales. Y entonces, me doy cuenta de que quizá si lo necesiten. Llevar tantos años vagando por este mundo, por otros anteriores a este cuya único remanente son fragmentados recuerdos. Un vampiro que no puede recordar su origen puede entenderlo, o al menos, sentirse identificado. Me incorporo un poco y le miro. Él sigue con una mirada burlona y cierto aire de superioridad. La herida ha dejado de sangrarle y unas frágiles costras de sangren ahora cubren la ropa - ¿Qué hace aquí?
- Me aburro - lo dice con franqueza y llanamente - mi actual ama es una mujer que prefiere pasearse a atender la franquicia que le compró su padre, así que ha cambiado su alma por un demonio que le atienda el lugar diariamente - bufa fastidiado - y cada uno de los días me levanto y atiendo a un montón de monos vestidos de manera pretensiosa que se juntan para encender una computadora y hablarse mediante ella mientras que se encuentran como a 20 centímetros de distancia -lo decía calmado, pero podía percibir el hastío manando por cada uno de los poros
- ¿Porqué le has escogido entonces? -
-De todas las propuestas, era la que me parecía más interesante - gruñe un poco y se cruza de piernas mientras deja caer su espalda contra la cabecera. Yo me rió un poco de su intento de puchero - y, a comparación de eso, un vampiro tonto y con nauseas me parece prometedor - ahora es él quien sonríe. Yo no le encuentro la más mínima gracia - taaaaaaaaan prometedor - lo dice con esa voz que se desliza suavemente a través del aire - además, no veo que tenga algo mejor que hacer que pasar el tiempo conmigo, ¿o es que se le hace tarde para irse a dormir? - le enseño los dientes pero el no se intimida en lo más mínimo. Aún así, después de varios segundos, termino asintiendo. La verdad es que mi rutina, aunque cómoda, no podía proporcionarme demasiado placer por excepción de la hora de la caza. Una idea extraña me recorre el cuerpo.
- ¿Cuál es su verdadera apariencia?
- Algo menos … oportuna para caminar por este mundo - siento cierto desapego por su apariencia. ¿Los demonios se avergüenzan de cómo lucen?. Tonterías.
- Quiero verla - él sonríe, divertido.
- No quiere, cree querer pero, cuando la vea, deseará jamás haberla visto
- Hagamos un trato, me enseñas tu verdadera apariencia y yo, te vendo mi alma
- Usted no tiene alma - entrecierra los ojos, estudiándome - además, solo puedo tener un amo por vez
-Pensé que los demonios eran multitasking …
- Y que los vampiros no eran tan estúpidos - ambos nos estamos midiendo el nivel del otro de una manera absurda, ideal para dos seres sin nada mejor que hacer
- Entonces, enséñame tu verdadera posibilidad y yo... - sonrío, empiezo a recordar nuestro anterior encuentro - podría terminar lo que empezamos hace muchos años ...- ahora me mira con recelo, meditando si la proposición vale bien la pena. Ladea la cabeza y se lleva dos dedos de la mano derecha al labio inferior para acariciarlo distraídamente. Definitivamente esta considerándolo.
- ¿Los vampiros nunca entienden o solo se trata de usted? - Sonríe tan ampliamente que me da la impresión su mandíbula se dislocará y caerá al suelo en cualquier momento. Me doy cuenta de que ha aceptado en el momento en que empieza a cambiar drásticamente. Primero, todo comienza con un simple chasquido, como si alguien hubiese pisado una delgadísima rama de árbol; el chasquido da paso a una sucesión de ruido equivalente a gruesas gotas de agua cayendo desaforadamente durante el diluvio. Entonces, todo su cuerpo y rostro comienzan a burbujear, literalmente. Pequeñas esferas dentro de su piel se mueven por todas partes deformando lo que hasta entonces había sido un rostro hermoso llenándolo de llagas.
Yo estoy ahí, mirándole con una mezcla de fascinación y terror ante lo que pudiese pasar a después. Un ruido ensordecedor se produce mientras la piel y huesos de lo que hasta entonces había conocido como Sebastián se parte y de su interior emerge una mezcla oscura con apariencia oleosa. La mezcla sigue burbujeando mientras que un olor nunca antes percibido por mí me golpea de lleno intoxicándome por completo. Es tan nauseabundo que ha dejado de parecerme apetecible. Contengo las nauseas un par de segundos hasta que el olor se hace soportable. La masa oleosa empieza a elevarse formando una figura extraña en demasía. Es completamente negra y brillante, como si estuviese bruñida. La cabeza es grande aunque en proporción al resto del cuerpo y con una apariencia un tanto cefalópodo; a los costados, al igual que los caballos, tiene acomodados los ojos, que son grandes y con forma de almendra aunque algo más pequeños y de un intenso rojo completamente hipnotizante. Un cuello largo y fino le sigue. Me sorprende ver cuan huesudo puede resultar un demonio y por un segundo pienso hacer algún tipo de broma al respecto más me detiene el hecho de que su apariencia es verdaderamente, no desagradable, más bien repulsiva. Es como si cada una de sus partes no fuese tan horrible pero el conjunto, de algún modo, no favorece en nada. Las clavículas parecen estar colocadas en una dirección muy equivocada, ni siquiera estoy muy seguro de que sean clavículas. Los brazos son demasiado largos y delgados que culminan en unas manos esqueléticamente grandes con garras puntiagudas y filosas que me hacen pensar en lo pequeñas e insulsas que resultan las mías ahora. Caderas enjuntas, piernas delgadas en un estilizamiento extremo y unos pies que definitivamente me confunden. ¿Son pezuñas alargadas con una extraña especie de tacón detrás de ellas?... ¿Son en realidad botas que se fusionan en los muslos? Simplemente extraño. Y luego tenemos EL asunto. Supongo que va de acuerdo a su considerable altura; unos 2 metros y algo diría yo, pero aún así, me sorprende. Algo en mi interior me dice que verle la entrepierna a un demonio no es de buena educación (sea o no el caso de que dicho demonio se presente tal cual ante ti) pero no puedo evitarlo. Me le quedo viendo embobado durante un largo tiempo. Él avanza en algún punto y con una garra de su mano izquierda bien colocada debajo de mi mandíbula hace que mi cabeza gire hacia arriba y le mire a los ojos. Una sonrisa alargada como de pez me recibe con sus variados dientes desiguales e igualmente peligrosos. Su risa es obscena, dura y casi cacofónica. Una lengua gruesa y viperina se escabulle entre los dientes formando un siseo muy bajo y extraño, casi como si cantara por cuenta propia.
- Entonces, espero que no se detracte de continuar en lo que dejamos la vez pasada nuestro encuentro ... - me siento completamente aminalado y la verdad, presiento que voy a llevarme una mala parte de todo esto pero, por otro lado, es tan fetichista que no puedo rechazarlo de la nada. No tengo ningún recuerdo erótico que me remote a algo físico. Para mí, lo más extasiante que puede existir es beber la vida de alguien mientras este se retuerce de dolor. La curiosidad está matándome, o casi. Asiento muy ligeramente porque la garra se me clava en la traquea.
- Comencemos...
