Disclaimer: Nada de ésto me pertenece, todo es propiedad de J.K. Rowling.
El pájaro está cantando otra vez. Una vez y otra, y otra más. Pequeñas notas que se cuelan por sus sordos oídos hasta revivir la pequeña pizca de alma que aún queda en sus cuerpos.
Ella no sabe que hace ahí.
No sabe. No habla. No mira. No siente. No vive. Tan sólo encuentra un pequeño rayo de luz al final de ese oscuro túnel cuando él aparece.
Su esperanza. Su único anclaje a aquel mundo de locos.
Un mundo de locos del que ella no es parte, porque ella no tiene necesidad, ella ya tiene su propia locura.
Él mira sus ojos vacíos, sin rastro de vida, y algo en su interior se rompe. No importa que hayan pasado dieciséis años, siempre será su mamá. Debería estar acostumbrado, pero no es así, nunca podrá estarlo.
Quiere gritar. Gritar que la necesita, ahora que todo había acabado la necesita más que nunca. Quiere que le prepare un vaso de leche con miel cuando enferme. Quiere que le arrope por las noches y mire en el armario para asegurarle que ningún monstruo saldrá de ahí. Quiere que le cuente todos los cuentos que no le contó. Quiere...
Pero sabe que nada de eso pasará.
Los monstruos seguirán saliendo del armario atormentando sus pesadillas, no habrá leche con miel ni cuentos para dormir, porque por mucho que lo intente, él sabe que ésto no es una imaginación barata, ésto es real.
Y por un segundo el pájaro deja de cantar, y el único rayo de luz que ilumina su queda sonrisa se apaga.
—Todo ha acabado mamá, ya todo va a estar bien.
Él se acerca y con cuidado la abraza mientras besa su pelo canoso. Siente que por fin su madre puede descansar. Ya no hay muerte, ya no hay destrucción, una paz merecida tras años de guerra. Guerra que se había llevado por delante vidas inocentes.
Sus vidas. Sus memorias.
Ella le tiende un pequeño envoltorio color rosa, su dulce favorito, un caramelo de fresa, y él no puede hacer otra cosa que guardárselo en el bolsillo trasero de su pantalón.
Sabe que en cuanto llegue a casa lo meterá en aquella caja donde guarda todos los demás, donde están todos los que conserva desde que tiene uso de razón, y la colocará en su mesilla de noche, donde está su foto, una foto de su madre junto a su padre, cuando ambos eran felices, cuando ambos se tenían el uno al otro en ese mundo sin sombras.
Él a ella.
Ella a él.
En unas vidas sin oscuridad, en las que el pájaro de la ventana vuelve por fin a cantar.
Bueno, os vengo hoy con ésto. Es algo que escribí hace un tiempo, y que, a pesar de no ser probablemente lo mejor que he escrito, es una de las cosas que más me gustan. No sé por qué, pero es así, siempre he amado y admirado cómo lleva Neville el hecho de la perdida de cordura de sus padres, y quería mostrarlo de una vez por todas, así que espero que os guste, y que si lo leeis me dejéis un review ¡Un beso! Y nos vemos en la próxima.
—Virginia.
