Abro los ojos segundos antes del sonido de la alarma y antes de pensar en mí, ya me compadezco de ti. No sólo eres perezosa, ahora realmente necesitas ese descanso. Sé que en unos minutos lo olvidarás, pero ahora mismo el despertador te patea, te patea y te patea.
Yo también me siento apaleado. Porque mi día a día es una pesadilla y la noche una bendición fallida. ¿Recuerdas? Todos nos decían que habíamos elegido el peor momento para vivir juntos y no (por suerte), el peor momento es ahora. Con ciclos cerrados, diplomas en mano, grados en tramitación; no, nada de eso va en la primera fila, quizá en la cuarta o quinta. Contratos, obligaciones, gastos y más responsabilidades de las que podemos abarcar.
¿Que por qué lo hacemos? Porque somos pequeños y débiles que no sabemos hacer nada más. Lo que nos gusta y disfrutamos, nos agobia y nos seca. El mundo avanza más rápido que nosotros y cada vez estamos más cerca de caernos del bus. Tú eres terca, yo también lo soy. Antes tú decías que descansara, yo te decía que trabajaras. Ahora tú me dices que trabaje, yo te digo que descanses. ¿En qué momento esta rutina nos tragó?
—No vayas a trabajar hoy.
Recibí tu profunda respiración como respuesta. Nos estamos convirtiendo en cáscara, rugosa, dura, fea, indeseable; mi voz ya no te toca, la alarma ya no te alcanza.
Veo la libreta llena de cosas pendientes en tu pequeño velador. Cuando dormimos estaba tan sólo hasta la mitad. ¿Qué pasa contigo, que ahora piensas en tu trabajo en los pestañeos de la madrugada?
Extraño tus labios. Recostarme en tu pecho y sincronizar mi respiración con la tuya. Antes me consideraba ambicioso por mis proyectos, ahora lo hago por la simplicidad de mis deseos. Porque estamos viviendo por primera vez. Extraño nuestras discusiones estúpidas, casi orquestadas para reconciliarnos con un postre. Un café con helado en la cama, dormir hasta tarde, olvidar todo y a todos. Pero ya no me cocinas, ya no te sirvo.
Nosotros sólo servimos. A otros.
La semana pasada hiciste una torta por mi cumpleaños y no puedo decir que haya estado completamente feliz. Porque no sonreías, no cantabas con ese melifluo de voz tuyo al realizar los detalles de merengue. Tu sonrisa no era de oreja a oreja, aunque tu mirada de amor era profunda. Amor y también decepción. Porque no hay nada peor que estresarse y sufrir haciendo lo que amas.
Ya no programo en las noches, no puedo. No me nace.
Aunque sea en sueños, Mimi, ¿te alcanza mi voz?
¿Es mucho pedir querer verte feliz en lo que haces, que me veas feliz en lo que hago?
.
.
.
.
Hace algunos años, una amiga me dijo que si yo tenía un alter ego, este hablaría en inglés. Como sea, a veces creo que el inglés me acomoda para expresar algunas cosas que no puedo en español (como si supiera mucho inglés...).
Gracias por sus visitas.
