Una Dama Ordinaria.

Cuando ingresó al baile de invierno de ese año, el capitán Hitsugaya Toshiro de la décima división del ejército imperial no esperaba que fuera diferente a cualquier otro baile al que haya asistido ese año o a los de años anteriores. Era solo un evento al que tenía que ir porque rechazar la invitación sería descortés.

No esperaba que su atención se viera capturada por una encantadora jovencita hija de su predecesor, no esperaba encontrar su risa tan encantadora ni mucho menos esperaba pasar toda la velada rogándole por permanecer bailando pese a sus quejas de que los tacones le hacían doler los pies.

Apartar sus manos de su delgada cintura y sus delicados dedos fue más difícil de lo que pensó, sin embargo ella debía volver a casa con su familia y él no era nadie para impedírselo.

Le tomó una semana completa juntar el valor para escribirle. Al principio intentó mantener sus palabras en los límites de la amistad, pero inevitablemente los sentimientos de anhelo y confusión se escapaban derramándose en el papel, revelándole lo mucho que no podía dejar de pensar en ella y sus palabras tan elocuentes y un toque ácidas.

Le tomó otro par de días juntar el valor para enviar la carta. Su respuesta llegó dos días después, siendo principalmente reclamos por haber tardado tanto, luego burlas por ser tan obvio, y después una invitación a tomar té sí es que estaba tan desesperado en volver a ver sus cautivantes ojos.

Ella era muy directa, pero ya tenía su atención.

El periodo de cortejo comenzó, cosa que no habría creído nunca que haría tan joven, teniendo apenas veinticuatro años y apenas empezando su prometedora carrera, y menos con una jovencita de dieciocho que muchos juzgaban de indecente por decir palabras que una dama de la nobleza no debería.

Kurosaki Karin no era una dama ordinaria. La juventud resaltaba de sus poros manifestándose con una actitud apasionadamente entusiasta aunque su vocabulario fuera el de una mujer adulta sabía y descarada.

Hitsugaya estaba completamente interesado. En un principio ella siguió con la etiqueta adecuada y el cortejo transcurrió medianamente normal, hasta que empezó a demostrarle sus extraños pasatiempos, y que sí quería seguir adelante con su relación debería acostumbrarse a salirse de las normas que dictaba la sociedad. Él dudó por un momento, siendo el hombre correcto siempre fiel a las reglas y etiqueta que era. Su duda no duró mucho, no cuando ella le sonreía de esa manera que mandaba a volar su cordura.

Después de cuatro meses de frecuentar y escribirle a la joven dama Kurosaki Karin, Toshiro juntó valor y marchó solemnemente a la oficina de su padre, inclinándose profundamente mientras le rogaba por su bendición para desposar a su hija soltera, prometiéndole que la cuidaría con su vida, la amaría para siempre y velaría por su felicidad cada día.

El patriarca de los Kurosaki rió ante sus suplicas desesperadas, diciéndole que no había nadie en quien confiará más en el mundo para cuidar de su niñita rebelde. Sin embargo, a Karin no le bastaría con su bendición. Sí quería su mano en matrimonio, tendría que rogarle a nadie más que ella misma.

Cuando le propuso matrimonio y Karin le dijo rotundamente que no, la decepción se mostró tan profundamente en su rostro que ella no pudo soportar la risa y finalmente se apiadó de él y accedió.

Ella definitivamente no era una dama ordinaria, pero él no la cambiaría de ninguna forma. Era su extravagante dama, y así la amaba.

Fin.