Disclaimer: Crepúsculo no me pertenece, ni nada de su mundo solo es de la escritora Stephenie Meyer y asociados.


El principio de todo

En noche de luna llena, una manada de hombres lobos se había visto cerca del castillo de los vulturis en Italia. Esa noche salieron de caza a matar a los invasores, eran un gran peligro tanto para los humanos como para los vampiros y el secreto que protegen, Caius y Athenodora junto con sus hermanos, habían decidido acompañar a sus guardias a la cacería de lobos, todo iba bien hasta que Athenodora fue atacada por un hombre lobo...

Sus gritos resonaron por todo el bosque. El dolor flotaba en el aire, su veneno de vampira parecía tener su propia lucha con el de hombre lobo, Caius en su arranque de furia desgarro al lobo por herir a su compañera, y después de vengar su dolor se fue con esposa que se encontraba rodeada de sus hermanos y la algunos guardias que ya habían terminado con lobos que faltaban, hicieron una gran fogata para quemar sus cuerpos desmembrados.

Esa fría y espectral noche sobrenatural, no había terminado para Athenodora al ser atacado por un hombre lobo, tendría que morir de inmediato, pero una energía sobre humana la rodeo alguien con poder suficiente sobre la vida y la muerte había decidido darle una oportunidad de vida, al poder luchar con el veneno de lobo que corría por sus frías venas muertas.

Su esposo siempre cruel, la tomo en sus brazos, tomándola con delicadeza muy rara en él, llevándola al castillo su amado hogar desde hace varios siglos. Corriendo por los pasillos oscuros y solos, la llevo a la recamara que compartían como esposos aquella que había visto innumerables noches de pasión.

La desesperación por la vida de su esposa no había terminado para aquel vampiro, en aquella cama yacía su amada Athenodora su dulce esposa, llorando y gritando de dolor, un dolor que desgarraba su alma perdida. Por primera vez en siglos sentía impotencia y desesperación indomable, no podía hacer nada para detener el dolor del único ser que amaba realmente, el único ser que lo comprendía y no lo juzgaba por sus maneras tan viciosas y crueles.

La única mujer que lo amaba y le hacía feliz, estaba postrada en su cama agonizando de dolor, un dolor que la llevaría a su muerte. Todo por culpa de los hombres lobos ese día sobre su agonizante esposa juro destruirlos y llevarlos hasta la extinción, daría su vida a cambio de la de ella, pero era imposible...

Volteo a la mirada sobre su amada lo a que vio lo dejo estupefacto, nada había cambiado seguía agonizando sus oídos quemaban de escuchar su dolor y lo único que podía hacer era abrazarla y ronronear para ella dándole pequeñas lambidas sobre su rostro y cuello. Pero todo cambio cuando una salada gota de agua toco su lengua, y un repiqueo ruido se escuchaba de su pecho. Era el sonido del corazón humado.

Sus ojos no podían creer lo que veían, tantos años habían pasado desde que no veía milagros y Dios lo bendijo al no llevársela, eso significaba que los mostros como él y sus hermanos no estaban maldecidos por completo y el creador de la vida sobre la tierra y el cielo, no los había abandonado como creía desde hace mucho tiempo.

Era un milagro señal del amor inalterable de Dios.

Con ternura veía dormir plácidamente a su dulce esposa, maravilloso porque de esa forma podría descansar un poco. Jamás en su larga vida había escuchado de semejante bendición.

Sus hermanos, estaban triste por él sabían que se convertiría en una cascara vacía sin vida ni ganas de vivir, porque lo único que lo ataba a la tierra estaba muriendo lentamente, no habia querido interrupir sabían que Caius estaria muy inestable con su compañera en dolor, pero querían darle algun tipo de consuelo.

Paso el tiempo y los hermanos se inquietaban sin saber noticias de su pequeña hermana, pero de repente escucharon el sonido peculiar de un humano asustado. Ahora se preguntaban a qué hora su hermano subió a un humano a su recamara, pero todavía no se atrevían a interrumpir podría ser letal para el audaz.

No paso mucho tiempo después de haber escuchado al humano, la puerta de la habitación se abrió suavemente y salió un Caius un poco relajado pero sorprendido con una sonrisa en los labios.

Era raro verlo feliz dadas las circunstancias pero solo podrían ser buenas noticias, haciéndose a un lado dejo entrar a sus dos hermanos y a su hermana la cual le dio un abrazo y entro, una vez a dentro no daban crédito a lo que sus ojos inmortales veían, allí tendida sobre la cama dormía Athenodora como una humana. Sorpresa y alivio los inundó, desde el trágico accidenté.

Pasaron los días y ella se reponía, también estuvo sorprendida al verse en el espejo como humana en vez de vampira, pero quiso aprovechar su oportunidad de probar nuevamente la comida humana.

Caius siendo el guerrero feroz, no podía aguantar las ganas de estar nuevamente con su esposa y una noche después de su cena en el restaurante más caro de todo Italia la sedujo como lo hizo cuando la conoció, y la luz de la luna le hizo el amor con pasión contenida pues no quería hacerle daño su calor era embriagante, tanto que no podía contenerse la tomo como suya varias veces antes de darse por satisfecho llenándola con su semilla...

Otro suceso raro volvió a pasar cuando noto lo mal que se ponía su esposa, todas las mañanas después del desayuno, muy preocupado ordeno traer a un médico humano y él les dio la noticia más inesperada.

Serian padres, los celos lo invadían pero era imposible nadie en su sano juicio violaría a su esposa en frente de él lo cual solo quedaba una respuesta él la había embarazado.

El embarazo fue peor que el de cualquier otra hembra humana, su esposa empeoraba con el tiempo, otra vez se encontraba en tremenda angustia quería cambiarla pero sabía que su hijo moriría dentro de su vientre los quería a los dos pero solo tendría a uno le costaba elegir a quien salvar, pero su amada esposa había tomado ya la decisión no quería vivir a costa de su hijo.

Pero Aro siendo como era tuvo la idea más loca que se le pudo ocurrir, un día llego con sangre fresca era sumamente loco igual que él, pero que más podría perder. Caius se alegraba de tener hermanos, siempre se podía contar con que alguno tendría la respuesta de un problema.

Después de unos cuantos meses, Aro y Marcus había preparado todo para la llegada de su sobrino, esperaban a un niño sano y fuerte uno que guiaría a su ejército de vampiros a la victoria.

Pero fueron decepcionados en cuanto se dieron cuenta que había sido una niña pero no del todo ya que serían los únicos con una vampira nacida no creada y eso los enorgullecía, además las niñas son muy dulces y únicas.

Marcus Vulturi había encontrado a su compañera, al darse cuenta de los bonos que rodeaban a la bebe, fue como descubrió que estaba destinado a emparejarse con la hija de Caius Vulturi. Intento ocultar esta información sabría que no sería de agrado para su hermano, pero Aro como siempre tenía que hablar.

Caius como buen padre no dejo sola a su pequeña hija y tampoco descuido a su esposa que se encontraba en pleno cambio, estaba furioso cuando su hermano anuncio los bonos que había visto Marcus no le molestaron en un principio pero cuando escucho quien sería la compañera de dicho vampiro monto en cólera, apenas tenía unas horas de nacida y ya había sido reclamada. Aro como buen mediador le explico las ventajas, y claro acepto al escuchar cómo pudo haber sido emparedada a un vampiro mediocre o peor un supuesto vegetariano.

Su esposa estaba tan feliz con su pequeña niña y molesta con Marcus pero no tanto como su esposo, ella entendía y su hermano era el mejor candidato para su hija él era un rey.

Los días felices no duraron pronto se dieron cuenta que los Rumanos se preparaban para una guerra y no querían que nadie se enterara de la bebe sabían que podrían usarla en su contra para debilitarlos, pero en aquel tiempo uno de sus fieles guardias había encontrado su compañera en una humana extranjera.

Las opciones eran pocas y con todo su dolor entregaron a su tesoro más valioso, no sin antes darle una serie de advertencias y por supuesto consejos con la promesa de buscarla cuando todo se calmara.

Ella olvidaría a los vampiros no hablaría con nadie sobre lo que sabía, además quien le creería. Su compañero estaba orgulloso por la misión tan importante que le habían encomendado a su pequeña humana. Pero sentía tristeza por el tiempo que pasarían sin verse.

La guerra se extendió por casi diecisiete años, a los dieciocho la paz volvía a reinar los rumanos estaban muertos no quedaba ninguno vivo a pesar de haberse rendido los mataron no querían arriesgarse.

Al cabo de esos largos años se encontraban felices, por fin recuperarían a su tesoro.