─Es una lástima que muriera, realmente era guapo─ escuchó Eddie mencionar a unas moroi mientras caminaba hacia los dormitorios. Habían pasado ya cuatro meses desde aquél trágico encuentro que llevó a la muerte a su amigo, lo extrañaba, habían estado juntos desde pequeños y ahora ya no estaba a su lado, se sentía como si hubiera perdido una parte de su vida. Y así era, Mason era alguien muy importante en la vida de Eddie.

Recostado sobre la cama, el chico de ojos color avellana, miraba caer la pelota que anteriormente había lanzado al aire, sus pensamientos lo transportaron al pasado.

Como en muchas otras ocasiones se encontraba en Spokane, sentado sobre una silla en el medio en un frío y húmedo lugar, se sentía débil y apenas podía ver con claridad. Veía a la proximidad a un hombre alto y viejo, le pareció que su cabeza se movía y sintió algo parecido a un piquete sobre su cuello… La pelota cayó golpeándolo en la frente con brutalidad.

─Vaya que eres astuto Castile. ─ Dijo con ironía en su voz, se sentó sobre la cama sobando la frente para que no le saliera un chichón o un moretón. ─Mason estaría vivo ahora de no haber estado yo drogado. ─

Cada noche Eddie se reprochaba por la muerte de su amigo, no lo demostraba estando con sus amigos pero se sentía culpable y lloraba a ríos cada que el recuerdo o la mención de Mason Ashford se hacía presente.

Alguien tocó a la puerta, el rubio secó sus mejillas en un bostezo y se dirigió a la entrada de la habitación, estaba por llegar cuando la puerta nuevamente sonó, Edison abrió la puerta, no podía creer lo que veía, ─ ¡Hey Castile! ¿Por qué no abrías, estabas con una chica? ─ El chico de cabello rojizo se abrió paso hacia la habitación con un gesto serio rebuscando por el armario, no había nada.

─ ¿Qué hacías, eh? ─ Eddie no lo podía creer, aquél chico parecía Mason pero no lo era, él estaba muerto. ─Te dejé sin palabras─ dijo Mason sonriendo ladino ─lo cierto es que no era de esperar menos, con mi aspecto cualquiera lo quedaría, no eres el primer hombre en quedar atónito al verme. ─

Eddie apretó los ojos contra sus puños fuertemente, al volver a tener sus ojos despejados Mason ya no estaba ahí, el de ojos avellana suspiró aliviado.

Sobre su cintura sintió un par de brazos rodearlo y el fino mentón recargarse sobre su hombro. ─ ¿No te alegras de verme? ─ El frío aliento y la suavidad de la voz que escuchaba en su oído hizo a Edison estremecerse y sentir su corazón palpitar con fuerza, ─yo me alegro de verte, ¿por qué tú no? ─ Volvió a decir el oji-azul dejando en el aire una sombra de tristeza. Eddie no supo que contestar, se quedó callado, estupefacto y absorto de lo que estaba pasando en ese preciso momento. ─Tu silencio dice mucho. ─