Disclaimer: Los personajes de Hetalia le pertenecen al gran Hidekaz Himaruya.

LA NUEVA MODA DE CHINA

—China... —balbuceó Canadá con timidez, sonrojándose al ver lo que le estaba enseñando Wang Yao—. ¿E-estás seguro de que esto me sentará bien?

—¡Seguro que sí-aru! —exclamó el joven chino, ilusionado—. Se está empezando a poner de moda por aquí, y me gustaría que te lo probaras.

—P-pero es que... no sé si...

Wang Yao puso cara triste e hizo ademán de darse la vuelta con el traje, y Matthew se alarmó.

—¡De acuerdo, me lo probaré, me lo probaré!—exclamó a toda prisa, apurado. China se dio la vuelta con los ojos brillantes, y le pasó el disfraz. Canadá entró en el probador, y Wang Yao esperó con mucha impaciencia a que saliera.

Pasó un cuarto de hora, y China daba vueltas cada vez más nervioso. Incapaz de aguantar más, llamó a la puerta y llamó a Matthew:

—¿Te queda mucho-aru?

—¡N-no! Ya casi estoy... p-pero me da vergüenza... —balbuceó Canadá con una vocecilla casi inaudible. China se sonrojó muchísimo al oír estas palabras. En su cabeza, pensaba que Canadá debía verse maravilloso vestido con ese disfraz. Abrió la puerta sin avisar y al ver lo que había dentro de ese probador, por poco se desmayó.

—¡Aaaaah! C-China, no entres así de repente —gritó Matthew, enrojeciendo hasta la raíz del pelo. El chico se había puesto las orejitas blancas de gato del disfraz, y se le podía ver la esponjosa cola, lo suficientemente larga para rodearle una de las piernas. WangYao tuvo que taparse la nariz, pues le caían dos hilillos de sangre que por suerte, logró ocultarle a Canadá. Cuando se los hubo secado, se volvió hacia Matthew:

—¡Estás estupendo-aru! Ese disfraz está hecho para ti. Y estás...muy guapo-aru.

El joven oriental se sonrojó mientras Matthew apartaba la mirada, con las manos ante la boca, con los ojos vidriosos y demostrando timidez. WangYao se acercó por instinto, tomó al canadiense de la barbilla y le rozó suavemente los labios con los suyos. Sabían a melocotón.

—¡C-C-China! —gritó Canadá, temblando y con la voz casi quebrada—. ¿Q-qué haces?

—Vestido así, para mí, eres el más lindo del mundo —respondió China, acercándose de nuevo y volviéndolo a besar—. Te quiero...

Besó de nuevo a Matthew, y esta vez, el canadiense se dejó llevar y correspondió el beso. Inconscientemente, la mano de WangYao se disparó hacia las orejitas de gato y se puso a acariciar el suave peluche. Al separarse, dijo:

—Creo que hice bien en traerte este disfraz-aru.