Naruto es de Kishimoto. El sasuhina es nuestro, y es de lo mejor del mundo fiction.

Sasuke se levantó, sus ojos negros recorrieron con hastío el lugar. ¿Desde cuándo se dejaba convencer tan fácilmente?

Esa noche por más que lo había intentado no lograba conciliar el sueño, así que había decidido salir de su casa y vagar un rato. Caminando sin sentido había llegado a uno de los tantos parquecillos de árboles ralos que habían en la ciudad. Allí se había encontrado con Suigetsu, su compañero de clases. Un loco que al parecer igual que él padecía esa noche de insomnio.

Las buenas migas que habían hecho esos dos había sido sorpresa para más de uno en el instituto al que asistía. Hacía tres años que Sasuke había llegado a ese lugar. Creando conmoción entre la población femenina (de nuevo tenía a horda de molestas y chillonas chicas persiguiéndole) y también entre el género masculino cuando se alistó en el equipo de kendo y había pedido enfrentarse con el capitán. Al cual terminó venciendo en un memorable combate.

Hozuki Suigetsu fue la comidilla de todo el lugar por varios días, el mismísimo capitán había sido vencido por un arrogante novato. Desde ese día el Club "Las babies de Suigetsu-kun" pasó a llamarse el Club "Somos tuyas, Sasuke-sama"

Con todo eso en vez de crearse una rivalidad entre ellos todo lo contrario había sucedido. Comenzaron a llevarse bien. Suigetsu era un tanto molesto, escandaloso y hasta cierto punto malicioso pero también era el único que (junto con su hermano Itachi) realmente le daba buenas peleas en los combates de kendo. El chico de cabello plateado era un rival formidable.

Sasuke respetaba al chico (cuya sonrisa recordaba la dentadura de un tiburón) porque al igual que él disfrutaba de usar una espada. Suigetsu no buscaba fama o gloria, sólo gustaba de divertirse batiéndose en un duelo. Juntos habían logrado darle el uno y dos al instituto en las competencias nacionales.

Lo malo de su relación con Suigetsu era, que al igual que su amigo de la infancia Naruto, lograba sonsacarlo para hacer ciertas estupideces. Como la de esa noche.

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Una chica de largos cabellos negros, que al contacto con la luz parecían volverse azulinos, suspiró aliviada. No había nadie alrededor. Pero qué esperaba si prácticamente era de madrugada. Corrió la puerta con algo de esfuerzo, estaba bastante pesada. Conocía el lugar a la perfección así que no le fue difícil dar con él en la oscuridad, aunque la luz de la luna le había ayudado bastante.

Estaba loca por adentrarse de nuevo allí. Sin permiso, sin compañía. Si su padre se enteraba que había salido de la mansión una vez más sin supervisión se le iba a armar un lío grande. Pero valía la pena el riesgo que corría. Al fin podría soltar toda su tensión del día, deshacerse del mal aura que le rodeaba, liberar por completo su espíritu cuando se introdujera en ella.

Primero su mirada pareció un tanto titubeante pero luego se tornó decidida. No se iba a echar para atrás. La vaga claridad que se colaba por el techo de cristal era suficiente para no utilizar las lámparas. Los labios dibujaron una sonrisa de anhelo en el ovalado rostro de Hinata Hyuuga cuando ésta contemplara la enorme piscina que brillaba enigmática con la luz de la luna llena.

Adoraba nadar. Era lo único en lo que era buena realmente. Las fuentes naturales era sin duda lo que más extrañaba de su antiguo hogar: Konoha. Por segunda vez en la semana se introducía de manera clandestina al domo de natación del Instituto. Un lugar al que había elegido precisamente por eso, por su buen club de natación. Ella pensaba ser otra cuando se mudara allí. Quería cambiar de alguna manera. Pero había cosas que por más que se intentaran modificar no se lograba de ninguna forma posible. Su excesiva timidez era una de esas tantas cosas.

Depositó la pequeña maleta que traía sacando una toalla del interior. Se desvistió los pantalones de deportes y bajó la cremallera de su chaqueta. Por más que estuviera sola Hinata no puedo evitar sonrojarse. Con las mejillas encendidas, como dos enormes brasas ardiendo, se quitó la enorme chaqueta que cubría uno de sus más "vergonzosos" problemas. Uno de los tantos que aminoraban su confianza en sí misma. La chica bajó la mirada, torciendo una mueca.

Sus pechos parecían no querer dejar de crecer. A pesar de haber sido nadadora desde pequeña, sus pechos no se habían vuelto planos como le había dicho una vez su hermana Hanabi que serían si no dejaba de nadar tanto.

No entendía como había mujeres que hasta se atrevían a rellenarse el sostén con tal de aparentar más talla de la que poseían. A ella no le gustaban los suyos. Le hubiera gustado tener unos senos pequeños pero bien formados como los de sus amigas de Konoha, Sakura e Ino. No es que sus senos fueran descomunalmente enormes, era sólo que eran más desarrollados que los de la mayoría de las chicas. Una de las ciertamente "populares" hasta se había atrevido a decirle que le parecían de los más falsos sus implantes. Las otras se habían carcajeado de ella. Una vez más había salido huyendo de los vestidores, en donde se cambiaban para deportes, completamente roja hasta los dedos de los pies.

Pero qué más daba eso ahora. Estaba frente a la piscina, sola, sin nadie que le mirara de alguna forma que le hiciera sentir incomoda, a punto de dejar que el agua eliminara sus penas cuando la envolviera. Y con ese alentador pensamiento en su cabeza Hinata de lanzó a la alberca.

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—Estoy harto, Suigetsu. Me voy. —Dijo al fin el pelinegro.

—Vamos, Sasuke espera un poco…

—Tsk, no sé cómo accedí a esta idiotez. —Masculló molesto.

—¿Por qué nunca puedes ser divertido, Sasuke? — Dijo el otro sin voltear. Suigetsu aún no entendía por qué se llevaba tan bien con el parco muchacho. —Deja de ser tan estirado… dime qué opinas, ¿lo estoy haciendo bien? —Comentó tratando de ganar algo de tiempo.

Suigetsu volteó con una traviesa sonrisa hacia Sasuke. Toda la contestación que obtuvo fue un rodar de ojos.

—Bien interpretaré eso como un "Botticelli se moriría de envidia". —Dijo en un murmullo.

El ruidillo de rocío continúo volvió a escucharse en el lugar en donde estaban: el gimnasio.

—Me largo.

Suigetsu interrumpió su labor al escuchar a su compañero. Justo en la pared norte de la cancha de basquetbol, debajo de la pantalla que mostraba los marcadores, Hozuki llevaba a cabo una artística venganza contra el entrenador del equipo de baloncesto. Un enorme grafiti del entrenador en una exótica lencería con la leyenda "La Insaciable Nena de Orochimaru." El gran parecido del dibujo con Kabuto realmente impresionaba. Podía decirse que Suigetsu tenía una buena vena de pintor. Y Sasuke sabía de eso. La pintura había sido la gran pasión de su madre.

Sasuke se alejaba sin interesarse en si Suigetsu le seguía o no.

—Está bien en un momento te alcanzo. —Dijo sin reprimir el puchero en sus labios delgados.

El pelinegro divisó, con la ayuda de la claridad de la luna, el camino hacia el hueco de la malla por la que se habían colado. Pero entonces vislumbró una silueta encapuchada que caminaba con paso presuroso y atravesaba los patios de instituto. ¿Sería acaso algún ladrón o tal vez otro idiota más como Suigetsu?

¡Kuso! La figura se dirigía justo hacia las instalaciones deportivas. Y parecía encaminarse sin duda a donde se encontraba el baka de Suigetsu.

A pesar de la situación, el Uchiha parecía reacio a entrar en pánico. Si se comportaba de manera desesperada lo único que lograría hacer sería cometer alguna estupidez. Así que, tan rápido como pudo pero con paso sereno, siguió al desconocido.

Para tranquilidad de Sasuke, el misterioso visitante no se dirigió al gimnasio. Tomó rumbo directo al domo de natación. Miró al sujeto jalar con dificultad la puerta para luego introducirse y perderse de su vista. Momentos después escuchó el golpe en el agua.

Tal vez la continua convivencia con el tonto se Suigetsu le estaba afectando porque sintió una enorme curiosidad por saber quién era el extraño que al parecer había ingresado a la escuela a esa hora sólo para nadar. Sin duda era alguien tan idiota como su compañero porque ¿Quién en su sano juicio nadaba a esas horas?

Sigiloso se acercó al lugar. Jaló sin esfuerzo alguno la puerta corrediza. El lugar estaba sombrío, los rayos de luna iluminaban quedamente la ancha fuente de agua.

Sasuke enfocó los orbes negros hacia la piscina. La imagen que vio le hizo tener una inusual sacudida.

Una chica flotaba en el centro de la alberca.

Parecía como uno de los cuadros prerrafaelitas, esos que parecían un tanto tristes, hasta nostálgicos, esas bellas piezas de arte que tanto amaba su madre.

La luz tenue hacia resaltar la blancura casi irreal de su cuerpo. Tal vez el efecto era más impresionante porque lo inmaculado de su piel hacia un dramático contraste con su bañador negro y su larga mata de cabello oscuro. Una hermosa cabellera que se ondeaba con si hiciera un lento danzar en la superficie del agua

Sasuke sacudió ligeramente la cabeza, ¿qué clase de idioteces eran esas que había pensado? ¿Desde cuándo él comparaba a lunáticas que nadaban solas con cuadros de artistas seguramente tan locos como ellas?

Sasuke se dio media vuelta. Pero antes de marcharse escucho el chapoteó. El muchacho soltó un bufido, de nuevo la curiosidad le hizo voltear, ya no tenía duda: Suigetsu era una mala influencia. Dirigió de nuevo la vista hacia la chica pero por más que enfocó la mirada no pudo encontrarla. ¿Todo había sido una ilusión?

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La respiración de Hinata era pausada, serena. Había decidido de último momento no nadar sino simplemente flotar en medio de la piscina. Pensaba que tal vez con eso el enorme peso de sus inseguridades y miedos se hundirían al fondo de la alberca, dejándole sólo a ella en la superficie junto con un espíritu renovado, diferente, libre.

Apenas y se movía. Mantenía sus ojos cerrados disfrutando de la paz que la envolvía. Una tranquila sonrisa apareció en sus facciones. Su anterior gesto de concentración ahora se volvía de placer. Comenzó a sentirse… contenta. Siempre era de la misma manera. El agua era como un bálsamo mágico que siempre parecía curarla de alguna misteriosa manera.

De pronto de un rápido movimiento, como una sirena de mar que agitaba su cola de pez, la chica se hundió en la profundidad de la piscina.

Dentro era diferente, era otra Hinata. El agua le cambiaba. Hacía que sus movimientos torpes en tierra dentro de ella fueran delicados. Como si se tratara de un raro baile en el fondo del líquido, la chica se contorsionaba con movimientos finos. Era como si tuviera un danzar consigo misma. Movía con suavidad sus brazos, giraba con parsimonia sobre las puntas de sus pies, parecía como si realizara un lento ballet submarino. El largo cabello negro comenzó a ser su compañero de danza. La melena azabache se mecía con lentitud, iba y venía con ondear suave, al ritmo de los pasos de su propietaria.

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La loca de la piscina no salía. El estoico Sasuke Uchiha comenzó a ponerse nervioso. Se acercó a grandes zancadas al borde del agua. Ella estaba justo en el fondo. Moviéndose, muy extrañamente. Tal vez tenía un calambre y se estaba ahogando.

¡Kuso!

¿Por qué rayos había venido a nadar sola? ¿Qué nadie le había dicho a esa idiota que la primera regla para nadar era nunca hacerlo solo?

¿Ahora qué diablos iba a hacer y dónde rayos estaba el teme de Suigetsu cuando le necesitaba? Las manos comenzaron a ponérsele frías, luego empezó a sentir un sudor en las palmas.

No le iba a quedar de otra. Tendría que hacerlo él.

Detestaba el agua. No era buen nadador, nunca lo había sido. A lo mucho había aprendido a flotar de pequeño y a eso se resumían todas sus habilidades acuáticas. La culpa la tenía el idiota de Itachi que casi lo ahogaba al lanzarlo en el lago cercano a su casa de verano. Una experiencia que no podía olvidar. Ahí habían terminado sus relaciones con las fuentes estancadas.

Pero por más miedo que tuviera al agua, no podía dejar morir a la chica. ¿Qué tan difícil podría ser sacarla? Sin pensarlo más Sasuke se sacó los zapatos y se clavó hasta el fondo de la alberca.

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Hinata se sobresaltó. Abrió los ojos de repente, el susto se leyó en sus ojos. Alguien había entrado a la piscina. Aún debajo se giró en dirección al golpe y entonces, apenas con la poca luz que se filtraba por el techo, vio con gran terror que alguien se aproximaba con rapidez hacia ella. El miedo la paralizó por completo cuando el extraño llegó hasta ella. Entonces Hinata se encontró frente a frente con la mirada más estremecedora que había visto.

Había algo en esa mirada que le pareció conocida, esos misteriosos ojos negros le hicieron sentirse pequeña, temblorosa... patética. El chico trató de sujetarla sin embargo ella fue más ágil y desplazó su mano lejos de ese intempestivo agarre. Le vio hacer muecas de enfado. Sus ojos de demonio parecían querer decirle algo, pero no era tan tonta para quedarse mirando y tratar de descifrarlo.

Hinata tomó impulsó en el piso. Moviéndose con gran destreza en el fondo, se deslizó en un delfineo rápido alejándose lo más que podía sin detenerse a averiguar si el extraño le seguía o no. El corazón le latía desesperado, producto del esfuerzo y el miedo. Un bombardeo de preguntas se le atiborró en la cabeza. ¿Y si la alcanzaba? ¿Qué pasaba si no estaba solo? ¿Si la atrapaban y le hacían algo?

La chica emergió a la superficie, con ágiles brazadas llegó de inmediato a la orilla de la alberca. Buscó, con desesperación latente en sus ojos de nieve, a su alrededor. Hinata sacó aire con alivio. No había nadie más. Pero a sus espaldas escuchaba el golpeteo brusco que sacudía el agua de la piscina. El extraño le seguía.

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La sorpresa de Sasuke fue mayúscula cuando le vio nadar como toda una sirena. Maldita mujer. ¿Qué rayos hacía entonces hundida de aquella forma? El chico pataleó intentando salir a la superficie. Con braceo en sumo torpe logró mantenerse a flote. Entonces el pelinegro cometió un gran error: le soltó un grito enfadado a la chica.

De inmediato el agua se coló por su garganta ahogándole momentáneamente. En reflejo Sasuke aspiró pero con esto sólo consiguió que el agua se introdujera más robándole aun más oxígeno. La desesperación empezó a invadir al chico haciendo que comenzara a manotear de manera errática. Pero por más que hiciera, el líquido seguía entrando a raudales en sus pulmones. Sasuke colapsó. A su mente llegaron sus padres cuando era arrastrado hasta un oscuro abismo húmedo.

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Hinata salió tan rápido como pudo. Mientras se dirigía casi corriendo hacia sus cosas otra avalancha de angustiosas interrogantes le asaltaron. ¿Le habría reconocido el chico? ¿Sabría quién era ella? ¿Qué pasaría si le delataba? O peor, si era un canalla como tantos que abundaban en ese lugar, ¿se atrevería a chantajearle?

Hinata aún respiraba con dificultad. Si la delataba se metería en muchos problemas, pero si la chantajeaba… ¡Kami! ¿Qué iba a hacer? Se encaminó tan rápido como pudo a la salida.

De pronto cayó en cuenta de algo: el silencio era demasiado. ¿Por qué ya no se escuchaba el chapoteo en el agua? En ese momento giró la cabeza hacia la piscina. La quietud del agua era lo único que recibía como imagen sus ojos. Un lento ondear mecía el líquido. ¿En dónde estaba el extraño?

Entonces sus ojos casi salieron de sus cuencas… ¿acaso, él todavía no salía, aún seguía en la piscina?

No, tal vez era una trampa. Todavía con ese pensamiento suspicaz acicateándole la cabeza, se acercó a la alberca. Sus ojos se desorbitaron aún más.

Por la posición del cuerpo, el chico no podía estar fingiendo.

Hinata no lo pensó dos veces. En el fondo lucía el cuerpo inerte de su perseguidor. Tan rápido como pudo llegó hasta el piso de la alberca donde el cuerpo del pelinegro yacía sin vida.

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Muchas gracias por leer. Espero recuerden esta historia. Subiré dos de los capítulos que había pero pronto se le unirá el resto.