Harry cerró los ojos intentando serenarse.

Respiró profundamente un par veces y contó hasta diez en su cabeza mientras botaba lentamente el aire.

Sabía que Draco tenía sus grises ojos puestos sobre él con una ceja en alto, podía sentirlos casi como si quemaran. No era necesario estar viendo para asegurarlo.

También sabía que su postura en ese instante era firme y segura, y que con los brazos cruzados aguardaba a que Harry prosiguiera con su discurso para así llegar a alguna conclusión sobre la discusión, a algún consenso, a un "lo que sea" para poder avanzar, pero llevaban los últimos treinta minutos gritándose el uno al otro, sin ir hacia ningún lado con la disputa.

Y es que a Harry lo embargaban dos emociones que difícilmente podía controlar. Ambas se peleaban arduamente en su pecho por gobernar, afanadas en determinar la siguiente tanda de palabras que le soltaría al rubio.

Se sentía totalmente enojado, el cuerpo le temblaba por la ira que recorría cada célula de su cuerpo y se sentía horriblemente herido, como nunca lo había estado antes. El pecho le dolía tanto que no creía poder aguantar las lágrimas por mucho tiempo más.

Quería gritar, de rabia y de dolor, quería abrir los ojos y estar mirando el dosel de su cama matrimonial con una gota de sudor frío cayéndole por la espalda a causa de alguna pesadilla, quería estar combatiendo contra un nuevo Voldemort, quería cualquier cosa que no fuese lo que estaba sucediendo en ese instante.

Pero nada se podía hacer al respecto más que hacerle frente a los acontecimientos.

Suspiró pesado una vez más.

—¿Y bien? –espetó Draco, exasperado por tanta demora de su parte. —¿Sólo te limitarás a gritarme? ¿En serio no me creerás? –preguntó nuevamente, le había cuestionado aquello minutos antes pero Harry se había abstenido de responder.

—Es que ¿Qué quieres que piense, Draco? –Los ojos de Harry se abrieron para hablarle al rubio con un tono de voz cargado de ira —Cada vez que llego a casa me encuentro con Nott y ahora, me voy por dos semanas debido al trabajo, a una misión de la que no me podía zafar, y en cuanto pongo pie aquí no sólo me encuentro nuevamente con el idiota, sino que está en nuestra habitación, durmiendo en nuestra cama, usando mi ropa mientras duerme contigo. –Agregó, subiendo la voz conforme decía las palabras, enfatizando aquellas que se referían a lo propio. —Cierto. ¿Mencioné que además tú estabas en paños menores?

—Pues, si me dejaras hablar yo te podría explicar perfectamente lo que sucede, pero no has hecho otra cosa más que gritarme. Llegaste, te vi tentado a enviar a Therodore a Azkaban por un delito que no existe y luego de que estuviste a nada de golpearlo como si fueras un salvaje, te dedicaste a soltarme lo que se te dio la gana –El rubio le frunció el ceño de una forma tan intimidante como sólo él sabía hacerlo.

—Llevamos más de media hora discutiendo –Harry explotó mientras conjuraba un tempus, el cual se formó con enormes números sobre ellos debido al enojo. —Y no me has soltado nada que explique qué hacías con Nott en la cama.

Draco se arregló la túnica antes de volver a cruzarse de brazos y clavar los ojos en el pelinegro.

—No sé qué mierda contigo, Harry –Le dijo luego de la pausa. Se sobó la sien izquierda antes de continuar. —¡Es que soy tu esposo, joder! Llevamos diez años casados, lo suficiente para hacerme creer que tú no serías capaz de engañarme, yo no te creo capaz de eso. Entonces no me cabe en la cabeza, de verdad, que tú pienses que yo si te haría tal cosa.

—No puedes culparme por desconfiar un poco, menos con la escena que vi, además, Draco, nunca fuiste de fiar. –El pelinegro no logró morderse la lengua.

—¿Nunca?

—Desde los once años, que es cuando te conozco, le jodías la vida a quien se te pasara por delante con mala cara ¿O no? Dime que no intentaste quitarle el trabajo a Hagrid las veces que te fueron posibles ¿O me equivoco? Déjame entonces darme el beneficio de la duda.

—Era un niño, Harry –Le dijo el rubio, mientras internamente se debatía entre sentirse perplejo o enfurecido. ¿De verdad estaba sacando temas que se supone ya estaban zanjados y que no tenían nada que ver con su estúpida discusión? —Lo admito, si, quizás fui un cabrón, pero sabías perfectamente quien era al momento de que comenzáramos nuestra relación. Estabas al tanto de las cosas que había hecho y que decisiones había tomado, así que no vengas a sacar a colación necedades que no van al caso, porque si quisiste estar junto a mí a pesar de mi pasado es porque confiabas en mí. Deberías seguir confiando.

—Explícame entonces, para que siga confiando porque me lo estás haciendo muy difícil ahora. –soltó Harry, negándose a escuchar.

—Con Theodore estamos analizando un caso muy complicado, no encontramos solución a nada y los síntomas del paciente se incrementan. Es todo. Es lo mismo que te expliqué hace un mes cuando lo viste acá por la mañana y es lo mismo que te responderé las próximas veces que se siga apareciendo en nuestra casa. –El semblante del rubio no reflejaba nada más que seguridad y firmeza. No había ninguna señal que dijera mentira y del que Harry pudiese aferrarse para sonsacárselo. Draco se lo había comentado hace cuatro semanas, cuando las visitas de Nott habían comenzado a ser frecuentes en el domicilio que poseía con Draco. Sin embargo, por más que desease creerle Harry no podía.

Era su esposo, lo amaba más que nadie, como nunca había amado a otra persona en su vida. Pero tenía sus dudas. Las pruebas de que le había sido infiel estaban danzando frente a sus ojos y Harry no podía hacer otra cosa más que acunarlas y confiar en ellas.

Draco jamás en los diez años que llevaban casados había demostrado tener intenciones de terminar con su matrimonio, de ninguna forma, ni por las buenas ni por las malas. Habían celebrado la unión muy jóvenes, los primeros de su círculo de amigos, y por más que la gente les vaticinara un futuro lleno de las peores tragedias maritales, lo habían resuelto muy bien. Eran el uno para el otro. Harry siempre lo decía y Draco se aguantaba una sonrisa, giraba los ojos y le decía lo asqueado que se sentía por tanta cursilería.

Tenían discusiones, claro, como todos y una que otra pelea un poco más grave que a fin de cuentas se había originado por alguna estupidez.

Llevaban una vida perfecta. Y a Harry se le estaba haciendo añicos frente a sus ojos.

—No te creo –confesó finalmente, con un hilo de voz. ¿Es que tanto le costaba a Draco confesar su infidelidad? Casi que estaba dispuesto a perdonarlo si así fuese.

—Que idiota.

—No puedo creerte –le espetó el ojiverde —Es que no me parece. Yo jamás me he quedado a dormir con alguno de mis compañeros para terminar de resolver un caso.

—De todas formas no fue planeado, yo encontré algo de entre mis notas, envié una lechuza a Nott y nos quedamos hasta muy tarde sacando conclusiones, en algún momento nos quedamos dormidos y eso fue. Para tu maldita tranquilidad, no hubo sexo ni otra cosa...

Veritaserum –Soltó Harry antes incluso de que el rubio terminase de hablar. Draco levantó una ceja, confundido, no muy seguro de haber oído bien. —Tienes veritaserum y si no, la puedes preparar, se te da fenomenal. Cuéntame esto bajo la poción y te creeré. -Exigió.

En cuanto salieron las palabras de entre sus labios le pareció que la idea no sonaba tan bien como en su cabeza, pero nada se lo confirmó mejor que la expresión del rubio, aquella que entrenada para no reflejar lo que sentía, flaqueó.

Primero sus ojos y boca fueron de sorpresa, sólo por un segundo, ojos como plato y boca abierta. Sin embargo, cambió en seguida a un ceño fruncido y mandíbula apretada, gritando ira pero que de todos modos sus ojos no acompañaron. Casi podía ver las lágrimas amenazando con salir, quemando sus bellas perlas grises por contenerlas.

Sin embargo, ninguna gota bajó por su mejilla a pesar de que la claridad de su piel y ojos lo delataran, tornándose coloradas.

—Si esperas que me someta a este estúpido interrogatorio, entonces pierdes tú tiempo, Potter. –Le dijo con la voz muy alta, casi gritando. Gritar le haría perder la compostura y eso era algo que no estaba en la sangre de un Malfoy. —No soy un delincuente al que le tengas que sacar información.

Draco dio unos cuantos pasos en dirección contraria de donde Harry se encontraba. Estaba tenso y sus manos apretadas en puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvían todavía más claros que el color de su piel.

Luego se detiene, se gira hacia Harry y abre la boca para decir algo. El pelinegro se cruza de brazos esperando las palabras del rubio, pero éste último se arrepiente y antes de girarse, le regala una de esas miradas que desde el colegio no intercambiaban. De rabia pura, rosando los límites del odio.

—¿A dónde vas? –le espeta Harry.

—Donde tú no estés, Potter –Draco alcanza el pomo de la puerta para cuando Harry habla.

—Si te vas ahora sin una explicación, entonces no estaré dispuesto a escucharte nuevamente –le escupió Harry, con todas las intenciones de ponerlo en aprietos. Es lo mínimo que podía hacer para vengarse del horrible actuar de su marido.

—Entonces, te deberías largar ahora –agregó, sin siquiera mirarlo, para dejarlo ahí plantado, sólo en medio de su habitación, aquella habitación que hasta la fecha habían compartido hace una década.

Harry se aclaró la garganta, permitiendo que una lágrima de ira y dolor cayera por su mejilla.

Si Draco había estado dispuesto entonces a echar abajo todos los años que llevaban juntos, entonces él no podía hacer mucho para que las cosas se arreglasen, menos si éste parecía tan reacio a cooperar.

Sintió que lo odiaba por un segundo.

No realmente claro, pero fue muy similar.

El auror Potter sólo se limitó a concentrarse en la casa de sus amigos, Hermione y Ron para aparecerse cuanto antes por allí.

Lo último que vio antes de desaparecer de su habitación, fue la foto de su boda colgada en una de las paredes.

Al abrir sus ojos empapados en lágrimas, sólo vio la acogedora sala que no pertenecía a su casa.