—¡Papá, Mamá!—gritó en un pedido de auxilio.
Los pequeños oídos del niño, escuchaban un sonido desconocido, no podía distinguir de que se trataba, pero sí de donde provenían y lo hacían del armario, lo que significaba que había alguien más aparte de él en su habitación, impidiéndole que pudiera cerrar sus parpados y dormir, no si no podía apartar sus ojos del armario que temía que se abra en algún momento.
Los padres, Mabel y Bill al escuchar el grito lleno de terror, enseguida se levantaron de la cama. La mujer tomó lo primero a mano: Su garfio volador. Para defenderse como proteger a su niño de lo que sea que lo estaba atacando, Bill no tomó nada, pero él ya era peligroso por sí solo.
—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? —preguntó histéricamente la mujer, al momento de pisar el cuarto, prender la luz y mirar a su alrededor—¿Estas bien?—acercándose a su hijo, le acarició su pelo.
El niño que estaba tapado hasta el puente de la nariz, asintió temblando y al rato, apuntó con su dedo al armario.
—Hay monstruos en el armario —espetó.
Mabel asintió y a pasos lentos se dirigió hacia allí, su garfio volador en mano, tomando como si fuera una pistola, se puso al costado, tomó la perilla suavemente, la giró, se preparó y...
—No hay nada ahí.
Los ojos del niño estaban bien abiertos.
—Yo lo escuche —estaba asustado. Había oído que algo mas había ahí —¿Se hizo invisible?
Mabel uso el garfio pero no choco contra nada, solo la madera. Bill quien estaba al margen de lo sucedido, aprovechó por pisar la cucaracha con su pantufla que de seguro era la causante de ese sonido.
Así que al no pegarle a nada, la fémina se adentró y definitivamente no se encontraba nada ahí.
—Lo revise y no hay nada—dijo—Vuelve a dormir, cariño—pidió mientras le depositaba un beso en su frente. En eso los ojos dilatados y asustados del niño se dirigieron a su padre.
—Papa ¿De verdad no hay monstruos en el armario?
Estrella fugaz, lo miraba de una forma que le sugería: "Le dices que sí y uso el garfio volador contra ti"
—No, no hay —repuso tranquilamente.
—¿Quieres que te deje la luz encendida? —preguntó su madre.
El asintió repetidas veces.
—Dulces sueños —expresó Mabel, antes de marcharse. Al ver Bill que Estrella Fugaz había desaparecido de su vista, llamó a su hijo, quien lo miró con curiosidad.
—¿Qué pasa, papá?
—Quería asegurarte que no hay monstruos en el armario—él se sintió aliviado—Pero si debajo de la cama ¡Que tengas dulces pesadillas!
Y se fue de la habitación, apagándole la luz.
