Y hablando de historias un poco fuera de lo común, aquí llego yo con esta jajaja. Es bastante Au, no puedo negarlo. Sin embargo, sigue un poco una línea que se acercará a la serie de alguna forma. Y si, otra vez yo y mis diferencias de edad, ¿que puedo decir?, esta es una idea que me vino hace tiempo, porque hay muchas historias en las que Castle es quien le lleva unos cuantos años a Kate, pero nunca al revés, así que me atreví a hacerlo y esto fue lo que salió.
Solo denle una oportunidad y espero que la disfruten ;).
El techo no estaba menos mugriento que las paredes. Aquella habitación olía a cosas que Rick ni siquiera se imaginaba. Era como si hubiesen metido a un montón de adolescentes sudorosos dentro de una misma habitación. Pero no podía quejarse.
Este era su hogar ahora. Otro más.
Había estado en al menos seis casas de acogida durante los últimos cuatro años. Desde que se había quedado huérfano gracias a la muerte de su madre en un accidente de coches, había estado en el sistema estadounidense, yendo de casa en casa. Casas en donde obviamente no le querían, en la que él solo significaba una entrada de dinero extra, en donde se sentía, una vez más despreciado.
Y es que a sus diecisiete años se había sentido despreciado toda su vida. Incluso Martha, su madre, cuando ambos vivían en un barrio de Brooklyn, en donde los vicios eran el día a día, lo rechazaba constantemente. Tenía este gran sueño de ser actriz en Broadway, de cantar en musicales y ganar mucho dinero. Pero lo único que fue capaz de comprar fue una casa que prácticamente se caería con un soplido y en donde te congelabas el culo en invierno porque no tenía calefacción.
Castle se recostó de lado en la cama y miró fijamente la pared.
Estaba cansado, harto, hastiado, de ir de allá para acá, sin rumbo, sin alguien que simplemente quisiera ayudarle de verdad.
Estaba convencido de que en el mundo no habían personas buenas. Quizás unas eran más egoístas y malas que otras, pero finalmente, todas estaban podridas por dentro.
Alguien entró en la habitación. Era otro de los tantos chicos de acogida que tenían en esa casa. Un chico grande, que siempre estaba fumando.
-¿Tu quien coño eres?.-Preguntó mirando a Castle con el ceño fruncido.
-Rick.-Dijo este sin más.
-Pues aquí no vas a dormir.
-Es la única cama que hay.
El chico se acercó a Rick mirándolo con el cigarrillo en los dedos.
-Ese no es mi puto problema. Esta habitación es mía.
Castle se puso de pie quedando muy cerca del chico.
-Pues te jodes, ahora es mía también.
El chico, de ojos verdes, lo miró con los ojos entrecerrados.
Sonrió a medias y cogiendo el cigarrillo lo puso en el brazo de Rick quemándolo.
Él miró hacia abajo sintiendo como su piel ardía y cuando levantó la vista vio a su "hermano de acogida" mirándolo desafiante.
No tardó en dos segundos en embestir contra él haciendo que su enorme cuerpo chocara contra la pared.
Rick, o Castle, como le gustaba que le llamasen sus amigos, se impulsó en su patineta hasta llegar a donde estaba su amigo Chuck mirando a otro chico patinar y hacer piruetas en una rampa.
Desde que tenía doce años, había encontrado en el skate, una vía de escape a todos sus problemas. Con el poco dinero que tenía en su momento, se había comprado una patineta de segunda mano. Había tenido que hacerle alguna que otra reforma, pero ahora él y la tabla eran inseparables.
-¿Y ahora que te ha pasado en el ojo, tío?.-Le preguntó Charles, mejor conocido como "Chuck".
-Un gilipollas en la casa en la que estoy.- Respondió sentándose a su lado en el suelo.-Se pensó que me dejaría intimidar.
Chuck rió entre dientes.
-Tienes que dejar de hacer eso.
-¿El qué?.
-Meterte en todas las peleas que encuentras.
-Perdona, esta no me la encontré, él la buscó.
-Bueno, al menos dime que le has dado una paliza.- Castle sonrió.
-¿Tu qué crees?.-Chuck acercó su mano y ambos adolescentes chocaron los puños.-Lo malo es que se han enfadado en la casa porque hemos destrozado la habitación.
-Joder, tío, enserio.- Chuck meneo la cabeza.-Yo se que dices que las casas son un asco pero tú te la pasas haciendo cosas para que te echen. Como esa vez en la que dejaste todos los lavabos abiertos inundando la casa por completo.
Castle sonrió orgulloso.
-Ah, eso fue divertido, no puedes decir que no. Además, ¿A ti que te pasa hoy?, ¿Te has tragado una anciana?.
Chuck le enseñó el dedo medio.
-Deberíamos salir al bar de siempre con los chicos.
-No sé, el otro día casi nos cogen.
-Ah venga, siempre se creen que tenemos veintiuno. No pasara nada.- Insistió Chuck.
-Si probablemente tengas razón.
Ambos siguieron mirando al chico que continuaba en la rampa durante varios minutos en silencio.
-Eh, mira quienes vienen allí.- Casle giró la vista el sentir los dedos de su amigo en el brazo.- Bua, que buena está Ashley tío. Daría lo que fuera por meterme en esas braguitas.
Castle miró al grupo de chicas que llegaban al lugar. Dos rubias y una morena. Las chicas eran preciosas, y él también daría lo que fuera por hacer lo que su amigo acababa de decir. Pero para él, hablarle a una chica era como si le dijeran que debía lanzarse de un puente. Se cortaba, comenzaba a sudar y decía cosas que no debía decir.
Chuck era todo lo contrario a él. Sus padres tenían pasta, las chicas le adoraban a pesar de lo imbécil que era y lo más importante, no era virgen.
Castle se sonrojó ante ese pensamiento y apartó la vista. Probablemente si alguna de esas chicas se enteraba de que él era virgen se reirían durante horas.
-Hey, Ashleley.- Chuck alzó la mano saludando a una de las rubias y ella le regresó el saludo sonriendo.-Venga, tío, vamos a acercarnos.-Dijo comenzando a ponerse de pie.
Castle gimió silenciosamente y se puso de pie acompañando a su amigo.
-Bueno, pero mirad que bellezas tenemos aquí.-Dijo Chuck con todo su encanto.-¿A ti que te parece, Castle?.
Castle miró a su amigo con una mueca y este puso los ojos en blanco.
-¿Vais a patinar o qué?.-Preguntó entonces Chuck para buscar conversación.
-Sí, ¿Por qué? ¿Quieres mirar?.-Preguntó Tori, la morena, con una sonrisa.
-Señoritas, nada me haría más feliz que mirar vuestros hermosos cuerpos mientras patináis.-Todas rieron.
-¿Y tú que, Rick? Tan callado como siempre.
-Solo hablo cuando es necesario.-Dijo Rick metiendo las manos en los bolsillo de su sudadera.
Todas se miraron a la cara.
-Ashley ¿te han dicho hoy lo bonitos que se ven tus ojos cuando les da el sol?.
-Chuck, si lo que quieres es que abra las piernas para ti, puedes ir callándote ya.
-Me has ofendido, soy un tío con sentimientos ¿sabes?.
La aludida puso los ojos en blanco.
-Pero ¿verdad que sus ojos se ven preciosos, Castle?.
Castle miró a Ashley fijamente.
-Sí. Y sus tetas también.-Dijo mirándole los pechos.
-Sois unos imbéciles.-Dijeron las chicas yéndose a otro lugar.
-No, esperad…¿Enserio? ¿Era eso necesario?.-Preguntó Chuck enfadado.
-Me preguntaste y yo respondí.-Se encogió de hombros.
-Pero hombre ¿Cuántas veces te he dicho que no puedes decir todo lo que te pasa por la cabeza? ¿Ah?.
-Así soy yo ¿vale?.
-Y así te va. Por eso sigues virgen.
-Sigo virgen porque no necesito a ninguna chica ¿vale?.
-Claro, ya tú tienes a manuela.
Castle le lanzó una mirada de odio a su amigo y cogió su patineta impulsándose hacia delante para ir a una de las rampas.
Chuck suspiró siguiéndolo.
Luego de patinar un poco, ambos se sentaron a fumarse un cigarrillo con algunos otros chicos. Cuando se hizo tarde, todos se fueron, menos Chuck y Castle.
-¿Te dije que mi tía va a regresar a Nueva York?.-Comentó Chuck expulsando el humo de su boca.
-¿Tu tía super guay que vive en Suecia?.
-En realidad ahora estaba viviendo en Rusia.- Rió Chuck.-Pero si. Esa misma.
-Hablas mas de ella que de tu madre, tío.
Chuck se encogió de hombros.
-Es que tienes que conocerla…es…-Sonrió.-Es un personaje, encima es poli y tiene un carácter que si te agarra de parte en dos.- Rió entre dientes.-Pero es muy guay, siempre me pregunta con cuantas chicas me he acostado y me trae regalos cada vez que viene.
Castle miró a lo lejos mientras el humo del cigarrillo le quemaba la garganta.
Ojala él tuviera alguien a quien quisiera tanto. Ojala él tuviera alguien que le preguntara por su vida y que se acordara de él trayéndole regalos de Europa.
-Creo que es hora de que regrese.-Dijo Rick tirando lo poco que quedaba del cigarrillo al suelo para pisarlo con sus deportivas.
Chuck lo miró de forma condescendiente. Sabía que Castle pasaba tantas horas patinando y vagueando en la calle porque odiaba las casas a las que lo asignaban los del sistema de acogida.
-Eh tío, sabes que mi casa está siempre abierta, ya sabes, por si quieres pasar unas noches y eso.
Castle negó con una sonrisa amarga.
-Tu madre me odia.
-Mi madre odia a todo el mundo, no te rayes.
-No, de verdad. Ya hablamos luego ¿vale?.
-Vale.
Y Castle se fue finalmente impulsándose en su patineta.
Esperaba que su "madre" de acogida, no hubiese avisado del incidente de esa tarde. No es que quisiera quedarse en esa casa, pero no quería que se acumulara otra cosa en su expediente. Porque cuando tienes tantas cosas, la gente empieza a no querer recibirte, aun cuando haya dinero de por medio.
Justo cuando llegaba a su "casa", vio a un hombre a lo lejos, al principio no le prestó mayor atención, pero cuando estaba a menos de un metro, el hombre saco un arma apuntándolo.
Castle se detuvo en seco mirando sorprendido al hombre.
El barrio en el que vivía no era precisamente seguro, así que supo al instante lo que estaba a punto de pasar.
Enseguida se giró y cogió la patineta en sus manos comenzando a correr desesperadamente.
El hombre disparó un par de veces y Castle se cubrió la cabeza dejando caer la patineta pero sin dejar de correr.
Un minuto después miró hacia atrás y vio como el dueño del arma corría hacia donde estaba la patineta, cogiéndola y corriendo con ella debajo del brazo.
-¡Hey!.-Gritó Castle.-¡Hey eso es mío, hijo de puta!.
Pero el ladrón desapareció y Castle se dijo que su vida no podía ir peor. Ahora lo único que tenia para poder evadirse de todo, ya no estaba.
-¡¿Estás loca?!.-Kate sonrió divertida mientras su bota estaba en el cuello de aquel sospechoso.
Realmente se la había pasado bien trabajando en Rusia. Entre la mafia y los vándalos, tenía mucho trabajo en cuanto a asesinatos. Y perseguirlos por las frías calles era de lo más divertido. En realidad eso último había sido una ironía. Estaba cansada ya del clima templado y de estar sola en ese frio piso en el que vivía, ya que el último novio que había tenido, la había llamado "zorra" en medio de una discusión, por lo tanto ella no tuvo más remedio que romperle la nariz.
Por supuesto el pobre desgraciado no había regresado. Y no es que ella le extrañara. Había sido una buena distracción y había servido para calentarla por la noches, pero además de eso, era solo un imbécil más.
No sabía si era que ella atraía solo a los imbéciles o es que se sentía atraída solo por imbéciles.
De cualquier forma, estaba cansada ya de todo y estaba dispuesta a regresar a Nueva York. El Capitán Montgomery tenia semanas intentando persuadirla para que regresara allí porque no conocía a nadie con la experiencia que ella tenía, aun teniendo solo treinta y un años.
Y aunque lo negara también extrañaba a su familia. Incluso a sus padres que no paraban de repetirle que debía casarse ya, tener hijos y ser una puritana como su hermana Rebecca.
Ellos no entendían que ella simplemente no era así. A ella le gustaba ser libre, a ella le gustaba vivir su vida al máximo, no tener que rendirle cuentas a nadie y simplemente hacer lo que le diera la gana. Claro que ahora que era policía debía hacerlo, más o menos, dentro del límite de la ley.
Recordaba la cara de su padre cuando se había enterado que dejaría la escuela de derecho para entrar a la academia de policías. Había sido de los momentos más dramáticos y divertidos de su vida. Pero esto era lo que le gustaba, atrapar a los chicos malos, no en una corte, sino en la calle.
Desde adolescente había sido bastante desafiante. Y eso hacía que sobretodo su madre, se llevara las manos a la cabeza. Pero así era ella y si sus padres no pudieron cambiarla cuando en su adolescencia, ahora nadie lo haría.
Pisó con más fuerza el cuello del sospechoso y lo escuchó gruñir.
-Ahora veras lo loca que puedo llegar a estar, cuando tú y yo estemos en la sala de interrogatorios.-Le dijo en ruso, levantándolo del suelo para ponerle las esposas.
Luego de divertirse con él como prometió en la sala de interrogatorios y de básicamente resolver el caso, Kate caminó hasta su escritorio y escuchó que todos empezaban a aplaudir. Luego trajeron un pastel y le cantaron una canción en ruso que decía algo así como "los mejores compañeros son aun mejores personas" y ella no pudo hacer más que reír e invitarlos luego a todos a una ronda en el bar que estaba unas cuadras más abajo.
Al día siguiente Kate Beckett estaba de regreso a su ciudad natal, Nueva York. Frente a la casa de su hermana, en donde iba a quedarse un par de días hasta conseguir algún sitio para vivir.
Kate miró la casa y suspiró. Su hermana era una amante de los lujos, y por supuesto su casa era de las más grandes de los alrededores. Si ella hubiese visto el piso en el que Kate había vivido en Kiev, cuando vivió un año en Ucrania, se habría desmayado pensó riendo sola.
Se acercó llamando a la puerta y fue su sobrino Charles quien le abrió.
-¡Tía!.-El chico estaba mucho más alto y usaba un gorro de lana, con ese look callejero que tanto le gustaba.
-¡Hey, Chuck!.- Sonrió abrazándolo.
-Su nombre es Charles.-Escuchó la voz de reprimenda de Rebecca y miró por encima del hombro de Chuck.
-Hola para ti también, Rebecca.-Su hermana la miró con una mueca y luego se acercó abrazándola.
-No sabes lo que nos alegra que estés aquí otra vez.
-No mientas, Becca, se perfectamente que mi presencia aquí os pone de los nervios.
-No seas tonta, Katherine.
Kate sonrió.
-¿Dónde está Casey?.-Preguntó Kate refiriéndose a su cuñado.
-Aún no regresa, pero estará feliz de verte. Olga, por favor, lleva las maletas de Kate a su cuarto…
-No hace falta.-La detuvo Kate.-Puedo llevarlas yo misma, gracias Olga.-Le dijo amigablemente.
Kate odiaba el hecho de que sus padres y su hermana tuvieran esta enorme cantidad de empleados para hacer cosas tan sencillas como subir unas maletas.
-Tonterías, eres nuestra invitada.
-Yo te ayudo, tía.-Dijo Charles contento.
-Ah, ya se. Quieres saber si te he traído algo ¿verdad?.-El chico sonrió ampliamente. –Venga vamos arriba.-Dijo cogiendo un par de maletas.
-Oh Kate.-Rebecca los detuvo.-Les he comentado a papá y a mamá que vendrías y hoy vendrán a cenar.
-Muchas gracias por eso.-Dijo Kate en forma irónica.
-Son tus padres, ¿sabes?.
-Como olvidarlo.
-Umm, ¿mamá?, le he preguntado a papá si podía invitar a Rick a cenar y me ha dicho que si.
-No creo que eso sea una buena idea.
-¿Por qué no?, es mi amigo.
-No me gusta ese chico, Charles. Va de casa en casa y va a un colegio público.
Kate levantó las cejas.
-Pues es mi amigo ¿vale?.
-No me hables así, jovencito.
Chuck suspiró.
-Por favor. Está teniendo unos días duros y yo solo quiero que venga un rato y la pase bien.
-¿Con los abuelos?.-Rió Kate.-Creo que no escogiste la mejor situación, chaval.-Le pasó el brazo por encima de los hombros.
-¿Entonces puede venir?.-Preguntó el chico esperanzado.-Papá ya ha dicho que si.
-Tu padre siempre dice que sí.
-Mamá…
-Vale, vale. Pero te encargarás de que se comporte.
-Vale, gracias.
- Y quítate eso que tienes en la cabeza mientras estés dentro de la casa.-Se dio la vuelta comenzando a caminar hacia la cocina.-Dios santo, ¿qué voy a hacer contigo…?-Murmuró y Kate y Charles se miraron divertidos.
-Bueno, ¿Qué tal te trata la vida?.-Preguntó Kate mientras ambos caminaban por el pasillo dirigiéndose a la habitación de invitados.
-Ya sabes, estudiar, patinar…
-Chicas…-Lo miró divertida y él rió entre dientes.-Espero que las trates bien como te dije. A las chicas nos gusta que nos traten bien y que nos digan cosas bonitas.
-Por supuesto.
-Así me gusta.-Entraron y Kate le dijo que dejara las maletas a un lado de la cama.-Ese amigo tuyo, ¿Por qué tu madre le odia tanto?.
Chuck se encogió de hombros.
-Es porque es un chico de acogida y eso. Ha estado en varias casas porque de alguna u otra forma se mete en problemas. Pero es un buen chaval, lo conozco porque también patina.
Kate sonrió a medias.
-No sabes lo orgullosa que estoy de ti.-Le puso una mano en el hombro.-Me alegra que seas mas como tu padre y menos como tu madre.-Le susurró.-Sin juzgar a la gente por lo que tienen o por las condiciones en las que viven. Es genial que quieras invitarlo a cenar.- Chuck se sonrojó un poco.
Su tía siempre era muy sincera. Y él también adoraba que ella no fuese como su madre o sus abuelos, que simplemente fuese buena con la gente que se lo merecía, sin importar su origen o condición.
-Gracias, tía.-Ella le quitó el gorro y le alborotó el pelo de un castaño claro como el suyo.
-Quítate esto anda.-Dijo tirando el gorro a un lado.- Así tu madre tiene una razón menos para enfadarse.
Kate abrió uno de los bolsos y sacó una bolsa enorme, se la entregó a su sobrino y lo miró con los ojos entrecerrados.
-Espero que no me quieras solo porque te traigo estas cosas.
-Claro que no.-Rió él.-Sabes que te quiero porque eres la única que me entiende.-Le dijo rascándose la nuca.
-Mira que voy a creerte eh…
Chuck rió divertido y abrió la bolsa sacando en primer lugar una gorra que ponía "Live. Skate. Die", un par de camisetas de distintos colores, unas bermudas y una tabla super chula con la bandera de Rusia y unas letras en ruso.
-Guau. Todo esto es genial, tía, muchas gracias.
-No es nada. La tabla pone "Vive Libre".-Le sonrió.-Igual podrías compartir alguna cosa con tu amigo, el que me dijiste que también patinaba. Seguro le alegrarías el día.
-Seguro. Le va a encantar tener alguna camiseta nueva.-La miró con los ojos brillantes.-Gracias. – Kate solo le sonrió.-¿Entonces vas a quedarte para siempre?.
-No sé si para siempre, pero por ahora sí, Nueva York será mi hogar. Estoy ya moviendo algunos contactos para conseguir un piso pronto.
-Pero podrías quedarte aquí, estoy segura de que a mamá…-Kate negó.
-Me encanta que quieras invitarme, pero a mí me gusta mi privacidad y mi libertad. Pero vendré a verte muy seguido, y tu puedes ir a verme, o puedes visitarme en la comisaría.-Levantó un dedo.-Pero no como criminal.
Chuck rió.
-Me alegro tanto de que estés aquí, tía.
-Y yo de estar aquí, cariño.
Kate llegó a casa y notó un gran revuelo.
-¿Aún no estás lista?.-Giró la vista y vio a su hermana.
-¿Eh?.
-La cena, Kate, es en media hora. ¿Dónde estabas? y ¿Por qué estás sudada?.
-Necesitaba correr un rato.
Rebecca arrugó la cara.
-Bueno, ve a cambiarte, papá y mamá no deben tardar en llegar.
-Por dios mujer, es solo una cena familiar.-Kate miró hacia las escaleras y vio a su cuñado bajándolas divertido.-Hola, Kate. Es genial tenerte de vuelta.
-Oh, hola Casey, te daría un abrazo pero…-Dijo señalándose la camiseta mojada.
-No pasa nada.
-Kate…-La apresuró Rebecca.
-Vale, vale, ya voy.
Subió rápidamente y se metió a la ducha. Al salir cogió unos vaqueros y una camiseta roja, colocándose luego una chaqueta de cuero de color marrón. Se colocó sus botas y se peinó el pelo con la mano, maquillándose solo lo necesario.
Cuando bajó las escaleras escuchó voces en el comedor, así que imaginó que ya sus padres habrían llegado.
Genial.
Un sermón sobre puntualidad le esperaba, a sus treinta y un años.
Justo cuando se disponía a entrar allí con su mejor cara, alguien llamó a la puerta.
Ella que estaba bastante cerca, fue quien abrió.
Al otro lado un chico alto y muy guapo la miraba fijamente.
