Notas:
Gracias por haber elegido una historia de mi creación.
Estoy seguro que la mayoría de los que juegan Overwatch (y leen fics, realmente) concordaran que los personajes son por mucho su punto fuerte, no solo con relación a las mecánicas del juego sino por como cada uno se siente completamente único, con personalidades, pasados entrelazados, interacciones, diseños... Cada uno tiene una historia que contar y si el internet es muestra de algo, es que desde parodias ridículas hasta serios tributos, cada quien tiene un punto de vista de su personaje favorito.
En mi caso el personaje que uso es Mercy y diré, primero que todo, que no me considero excelente usándola en lo absoluto. Juego de forma casual, por diversión, y hago lo posible por no hacer pasar vergüenza a mi equipo. Sé que hoy día para algunos es un pecado jugar por diversión pero la vida es así. En cualquier caso, este fic (y sus posibles capítulos subsecuentes) son desde su punto de vista, experimentando y narrando las muchas cosas que se ven y se viven en medio de la guerra. Después de todo no todos los días son tristes ni tampoco alegres.
Finalmente quiero decir que, según tengo entendido hay videos, comics y demás donde se expande la historia de Overwatch pero realmente nunca la he investigado a profundidad (eventualmente quizás lo haga). Por eso algunas cosas que escriba puedan ser contradictorias, obvias o sin sentido para quien esté familiarizado con ella. Ojala y eso no sea un problema. Al final de todo estamos aquí para escribir y divertirnos.
Sin más, les dejo la historia. Gracias y que la disfruten.
En el Campo de Batalla
I
Ser médico no es tarea fácil. Incluso en un mundo normal aquella profesión no es para todos. Aun ignorando los años de estudios, los incontables libros que hay que leer, los interminables turnos, las malas noches... las cosas que un médico debe hacer, las decisiones que debe tomar y los horrores de los que es testigo son una carga que no cualquiera puede llevar. Y como muchos, por desgracia Mercy hacía tiempo no vivía en un mundo normal.
Todo lo contrario pues en el mundo que le tocó la guerra se había tornado rutina, los horrores sorpresas diarias, el miedo cultura y la destrucción arte y legado de todos los continentes. Los años pasaban uno tras otro sin ningún cambio aparente salvo las vidas, edificaciones y pueblos que se perdían en la historia. Era una época en la que ser pesimista era la única actitud que te permitía sobrellevar los días.
Pero Mercy se rehusaba a ser pesimista. Día tras día luchaba por no sentir que vivir no valía la pena, luchaba por tener el coraje para salir al campo de batalla, por poder sonreír cada vez que tenia oportunidad, por hablar con sus compañeros para no perder su humanidad, por poder abrir un libro cuando tenía momentos de silencio, por ver el cielo azul, por oler la sal del océano por encima del olor de la sangre y la pólvora. Por esas y muchas cosas más Mercy peleaba pues no todas las batallas eran libradas con balas y no todos los enemigos eran físicos.
Aquella noche, dentro de la nave donde volvían al puesto de Overwatch en Gibraltar, Mercy se permitió sonreír al absorber el ánimo de los soldados que la acompañaban. Ruidosos, eufóricos y embriagados por la adrenalina de la victoria, los rostros de aquellos jóvenes voluntarios se mesclaban y distorsionaban desde el asiento donde se encontraba. Como todas las veces se sentaba en las filas más retiradas que la nave tuviese para darle espacio a los demás pues para ella pasar desapercibida no era ningún problema. Después de todo aun sus compañeros de hace años muchas veces no la valoraban y consideraban el soporte que traía al campo de batalla como una minina diferencia. Pero eso a ella no le molestaba y no les guardaba ningún rencor pues ese era su trabajo y se esforzaba por hacerlo lo mejor posible. Eso era todo lo que importaba.
En algunas ocasiones algún joven y anónimo soldado giraba su cabeza de forma distraída y sus ojos se cruzaban con los de ella. Mercy era capaz de percibir muchas cosas en aquel fugaz segundo: Principalmente veía dudas pues no tenían idea de quién era aquella mujer vestida de ángel ni cuál era su función. Otras veces veía preocupación pues la juzgaban por su delgada anatomía y rasgos hermosos, y pensaban que aquel no era lugar para una mujer como ella. Finalmente, luego de muchos prejuicios, dudas y acusaciones, en muy raras ocasiones veía en los ojos que se posaban en ella agradecimiento, y ese soldado en especifico le saludaría con la mano o le regalaría una sonrisa, y ese sería el recuerdo que se llevaría al volver a cualquier estación donde le tocase pasar la noche.
Para su decepción esa noche no se encontró con ninguna mirada. Después de varias horas de vuelo la nave finalmente llegó a su destino. Fuera de las ventanas el infinito mar azul de la costa de Gibraltar brillaba de manera hermosa bajo la luz de la luna. Los soldados vieron la tierra acercarse a ellos y se tornaron histéricos, golpeando las botas en el suelo y gritando cantos de guerra en completa desarmonía. La compuerta apenas se abrió por completo cuando la multitud salió corriendo a la entrada del puesto, quitándose los cascos y buscando entre las personas que los esperaban las hermanas y enamoradas que tenían. En cuestión de segundos la nave quedó en completo silencio.
Antes de levantarse Mercy cerró los ojos y bajó la cabeza para agradecer en voz baja que había vuelto completa a suelo amigable pero también, para recordar que no todos tuvieron esa suerte y que no importase cuanto te entrenaban para mentirte a ti misma, muchas de esas vidas las pudo haber salvado.
Pero no fue su culpa que en algunas ocasiones no fue lo suficientemente rápida, que no tomó la decisión correcta, que tuvo que priorizar a sangre fría para que otros pudieran vivir. Eso no era su culpa y tenía que estar en paz con esa idea antes de salir de la nave pues aquello puede llevar a cualquier persona a la demencia, sobre todo cuando no tienes a nadie que te apoye algunas noches.
Mercy levantó la cabeza, exhaló profundamente y se preparó para levantarse cuando se dio cuenta que no se encontraba sola pues, del otro lado de la vacía y enorme nave una figura conocida se puso de pie. Reconoció de inmediato sus ropas y su rifle, pero sobretodo las heridas que se asomaban por debajo de su visor. Jack Morrison -Soldado 76- caminaba en dirección a la rampa con aire estoico (pero agotado, cosa que Mercy sabía leer en las personas sin importar cuanto lo ocultasen) y se detuvo al notar a la callada medico en lo profundo de la nave.
Gentil al fin, Mercy le regaló una sonrisa al sentir su mirada a través del visor y esperó a que saliera pero muy diferente a lo que pensó que iba a ocurrir, 76 caminó en su dirección, el sonido de sus botas haciendo eco en el suelo metálico. Se detuvo delante de ella y, sin decir palabra, le extendió la mano con amabilidad.
"Usted primero doctora," dijo el soldado con voz ronca. El rostro de Mercy se ilumino y al tomar la tosca y rígida mano se sintió la persona más afortunada en aquel momento pues solo se necesita un gesto de gentileza para cambiar el día de una persona para mejor, sin importar que tan pequeño sea.
"Gracias Jack," dijo ella con dulzura, sorprendida por lo fuerte y maciza que se sentía aquella mano aun por debajo del guante.
"No doctora, gracias a usted," fue lo único que dijo 76 antes de pararse en posición firme con el rifle a nivel del pecho. Mercy vio como aquel hombre le haría reverencia hasta que saliera de la nave y pensó por un momento decirle que no era necesario pero eso solo serviría para ofenderlo pues para el ese gesto era tan importante como haber ganado la batalla de hoy. Tomó su bastón y asintió en dirección al soldado antes de salir de la nave, sintiéndose rebosar de felicidad.
Allá afuera la multitud ya había desaparecido y el silencio en aquella costa era maravilloso. Mercy levantó el rostro hacia el cielo, dejando que la brisa acariciase su rostro, cuello y cabellos, y sonrió complacida tanto por las cosas buenas como las malas que el día le había dado. Lo último que hizo antes de ir hacia sus aposentos y dormir rendida fue devolver el hermoso gesto que había recibido aquel día, esperando con la frente en alto a que Soldado 76 bajase de la nave. De lo contrario, como podría conciliar el sueño esa noche?
Fin.
