Eren Jeager: Abogado Experto
Para Kat,
porque solo hay una Kat
y ella es única.
Y ella es ella.
Y ella es mia.
Humo y sangre. Mucha sangre y mucho humo también.
El humo se revolvía, formando extrañas y fantasmales formas, obstruyendo la visión y sofocando el aliento. Era denso y opaco, escondiendo entre sus convulsas nubes dos figuras que inertes permanecían solitarias en el laboratorio.
Una estaba de pie. La otra yacía en el suelo. Una temblaba de rabia, la otra estaba tan inmóvil como la fría superficie de losa donde descasaba. Una empuñaba con firmeza el metal impío de una hoja asesina que destilaba lentamente las gotas de sangre que caían como rubís diminutos; la otra, se encontraba depositada sobre un charco rojo de reluciente sangre que se enfriaba perdiendo velozmente el calor del cuerpo que había abandonado a la par de la vida misma que lo sostenía.
Mikasa miro hacia abajo, con desprecio. Sus ojos fríos como el acero de la hoja ensangrentada que empuñaba apenas si podían ver la silueta difusa del cadáver que se escondía, velado tras la cortina de humo pálido.
―Ahí lo tienes…―dijo ella, con su mirada fija en un inmóvil cuerpo que apenas podía distinguir ―eso te enseñará que él es mío… te enseñará a no meterte con lo que no te pertenece…
Y, aunque su voz apagada se hacía cada vez más tenue conforme el humo sofocaba lo que quedaba de su aliento, solo repitió:
―¡Él es mío… Eren… es… mío!
Hasta que el mantra silencioso se desvaneció en inaudible gemido que no pudo ser oído por un par de oídos muertos, rodeados por un enmarañado cabello rubio que se había teñido del rojo de su propia sangre regada por el suelo.
Día 0 – 12:00 p.m. – Corte de lo Laboral
Eren Jaeger no era lo que se podía llamar, un abogado experto. Algunos fiscales seguían llamándolo novato con recelo, aun cuando el joven licenciado había hecho su debut en la corte no menos de un año atrás.
¡Y vaya que había sido un año productivo!
Un par de juicios le habían granjeado al abogado de la defensa Eren Jeager su fama en lo que respectaba a juicios laborales. Los patrones corruptos habían comenzado a temer a aquella silueta delgada, enfundada en un traje gris Oxford y camisa blanca rematada por una corbata verde bosque, que parecía agrandarse con confianza y elocuencia tremenda durante el juicio para defender a los abusados obreros quienes depositaban en él sus esperanzas.
El titán de las cortes, lo habían comenzado a llamar los medios jocosamente por la manera que enfrentaba a gigantes corporativos sin agachar la cabeza y repartía los despojos de la encarnizada lucha legal hacia sus defendidos.
Sin duda, Eren era una estrella naciente en el mundo de los jurisconsultos y sus socios en la firma Braun & Fubar Abogados esperaban que fuera algo más perdurable que una simple suerte de principiante.
Apenas ese día, Eren salía de un impresionante triunfo en contra de una empresa constructora. Lo que había parecido un caso solidísimo de parte de la fiscalía, se había derrumbado tal como las mal construidas murallas que el consorcio en juicio había edificado con materiales baratos. La evidencia de su malversación de fondos asi como incumplimiento de contrato hacia sus clientes fueron el remache final de un ataúd legal de concreto que el licenciado Jaeger había erigido para sorpresa del sorprendido fiscal, para horror de los patrones infames y alegría de los injustificadamente despedidos empleados quienes recibieron sus bien merecidas indemnizaciones.
Por hoy, la justicia había sido servida, se dijo Eren.
Sie sind das Essen und wir sind die Jäger!
Las palabras en alemán del pegajoso tono del teléfono móvil de Eren hicieron saltar de golpe a un anciano fiscal que caminaba delante de él.
El joven sacó el celular de su bolsillo y contestando a la llamada diciendo "Jaeger" viendo en la pantalla del dispositivo que se trataba de una llamada de la oficina de sus socios.
―Si, si, muy bien, gracias ―respondió entonces Eren. La voz seria y grave de Reiner Braun, abogado especializado en asuntos Internacionales de la firma donde trabajaba le había preguntado por el resultado de su juicio y después lo había felicitado por su triunfo.
La sonrisa en el rostro de Eren se demudó de inmediato cuando sin el menor cambio en su tono Braun le dio malas noticias.
―¿Que Mikasa que?... Pero eso es imposible, ella no lo haría… si, si señor, voy de inmediato…
Colgó el teléfono. El aire triunfal de Jeager se había trastornado completamente, volviéndose pura y densa consternación:
Mikasa, la chica que para Eren era como una hermana, con quien se había criado, su única familia luego de que su madre falleciera hace unos pocos años, había sido hallada en la escena de un crimen y ahora la estaban acusando de asesinato.
Día 0 – 1:40 p.m. – Laboratorio Rosebud
Eren bajo del taxi entregando al chofer un billete que excedía generosamente el cargo del taxímetro y no esperó a recibir su cambio.
Las puertas de cristal del laboratorio estaban cuidadosamente vigiladas por personal del cuerpo de policía. Eren estaba poco familiarizado con los protocolos de escenas del crimen, pero el lugar le era sumamente familiar.
Los Laboratorios Rosebud habían sido fundados por un grupo de amigos que Eren conocía desde preparatoria, entre los que se encontraban Mikasa Ackerman, a quien Jeager consideraba como una hermana y Armin Arlet, quien había sido, desde su infancia temprana el mejor amigo en todo el mundo del joven abogado.
Al terminar la preparatoria, Mikasa, Armin y otros amigos del trio, habían decidido estudiar ciencias Biomedicas. Pareciera que el único que se desvió del camino de la cienciapara estudiar derecho fue Eren.
―Es que yo no tengo cabeza para eso… ―decía sin sorna cuando sus incondicionales Mikasa y Armin planteaban su sueños de tener su laboratorio propio.
La verdad es que Eren había determinado desde mucho tiempo atrás entrar al mundo de los juristas, tal como su padre…
Sin reparar mucho en los coches patrullas que aparcados frente al local montaban guardia, Jaeger se precipitó hasta el lobby, donde un juego de sillones elegantemente forrados, una mesa de cristal, varias plantas y un escritorio le recibieron como habían hecho en una de sus múltiples visitas.
Varios agentes de la policía aseguraban la zona y un hombre que tenía pinta inconfundible de detective parecía darles órdenes estando a cargo. Pronto, la vista del joven letrado se posó en un rostro conocido.
―Llegas tarde ―el duro rostro de Reiner Braun parecía siempre dar un gesto de regaño y molestia ―acaban de llevarse a Mikasa al centro de detención.
―¡Demonios! ―exclamó Eren ―el trafico estaba hecho un lio y me fue difícil encontrar un taxi.
―¿Taxi? Esto no te sucedería si tuvieras un auto, Jaeger. ―añadió el abogado rubio ―Para tu desgracia, dudo que alcances a ir hasta el precinto antes de que termine la hora de visitas haciendo uso del transporte público. Parece que tendrás que ver a tu hermana hasta mañana durante el juicio.
―¡El juicio! ―casi saltó Eren con su despeinado cabello castaño al aire ―tengo poco tiempo para prepararme. Examinaré la escena del crimen cuanto antes.
El ceño de Braun se función al instante, reacción que para el casi equivalía a dar un respingo de sorpresa.
―¿Ahora de que cuernos hablas, Jaeger? No estarás pensando…
―¿Representar a Mikasa? Desde luego, no puedo permitir que la acusen injustamente de un crimen que no cometió…
El enorme Reiner negó moviendo su cabeza rubia con desaprobación.
―Es una locura. En primer lugar, no es tu campo. Homicidios no es lugar para novatos. Haber cosechado unas cuantas victorias en Laboral no es nada a comparación de esto. Estamos hablando de un asesinato aquí…
―¿Y piensas que Fuber debe encargarse del caso por tener más experiencia? ―Atajo Eren con brío. Reiner lo superaba por lo menos por quince centímetros de estatura y tenía cara de muy pocos amigos, pero Jaeger no era famoso por amilanarse ante oposiciones poderosas.
―Justamente. Su especialidad son los homicidios. El cierra casos y libra a sus clientes de la pena de muerte. Tú consigues pensiones alimenticias para hijos de obreros desempleados.
―Sigues olvidándote de que no es un tieso y mal encarado abogado quien decide quien defiende a cada cliente, sino el cliente mismo, y sé que Mikasa se sentirá más segura si soy yo quien lleva su juicio. Conseguiré que firme el consentimiento y tú y Fuber pueden irse mucho a resolver los casos que encuentren en otro lado. ―El desafío brillaba en los ojos de Eren. Esa entrega, ese arrojo era el tipo de fuego apasionado que Reiner Braun había hecho elegir a Jaeger como parte de su firma.
En esos momentos se estaba arrepintiendo.
―Estas cometiendo un grave error, Jaeger. No sé si te ha cegado la soberbia, la preocupación o la somera estupidez, pero no debes tomar este caso. Estás demasiado involucrado en él. ―lo sentenció Braun.
―Es cierto que Mikasa es muy cercana a mí, pero creo que puedo defenderla bastante bien. Después de todo, debe haber confianza entre cliente y abogado… ―Eren se apresuró a refutar, aunque sabía bien los riesgos de tomar un juicio con implicaciones personales.
―No lo digo por tu hermana… ―el rostro de Reiner se torció en una rara mueca que casi parecía de aflicción empática. Casi. ―Te enteraras de todas formas, lo quiera yo o no. Pero a la víctima también la conoces.
Los ojos verdes del joven abogado se abrieron mucho, y desesperando un poco más, se adentró por las puertas dobles del lobby hacia las instalaciones clínicas, ignorando a los agentes de policía que le espetaban que el acceso estaba restringido.
Detrás de las puertas, el usualmente aséptico laboratorio estaba plagado de agentes forenses. Cinco de las seis mesas se hallaban impecables, pero fue el enorme charco de sangre en el centro del lugar lo que llamo poderosamente la atención del chico. Eso, y el penetrante y amargo aroma de los químicos que normalmente era mucho más apagado.
Justo frente a él, una cinta color blanco marcaba la silueta donde había estado el cadáver sobre la mancha de sangre. En ese momento, Eren no lo supo, pero hacia menos de una hora en ese mismo sitio había sido retirado el cuerpo sin vida de Armin Arlet.
